Capítulo N° 13
Me había levantado temprano en la mañana para poder limpiar la casa a fondo, pese a que trabajé arduamente toda la semana limpiando casas. Quería causar buena impresión en Emily y Bill, y no fui el único nervioso, porque mamá había sacado la artillería pesada a nivel gastronómico, pues prepararía filet mignon con salsa de champiñones.
Como sabía que Emily querría conocer mi habitación, lo limpié también a fondo. Todo se veía impecable, el suelo de madera brillando, las alfombras desodorizadas, los sillones limpios y mullidos. La casa olía delicioso a limón, pues a mí me parecía el aroma de una casa limpia y fresca.
Luego de bañarme y vestirme, aunque no de forma muy elegante o exagerada –para evitar confusiones en mamá–, me sentí listo para recibir a las visitas. Mamá se había puesto un bonito vestido primaveral blanco, con bordados de pequeñas rosas. Llevaba su cabello suelto, pero con un semi recogido atrás que evitaba que mechones sueltos se le fueran al rostro. Y como odiaba los tacones altos, solo llevaba unas sandalias planas.
—Má —dije para llamar su atención mientras ella finalizaba el almuerzo—, te advierto algo muy importante.
—¿Qué cosa, bebito?
—Conozco muy bien tus gustos, y Bill tiene barba, es atractivo y muy viril. No quiero ser hermanastro de Emily, ¿de acuerdo?
Ella giró para verme con una ceja alzada.
—Yo no soy infiel, hijo, si salgo con Bob es porque me gusta Bob.
—Solo decía, por si las dudas —me reí al ver su rostro enfadado—. Siempre hablas de barbas y pues Bill tiene una abundante barba negra. No le hagas ojitos.
—¿Y por qué crees que a mí me gustará? Tal vez él caiga rendido ante tu adorable madre y me vea en la obligación de romperle el corazón —dijo con una risita.
—No es gracioso.
Soltó una carcajada y me dio una palmadita en el rostro para tranquilizarme, así que me senté a la mesa con un resoplido y comencé a revisar mi teléfono. Emily decía que estaban cerca, eso me puso bastante más nervioso por lo que intenté distraerme al acomodar la mesa. Mamá había decidido poner un bonito mantel que solo usábamos en ocasiones especiales, además de la mejor vajilla también para ocasiones especiales.
Ella puso un poco de música en el estéreo, un mix de rock de los ochenta, pues aunque los cuatro teníamos gustos musicales diferentes teníamos en común el gusto por el rock.
Antes de que el timbre sonara me di cuenta que habían llegado por el fuerte ruido del motor de la camioneta de Bill, pero para no parecer urgido opté por esperar a que tocasen el timbre. Solo así fue que abrí la puerta y le dediqué una sonrisa a Emily, que estaba con un bonito vestido negro con corset de esos góticos que usaba, con medias de red y sus largas botas negras. A su lado Bill estaba serio y con las manos en los bolsillos, pero el aroma de su colonia me demostró que también se lo estaba tomando en serio pese a su atuendo típico de leñador.
—Linda casa, Al —dijo Emily con una sonrisa cuando los hice pasar, luego miró hacia Bill—. Así podría verse la nuestra si no fuéramos un desastre.
—Tú eres un desastre —respondió él con el ceño fruncido.
—Tú eres el que hace alfombras de tantos cigarros en el suelo —se quejó ella.
—Y tú lo llenas de latas de cerveza y tus tangas por todos lados.
Aclaré mi garganta para llamar su atención y evitar que continuaran peleando, al menos frente a mamá. Entonces los guié hacia ella que se estaba alisando la falda frente a la mesa, claramente muy nerviosa. La vi arrojar a un costado el delantal con vergüenza.
—Má, ellos son Bill y Emily —dije con una sonrisa al señalarlos.
—Es un gusto, soy Liv, la mamá de Al —dijo ella y extendió su mano para saludar primero a Bill y luego a Emily.
—¿De verdad eres su madre? —preguntó Bill y dirigí mi mirada hacia él, estaba con sus cejas alzadas con sorpresa.
—Sí, ¿por? —Mamá lo miró bastante confundida.
—Pareces su hermana.
Pude ver el momento exacto en que mamá enrojeció por completo y comenzó a enredar un mechón de cabello en su dedo, algo nerviosa. Corría la mirada porque, claramente, Bill le había parecido muy atractivo.
—Bill, ¿qué te dije? No empieces —gruñó Emily—, no quiero ser hermanastra de Al.
Comencé a reír porque yo le había dicho exactamente lo mismo a mamá, pero antes de que Bill y ella pudieran pelear los invité a la mesa a sentarse, sin embargo antes de ello él le extendió a mamá un vino.
—Ya veo de dónde saliste tan sexy, Alphonse, qué buenos genes —me dijo Emily al oído con una risita divertida.
Nos acomodamos a la mesa mientras mamá servía la comida, pues no me había dejado hacer nada más. Emily se sentó a mi lado, por lo que mamá y Bill estarían uno junto al otro y podrían hablar mejor.
—Cruza los dedos —me dijo Emily al oído—, no vaya a ser que nos vuelvan hermanastros.
—Mamá está de novia —aclaré con una risita—, pero sí, cruzaré los dedos por las dudas.
Ella guiñó un ojo con complicidad, y entonces comenzamos a almorzar mientras que mamá y Bill se hacían cientos de preguntas mutuamente, ya que ninguno confiaba en el otro. Sabía que ambos solo estaban cuidando de sus hijos, pero verlos tan a la defensiva era algo incómodo tanto para Emily como para mí.
—¿Y a qué te dedicas? —le preguntó mamá luego de sorber un trago de vino.
—Soy mecánico, tengo mi propio taller —respondió él con seriedad y luego me señaló con la barbilla—. Alphonse dijo que tú eres instrumentadora o algo así.
—Sí, soy la que se encarga de todo durante y antes de las cirugías, pero no es un tema bonito para el almuerzo —dijo con una sonrisa torcida—. Deben gustarte mucho los autos, ¿cierto?
—Sí, por algo soy mecánico.
El tono de voz duro con el que lo pronunció hizo que Emily se aclarara la garganta, y con ello Bill dejó ir un suspiro para relajarse un poco, pues estaba bastante a la defensiva y si hacía sentir mal a mamá tendría que golpearlo.
—A mí me gustan pero no sé manejar —agregó mamá y mordisqueó un trozo de carne—, tampoco tengo auto, así que supongo que da igual si sé o no.
—¿Nadie te enseñó? —preguntó Bill con sorpresa—. ¿Tu padre, amigos o pareja?
—Mi padre me odiaba, mis amigos tienen sus propios problemas y mi pareja está muy ocupado siempre —dijo mamá encogida de hombros—. Sé andar en motocicleta, algo es algo.
Los hombros de Bill bajaron un poco, como si su armadura de defensa se hubiera desprendido de él. Quizá, probablemente, por lo que mamá dijo de su padre, algo con lo que Bill podía identificarse muy bien.
Ellos se quedaron en silencio por largos minutos solo finalizando su almuerzo, así que Emily y yo nos miramos con una mueca torcida sin saber muy bien cómo aligerar el ambiente.
—Emily hace Muay Thai como Alex —agregué luego de comer un trozo de carne—. Es muy fuerte.
—¿Eres la que lo dejó en la enfermería? —preguntó mamá.
Me ahogué con la carne y tuve que golpearme el pecho un par de veces.
—Sí, intentó humillarme y terminó humillado —respondió Emily con una risita.
Vi a Bill sonreír con orgullo.
—Bueno, bien merecido te lo tenías —me regañó mamá—. ¿Cómo vas a molestar a las chicas?
Sentí mi rostro arder pero intenté esconderlo tras mi vaso de agua, aunque estaba seguro de que Emily llegó a verme, porque sentí su mano tomar la mía bajo la mesa.
—De todas formas soy más que una matona malhumorada —dijo Emily con una sonrisa y extendió su mano izquierda para que mamá viera—. Me gusta hacer uñas, tal vez sea manicurista o estilista.
—Wow, tienes mucho talento, se ve muy bonito —dijo mamá con una sonrisa sincera y sus ojos iluminados, pues sabía que aunque a ella le gustaría tenerlas así, no podía debido a su trabajo—. Te diría que practiques conmigo pero no lo tengo permitido, debo tener uñas cortas.
—No se preocupe, señora, siempre puedo usar a Bill —se rió Emily.
—En tus sueños —acotó él con molestia.
Mamá entonces dirigió su mirada hacia mí, entusiasmada, lo que significaba que Emily le había caído bien.
—Tal vez Chrissy pueda, ella se hace las uñas, ¿no? —dijo con una sonrisa.
Se me heló la sangre por un instante.
—¿Quién es Chrissy? —preguntó Emily con curiosidad.
—Es la mejor amiga de Al.
Emily dirigió su mirada hacia mí y sentí mi corazón latir mil veces más rápido, aunque ni siquiera sabía por qué estaba tan nervioso. Quizá porque nunca le hablé de la existencia de Chrissy.
—No sabía que tenías una mejor amiga, qué bonito —dijo con una sonrisa sincera.
Por un momento creí que tal vez se enfadaría, sin embargo parecía tranquila y siguió conversando con mamá sobre uñas y diseños. Bill, por su parte, las oía con suma atención y a veces sonreía ante las palabras de Emily. Aunque lamentablemente esa sonrisa se borró cuando mamá intentó indagar más en la relación entre ellos, por lo tanto en Samantha. Le hice señas disimuladas a mamá para que cambie de tema porque sabía que a Bill le hacía muy mal, y aunque mamá pareció confundida terminó por cambiar de tema.
Luego de almorzar levanté los platos para poder lavarlos antes de que mamá lo hiciera, y Emily comenzó a ayudarme con el trabajo, incluso para ir secando los platos que yo lavaba. A veces mirábamos de reojo a mamá y Bill tras nosotros, que conversaban de lo agotados que estaban siempre y cómo apenas tenían tiempo para relajarse. Mamá decía que su poco tiempo lo aprovechaba conmigo o con Bob, mientras que él decía que a veces se juntaba con sus amigos a jugar a las cartas o lo pasaba con Emily.
Era increíble lo iguales pero a la vez diferentes que eran los dos.
Estaba acomodando los platos en la alacena cuando oí a Bill decir:
—¿En serio nadie se dignó a enseñarte a manejar, nunca, jamás?
—Un ex novio lo intentó pero no me tuvo paciencia, se ponía un poco violento cuando le hacía preguntas —suspiró mamá.
Eso yo no lo sabía, mamá jamás dijo algo sobre un novio violento antes. Sentí mi corazón hacerse más pequeñito por eso, porque significaba que ella había sufrido más de lo que yo creía.
De repente Bill se puso de pie con las llaves en una mano, mientras que extendió la otra hacia mamá.
—Ven, te enseñaré lo básico, así estos dos aprovechan a besuquearse sin nosotros en el medio —dijo con el rostro serio.
—¡No, no es necesario! De verdad —se excusó mamá con algo de vergüenza.
—No me cuesta nada y podremos darle privacidad a los niños.
Mamá me miró con las cejas alzadas como si me rogara ayuda, sin embargo me encogí de hombros porque no veía el problema en que aprendiera a manejar con él. Emily por su parte amenazó a Bill con el puño, por si intentaba algún acercamiento con mi madre.
No estaba seguro de cuál de los dos estaba más reacio a la idea, si Emily o yo.
Mamá terminó por asentir con el rostro completamente rojo, parecía un tomatito y me dio mucha ternura. Solo esperaba que esto no le diera problemas luego con Bob.
Salieron de la casa, pero llamé con la mano a Emily para poder espiarlos por la ventana de la cocina, justo sobre la mesada. Los vimos entrar en la camioneta, donde él se sentó en el asiento de copiloto y ella en el conductor, pero no encendieron el motor. Bill parecía explicarle qué era y para qué servía cada cosa.
—Espanta a las mujeres no bien empieza a hablar de autos —se rió Emily—. Quédate tranquilo, Al, no existe mujer que soporte una conversación de autos con él, y la única fue mi mamá.
—Podría ayudarle a la autoestima de mamá —dije casi en un susurro y dejé de husmear por la ventana.
—¿Bill?
—Aprender a manejar, no tener que depender de mí llevándola al trabajo, de un taxi o de su mejor amigo —suspiré y me encogí de hombros—. Bah, no lo sé, a mí poder andar en la moto me ayuda bastante a sentirme independiente.
Emily se acercó a mí hasta rodearme con sus brazos contra la mesada, con una sonrisa pícara y una mirada de fuego.
—Estaremos solos por un buen rato, si es que tu madre no se espanta de tantos embragues y frenos...
—Podrían entrar en cualquier momento.
—No seas marica.
Apreté los labios porque no me gustaba que hablara así, antes quizá era gracioso pero ahora, por alguna razón, me incomodaba. Dejé ir un suspiro y apoyé mi mano en su mejilla, con suavidad.
—¿Quieres un café?
—¿Qué tal una copa de vino, aprovechando que los adultos aburridos se fueron? —sonrió ampliamente.
No me parecía una mala idea así que serví dos copas de vino para ambos. No era de tomar vino, prefería la cerveza, pero haría una pequeña excepción por ella. Sorbí un trago y la miré fijo de arriba hacia abajo, porque se veía realmente hermosa. Se lo dije con una sonrisa que aumentó en su rostro, y sus ojos verde claro incluso parecían brillar.
—¿Tú crees? —preguntó con voz suave al colocarse un mechón de cabello tras la oreja—. Bill dijo que así asustaría a tu madre...
—Nah, mamá era una de esas skaters punk de los 2000, era toda una badgirl —dije con una risita—. Y sí, realmente lo creo. Te ves hermosa.
Ella sonrió ampliamente y luego me tomó del rostro para darme un beso, uno suave y delicado que muy pronto se volvió más apasionado y delicioso.
Luego de unos instantes nos separamos y, con copa en mano, le di un recorrido por la casa. Emily estaba sorprendida de cómo se veía todo, pero luego la sonrisa en su rostro se borró al rozar con sus dedos la chimenea.
—¿Pasa algo?
—Solo recordé que ya no encendemos la chimenea —dijo con un tono de voz triste—. Cuando estaba mamá solíamos sentarnos frente al fuego y tomábamos chocolate caliente, pero luego de que mamá murió Bill y yo lo habremos hecho un par de veces, hasta que dejamos de hacerlo. Ya no era lo mismo.
Tomé su mano y ella la apretó con suavidad, para luego dedicarme una sonrisa.
—Bueno, no quiero arruinar el día con el cadáver de mi madre, ¿qué tal si me muestras tu habitación? Quiero ver tus secretos.
Asentí de forma obediente y aún tomados de la mano la guié hacia allí, y como la puerta daba justo a la cocina es que escuchamos el motor de la camioneta ya en funcionamiento. Bill y mamá habían pasado de la teoría a la práctica.
Cuando ingresamos la vi mirar hacia todas partes con sorpresa, no estaba seguro de si era por ser en realidad un garaje, por el orden o por qué carajo, pero me hizo un gesto divertido con el rostro.
—Wow, cuánto orden. No me sorprende.
—¿Por qué no te sorprende, creíste que era un sucio o algo así? —dije con una risita.
—Porque da con tus vibras de chico bueno —me guiñó un ojo y se sentó en la cama, balanceaba sus pies mientras continuaba observando todo.
—No soy un «chico bueno».
—Tú y yo sabemos que sí lo eres, y que tu actitud de malo en el instituto era una mascarilla que solo ocultaba que eres un tierno caramelito —dijo con una risita—. Me gustan los chicos malos, pero también me gustan los caramelitos. Tengo gustos muy variados, ¿sabes?
—Tú y yo sabemos que soy el único «caramelito» que conoces, Emily —dije con una sonrisa pícara y me crucé de brazos—. Literalmente me trataste de gay por cocinarte y recordar tu nombre.
—Es verdad, eres el único que conozco —dijo y sonrió al balancear sus pies—. Eres distinto, Alphonse...
Me acerqué a ella para poder arrodillarme en el suelo, pero apoyé mis brazos en sus muslos sin dejar de mirarla fijo.
—¿Crees que algún día pueda quedarme yo aquí contigo? —preguntó y bateó sus tupidas pestañas negras—. Me gusta que vengas a casa, pero también me gustaría despertar un día aquí y vivir un día en tu rutina.
—Puedes quedarte hoy si lo deseas, mi madre no tendrá problema alguno.
—El problema es Bill —suspiró—. No me dejará quedarme sin antes inspeccionar cada rincón.
—Mi madre puede ser muy persuasiva —dije con una sonrisa y ella alzó una ceja—. No de esa manera, no seas puerca.
—Soy puerca, por algo te gusto —dijo con una risita y abrió un poco las piernas para permitirme ver su lencería negra.
Tragué en seco y alcé la mirada hacia sus ojos.
—Por supuesto, me encanta que seas una puerca —admití con un carraspeo—, pero me gustas porque eres fuerte, decidida y muy divertida.
Emily pareció ponerse muy nerviosa de repente, cerró sus piernas rápido y se encogió de hombros al mirar hacia otra parte.
—No sabía que tenías una mejor amiga —dijo sin mirarme, observaba los pósters de bandas musicales en la pared—. Yo no tengo amigos hombres.
—¿Puedo saber por qué? —pregunté con curiosidad.
—No conocí ninguno que no intentara acostarse conmigo. Y cuando los rechazaba, se enojaban y desaparecían —dijo con un suspiro—. Supongo que no creo en la amistad entre el hombre y la mujer, pero tú eres distinto así que me parece bonito que tengas una mejor amiga.
Apreté los labios y tragué en seco, porque Chrissy y yo sí nos habíamos acostado... Al parecer muy «distinto» no era.
—Tengo otra amiga, Jean. Es una puerca también, te caería muy bien —dije con una sonrisa algo nerviosa—. Íbamos juntos a la primaria hasta que se mudó, pero regresó hace poco.
Emily se quedó en silencio por un instante, algo pensativa. Sabía que estaba pensando porque al hacerlo hacía una boca de pato, era adorable de ver.
—Se podría decir que mi mejor amigo es Bill, pero eso sería muy raro, ¿verdad? Porque es mi padrastro —dijo casi en un susurro—. Pero siempre me aconseja en todo y me escucha, tomamos cervezas a veces, aunque no creo que cuente porque supongo que es lo que hacen los padres. ¿Verdad? O sea, no la parte de las cervezas...
—Yo tomo cerveza con mamá —acoté con una sonrisa—. Si lo analizo un poco quizá mamá también sea mi mejor amiga, aunque sí suena raro.
Me senté junto a ella, que apoyó su cabeza en mi hombro así que la envolví con mi brazo.
—Me da curiosidad saber qué se siente tener un amigo hombre, debe ser divertido —dijo con un suspiro—. Que me diga «si te rompe el corazón le romperé las piernas» o algo así, y me dé consejos.
—Suena a Bill —me reí y ella también.
—No cuenta, él lo haría de verdad y pierde el chiste así. La idea no es que lo haga, sino que me quiera tanto que lo diga solo para hacerme sonreír.
La miré de reojo, Emily dejó ir un suspiro, se veía extrañamente vulnerable por no tener un amigo. Pensé que quizá sus amigas sí tenían y eso capaz la hacía sentirse mal, o tal vez era porque yo sí tenía amigas. Le di un beso en la sien, con cariño, y ella alzó la mirada para verme.
—Estoy seguro de que en algún momento tendrás no solo un amigo, sino un mejor amigo que amenace con romper piernas por ti —dije con una sonrisa—. Ya verás.
Ella sonrió y volvió a apoyar su cabeza en mi hombro, dejando ir un largo suspiro.
—Creo que un café sí vendría bien ahora —murmuró.
La tomé de la mano con suavidad para poder regresar a la cocina, donde la invité a sentarse a la mesa mientras que le preparaba un café instantáneo. Los últimos días estuvimos pensando con mamá comprar una cafetera para las visitas que sí gustan del café, como Eric, Alex o Bob, y ahora también Emily.
Giré para verla mientras batía el contenido de la taza para que el café saliera espumoso, ella me observaba con su cabeza descansando sobre el puño y una sonrisa en el rostro.
—¿Qué? —pregunté algo confundido.
—Solo pensaba que eres muy lindo.
—Lo sé, soy perfecto.
—Lindo de atento, adorable, no lo sé, solo lindo —explicó y se encogió de hombros.
Miré por la ventana, la camioneta no estaba allí así que supuse que habrían ido a dar una vuelta. Sé que pese a las bromas de Emily y yo, no sucedería nada entre mamá y Bill porque ella estaba loca por Bob, y Bill seguía amando a Samantha. Aunque la idea de que mamá tenga un hombre que la trate bien, la cuide y le enseñe cosas me gustó bastante, porque Bob solo hablaba de él todo el tiempo.
Nos sentamos juntos a beber nuestras infusiones, Emily un café y yo un té clásico inglés. Ella me habló de sus amigas que solían invitarla a salir a bares o discos, sin embargo dijo que prefería quedarse en casa y ver películas.
No mucho después comenzó a oírse la camioneta cerca, apenas alcé la mirada para ver por la ventana. Mamá estaba en el asiento del copiloto y Bill en el de conductor, probablemente ella se asustó durante el trayecto y él tuvo que hacerse cargo de la situación.
Decidí tomar de la heladera un postre que había preparado la tarde anterior cuando regresé del trabajo, un cheesecake de arándanos. Corté una porción para Emily que sonrió con alegría al ver el postre, pues sabía lo mucho que le gustaban las cosas dulces. La tomé de una mano y le di un beso en los nudillos con cariño, nudillos que tenían cicatrices de peleas anteriores.
Estábamos degustando la porción del postre cuando ingresaron mamá y Bill riéndose, los miré con sorpresa porque era la primera vez que veía reírse así a Bill con otra persona que no fuera su mejor amigo. Emily también parecía sorprendida, incluso me dio una pequeña patada bajo la mesa.
—¿Qué pasó? —le preguntó con sorpresa.
—Casi choco la camioneta contra un poste —dijo mamá con el rostro rojo de vergüenza.
—Ibas bien hasta que te pusiste nerviosa —acotó Bill con una sonrisa y se cruzó de brazos—. De todas formas soy mecánico, puedo repararlo si le pasa algo.
—Prefiero no matar ningún poste —insistió mamá—, y tampoco tu camioneta.
—¿Quieres café, Bill? —ofrecí al ponerme de pie—. ¿Y tú, má, un té?
Ella sonrió al acariciarme el rostro y se sentó a la mesa junto a la silla donde yo estaba ubicado. Bill entonces se acomodó junto a Emily, quien continuaba mirándolo con sorpresa por verlo de tan buen humor.
Mientras batía el café observé a mamá reírse, seguía avergonzada y se disculpó un montón de veces, pero la veía cómoda y también relajada. Sonreí por eso, porque mamá no solía sentirse cómoda con desconocidos y era buena señal que se comportará así con ellos.
Como estaban los dos felices miré a Emily, tal vez podríamos conseguir que se quedara en la noche.
—Má, ¿puede quedarse Emily a cenar también? Queremos ver una película.
Bill se puso serio de repente y me miró fijo, con dureza. Él sabía perfectamente lo que significaba quedarse, o bueno, lo suponía.
—Ay, puedo preparar pastas, ¿te gustan las pastas, corazón? —le preguntó mamá a Emily con una sonrisa.
—Aún no estoy muy seguro de que se quede, a menos que pueda venir a buscarla —dijo Bill con seriedad.
—Ay, ¿cómo vas a cruzar dos ciudades solo para buscarla? Que se quede hasta mañana, será más práctico así. Al puede llevarla —dijo mamá al mover su mano con entusiasmo.
—No tienes hijas mujeres, ¿verdad? —insistió Bill.
—Bill, querido, sabes bien que en tu casa no juegan al monopolio en la habitación, al menos no vestidos —se rió ella y sentí el rostro arder—. ¿Qué diferencia hay si es tu casa o la mía? Yo prepararé la cena, me aseguraré de que no haya drogas o bebidas de alta graduación alcohólica, y te aseguro que no permitiré que salgan por ahí en medio de la noche.
Bill suspiró muy fuerte con los ojos cerrados y dirigió su mirada hacia Emily.
—¿Tú quieres quedarte?
—No preguntes estupideces, obvio que quiero quedarme.
Volvió a suspirar y rodó los ojos para verme a mí, luego a mamá, y entonces volvió a ver a Emily.
—Nada de drogas que no sea marihuana, nada de alcohol que no sea cerveza —dijo con seriedad—. Y si me entero que se escaparon por ahí, no vas a salir de la casa hasta que cumplas veintiuno.
Le extendí la taza de café y a mamá la suya de té, y Bill me miró fijo de forma amenazante, pero se sorprendió cuando mamá apoyó con delicadeza su mano sobre la de él.
—Estarán bien, tranquilo.
Emily y yo nos miramos con entusiasmo y la vi hacer un pequeño saltito en el lugar, con alegría. Entonces, arriesgándome un poco más, miré a mamá.
—¿Podemos ir a hacer las compras? Me gustaría mostrarle el barrio a Emily.
—Es un barrio tranquilo —acotó mamá antes de que Bill pudiera decir algo—. Sin perros callejeros, no hay drogadictos en las esquinas, ni borrachos, y además está mi novio patrullando por la ciudad.
Él suspiró con fastidio, claramente harto de todos nosotros.
—Está bien.
Emily entonces se puso de pie enseguida para acercarse a mí, tomé mi billetera y salimos de la casa enseguida. Aunque antes de cerrar la puerta miré a mamá que le daba una palmadita en la mano a Bill para tranquilizarlo, a quien llegué a ver suspirar y, antes de cerrar la puerta, lo oí decir por lo bajo «es lo único que tengo en el mundo».
Miré a Emily que no parecía haberlo escuchado, observaba con atención mi pórtico con sillas y una pequeña mesita de madera.
—No mentías al decir que era persuasiva —dijo con una risita y se balanceó sobre los pies—. Me cae bien.
Me tomó de la mano para entrelazar los dedos, así que imité su actuar y caminamos juntos por mi barrio. Si llegaba a cruzarme a Eric sabía que era capaz de hacer alguna broma al respecto, pero también sabía que seguro se encontraba estudiando.
Avanzamos un par de calles antes de que Emily dejara de caminar solo para besarme, y le seguí el beso mientras acariciaba su cintura. Luego continuamos hasta la tienda barrial donde compré un par de cervezas, frutas para ella y algunos snacks, también una soda de naranja para mamá y algunas otras cosas útiles.
Al regresar a casa nos encontramos con mamá y Bill hablando por lo bajo, ella con su típico rostro comprensivo y él serio e incluso algo entristecido. Ambos cambiaron la actitud cuando entramos, y mientras guardaba las compras Bill alejó un poco a Emily de nosotros para hablar en privado con ella.
Los miré de reojo, la había tomado del rostro con suavidad y ella asentía ante sus palabras. Luego él le hizo una caricia en la cabeza que la despeinó y tomó sus llaves, las cuales hizo danzar en su mano.
—Ha sido todo un placer, Liv —dijo al extender su mano para saludar a mamá, sin embargo ella lo abrazó.
—Te escribiré pronto —le dijo ella.
Bill se quedó estático un instante pero respondió el abrazo, y después se alejó como si el contacto físico le quemara la piel, o eso parecía por lo incómodo que se vio.
—No den problemas ustedes dos —amenazó con su dedo índice al señalarnos a Emily y a mí.
Mamá lo acompañó a la puerta, y luego de que la camioneta de Bill se oyó alejarse, ella regresó hacia nosotros y meneó la cabeza por algún extraño motivo. Luego comenzó a acomodar sobre la mesada los objetos necesarios para preparar pastas, y por la harina que había agarrado supe que haría pastas caseras.
No nos dejó ayudarle en nada, así que Emily y yo nos acomodamos en el pórtico a beber una cerveza y conversar. Se sentía raro tenerla en casa, era algo diferente a lo usual, aunque también se sentía bien.
Luego de cenar mamá me permitió llevar la televisión a mi cuarto, así podíamos ver una película tranquilos. Emily me ayudó a transportarla hasta allí, y la acomodamos sobre la cajonera de mi ropa. Miramos una película comiendo snacks, bromeando y con una cerveza cada uno.
Nos reímos muchísimo, la pasamos muy bien juntos, y luego entre besos y caricias terminamos por disfrutar del cuerpo del otro, me di el gusto de saborearla por completo. Me gustaba hacerla disfrutar, que se retorciera de placer hasta temblar.
Gracias a la película resonando, y a que intentamos no hacer tanto ruido, pudimos gozar en paz sin sentirnos incómodos.
—Eres tú —susurró ella con su cabeza y una mano descansando en mi pecho.
—¿Soy yo qué?
Pero no aclaró a qué se refería, solo me abrazó y se quedó así hasta que la oí suspirar entre sueños. Entonces la abracé con cariño y deposité en su frente un beso.
—También la paso bien contigo —le dije en un susurro.
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