Capítulo N° 12
Había conseguido flores de guisantes de mariposa para preparar té, de tanto molestar a la señora de la herbolaria me las consiguió. Con ellas no solo pensaba preparar té, sino también darle algo de color suave a las perlas de tapioca que aprendí a hacer en clase. Quería preparar té de burbujas a mamá e Ivana.
Mientras ambas conversaban en el sillón, con una bebida fría en sus manos, yo preparé ambos tés de burbujas. El bello degradé azul al agregarle leche se veía delicado, así que le tomé una foto para publicarlo en mis redes.
Ahora que ganaba mucho mejor tal vez podría comprar mejores vasos y tazas para los té helado, para que puedan lucirse.
Los coloqué en una bandeja junto con un plato con mini tartas de queso y fresas que preparé más temprano. Ver la sonrisa de ambas mujeres al verme llegar con la bandeja me iluminó el corazón.
—¡Qué belleza! —dijo Ivana al ver los colores—. Te luciste, muñequito, se ve lindo y delicioso.
Mamá fue la primera en darle un sorbo, ella siempre probaba todos mis experimentos desde que era pequeño. Hizo un largo sonido de satisfacción y cerró sus bonitos ojos con una sonrisa.
—Bebito, cada día más cerca de cumplir tu sueño —dijo mamá pero le dirigí una mirada para que se callara, pues Ivana no sabía nada al respecto.
—¿Qué sueño?
—Ninguno, Ivy, solo me gusta ver la cara de mamá al tomar té —mentí, e Ivana sonrió con ternura.
—Pues sabe delicioso, muñequito.
Le dirigí una sonrisa, porque la veía mucho más feliz. Ivana estaba logrando bajar de peso para la boda de su hijo, y gracias a eso se sentía más segura consigo misma, más feliz, e incluso se animaba nuevamente a lucir faldas o vestidos, o simplemente pintarse los labios otra vez.
—Te ves hermosa, Ivy, ¿sigues soltera o ya perdí toda oportunidad? —bromeé y ella lanzó una carcajada.
—Atrevido que eres, te aprovechas que no están Ash y Eric para golpearte —dijo y me dio un beso en la mejilla, con cariño.
Las dejé conversar tranquilas, solo porque debía prepararme para ir a lo de Alex y Chrissy. Ambos habían organizado una reunión en la casa con amigos, así que tenía pensado llevar las perlas de tapioca y las flores de guisante de mariposa para que probaran esta delicia. Guardé todo en frascos que envolví con cuidado en plástico de burbujas para que no se rompan durante el viaje, y solo luego de acomodarlo en la mochila es que fui a mi habitación para cambiarme. Ya estaba bañado y perfumado, solo faltaba ponerme otra ropa. Estaba justo atándome los cordones cuando mi teléfono comenzó a sonar y vi el nombre de Alex allí.
—Ey, estaba preparándome para salir —le dije al atender.
—Se suspende, Ricitos de oro, Chrissy tiene fiebre. Sus amigas no vendrán y ya le avisó a Eric también, aunque mis amigas vienen igual porque hace bastante no las veo —dijo muy rápido.
—¿Cómo está Chrissy, se siente muy mal? —pregunté, bastante preocupado.
—Es solo un resfriado, así que está en cama para recuperar energía —Alex se mantuvo en silencio por un instante antes de agregar—: puedes quedarte con las chicas y yo, sino lo dejamos para la próxima vez. Chrissy no quiere contagiarte.
—Ay, dile que no sea estúpida, no me voy a morir por un resfriado —me reí mientras guardaba algo de dinero en mi pantalón—. Me quedaré contigo y tus amigas, pero le prepararé té de jengibre con miel y limón, le ayudará a sentirse mejor.
—Se va a enojar —dijo con una risita—, me encanta, te espero entonces. Mis amigas son veganas así que si no te molesta será un menú apto para ellas.
—Está bien, no soy exquisito con la comida. Ya voy saliendo, nos vemos en un rato.
Alex hizo una broma al respecto y luego colgó la llamada. Me pregunté si Chrissy estaría tan mal como para no haberme llamado ella, o si acaso, quizá, estaría ocupada hablando con Eric. Esa posibilidad me obligó a chasquear la lengua, pero con un suspiro tomé la chaqueta de cuero fino que él me regaló y salí con mochila en mano.
Me despedí de mamá y de Ivy que conversaban animadamente sobre la boda de Luke. Había oído –de chismoso que soy, por supuesto– que Luke había decidido invitar a su padre con su esposa e hijos, pese a las quejas de la familia por obligarlos a compartir un espacio con ellos. Sé que Eric tuvo mucho que ver en esa decisión, porque él sí quería a sus hermanitos y se los presentó a Luke y Chris. Solo a ellos, porque el resto no estaba interesado en conocer a los niños.
Quizá Luke les tomó cariño a los pequeños, quizá quería arreglar los problemas con su padre. Quizá, si era una mierda vengativa como yo, quería demostrarle lo felices que eran todos sin él.
Ivana se estaba esforzando tanto en bajar de peso y verse bonita porque no soportaba la idea de que su ex esposo se riera, otra vez, de ella en su rostro. Menos aún si estaba en compañía de su sexy y joven esposa. Me hacía feliz ver a Ivy tan animada, pero me molestaba que fuera a causa de los traumas que le dejó ese malnacido.
Si esa boda no terminaba en golpes, sería prácticamente un milagro.
Viajé en la moto hacia el departamento de los gemelos, pero me detuve en el camino para comprar jengibre y unas flores para Chrissy. Sabía que los girasoles eran su flor favorita, así que le compré algunas para subirle un poco el ánimo. Luego reanudé el viaje hasta llegar a la bonita y elegante ciudad donde ellos vivían.
Era extraño, porque aunque ellos eran adinerados, no me sentía tan aplastado por esos edificios como sí me pasaba entre las grandes casas del barrio rico de Becky.
Una vez estacioné la moto toqué el timbre para que Alex pudiera abrirme la puerta. Subí por el ascensor pensando qué comida haría Alex para cenar, me causaba mucha curiosidad las posibilidades.
Me recibió con una sonrisa cuando golpeé la puerta y me palmeó la espalda con cariño, para luego presentarme con sus amigas.
—Al, ellas son mis hermanas del alma —dijo con una enorme sonrisa—: Lizzie, Scar y Lou.
Saludé a las tres con un asentir respetuoso y una sonrisa. La primera, Lizzie, tenía el cabello platinado, casi blanco, largo por la cintura y una sonrisa divertida. Scar, la segunda, parecía más recelosa porque me miraba con una ceja alzada, de tez bronceada y cabello rizado. Lou me saludó con un fuerte apretón de mano y una sonrisa pícara, más bromista que coqueta. Era de piel café oscuro y tenía su cabello largo en trenzas.
—El tan famoso Alphonse —dijo Lou con una sonrisa torcida—. Lo imaginaba negro.
—Te dije que era rubio —se rió Alex.
—Supongo que sigo extrañando a Isaac —suspiró antes de alejarse hacia los sillones.
Scar, la que me miraba como si desconfiara de mí, se acercó a ella para sentarse a su lado y la vi sobarle la espalda suavemente. Lizzie me dirigió una sonrisa y se alejó también para hablar con Lou, quien se veía triste, pero como no la conocía no podía entender el motivo.
Alex me dio una palmadita en la espalda y fuimos hacia la cocina, pues quería dejar sobre la mesada las cosas que había llevado. Acomodé los frascos mientras le contaba a mi amigo lo que había aprendido en el curso, y él me oyó con atención, con una sonrisa interesada en mis palabras. A veces llegaba la carcajada de las chicas en los sillones, que habían quitado el blues de Alex para poner otra música distinta, más movida y bailable.
—Supongo que no les caigo bien —dije con una mueca graciosa.
—No es eso, no están acostumbradas a verme con amigos varones, el único era Isaac y Lou estaba enamorada de él —dijo con un suspiro mientras abría una botella de cerveza para servir en distintos vasos—. Verte acá le recuerda que él está en otro continente, casado con otra mujer. Solo es eso, nada personal contigo.
—¿Cómo está Lilah? —pregunté para cambiar de tema, porque si tenía que ser sincero me ponía algo celoso la amistad de Alex y Isaac.
—Está bien, algo cansada de los chequeos pero entiende que es importante —dijo y tomó un puñado de maníes que introdujo en su boca—. Le caigo bien a sus padres, y con Lilah vamos a intentar tener una sana relación como padres.
—¿Solo como padres?
—Intentamos que sea romántica, pero la verdad es que no tenemos nada en común —suspiró y masticó otro puñado de maníes—. A nivel sexual tenemos una conexión única en el mundo, pero en el resto no tanto. Decidimos que no vamos a forzarnos a tener una relación solo para pasarla mal.
No sé qué rostro puse, porque Alex dirigió su mirada hacia mí y apoyó con suavidad la mano en mi hombro.
—No te preocupes, no voy a desaparecer de su vida. Soy responsable y ya amo a ese pequeño frijolito —dijo con una sonrisa—. Y con ella nos respetamos, aunque no tengamos mucho en común. Tal vez no podamos ser pareja, pero sí amigos.
No dije nada, solo asentí para luego ayudarle a transportar las cosas hacia el living.
—Además creo que le gusta otro tipo —susurró en mi oído, supuse que para que sus amigas no lo oyeran—. Admito que me duele en el ego.
Acomodé todo en la mesita de vidrio frente a los sillones. Alex les extendió los vasos de cerveza, mientras que yo acomodaba los cuencos con humus, verduras salteadas, snacks de garbanzos, papas fritas y boniato, y un pequeño cuenco con guacamole. Alex tuvo que buscar más maníes porque se los había acabado él solo, lo que hizo reír a sus amigas, quienes decían «siempre haces lo mismo».
Conocía los pequeños sorbos de té de Chrissy, pero no había notado que a Alex le gustaban los maníes, al menos no lo suficiente para que fuera un hábito común en las reuniones. Tendría que observarlo mejor.
Me senté en la alfombra frente a ellas, al otro lado de la mesita. Parecían más tranquilas con mi presencia, especialmente Lou que aunque fue la más amable conmigo también se la vio triste antes.
Eran simpáticas y muy divertidas, me llenaron de preguntas y a veces le hacían bromas a Alex. Luego de un rato me puse de pie para ir a la cocina, aún no había ido a ver a Chrissy y quería prepararle un té de jengibre y limón para ayudarle a sentirse mejor. De paso, también, Alex podía conversar con sus amigas sin que yo estuviera en medio.
Los oía reírse, hablaban de trabajo y universidad, pero también de series, películas e incluso de política. Cosas que yo no entendía sobre feminismo o lucha de clases.
Luego de que finalicé el té lo acomodé en una bandeja junto al ramo de girasoles y fui en dirección a la habitación de Chrissy, donde di un par de golpecitos en la puerta. Me causaba curiosidad su habitación, nunca había entrado y no sabía cómo tomaría ella mi presencia ahí.
Dio el permiso de entrada así que sujeté el pomo y abrí la puerta. Chrissy estaba sentada en la cama con su espalda apoyada en el respaldo acolchado, tenía un libro sobre sus piernas y un resaltador en la otra.
—¿No descansas nunca? —dije con una sonrisa.
Levantó la vista con sorpresa.
—¡Al! ¡¿Qué haces aquí?! —chilló y se peinó el cabello con los dedos, de forma nerviosa.
—Estás enferma así que vine específicamente a prepararte un té de jengibre, ¿quién mejor que yo para hacerte té? —expliqué mientras me acercaba para apoyar la bandeja sobre su mesa de noche—. Y te traje unas flores.
—¡Podría contagiarte!
—¡Oh, no! Creo... que estoy muriendo... de resfrío —dramaticé al tocarme el pecho y dejarme caer al suelo—. Dile a mamá que la amo.
Chrissy entonces me lanzó una almohada.
—¡Idiota!
Me reí con ánimo y reposé los brazos sobre la cama, de rodillas ahí. Tenía la nariz enrojecida y sus pecas resaltaban en sus mejillas, su cabello se veía algo húmedo, quizá por sudor o tal vez por los paños de agua fría. Estaba algo encorvada y parecía respirar por la boca. Pobrecita, debía sentirse muy mal.
Di una mirada rápida por la habitación, era blanca y rosa pastel, con un tocador blanco y delicado lleno de maquillajes arriba pero, también, con montañas de libros. Tenía un sillón de un cuerpo amarillo con una almohadita en forma de limón, que se veía muy adorable. A su lado había un pequeño banco lleno de ropa desordenada, eso me hizo sonreír.
—En serio, Al, no quiero contagiarte...
—Me iré en unos minutos, cuando sepa que estás bien. ¿Cómo te sientes? —pregunté al verla al rostro algo sudado.
—Me duele la cabeza, Alex logró bajar la fiebre, pero me siento cansada —dijo con un suspiro y estiró la mano para tomar la taza de té—. Una compañera estaba enferma y me tosió encima, así que aquí estoy yo.
—¿Y puedes estudiar así? —Miré los libros y apuntes por toda la cama, desparramados por doquier.
—No me queda otra opción, necesito aprobar.
—Lo sé, Chrissy, solo me preocupa que te exijas demasiado. Descansa un rato, media hora. ¿Media hora está bien para ti?
Bajó la mirada y sorbió el té, con esos pequeños sorbitos de ratoncito que tanto me gustaban.
—Una hora, y ya que no tienes miedo entonces siéntate aquí —Corrió los apuntes para luego palmear la cama a su lado—. Y gracias por las flores, son hermosas.
Por supuesto, acepté su oferta y me senté junto a ella. Comenzó a contarme sobre sus exámenes, las clases y también de Eric, quien decidió no venir por el resfriado de ella.
—Luego ve un rato con Alex, está triste —dijo y dio un sorbito al té.
—¿Por lo de Lilah, por eso de la relación?
—No, con Lilah tienen buena química en la cama pero nada más, no le pone triste la idea de que ella salga con otras personas —dejó ir un suspiro e inspiró el aroma del té, estaba algo congestionada—. Hay dos amigas que no vinieron, son separatistas así que decidieron alejarse de Alex. Él lo entiende y respeta, pero aún así está triste porque las extraña.
—¿Separatistas? —pregunté con un pequeño parpadeo.
—Deciden socializar solo con mujeres —explicó al verme fijo—, excluyendo a los varones en sus círculos, eso incluye a Alex. ¿Entiendes?
—No entiendo el sentido de hacer eso.
—Bueno, ellas no tuvieron buenas experiencias con hombres, prefieren protegerse a sí mismas al estar solo con mujeres. Es un acto político.
Me parecía una completa estupidez e incluso bastante ofensivo para nosotros los hombres, como si todos fuéramos unos bastardos hijos se puta. Pero supongo que soy demasiado expresivo porque Chrissy comenzó a reírse.
—No sé por qué te ofende, son chicas que de todas formas no iban a estar en tu círculo, que socialicen o no con hombres no te afecta en nada —dijo con una risita y me picó la nariz—. Deja de pensar con el ego herido, y piensa en la seguridad y comodidad de ellas. Alex lo entiende.
Nos quedamos en silencio por un rato, pues yo no entendía muy bien sobre el tema, al menos no como los gemelos sí, metidos de lleno en eso. Comencé a ayudarle a acomodar los apuntes en el escritorio, no muy lejos de ella por si quería leer luego.
—¿Sabes? Aprendí a hacer perlas de tapioca —le dije con una sonrisa—. ¿Quieres probar té de burbujas? Averigüé y es apto para ti, al menos las que yo hago.
Ella me miró con sorpresa y pude ver sus labios curvarse en una sonrisa. Asintió lentamente para luego disculparse conmigo, pues quería limpiarse la nariz.
—Ay, qué vergonzoso que me veas así toda moqueando —dijo con una risita.
—Tonta, solo estás enferma —me reí y corrí un mechón de su cabello tras la oreja—. De todas maneras siempre te ves hermosa.
Me levanté de la cama para poder retirar la bandeja, aunque miré el ramo de girasoles pensando dónde ubicarlo.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de esos snacks veganos que preparó tu hermano? —le pregunté al acercarme a la puerta para poder llevarme la bandeja.
—No tengo hambre aún, pero sí me gustaría probar tu té de burbujas.
Asentí con una sonrisa. Me entusiasmaba la idea de prepararle té de burbujas, su opinión era muy importante para mí.
Cerré la puerta para darle algo de privacidad y esquivé a Alex con sus amigas allí ubicados en los sillones, parecían discutir sobre esas dos amigas que no vinieron.
Comencé entonces a preparar el agua para hervir las perlas de tapioca, mientras escuchaba su conversación. La voz que más se oía era la de Lou, pese a ser suave y agradable. Parecía estar enojada aunque no específicamente con Alex o las chicas presentes.
—¡Claro que es un pensamiento racista! Poner a todos los hombres en un mismo nivel de poder y privilegios, ignorando raza y clase, es negar las opresiones que históricamente han sufrido los hombres negros e indígenas —dijo Lou.
—Siguen teniendo el privilegio masculino en una sociedad patriarcal —agregó otra, aunque no supe cuál—. Si el hombre negro es oprimido, la mujer lo es aún más.
Asomé la cabeza por el arco de la entrada para verlas, Alex las oía con mucha atención y asentía ante algunas de sus frases, mientras que la de cabello platinado, Lizzie –creo–, bebía un trago de cerveza como si hubiese escuchado la misma discusión demasiadas veces.
—Una mujer blanca y rica tiene muchos más derechos que un hombre negro, indígena y pobre. Por supuesto que las blancas por ser mujeres están oprimidas por el sistema patriarcal, pero negar que tienen privilegios es racista y clasista —se quejó Lou, con sus manos apoyadas en la cadera.
La otra, Scar, revoleó los ojos.
—Yo también soy racializada, pero primero soy mujer. El feminismo no es la madre de todas las luchas, querida.
—Si tu feminismo no tiene conciencia de clase y antirracismo, entonces tu feminismo no me interesa porque no defiende nuestra realidad.
—¡Alex! ¿Tú qué opinas? —dijo Scar al verlo.
—Opino que soy muy consciente de mis privilegios como hombre blanco nacido en una familia de clase media-alta, y que no estoy capacitado para opinar de algo que no me corresponde.
—Y por eso te amo, Isky —dijo Lou y le dio un beso en la mejilla.
Me concentré en el té para Chrissy, aunque no pude evitar revolear los ojos y suspirar por esa discusión estúpida y sin sentido.
Estaba concentrado en mi preparación mientras oía música con auriculares, para no escuchar sus debates, cuando me sobresalté porque alguien se detuvo a mi lado. Me quité el auricular y pude oír la risita de Lou, que señalaba el té de burbujas.
—¡Qué bonito se ve! ¿Lo has hecho tú? —preguntó con una sonrisa al ver el degradé azul en el vaso.
—Sí, aprendí a hacerlo y Chrissy me pidió —dije al acomodar el vaso en la bandeja que había utilizado anteriormente.
—¿Te molesta si le tomo una foto?
Negué con un movimiento de cabeza y ella tomó su teléfono para tomar una foto, parecía muy entusiasmada.
—¿Quieres que te prepare uno? —le pregunté con una sonrisa amistosa y ella dudó por un instante—. Puedo hacerlo con leche de almendras, Alex compró.
—No soy vegana, las chicas sí —explicó con su voz suave y gentil—. Igual no quiero molestar.
—No es molestia, me gusta preparar té.
Ella entonces asintió un poco más animada, tomó la bolsa de maníes que estaba en la mesada y otra de papitas, para luego alejarse.
—¡Ahora sé que para tu cumpleaños debo regalarte cinco kilos de maní, Isky! —le dijo a Alex con una risita.
Comencé a preparar su té, un poco más nervioso porque sería la primera vez que lo hacía para alguien desconocido.
Mientras lo hacía me imaginé qué pasaría si tuviera mi cafetería con especialidades en té, sería normal preparar té o café para desconocidos. Supongo que esto sirve de práctica para tomar algo de confianza, además ver sus reacciones y críticas sería de utilidad.
Coloqué el té en la bandeja cuando estuvo listo y me acerqué a ese grupo de amistad, que ya había dejado de discutir para conversar de la película que verían. Los cuatro dirigieron su mirada hacia mí y vi la emoción e interés en ellos, pero cuando le extendí el vaso a Lou y comencé a alejarme, oí un abucheo.
—¡Ey, eso no es justo! No puedes mostrar semejante delicia y no convidar, el que toma y no convida tiene un sapo en la barriga —dijo Lizzie con una risita.
—Si quieren les preparo, este es para Chrissy —expliqué con una sonrisa al ver que Alex quería arrebatarle el vaso a Lou para probar—. Y no son veganos, pero puedo preparar una opción para ustedes.
Me di la vuelta para llevarle a mi amiga su té, pero llegué a oír a una de ellas decir:
—Es lindo y hace tés kawaii, ¿por qué no lo presentaste antes? ¿Es soltero?
—Ni se te ocurra, el Ricitos de oro está reservado —se rió Alex.
—No hables de las personas como si fueran objetos, Alex.
Volteé y vi a Scar regañándolo con su dedo índice. Me dió algo de gracia porque era pequeñita en comparación a él, tan grandote. Golpeé la puerta de Chrissy e ingresé cuando me dio permiso, se había peinado mejor y tenía puesto un pijama distinto al anterior. El que tenía cuando entré antes era gris, este sin embargo era rosado claro. Supuse que capaz se sentía incómoda por el sudor y estaba más a gusto con un pijama limpio.
Sonrió con alegría al verme y le extendí la bandeja con el té de burbujas. Lo observó con curiosidad desde distintos ángulos.
—Se ve tan bonito, ¿piensas agregarlo a tu carta? —me preguntó y le dio un sorbo—. Al, ¡sabe riquísimo!
Me senté a su lado unos minutitos, mientras ella saboreaba el té.
—Cuando me recupere tendrás que hacerme otro, el resfrío no me deja disfrutarlo como corresponde —Apoyó su mano en la mía, con sus ojos cansados y enrojecidos posados en mí—. ¿Qué tal van las cosas por allí?
—Uhm... estaban discutiendo cosas que no entiendo bien.
—Ah, lo usual —dijo con una risita—. Son buenas chicas y ayudan mucho a Alex a deconstruirse. Aunque mis papás le dieron una buena crianza, es difícil que no tenga comportamientos machistas o tóxicos.
No dije nada porque en realidad no sabía qué opinar al respecto. Si Alex que es prácticamente perfecto tiene comportamientos machistas, ¿qué nos queda a mí y al resto de la humanidad?
—Alex debe querer que escuches esos debates —dijo con suavidad.
—Supongo que para ver si vale la pena ser mi amigo o darme una patada —agregué con una risita.
—No, porque quiere que aprendas. A mí también me gustaría —Sorbió un poco de té y dejó ir un suspiro cargado de satisfacción—. Creo que eres un chico increíble, Al, pero que puedes ser mejor. ¿Recuerdas lo que hablamos una vez, sobre cómo miras a las mujeres?
—Trato de no hacerlo, Chrissy, no sabía que era algo malo.
—Por eso sé que puedes ser mejor, porque no te cierras y deseas aprender —me sonrió—. Yo también he tenido que aprender muchas cosas.
—¿Como qué? Si eres perfecta —pregunté con sorpresa.
Chrissy me miró con sus ojos bien abiertos, con la misma sorpresa, luego sonrió y sus ojos cansados parecieron brillar al hacerlo. Todo en ella siempre parecía brillar.
—Nací en una familia adinerada, tuve que aprender que no todas las personas tienen esas posibilidades, ¿entiendes? Incluso hoy en día sigo aprendiendo muchísimas cosas. Siempre podemos ser una mejor versión de nosotros mismos.
La observé beber el té, se tomaba su tiempo para disfrutarlo, para saborear y diferenciar las texturas. No solo tragaba la bebida, la disfrutaba como si fuera una obra de arte en exhibición.
—Gracias —le dije en un susurro.
Ella dirigió su mirada hacia mí y sus rizos pelirrojos parecieron danzar en el aire.
—¿Por qué? No he hecho nada.
—Por apreciar así un tonto té —dije y apreté los labios, luego bajé la mirada—. No me prestes atención, es una tontería.
—No es un tonto té, es un bellísimo y delicioso té helado de burbujas de... ¿algo azul?
—Flores de guisante de mariposa —aclaré con una sonrisa.
—Eso mismo —se rió y tomó mi mano entre las suyas, con cariño—. Por supuesto que aprecio tus tés, Al. Es algo que te apasiona, ¿cómo no voy a apreciarlo?
Bajé la mirada solo porque sentí mi rostro más caliente de lo normal. No sé si Chrissy lo notó o no, pero no dijo nada y solo se dedicó a disfrutar de su bebida.
—Voy a estudiar un poco más, ya pasó mi media hora de descanso. Pero si sientes que oír a las amigas de Alex es demasiado para ti, puedes esconderte conmigo.
—Le ayudaré con la cena, pero obvio que vendré contigo, no para escapar de nadie, sino porque me gusta estar a tu lado —le dije con una sonrisa que se contagió en su rostro y dirigió su mirada hacia la televisión apagada, allí frente a la gran cama.
—Siempre podemos ver alguna tontería en la televisión.
Retiré la bandeja y el vaso para dejarla estudiar en paz, y fui directo a la cocina para poder preparar los té de Alex y sus otras amigas. Me sorprendió ver sus amplias sonrisas al verme, tan distintas a su actitud inicial conmigo. Luego se concentraron en su juego de mesa, mientras que Alex se ponía de pie para acercarse a mí.
Se apoyó en la mesada a mi lado y encendió un cigarrillo, observando mis movimientos al preparar el té.
—Al...
Alcé la mirada para verlo, sopló el humo del cigarrillo y me dirigió una sonrisa torcida.
—Tienes verdadero talento para estas cosas. Vas a tener tu cafetería y te aseguro que será tan famosa y popular como los restaurantes de mi mamá —aseguró con una mirada cálida.
—No lo creo —dije con una risita nerviosa—, pero si consigo abrir un pequeño local sería verdaderamente feliz. Con poder pagar las cuentas y darle algún gusto a mamá me conformo.
—Las chicas me preguntaron si tienes un local, si hay algún lugar donde puedan comprar tu té, ¿entiendes eso? —sonrió y me dio un pequeño golpecito al hombro—. Tienes clientela asegurada, Ricitos de oro.
Saqué las perlas de tapioca del agua cuando estuvieron listas y las dejé enfriar bajo el grifo, para luego colocarlas en los correspondientes vasos con hielo. Luego fue el turno del té y la leche de almendras, pero hice un pequeño jugueteo con el té de flores para que tuviera un bonito patrón degradé.
Alex me ayudó a llevar los vasos en una bandeja, mientras que yo enjuagaba los utensilios que había utilizado para no dejar mugre acumulada.
Cuando regresé a los sillones, las chicas estaban riéndose por el juego de mesa, de preguntas y respuestas, mientras a su vez hacían planes de arreglarse las uñas. Me ubiqué con cuidado junto a Lou, que era quien más parecía entusiasmada con mi presencia, aunque también Lizzie parecía comerme con la mirada. Me sentí algo incómodo por eso pero no dije nada.
Lou pareció notarme incómodo porque enseguida le dirigió una mirada de reprimenda a su amiga. Y mientras ellos jugaban, Lou me hizo preguntas sobre mi universidad. Me dio vergüenza decirle que en realidad no estaba estudiando, me encogí de hombros al decirlo y ella sonrió con una comprensión a la que no estaba acostumbrado.
—Entre nosotros: tampoco pude ir a la universidad —me susurró al oído—, mi familia es muy humilde y solo uno podía ir. Decidimos que fuera mi hermana mayor porque es quien más posibilidades tenía de graduarse.
—¿Y a qué te dedicas?
—Soy camarera en Red Queen, el señor Michael me invitó a trabajar con él cuando supo que no iría a la universidad —explicó con una sonrisa—. Pero quiere pagarme los cursos para ser pastelera, así puedo cambiarme a esa sección. Es muy amable, pero prefiero pagarme los cursos yo sola.
—Te entiendo —asentí—. Yo soy empleado de limpieza, pero espero en algún momento poder abrir mi cafetería.
—Bueno, dinos cuándo y seremos tus primeras clientas —dijo con una risita—. Ya probamos la mercancía y sabemos que vale la pena.
Sonreí con algo de timidez pero también con ánimo, porque que una desconocida me diga eso se sentía bonito. Pensar en la posibilidad de tener mi cafetería y que gane poco a poco clientes me emocionaba mucho.
—También doy charlas de antirracismo y feminismo interseccional —dijo con su mirada concentrada en el juego de sus amigos—, empezó como algo privado que hacíamos con Isaac y terminó siendo un instagram grande y popular que me da ganancias. No mucho, pero ayuda bastante.
Alex perdió en una de las preguntas y se levantó molesto. Definitivamente no tenía tolerancia al fracaso, se cruzó de brazos como niño pequeño y esa actitud me hizo reír. Sin embargo sus amigas comenzaron a hacerle burla por ser un «caprichoso». Se alejó con la excusa de buscar cerveza y snacks, pero yo sabía que ante la frustración por fallar, él solía huir.
No mucho después comencé a ayudar a Alex con la cena, aunque las chicas también ayudaron y fue muy gracioso ver a Alex enojado porque estábamos todos «invadiendo su cocina».
Las chicas eran divertidas, no me preguntaban cosas incómodas o muy personales, solo lo básico para mantener una conversación, como mis gustos musicales o en videojuegos. Resultó que Scar era muy buena en juegos de carreras y me retó a jugar una partida contra ella, y como yo no podía rechazar un desafío terminé por perder cada una de las partidas. Aunque debo admitir que fue muy divertido.
Era extraño, nunca había tenido amigas mujeres más allá de Jean o Becky, siempre logré que todas me odiaran para que Eric pudiera resaltar por sobre mí. Se sentía bonito conversar con ellas y reírnos sin ninguna clase de intención en el medio más que pasarla bien.
Alex no me permitió llevarle la cena a Chrissy, pues quería ver cómo se encontraba. Así que me quedé junto a ellas en la mesa del comedor, donde comimos tacos de lentejas y verduras, con tortillas de harina de arroz para que Chrissy pudiera disfrutarlo sin problemas.
Luego de cenar, las chicas comenzaron a buscar una película para ver en Netflix, sin embargo decidí ir con Chrissy para ver si se sentía mejor y no se estaba sobreesforzando. Golpeé su puerta y me respondió con una voz muy angustiada. Abrí al instante y la encontré llorando frente a unos apuntes.
—Chrissy, ¿estás bien?
—No lo entiendo —sollozó—. No logro entenderlo. Voy a reprobar, voy a terminar reprobando otra vez.
Me acerqué a ella y me senté a su lado en la cama. Corrí unos libros hacia un costado y la tomé de la mano.
—Va a salir todo bien, solo estás colapsada en este momento —le dije con suavidad y acaricié su mano con mi pulgar—. Te sientes mal, leíste todo el día. Descansa un poco, ya verás que mañana entiendes todo.
—¡No lo entiendes! Necesito aprobar.
—Lo sé, Chrissy —suspiré—. Tal vez no entienda la presión de la universidad y los exámenes, pero sé que cuando uno está cansado las cosas comienzan a salir mal. ¿Sí? Vas a ver que mañana, cuando vuelvas a leer todo otra vez, entenderás todo con facilidad.
Chrissy tomó un pañuelo para poder secarse las lágrimas y luego limpiarse la nariz. Solo luego de eso y de respirar despacio es que dirigió su mirada hacia mí.
—¿Puedes quedarte conmigo un rato? —susurró con tristeza.
—Claro, Chrissy.
Dejó caer su cabeza en mi hombro y la envolví con mis brazos, con cariño. Solo luego de sobarle la espalda con suavidad por un rato fue que se tranquilizó. Encendió la televisión y me invitó a ver una película con ella, para distraerse un rato.
—A menos que quieras ver «Un lugar llamado Notting Hill» con Alex —dijo con una risita.
—Ey, más respeto que es tremendo peliculón.
—Prefiero los thriller psicológicos —sonrió y se acomodó mejor en la cama, para quedar recostada sobre mi hombro.
Me acomodé mejor junto a ella y comenzamos a ver una película de las que a ella le gustaban. A veces hacía algún comentario al respecto, a veces se quedaba en silencio prestando suma atención a lo que estaba pasando en la pantalla. Sin embargo me sorprendió, y sentí una fuerte presión en el pecho, cuando ella murmuró:
—Me hubiese gustado que viniera Eric también...
—No vino porque estás enferma, Chrissy, no quería molestarte —expliqué con un suspiro.
—Tú viniste.
—Claro, ¿quién te iba a hacer un tecito de jengi sino? —dije con una risita y le di un beso en la sien—. No le des muchas vueltas, Eric solo pensó en tu bienestar.
No agregó nada más, se concentró en la película, sin embargo no mucho después me percaté de que se había quedado dormida. Sonreí con ternura al verla y la tapé con cuidado para que no tomase frío. Y como estaba levantando de nuevo algo de fiebre, me moví con cuidado para ir en busca de agua fría y paños.
Alex hacía tiempo que no veía a sus amigas, así que yo sería el encargado esta noche de cuidar de Chrissy.
Debí haber subido capítulo ayer, pero se me complicó. Mil disculpas :C
No tengo dibujo para este capítulo, pero díganme qué les gustaría que dibujara <3
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