Capítulo Nº 3 | parte 3
No llegué siquiera a acercarme a mamá que ella ya estaba girando para verme, me dirigió una cálida sonrisa y me llamó con su mano para que fuera hacia allí. Junto a Ivana palmearon el sillón, el puesto entre ambas, para que me sentara en ese lugar. Sabía lo que seguiría, estaba seguro.
Intenté evitarlas con una excusa –la de hacerle compañía a Alex–, pero ambas me tironearon para que me sentara allí entre medio de ambas, donde me encogí de hombros sintiéndome realmente incómodo. Estaba seguro de que me interrogarían, cuando ambas me rodeaban de esa forma era porque tenían algo planeado, y esas dos mujeres juntas podían ser terribles. Si de por sí mamá era bastante intensa estando sola, en compañía de su mejor amiga era peor.
—¿Es cierto lo que me dijo tu madre? —preguntó Ivana con seriedad.
—No sé qué te dijo...
—¡Lo que te hizo mi sobrina! Qué horror —dramatizó al colocar su mano en el pecho.
Dirigí mi mirada hacia mamá, quería darle a entender con mi mirada que pensaba asesinarla envenenando su té aunque la amara tanto, y ella solo respondió con una sonrisa, como si ir por la vida contando asuntos personales ajenos fuera algo normal.
—No es nada grave —dije al intentar ponerme de pie, comencé a sentir angustia, quería alejarme de esas dos locas que meterían el dedo en la llaga.
—¡Hablaré muy seriamente con esa niña! —gruñó—. No puede ser que se comporte igual que Carl...
La miré con tristeza, quizá ella lo había superado y hablaba de él con furia luego de tantos años, pero recordaba haberla visto llorar por el abandono de su esposo, con Eric una vez nos escondimos bajo la cama para asustarla, y cuando ella ingresó llorando no pudimos hacer más que quedarnos allí escondidos. Recuerdo a mi mamá intentando consolarla en vano, y a Eric tragándose las lágrimas por ver a su mamá llorar.
Carl era el padre de Eric y sus hermanos, la había abandonado cuando mi amigo y yo éramos pequeños para poder irse con una mujer más joven y atractiva. Por años no entendimos nada de lo sucedido, hasta que a los dieciséis mi mamá me confesó estando borracha que Carl había dejado a Ivana por haber engordado y se había terminado por ir con una muchachita de la misma edad que su hijo mayor y que, para colmo, en ese momento era la novia de Ash.
—Ivana... —comencé a decir, sin embargo ella me tomó de las manos con cariño.
—¡No importa, muñequito! —dijo con una sonrisa y me acarició las manos—. Rebeca siempre voló más alto de lo que podía soportar, ya caerá en picada y se golpeará contra el suelo y, ¿sabes qué? Volverá corriendo a ti.
—Eso espero... —susurré.
—¡No, no, no! —chilló mi madre—. Cuando regrese debes rechazarla, ¡mantén tu dignidad de Van der Hout!
—Liv, tú tiraste tu dignidad por la borda con... —quiso decir Ivana, sin embargo mamá la golpeó con un almohadón decorativo que me golpeó el hombro a mí al esquivarlo—. Pero tu madre tiene razón, muñequito, no le des el gusto.
—Mamá, ¿piensas contarle a más personas que Becky me dejó? —dije con un tono de voz triste, no quería humillarme así ante todos.
—No, bebé, pero Ivy estaba preocupada por ti al verte tan triste, me vi obligada a contarle...
Ivana nuevamente tomó mis manos entre las suyas y le dio una palmadita. Se sentía cálida y muy agradable, ella siempre me recordaba a mi tía Lara, y yo amaba a mi tía más que a cualquier otra persona –excepto mamá, por supuesto, eso ni siquiera debería aclararlo–, aun cuando le encantaba enviarme imágenes ridículas motivacionales o comentar mis fotos en Facebook diciéndome lo apuesto que soy. Era la típica tía que te pregunta por la novia y te marca la mejilla con lápiz labial, pero incluso siendo así la amaba con inmensidad.
Ambas, mamá e Ivana, intentaban consolarme, incluso contaban chistes y experiencias propias de desamor, me enteré así que luego de mi progenitor otro hombre le había roto el corazón a mamá cuando yo era niño. Recordaba haberla visto llorar, pero nunca supe por qué hasta ese momento, y como mamá vio mi rostro consternado terminó por explicarme que se trataba de un compañero de la universidad, quien la dejó por otra. ¿Qué rayos se le cruza por la cabeza a los tipos con los que sale mamá? ¿Cómo pueden dejarla por otra siendo un mujerón precioso? ¿Cómo alguien podía dejar una familia, en el caso de Ivana?
Mi tristeza había comenzado a convertirse en furia, me molestaban esa clase de hombres, la clase que abandona a una mujer por otra, que las usan como juguete. La clase que abandona familias para creerse adolescentes de nuevo.
—¿Y qué tal la pelirroja? —dijo Ivana y curvó sus labios en una sonrisa pícara, para luego señalar con la vista a Christine—. Es muy linda y un muy buen partido.
Comencé a reírme y ambas mujeres me dieron un golpe por ello, decían que era una falta de respeto, pero no podía evitarlo, ¿yo con Christine? ¿Es que esas mujeres estaban locas o solo eran estúpidas?
—Ivana, tu hijo está loco por ella —dije al secarme una lágrima producto de la risa—. Le estoy ayudando a conquistarla.
—Ay, no, pobre muchacha —Ivana llevó su mano hacia el pecho con preocupación, por lo cual solo pude observarla con confusión, ¿no debía acaso alegrarse por Eric?—. Eric es mi bebito y lo amo más que a nada en el mundo, pero esa chica es demasiado para él. Eric no sabría cómo manejarse con semejante mujer.
—Ivana, eres demasiado cruel —me quejé—. Es tu hijo, deberías apoyarlo.
—Mira, si Eric tuviera el carácter de Ash o de, no sé, de Chris, o incluso de Luke quizá podría estar con ella, pero es... es un bebé aún, y esa chica ya es una mujer. Es extrovertida y Eric es todo lo contrario, él aún es un bebé —dijo con seriedad—. Yo quiero que Eric salga con una chica que lo ayude a crecer, que lo impulse a superarse, pero veo a esa muchacha y no me la imagino como su novia, pero sí me la imagino como tu novia, pequeño Al.
—Por Dios, es la chica de Eric —resoplé al girar los ojos—. Ustedes están locas.
—Yo no dije nada —se rio mi mamá—. Aunque me agrada mucho Chrissy, si quisieras salir con ella no me molestaría, pero si se vuelve tu amiga tampoco me molestaría con tal de que esté cerca de ti.
Suspiré y, como me sentí liberado una vez dejaron de rodearme, decidí huir de allí, haría algo, quizá conversar con Alex. Me parecía un idiota pero a la vez se me hacía como alguien divertido, quizá para pasar el rato estaría bueno conversar con él. Sin embargo, cuando estaba yendo hacia allí oí la voz de mamá:
—¡Bebé! —dijo y me volteé para verla, me dedicaba una sonrisa—. ¿Puedes prepararnos un té?
No respondí nada, solo le sonreí y me acerqué a la cocina junto a Alex. Oía pasos tras de mí, así que no estaba seguro de si se trataba de Christine o de Eric, o incluso de mamá e Ivana. Llené la tetera con agua al tararear con tranquilidad mientras me sentía observado por el pelirrojo allí cruzado de brazos.
—¿Me dejas hacerlo? —dijo él con seriedad.
—¡Iskandar! —chilló Christine y me hizo sobresaltar —. Deja que lo haga.
—Solo quiero ser amable —replicó el pelirrojo.
—Cierra la boca y deja que lo haga —dijo nuevamente y luego giró hacia mí, me dedicó una sonrisa alegre y algo entusiasmada—. ¿Me preparas uno también?
—¿Limón con menta? —pregunté sin darle mucha importancia mientras colocaba la tetera al fuego.
—Rosas.
Giré para verla con sorpresa y mi ceja levantada, ella me sonreía mientras golpeaba a Alex, quien parecía querer decir algo sin que ella lo dejara.
—Quisiera probarlo, ¿puedes prepararme uno?
—Está bien. Son dos té de rosas, un té clásico para Ivana, un té de frutos del bosque para mamá, un café negro para Eric y tú... —miré a Alex.
—Café, pero puedo hacer... —no pudo terminar de hablar porque Christine le dio un pisotón—. ¡Auch! ¡¿Qué te pasa, fea?!
—Deja de querer robarte la atención, este momento es suyo, no tuyo —se quejó ella.
—¿Qué carajo...?
Christine volvió a pisarlo, así que Alex se alejó con las manos en el aire como modo de rendición. Parecía que, contra ella, le era imposible ganar. Ambos se sentaron a la mesa y me observaban trabajar, pero dejé de prestarles atención porque debía hacer diferentes bebidas, y como lamentablemente no éramos de beber café les prepararía un instantáneo a Alex y Eric. Debía batirlo bien, ya que a mi amigo le gustaba el café bien espumoso, no estaba seguro de los gustos de Alex pero me pareció buena idea hacerlo mismo con él.
Los oía cuchichear así que disimuladamente los observé de soslayo, Christine miraba hacia otra parte y Alex parecía bastante divertido al decirle algo que a ella le molestó. A veces ella parecía querer callarlo con golpes mientras que su hermano se reía a carcajadas.
Cuando todo estuvo listo coloqué frente a los gemelos sus bebidas, el mío lo dejé allí a un lado y el resto lo puse en una bandeja para poder llevárselos a los demás. Eric estaba sentado en el sillón con su teléfono en las manos, texteaba rápidamente y con el ceño fruncido, me preocupó verlo de esa forma así que luego de llevarle su pedido a mamá e Ivana –quienes me besaron al mismo tiempo ambas mejillas para agradecerme– me acerqué a él, quería ver qué le pasaba y quizá ayudarle en lo que fuera necesario, si es que estaba a mi alcance.
En cuchillas frente a Eric, lo observé fijo. Él me miró con sus ojos cafés algo tristes, o quizá enojados, a veces me costaba entender su mirada, y luego suspiró con un deje de fastidio.
—Puedes ir olvidándote de mi prima —dijo.
—¿Por qué lo dices? —pregunté con miedo a la respuesta.
—Por esto.
Giró el teléfono para que pudiera ver la pantalla, Becky acababa de publicar un estado en Whatsapp donde pude ver una foto de Ian besándole la mejilla y la frase «al fin juntos, al fin libres». Comencé a sentir un nudo en mi garganta y mis ojos llenarse de lágrimas, me sentía un idiota, me sentía estúpido. ¿Al fin juntos, al fin libres? ¿Qué era acaso, yo era el esposo e Ian era el amante que no podían ser libres porque yo los molestaba? ¿Qué significaba eso? ¿Ahora que ya no tenía la necesidad de mentirme era feliz? ¿Ahora que se deshizo de la molestia que era yo podía estar con el imbécil de Ian?
Más estúpido comencé a sentirme cuando llorar fue inevitable, me refregaba los ojos para quitar todas esas lágrimas y sentirme hombre otra vez, sentirme bien conmigo mismo. Porque me sentía horrible en todos los sentidos posibles y evitar el gemido del llanto que me estaba ahogando era casi imposible. Tuve que morderme la mano para no gritar ni hacer sonidos fuertes.
Eric apoyó su mano en mi hombro con cariño, me dijo que todo estaría bien pero yo sabía que eso era falso. Nada estaría bien, nada.
—Olvídate de ella, Al —me dijo en un susurro—. Ella nunca fue para ti...
—Es verdad —sollocé—. Nadie es para mí, porque yo no valgo nada.
—No empieces con eso, Al, solo es una chica —se quejó Eric.
Lo miré fijo, ¿es que en serio él no podía entenderlo? ¿Acaso Eric nunca había amado a alguien lo suficiente como para creer que moriría sin esa persona? Y no recordaba en verdad, no podía recordar alguna conversación con él donde me dijera que estaba enamorado de alguien, a él solo le gustaban algunas chicas y si no funcionaba no le daba tanta importancia. Christine era la única que parecía gustarle lo suficiente para mantenerlo preocupado y, incluso así, yo sabía que solo le gustaba porque era bonita, no la conocía nada.
Eric no podía entenderme para nada.
Traté de tranquilizarme y no hacer mucho ruido para no preocupar a mamá, así que cuando sentí que podría hablar sin que se notara mi voz quebrada, volví a la cocina. Mi té estaba congelado así que debía calentarlo, quería tomar un rico té de rosas y sentirme normal, o sentirme miserable, quizá hundirme en mi propia miseria pero con un té en las manos.
—¡El pastel! —chilló de repente mamá y corrió hacia la heladera para poder quitarlo—. Ay, ¿por qué no lo recordé antes? Pudimos comerlo con el té.
—Puedo comerlo ahora... —dije en un susurro mientras le daba la espalda.
No estaba seguro de si mamá estaba fingiendo no oír mi voz, si estaba ignorando que estuve llorando o si no se había percatado de ello. Mamá era una persona muy empática, así que supuse que prefería darme mi espacio, que sabía que estaba intentando esconderlo para no preocupar a nadie. Me senté a la mesa junto a Alex y Christine, donde bebí con suavidad mi té y sonreí con alegría cuando mamá me extendió un plato con el pastel de chocolate, pero con la tristeza que estaba sintiendo era capaz de comerme el pastel entero yo solo.
—¿Quieres probar el cheescake de Alex? —preguntó Christine con una sonrisa—. Créeme que no probarás nunca algo tan delicioso.
—Nada supera al pastel de mi mamá —dije con una risita y sentí la mano de mi mamá acariciarme el cabello, para luego darme un beso en la cabeza.
—¿Me das una rebanada, preciosa? —dijo Alex y levanté la vista enseguida para verlo, sonreía hacia un costado así que lo pateé bajo la mesa.
—¡Claro! Yo quiero probar tu cheescake también —Mamá sonrió con alegría y cortó una rebanada de su pastel para Alex—. Quizá no sea pastelera o algo por el estilo, solo soy una mamá que le prepara cosas ricas a su bebé, pero...
—Seguramente sabe a gloria —agregó Alex con una sonrisa cuando tomó el platito que mamá le extendía.
—¡¿Puedes parar de coquetearle a mi madre?! —chillé con fastidio y Alex se rio.
—Lo lamento, Alphonse, pero cuando veo pequeñas obras de arte debo apreciarlas.
—¿Crees que soy como una obra de arte? —preguntó mamá con sorpresa, la miré de soslayo y tenía las mejillas levemente encendidas.
—Como un Van Gogh —dijo Alex como si nada—, creo que no has sido tan apreciada como lo mereces.
—¿Puedes parar? —me quejé—. En serio, ya para porque me estoy resistiendo a destrozarte la cara por respeto a tu hermana.
—Ay, no te preocupes por mí, córtale las bolas si quieres —se rio Christine al menear su mano como si no le importara.
Vi a mamá, estaba roja como un tomate y trataba de ocultarlo con su cabello mientras cortaba una porción del cheescake de Alex. Me di cuenta que, aunque a mí me estaba poniendo histérico, le hacía feliz que Alex le dijera esas cosas. Luego saber que le habían destrozado el corazón más de una vez me di cuenta que mi mamá no había sido nunca apreciada como lo merecía, y aunque odiaba oír que le dijeran esa clase de cosas, mamá lo necesitaba para recuperar un poco de su autoestima.
Observé entonces la taza de Christine, se había acabado todo el té de rosas que le preparé así que fue inevitable levantar mis cejas con sorpresa. Creí que lo dejaría por la mitad, a las personas que probaban el té de rosas no solía gustarle.
Ella pareció notar que estaba observando su taza, así que me sonrió y dijo:
—Estaba delicioso.
—¿Te gustó?
—Es extraño pero sabe bien, me gustó —asintió y me miró fijo por unos segundos.
Ivana y Eric se acercaron a nosotros, pensaba pedirle a Eric que se quedara a beber algunos tragos, tenía un par de cervezas en la heladera y podríamos pasar un buen momento juntos. Me sentía realmente solo y necesitaba de mi mejor amigo, pero entonces Ivana dijo:
—Es hora de ir a casa, la cena estuvo deliciosa como siempre, Liv —Tomó las manos de mamá con cariño y se dieron dos besos en las mejillas.
—¿Tú no te quedas, Eric? —pregunté con sorpresa y él negó.
—No, tengo que estudiar —suspiró al refregarse la nuca—. Estoy bastante atrasado...
—¿Atrasado? Pero si te la pasas estudiando.
—Hay un tema que no entiendo mucho —agregó y me dirigió una sonrisa—. Pero el próximo fin de semana estaré libre, podemos hacer algo si quieres.
Sonreí con alegría al asentir. Lo extrañaba, hacía mucho que no pasábamos un momento como amigos, como antes, y en este momento que me sentía tan devastado lo que necesitaba era a mi amigo.
Cuando Ivana y Eric se fueron, mamá les preguntó a los gemelos si también pensaban irse, quería que se quedaran más tiempo por lo que ambos aceptaron su invitación de pasar un rato más juntos. Y aunque me reía y bromeaba con ellos me sentía destrozado, me sentía solo e inútil, y no podía quitarme de la cabeza la foto de Becky con Ian, no podía dejar de pensar en ello. Solo esperaba que no se notara en mi rostro.
De repente, Christine se puso de pie y me tomó de la mano, me tironeaba hacia la chimenea diciendo querer fumar. Me obligó a ir hasta allí con ella, así que encendí un cigarrillo para mí y fumamos juntos en silencio, pero mi vista estaba fija en la cocina, no quería dejar a Alex solo con mamá. Comencé a tranquilizarme un poco cuando los vi reír, parecía que Alex le estaba pasando la receta del cheescake porque mamá anotaba en una libreta con interés.
—¿Quieres un abrazo? —preguntó Christine de repente, me sorprendió su pregunta.
—¿Qué?
—Si quieres un abrazo —repitió y me sonrió con tristeza—. No te haré la estúpida pregunta de «cómo estás» porque sé que no estás bien.
Negué rápidamente, y aunque quise decirle que no quería un abrazo y que estaba bien, mi voz me traicionó al igual que mis ojos. Mi voz se había quebrado por completo y mis ojos habían comenzado a llenarse de lágrimas, las cuales cayeron una a una por mis mejillas y ahí, como un imbécil, me cubrí el rostro para que Christine no me viera llorar.
—Lo sé, también la vi... —susurró y la sentí contra mí, me estaba abrazando y respondí a ello, la abracé con fuerza—. No diré que estarás bien porque te tomará mucho tiempo, estas cosas no son fáciles, pero quiero que sepas que a pesar de que no somos exactamente amigos, cuentas conmigo para lo que quieras.
—¿Por qué? —sollocé—. Soy tóxico, tú lo decías, soy odioso y...
—Porque eres una buena persona, Al.
Se alejó de mí y me tomó de las mejillas para secar mis lágrimas con sus pulgares, me dedicaba una sonrisa tierna y varias palabras amables, no me decía que todo estaría bien, tampoco me decía que dejara de llorar o que era un idiota por hacerlo. Por el contrario, me pedía que llorara y dejara ir todo lo que tenía adentro. Así que lloré con más fuerza ahí, aferrado a su pecho nuevamente; olí el aroma de su cabello, ¿era rosas? Estaba seguro de que era rosas, adoraba el aroma de las rosas.
Y aunque me sentía bien allí con ella, me sentía solo y estúpido. Mi mejor amigo, la persona que se supone debía estar allí para mí en un momento como ese, me dejaba solo, y una completa desconocida, una chica que ni siquiera era mi amiga, estaba allí para mí, estaba allí y no quería dejarme solo.
Cuando me tranquilicé un poco me senté en el sillón de dos cuerpos, miré la nada durante largos minutos, me replanteaba toda la vida. Todo lo que había hecho mal en mi vida, todos mis errores. Yo era tan desastroso, era un completo desastre en todo, tenía tantos defectos, tantos pero tantos defectos, que podía entender a la perfección por qué la mujer que amaba prefería a otro.
Christine se colocó su sweater beige y se sentó a mi lado, no estaba seguro de si se lo colocó por frío o quizá porque le avergonzaba estar pegada a mí con ese top de encaje. Me sorprendió por completo cuando se recostó en el sillón y apoyó su cabeza en mis piernas y parte de mi vientre. Sin embargo no me molestó, me percaté de que quería hacerme compañía y, también, a mí me hacía bien tenerla cerca. Encendió un cigarrillo allí y me ofreció uno, pero cuando quise encenderlo ella me extendió fuego con una sonrisa.
Dejo acá abajo un dibujo que hice de Al y Christine al final de este capítulo♥
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