4. Familia.
Sus pesadas cuencas se abrieron en medio de las sábanas de la suave cama, su cuerpo estaba cubierto de estas mantas al ser un día frío. Buscó con su mano su acompañante, su amado esposo que tanto le había enamorado, pero no encontraba a nadie.
Enfocó su mirada hasta el otro lado de la cama, estaba vacía, eso le impulsó a emitir un ruido somnoliento para hacer fuerza con sus brazos con tal de sentarse, estaba muy atontado por recién despertar, sabía que si se levantaba caería de nuevo al colchón.
— ¡Papá!
La voz que reconocía le hizo sonreír, más cuando vio abrirse la puerta y mostrarse una preciosa joven con unas pecas recorriendo horizontalmente de mejilla a mejilla, sin esperar, al divisar que su padre estaba despierto, dio zancadas hasta pegar un brinco y abrazarse al mayor. Ambos rieron.
— Buen día, Moka, ¿Qué haces tan tarde aquí? ¿No deberías estar en la escuela?
— Pero es sábado, papá ¿Estás todavía dormido?
— Creo que sí, porque estoy soñando con mi linda princesa.
El mayor depositó un beso en la sien de la menor quien murmuraba un "papá" entre adorables risas. La soltó, dejando que ella se arreglara su ropa antes de suspirar más calmada, era imposible no saludarse así, era una costumbre abrazarse de un modo animado.
Blard bostezó estirándose, ya recuperando su sentido por completo, se levantó con su ropa de pijama, había aprendido dejar el hábito de dormir sin camiseta, y más en invierno, haberse mudado de un lugar desértico a uno común había dejado varios cambios en sus costumbres.
— ¿Dónde está tu mamá? ¿Y Rai?
— Abajo, mamá me dijo que te despertara para desayunar.
— Dile que bajo enseguida.
Moka asintió y dejó a su padre sólo en la habitación. Éste sin esperar más comenzó a buscar su ropa e ir al baño para lavarse y cambiarse sus prendas. Una vez listo, bajó la escalera hasta el comedor, allí encontró a los mellizos comiendo un cuenco de cereal y yogurt, Rai alzó la mirada al instante.
— ¡Pá!
— Buen día, Rai. ¿Cómo amaneciste?
— Muy bien, mama me despertó con un besito en la frente ~.
— ¿Por qué a mí no? -Bufó Moka inflando sus mejillas.
— Sí lo hizo, pero eres tan dormilona como papá que no lo sentiste.
El mayor rió y le dio unas palmadas en su cabeza, eran tan lindos que deseaba abrazarlos, pero sabía que ya no eran bebés y debía darles su espacio o serían dependientes a ellos como padres.
– Recuerden que su padre tiene turnos nocturnos y llega muy temprano.
– ¿Y hace frío allá? —Preguntó Rai.
– Mucho, seguramente si van con la ropa que llevan ahora, serían unos cubos de hielo.
– Br... Creo que me iré a poner un abrigo.
– Yo igual. ¡El último que llegue será un cubo de hielo!
– Tengan cuidado. –Vociferó Blard al ver que los menores se levantaron y en un paso rápido se fueron a la habitación, todavía les quedaba de su desayuno así que debían volver.
Aprovechando el momento, fue a la cocina con pasos cautelosos, pillando a su amado esposo tarareando bajo mientras terminaba de hacer el desayuno para los dos, Sonrió con cariño y haciendo evidente que estaba ahí se acercó al de bufanda por detrás; le abrazó por la espalda con suavidad entretanto apoyaba su cabeza en el hombro ajeno sin importarle mucho estar encorvado para lograr hacerlo.
Geno respingó, pero después rió de la forma que derretía el alma del mayor.
– Veo que despertaste, dormilón ~.
– Era difícil no estar despierto si no estabas a mi lado en la cama...
Blard movió su rostro como si fuera un minino en su hombro, Geno ladeó la cabeza, sonriendo.
– No quería despertarte, debes descansar por tu trabajo nocturno.
– Puedo resistirlo, prefiero estar con todos ustedes, Tomatito.
– Aww, qué dulce.
– No tanto como tus labios.
Geno se sonrojó, cerrando el grifo entretanto se secaba las manos con un paño, no podía moverse mucho, los brazos firmes de su esposo estaban apresando su cintura, se dio vuelta para quedar frente al contrario, llevando sus manos a los hombros del más alto.
– Tonto... –Musitó– Tonto Tostadito.
– Tuyo.
Apegaron sus frentes, y después se dieron un delicado beso, posteriormente, varios besos cortos, dulces clank.
Aunque ese momento duró poco, los pasos sigilosos ahora de sus hijos fueron los que interrumpieron, más con un ruido de asco por parte del menor de los hermanos.
– Mamá, papá, noooo. ¡Los besos son para mí!
Rai y Moka se habían puesto muchas capas de ropa, tenían nueve años, todavía tenían una fuerte imaginación, la pareja se separó de sus gestos cariñosos, riendo, fueron donde sus hijos para quitarles lo innecesario y todos juntos fueron a desayunar, como una tierna familia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro