3. Niños.
El de cabellos blancos miraba sin mucha atención el pizarrón, la profesora era de aquellos que siempre escribían todo y después explicaban, así que ese espacio era libre para que sus compañeros pudieran hablar y conversar, esa rutina no era para él, prefería esperar y anotar a tiempo y ver el minutero pasar.
No obstante esos días habían sido diferentes, hace poco tuvo una sorpresa, había un chico de un curso superior que le gustaba a él. No dijo quién era, pues la sorpresa era que fue una carta anónima, solo dando esa pista.
Reducía hasta casi quince personas, quince posibilidades. Le causaba curiosidad, más que nada, por dos cosas, una, ¿quién se fijaría en él? Y dos, nunca antes había recibido algo así, era una experiencia que solo le llamaba la atención como a cualquier joven de su edad, con catorce años... Le ponía ansioso saber que tenía un admirador secreto, un sentimiento contradictorio, no podía sacar conclusiones, una simple broma podría ser.
Los días pasaron, y con ello más cartas, eran lindos poemas que hervían sus mejillas, ¿era capaz de tenerle afecto a su emisor si apenas sabía que era de un curso mayor que él? Sus días más tristes eran consolados por sus palabras escritas, sus palabras cálidas, su descripción.
Si sabía tanto de él, seguro era porque le miraba en algún punto.
No pudo resistir, escribió una breve respuesta en una hoja y sabiendo donde siempre ponías sus cartas, puso esa ahí para que la leyera.
"Te quiero ver".
Tu sonrisa marca tu rostro de una forma que nadie es capaz de imitar.
El rubor de tus mejillas cubiertas del mismo tono que la bufanda que siempre llevas puesta.
¿Es posible que haya alguien más precioso que tú?
Lo siento, pero mi corazón no resistiría estar frente a una musa.
Pero podría intentar...
Mañana en el patio trasero, en la hora del almuerzo.
Si no llego, es porque tu perfección no me dejaría respirar.
Tantos nervios, tantas ilusiones. La idea que el chico secreto dejara mostrar quien era le dejaba con el corazón latiendo, apenas había sonado la campana, sin remedio se apresuró hasta el sector de la junta, y se sentó en el blanquito tomando ya terreno para que nadie más se acercara.
Veía estudiantes pasar, a cada uno le miraba de reojo esperando que uno de ellos fuera el poeta, pero a medida que pasaban los minutos, estaba perdiendo la esperanza.
Revisó su hora, ya solo faltaban diez minutos antes de entrar, suponía que en ese intento de verle había sido muy precipitado.
—... Hey.
Cabellos castaños, unos ojos verdes capaces de hipnotizar, estaba justo a su lado y de su rostro se prendieron los colores, reconocía aquel joven, más de una vez él mismo se había quedado prendido en su belleza, pero debido a las influencias pensaba que no estaría interesado en nadie, clásico de personas populares.
No tenía idea que él fuera su admirador secreto, ni menos alguien visiblemente tímido.
— Ho... Hola. -Saludó de vuelta Geno.
— ¿Me puedo sentar, verdad?
Geno solo asintió, y el castaño se sentó a su lado, sin verle, solo mirando la nada, parecía que así podía hablar sin titubear.
—No sé si me conoces. No hemos tenido nunca una conversación.
—Solo te he visto en algunos recreos hace semanas, tampoco es que salga tanto de mi salón.
— Lo sé. Casi nunca logro encontrarte.
— ¿Por eso las cartas?
El albino trataba de no mirarle fijamente para no provocar nerviosismo en el mayor, éste al escuchar la pregunta tuvo un precioso rubor en sus mejillas, se demoró en responder.
— Puede. Escribir me ayuda a expresar lo que no puedo decir. Apenas... Puedo mirarte de reojo ahora.
— Puedo darte todo el tiempo que necesites.
Ambos sonrieron, uno mirándole y el otro cerrando sus ojos escabeche, pensaba que iba a ser incómodo, pero el adverso provocaba paz y calma.
— ¿Es decir que podré verte más?
Fue el turno de Geno en sonrojarse.
— Pero si no me estas mirando ahora...
— Seguramente... Pueda acostumbrarme a tenerte a mi lado... Se siente bien.
— ¿Cómo te llamas?
— Blard, Blard Coru.
— No creo que yo deba presentarme...
El llamado Blard rió, eso fue suficiente para Geno cayera también en esa nueva relación, su risa era tan hipnotizante...
— Geno... Solamente sé que te llamas así.
— Geno Crayon.
— Es un gusto, Geno Crayon.
El mayor movió su rostro para poder ver el rostro pálido de quien tanto había alabado en las cartas, y Geno ensimismado veía detalles de su cara, sus lunares, su piel con un sutil color... Aunque la vergüenza se notaba en su faz, Geno no pudo evitar sentirse feliz de que su emisor fuera él. Quería volver a conversar, pues por los diez minutos restantes ya debían irse a sus respectivas salas.
El timbre sonó y ambos se levantaron de inercia.
— ¿Quieres... Que nos veamos a la salida? -Masculló el mayor, sobando su nuca con una mano, era más alto que el menor.
—... Claro.
Blard sonrió más aliviado, se notaba que su tensión había disminuido.
— ¿Puedo hacer algo antes de tener que irnos a clases?
— Depende.
El menor notó los brazos ajenos alzándose hacia los lados, haciendo evidente su intención, ahora el de bufanda estaba nervioso, pero no podía negar algo así, había una necesidad, aquella que cualquier joven querría con el chico perfecto de sus sueños, y se acercó con lentitud estrechando sus brazos.
Fue una sutil muestra de cariño, ambos desprendiendo un calor normal que abrigaba el otro, antes de que se separaran, el mayor susurró.
— No dejaré de darte cartas.
Geno sintió sus mejillas tibias, dejando que Blard se alejara sin verle. Estaba impactado, al final, el castaño no era tan tímido, solo necesitaba la confianza y quien sabe qué cosas podían pasar.
Se tapó la cara con sus manos, ahogando un chillido, ahora no sólo Blard sería el ensimismado en su rostro.
Todo apenas comenzaba para ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro