18. Odisea.
Dejó caer los suministros a las cestas con tranquilidad, era un día normal del que el sol pegaba con fuerza, se colocó el gorro para protegerse del calor y se secó el sudor, a veces no era fácil vivir en medio del desierto, pero estaba acostumbrado, no obstante salirse de la rutina era algo que siempre soñaba cada noche fría.
Los viajeros no eran muy comunes, no muchos caminarían entremedio del desierto si no había más propósito que visitar el reino que era separado por ese ambiente desértico, y no existían oasis más que el suyo, eran el centro de descanso de dos comunidades que pocas veces se comunicaban.
Tras terminar su pequeña labor, se sentó bajo la sombra de su lona, habían ruidos de los pequeños jugando siempre protegiéndose de los rayos ultravioleta, y también una escasa brisa tibia que chocaba en su cara, terminó por lanzar otro suspiro, más pesado que los anteriores.
— Te veo cada día más inexpresivo. —Dijo quien se encaminaba hasta él, era su hermano que llevaba a su hija en brazos— Como cuando éramos niños y mamá nos negó escapar de este pueblo.
El mayor miró a Stave esbozando una pequeña sonrisa, se alzó para acariciar a la pequeña Amaya con una mano. El de pecas había sido su compañero en las aventuras e ilusiones de salir a conocer más que su población, no obstante su madre no estaba de acuerdo que lo hicieran a tan temprana edad, podían encontrar cosas de valor allí mismo, y eso le sucedió a Stave, encontrando a su amor con uno de los pueblerinos que estaban con ellos, ahora estaba cómodo con sus dos hijas.
— He tomado en cuenta que lo que nos dijo nuestra madre no era cien por ciento probable para los dos, al menos para ti. —Explicó ampliando su sonrisa al escuchar la risita de la pequeña— Quiero hacer algo más.
— Yo no te detengo. Ya estás viejo como para hacerlo. —Ladeó su expresión, aupando a la menor— ¿Pero ya lo has sopesado?
— Desde que éramos niños.
— Testarudo. —Mofó— ¿Y cómo le harás?
Blard miró al ocaso, encogiéndose de hombros.
— Esperaré a algún visitante y me ofreceré a acompañarle.
— ¿Crees que acepten que un desconocido les acompañe a donde quiera que vayan?
— Es lo menos con lo que puedo empezar, ayudando a gente.
— Tu especialidad.
Ambos se sonrieron, y Stave volvió a su carpa debido a que era peligroso tener a su hija expuesta al sol.
Los días pasaron lentos para Blard, era seguir sus trabajos diario, descansar e intentar ayudar en lo que podía antes del anochecer, tras la semana y media, se encontraba arando los trigales cerca del oasis cuando un reflejo le llamó la atención. A lo lejos por las dunas entremedio de las olas de calor que se formaban cual reflejo, parecía haber un ser, no encontraba nada similar a camellos para movilizarse y eso le preocupó. ¿Cómo alguien podría caminar largas distancias sin equipamiento?
Dejó a un lado sus cosas tomando su cantimplora, caminando rápidamente hasta el cuerpo de un esqueleto, y antes de llegar, su cuerpo se desvaneció en la arena. Blard sin titubear lo tomó para llevarlo cerca del oasis y descansar bajo el telar que existía allí para proteger a los pastores, pidió a uno de los que estaban allí que trajeran algunas cosas y procedió a darle de beber, pasando un paño húmedo por su frente, el pobre esqueleto estaba muy desnutrido y lastimado.
Llevaba una espada algo malograda en su cinturón y otro que par de armas pequeñas extrañándolo, ¿Quién llevaría cosas así en medio del desierto? Uno de los que estaban con él avisó que se acercaba una tormenta de arena y era mejor llevar al ganado al refugio para no tener pérdidas, y Blard pidió por favor que lo hicieran sin él, debía atender al herido.
Entró en la tienda donde se hallaba su hermanito junto a sus hijas y pareja, ambas niñas dormían tranquilamente en la cama de la mayor. El de pecas se acercó preocupado al ver a Blard trayendo a alguien desconocido. Tras pocas preguntas comenzaron a atenderle, prestando la cama del matrimonio para que descansara.
Sus ojos se abrieron con dificultad, ahogando un quejido por el dolor de sus heridas, mas al sentirse ligero alzó su cuerpo con fuerza, estaba con vendas en su torso y solo tenía puestos sus pantalones, al sentirse observado quiso atacar, pero fue tarde al darse cuenta que sus armas tampoco estaban consigo.
— Hey... Tranquilo, no voy a atacarte. —Un esqueleto con prendas ligeras le habló, y sin confiar en él por más que entendiera lo que decía, se alejó lo más posible.
— ¿Cómo estaré seguro?
— No creo que un enemigo atendiera sus heridas. —El herido frunció el ceño— Tus cosas están en el baúl que tienes al lado y tu ropa se está secando, pero con el calor estará listo en unos minutos.
— Supongo que... Gracias.
— Soy Blard, te encontré cuando habías perdido el conocimiento y te traje de inmediato pues se vino una tormenta, ¿Te sientes bien?
— Soy... Geno, estoy bien, aunque no era necesario lavar mis prendas... Debo irme pronto. ¿Cuánto llevo dormido?
— Llevas cuatro horas.
— ¿¡Cuatro!? Oh santos cielos. —Se quejó, levantándose de inmediato— Dame mis cosas, por favor, no tengo mucho tiempo.
El de lunares se mostró confundido, era mejor no preguntar cual curioso, eran desconocidos y dudaba que fuera lo mejor jugar con la poca paciencia que sentía que tenía, asintió con la cabeza, y tras unos minutos Geno ya estaba con sus prendas puestas y su arma colocada de su cinturón, parecía todo un guerrero, y Blard cada vez estaba más ansioso de querer saber qué debía hacer.
Ambos pasaron a buscar agua, tras insistencias del mayor claro estaba, además de algunos suministros extras, Geno no decía mucho de su misión, pero había soltado que no se dirigía al pueblo contrario a visitarlo, sino, mandar un mensaje a ciertas personas, sin embargo los que estaban a su lado habían atacado a su camello teniendo que arreglárselas para avanzar, llegando donde ellos. Era fácil conversar y lograr que el otro calmara los nervios, sin embargo supo más secretos.
— ¿Crees que alcanzaré? —Preguntó Geno en una— He logrado ganar tiempo, pero no creo que sea suficiente.
— ¿Con ganar tiempo dices asesinar? —El otro le miró aterrado— Lo vi, yo lavé tu ropa.
— Entonces, sí.
— ¿Sabes? Yo creo que... Podría ayudarte. Tenemos unos camellos pero solo podremos usar uno, ¿debes de pasar de incógnito, no?
Geno pareció no verse seguro, solo guardó lo último en la mochila que le dieron.
— Qué bueno que lo dices... O igual robaría uno.—Agregó bajo— Me podrías servir... Pero no creo que sea seguro para ti.
— Estaré bien, siempre he querido salir de este lugar y una aventura es una ocasión ideal.
— ¿Sabes usar armas?
— Nunca he manejado una real, pero tenemos nosotros actividades similares a esgrima.
—... Bien, supongo que está bien, aún sea mucho pedir.
— Tranquilo, yo me hago cargo de mi vida.
El de detalles rojos negó con la cabeza sin deje de molestia, al aceptar la propuesta, Blard de inmediato guardó algunas cosas y se despidió de su familia, lograría su sueño de salir de ese lugar, estaba claro que volvería, no podía dejar a su hermano por siempre, por ello se iba a cuidar en el camino, yendo de chófer mientras Geno se colocaba su capucha para parecer un desconocido ante los ojos de la ciudad donde debían ir.
Era el inicio de una odisea.
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