13. Ángel y Demonio.
Bajó aquel largo bastón capaz de demandar el poder que todo ángel y demonio quisiera, teniendo el papel de ser responsable con las defensas del cielo, amaba ver como el cielo era iluminado de la felicidad y calma.
Un paraíso del que todo ser no-humano podía pisar, sus pies desnudos deslizándose sobre el césped, bajo el árbol que dividía los terrenos, más allá de diez metros comenzaba un acantilado, un barranco lleno de peligros para cualquier ángel, provocando que sus alas estuvieran de punta, pronto rostizadas por el fuego al caer. Ese temor no poseía Geno, sentándose a la orilla del árbol donde una mitad tenía hojas y la otra no.
Los demonios podían pasar también, pero sin atravesar la mitad, sabía que eran mitos, los mismos que él debía impulsar para evitar fatalidades, pero también debían protegerlo de quienes querían jugar con fuego, y casi literalmente cuando esos seres malvados jugaban con los inocentes ángeles.
Descansaba plácidamente cuando un crujido de las tierras grises y secas se escucharon cual pasos, rápidamente se alzó estirando el bastón de sus manos en gesto ofensivo, mas al ver a ese reconocible ser, solo apretó sus manos contra el marfil bajando su arma.
— Siento que llegué en mal momento. —Sonrió aquel ser mientras hacía un lado aquel aparato, tocando con suavidad el diamante incrustado en el borde, ahí fue cuando Geno lo alejó por completo.
— Siempre llegarás en un mal momento. —Refutó— Sabes muy bien que no eres bienvenido aquí...
— No sucede nada mientras no digas algo.
El esqueleto se arregló la chaqueta oscura que solo contrastaba con las prendas blancas del ángel, y era de esperarse, con quién estaba charlando era un demonio, era uno común, sin otorgues especiales, pero parecía amar estar más tiempo en la frontera que de donde pertenecía.
— Siempre y cumplas parte del trato.
— No tomar tu arma porque puedo morir.
— Y alertar a todos.
— Además de no cruzar el otro lado del árbol.
— Porque también alertaría a todos.
— Porque me pueden matar.
— Y yo ser enviado al barranco.
— ¿Se te quemarán las alas?
— Se supone que sucede eso. ¿El fuego quema, no?
El adverso se mantuvo en silencio, sin quitar la sonrisa de su rostro, le dio la espalda y se acercó a la orilla del acantilado y se sentó. Geno se quedó a un lado de árbol, abrazándose a su bastón sin mucho que decir, no era primera vez que veía a Blard, le resultaba muy curioso y el aura que propagaba era muy distinta a los demonios con los cuales combatió.
Siempre la causaba curiosidad, pero como amigo era difícil aceptar, solo hablaban debido a que coincidían, y las charlas no eran extensas.
Esos últimos días habían sido más silenciosas.
— Hey. —Dijo Geno llamando su atención, pudo percibir un leve ruido en gesto de atender su voz— ¿Por qué te gusta estar acá? ¿No que los demonios adoran el caos? Esto es muy pacifico.
— Nada... —Respondió— No creo que puedas entenderlo. Nadie lo hizo.
El de toques rojos dudó por su respuesta, otro hielo del que se le antojó incómodo, suspiró tomando firme su arma para cruzar hasta el lado de las tierras de ceniza, pasó inseguro, hasta estar atrás suyo, tomó distancia, solo por preocupación.
— Quiero intentarlo, aunque desde lejos.
— Gracias por el voto de confianza. —Dijo un tanto sarcástico.
— Hey, eres un demonio, sabéis mentir muy bien.
— Pft. —Rió, inclinando su cabeza hacia el hombro izquierdo— No siempre fui un demonio, Geno.
—... ¿Qué...?
Blard giró el rostro hasta él, esbozando una sonrisa suave.
— Lo que oyes. Fui igual que tú, un ser que los humanos adoran y rezan para ser bendecidos. —Hizo una pequeña pausa, volviendo a mirar al barranco junto a su foso sin fondo— Ahora soy solo...
— Un ángel caído...
— Solo son nombres para darle más importancia cultural, en pocas palabras quede como un demonio más, no soy el único... Pero muy resultan ser ángeles caídos y mueren al ser descubiertos.
— ¿Cómo debería creerte...? Los ángeles tienen alas.
— Tú mismo lo has dicho antes... Simplemente se queman.
El adverso se acomodó para desabrochar el abrigo largo que portaba, poco a poco bajó la prenda y desde ahí se notaba dos huesos saliendo de su espalda, eran negros, un poco escalofriantes pero al fin y al cabo nunca había visto algo así, los demonios usaban prendas más sueltas y a veces se notaban sus espaldas, nunca había sido testigo de algo así hasta ahora.
— ¿Cómo...?
— Fue una torpeza mía, me encantaba estar acá, hasta que sentí una extraña atracción por el barranco que apenas recuperé el sentido, caí.
No podía imaginar tal fin, y lo peor es que no sabía si creerle, todo parecía una historia de fantasía, pero él mismo pertenecía a esas leyendas verdaderas, sus alas se veían dañadas, hasta a él mismo le dolía.
Se arrodilló atrás de él y con cuidado tocó los huesos negros y calcinados, sacándole un quejido al demonio, sin embargo no hizo nada más, ningún acto de violencia. Geno suspiró, sin creerse lo que estaba por hacer.
Usó su bastón que comenzó a expulsar un suave brillo, lo giró lentamente alrededor de las alas hasta que pronto las plumas volvieron, eran reales, sin embargo ahora estaban negras.
— Estas marcado como un demonio...
Esas palabras hicieron que el adverso se levantara y viera sus alas, Geno nunca había presenciado una sonrisa tan dolida, se sintió mal por él, Blard se le acercó, tomando su mano para besar sus nudillos.
— Al menos lo intentaste. Y eso lo aprecio de un lindo ángel.
Geno retiró la mano, en silencio, por más que hubiera hecho eso, no sentía que podía ser amigo todavía de ese ser, era un ángel caído, y las historias tras él eran potentes.
— Vete... Por hoy.
— Muy bien.
Blard no hizo resistencia, y sonriendo como siempre, se volvió a colocar el abrigo cubriendo sus alas para caer por el barranco, Geno no se acercó a mirar, pero tras su ida, también se fue, a leer sobre una cura.
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