10. Criminal.
La pistola se deslizó con suavidad sobre la sien del cráneo impropio, apretando el gatillo sin detonarlo, poniendo más nerviosa a la policía que estaba frente a mis individuos, el esqueleto más alto mantenía su brazo alrededor del cuello del bajo, firme para evitar que se soltara, si hacia movimientos bruscos apretaría su garganta.
— Quiero el dinero. —Dijo con una voz autoritaria el portador del arma de fuego— O si no... Ya saben qué le pasará al rehén.
Ante el movimiento compulsivo de los oficiales, Blard reforzó su agarre retrocediendo hasta el local donde se encontraba. Solo había sido consecuencia de todo el intento de la policía para evitar tal estrago, pero ahora tenían la espalda contra la pared, debían darle el dinero para salvar la vida al civil, era su prioridad como ley.
Tras unos minutos, el dinero fue entregado, se acercaron con la señal, con cuidado para no hacer que disparara al de ropas blancas, estaba sudando, pidiendo en voz baja que le ayudaran. Deslizando el portafolio, Blard con el pie lo abrió, al ver la suma sonrió ladino, ordenó a su rehén que tomara ello y tras una sutil risa, apuntó al guardia que estaba frente suyo.
— Gracias por el dinero. —Agradeció— Y por este regalo.
Guiñó un ojo, disparando de su arma. Iban a alzar armas al pensar que uno de los suyos estaba muerto, pero ahí estaba, paralizado del miedo, pero con un objeto que daba un sonido en lapsos, hasta que pronto sonó constante y agudo, explotando en una gran bomba de humo.
Todos tosian, disparando donde debía estar el criminal, acababan sus balas, cayendo al suelo y rompiendo los vidrios de la tienda que había estado escondido Blard. Mas una vez hubo el humo disipado, tuvieron la mala suerte de que no se encontraba rastro ni de Blard ni del rehén, mucho menos del dinero.
— ¡Mierda! Se nos escapó. —Gruñó el oficial.
Mientras tanto, una ventana se abrió en un apartamento no muy lejos de ahí, a veinte minutos de tal desastre que pronto saldría en las noticias, el delincuente al entrar se dio media vuelta para ayudar a subir a su querido rehén, quien al entrar suspiró agotado, sentándose en el sofá.
Blard sonrió al verle con los brazos cruzados, conociendo ese gesto, algo no le parecía bien y estaba molesto, cerró la ventana, juntó las cortinas; ya listo con ocultarse de la realidad, prendió la lámpara de suelo que estaba al lado del contrario para acercarse y besar su frente.
— ¿Qué pasa, Geno? Ha sido un plan con éxito.
Geno apretó sus labios en silencio antes de prender la televisión a las noticias, no habló hasta que terminó el enunciado del robo, no tenían sospechosos. Aunque no debían confiarse mucho, llevaban apenas media hora fuera de tal engaño.
— Lo sé, pero ahora te estarán buscando.
— No me importa mientras te vean a ti como civil. —Justificó, sacándose el gorro que cubria su rostro, tiró toda su ropa al lavadero y pese estuviera apenas con su pantalón, se encogió de hombros— Ese era mi objetivo de todos modos.
— Me iré a bañar.
El menor se retiró al baño, Blard suspiró sobándose el cuello, se puso ropa más cómoda para pronto sentarse y ver el dinero en el escritorio.
Tras unos minutos de silencio, Blard sintió como los brazos desnudos del menor rodeaban su cuello, sonrió tranquilo, echándose atrás para poder besar bien esos labios que le pertenecían y que a veces añoraba a la hora de hacer los crimines, más ahora de la decisión que había tomado el de bufanda Roja. Ese sería el último crimen para él, Blard dudaba si aceptar su oferta de también dejarlo y empezar una nueva vida.
— ¿Revisaste el portafolio?
— Sí, también el dinero, es real. —Sonrió a gusto, aunque se estremeció cuando el adverso reposó su rostro en su hombro, se notaba que estaba cansado— Si quieres puedes tomarte una siesta, amor.
— No quiero, no si todavía no te decides si me acompañas o no. —Susurró.
— Hum... No quisiera dejarte pero tampoco dejarte sin buen dinero.
— Llevamos diez años en esto. Quiero otra vida contigo, Blard.
Blard cerró sus cuencas y se hizo a un lado con la silla, para tomar las mejillas ajenas con más comodidad, intentó hablar con seguridad, pero le costaba, yacía en su mente con fuerza la separación que tendrían.
— Nos costará mucho irnos todos, y más conseguir dinero como toda persona. —Argumentó— Tres meses, Geno, tú ya no podrás conseguir dinero hasta que te recuperes. Te quiero a ti y a la vida que albergas sanos.
Geno solo llevaba una remera suelta sin mangas donde se notaba un bulto en su abdomen, se veía demasiado adorable y no quería que la fatiga de robar le afectara, era la principal razón por la cual iba a dejar todo, una familia...
— Es cuando ignoro mi orgullo y te digo que no podría solo. —Suspiró, siendo tomado de las manos— Y te extrañaría, te extrañaríamos. Blard... Te amo, la gente puede sobrevivir sin robar, seamos normales, sin escapar de un lado a otro. Quiero irme, pero no solo.
Sus palabras llegaban directo a su alma, no, no quería dejarlo, mucho menos que esperaba a un pequeño niño, quizás dos por el tamaño de su abdomen, debido a tener que estar de incógnito, no podían tener exámenes.
Se levantó de su asiento volviendo a besar su boca con cariño, su pareja le devolvió el gesto, abrazándole. Se fueron a la cama sin hacer nada más que mimarse, para dejar tranquilo el cuerpo del menor, no podía tener tanto estrés, lo de la tarde era lo último.
-
Blard despertó calmado, el silencio era lo único que se escuchaba, había dormido una siesta tras disfrutar un poco de la compañía de su amado lejos de los atracos y la vida ajatreada que tenían. Vio el techo unos segundos, pensando en que esa tranquilidad tendría si tuvieran una vida normal, apreciar el rostro dormido de su amado sin el temor a ser descubierto, como ahora.
Se levantó guardando el dinero y las maletas para los dos, aunque no era tanto, se irían a primera hora para poder sacar las identidades que había pedido previamente. El tiempo era oro.
Un golpeteo de la puerta hizo que sus acciones se detuvieran por completo, fueron fuertes y precisos, no daban buena espina. Miró a su pareja y se acercó solo para deslizar sus falanges en sus hombros, eso fue suficiente para que el de bufanda volviera de soñar. Blard le dedicó una mirada que el menor comprendía, aún en su somnolencia se levantó colocándose un abrigo. Estaba confundido, nadie tocaría su puerta, siquiera un vecino, solo le daba mala espina.
Se acercó al umbral con cuidado, a un paso lento para no llamar la atención, tomó su arma y se hizo a un lado, revisó por última vez que su amado estuviera fuera de vista de la puerta para así abrirla de golpe, no hubo respuesta, se asomó apuntando con su arma a los pasillos que dirigían su cuarto, pero el silencio era el único que delataba que estaban solos. Confundido y con la guardia en alta, cerró, apoyándose en la madera.
— Qué extraño... —Murmuró.
—...Blard, ¡Aléjate de la puerta!
La exclamación le hizo reaccionar a tiempo para separar su cuerpo de la entrada, justo antes de que un arma de filo rompiera el material apuñalando al aire, Geno ahogó su ruido de sorpresa, debía protegerse, debían protegerse si querían salir de esa.
La persona tras la puerta no demoró en abrirla, Blard atinó en dar una patada a quien les había arrebatado la tranquilidad para poder decir deprisa.
— ¡Geno...! —El hombre que ocultaba su identidad entre sus ropas lo tomó de su garganta impidiendo hacer un movimiento más, molesto por el ataque, el de lunares usó su fuerza para agacharse y tirar por delante al atacante contra un mueble rompiendo este al instante— ¡No te quedes quieto!
El de bufanda quería ayudar, pero en su estado debía resignarse y desear suerte a su amado, si tenían suerte quizás no lo buscarían al creer que lo estaban salvando, tomó la mochila y abrió la ventana para empezar a irse por la escalera. Eso es lo que había podido ver más o menos el mayor, tratando de evitar que encontraran al adverso golpeando a los hombres que entraban, eran tres, tomando los objetos; tirándolos. Era injusto, la cantidad desequilibrada provocaba que varios golpes se ganara, hasta tener varios desangrados por uno que usó una cuchilla, afortunadamente, rompió su cuello.
Con los tres muertos, se dio vuelta para alcanzar a Geno, pero la sorpresa que se llevó fue tal que incluso antes de cualquier cosa, sus puños apretaron con fuerza queriendo lanzarse encima de quien ahora tenía del mismo modo que en la actuación del atraco a su querida pareja.
— No te muevas, soldado. —Dijo burlonamente un esqueleto de tez oscura, sonriendo cínico al mayor, apuntó el arma en la sien del de bufanda, quien estaba notablemente golpeado, eso le hervía la sangre a Blard— O tu "preciado" rehén morirá aquí mismo, junto a esas asquerosas crías.
— No te atrevas a hacerles daño... —Gruñó estático, no reconocía a ese individuo, pero todavía no cabía manera de cómo había sido reconocido.
— No lo haré, si tú mueres a cambio. Es un precio justo. ¿No? —Respondió.
— B-Blard... No te sacrifiques p-por nosotro-- ¡Nghh!
— ¡Cállate!
El de tez oscura golpeó con el arma cerca de su abdomen, Blard no podía soportar ver a su amado tan lastimado, ni menos verlo con tales lágrimas, su arma pronto cayó al suelo, alzando sus manos tras su cabeza. El adversario rió, soltando al contrario.
— Muy bien, demuestra lo patético que eres, a la próxima elije a una parejita que sepa pelear al menos.
Blard bajó ligeramente el rostro, frunciendo el ceño al sentir el frío del arma contra su frente, miró al ser que se lo estaba arrebatando todo, había sido demasiado rápido. No obstante, pronto cerró sus cuencas.
— Regla número uno de cualquier batalla... Nunca des la espalda al enemigo.
El adverso alzó una ceja, y antes de poder girarse, un fuerte golpe en su nuca lo dejó en el suelo, Geno había tomado un objeto pesado para dar fin al atentado. Blard pisó el arma que el contrario casi atrapaba y sin esperar, disparó.
— ¡Blard...!
Se acercó a su amado y le abrazó besando su rostro múltiples veces, el menor casi llorando por el susto se le apegó, agotado.
— Geno... Gracias... Sin ti estaría muerto.
— No me des las gracias... Gracias a dios que no te han matado.
— ¿No te hizo heridas profundas? ¿Los pequeños...?
Geno pateó el cadáver, y con eso sonrió.
— Ahora los tres estamos bien.
Blard rió, y se agachó viendo el cuerpo, por suerte encontró una tarjeta.
— Nightmare... —susurró al leer— ¿Una tarjeta de presentación...?
— Serán sicarios...
— No... Solo son caza-recompensas, quizás hubo algo que nos delató y nos siguieron. —Rompió aquel papel, y crujió el cuerpo de uno de los monstruos para que se hiciera polvo y pronto, esparció todo— Así no verán nada de nuestro gen, vamos, antes que llegue lo policía.
— ¿Nos alejaremos de esto de una vez por todas...?
— Sí, amor, de una vez por todas...
Esta fue la última aventura que tuvieron de criminales, por fin, podrían evitar todo aquello huyendo del país, y poder cuidar mejor de sus hijos para evitar arriesgar sus preciadas vidas...
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