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Pesadilla

Espero que les guste~

Nota: ¿Cómo se encontraría con Macaque?

Wukong estaba profundamente dormido, con la boca abierta para poder roncar ruidosamente, su cola moviéndose de vez en cuando entre sueños sin sentido. Gruñó, algo molesto al sentir como algo empujaba su rostro y supo, por los suaves chillidos, que era uno de sus manos. Abrió uno de sus ojos para ver quién estaba perturbando su sueño, abriendo ambos al reconocer a quien lo despertaba.

-¿Alma?- usualmente, quienes lo despertaban eran los pequeños monos, algunos por pesadillas y otros por simplemente querer acurrucarse pero que ella estuviera allí, empujando su rostro de forma suave e insistente, eso era nuevo.

-El bebé está triste, mi rey- hablo, sonando triste y preocupada. -Tienes que ayudarlo- era un súplica más que una orden.

-¿El...bebé?- su cerebro dormido tardó unos segundos en entender, abriendo los ojos con alarma al recordar al pequeño ser en su bañera y levantándose de un salto, trotando el corto camino de su habitación al baño, sintiendo como su corazón se destrozaba. El tritón estaba sentado en la bañera, llorando, las lágrimas saliendo constante y rápido, sin dar señales de detenerse pronto, pequeños gemidos forzados y sollozos saliendo de su boca. -Awww, Buddy...- lidiar con monos era una cosa pero no tenía ni idea de qué hacer con este ser en particular, mucho menos cuando se veía y sonaba tan angustiado, aunque de igual manera lo iba a intentar. Se acercó y levantó al menor por debajo de los brazos, acercándolo para dejarlo llorar en su hombro, sintiendo sus pequeños manos aferrarse con fuerza a su ropa y notando como su aleta se movía. Dejo escapar un largo suspiro de tristeza ante la angustia ajena y ahí es cuando noto a Alma, quien estaba parada y algo acurrucada en el marco de la puerta, nerviosa de alguna manera. Era raro verla así.

-Intente ayudar...- se escuchaba tan arrepentida y triste que el dios solo quería abrazarla pero tendría que hacerlo más tarde, sus manos ocupadas con el menor que tiraba de su ropa. -...pero...no pude- y él temió. Si ella, cariñosa y madre natural, no pudo calmar al niño angustiado, eso no le dejaba muchas esperanzas, aunque eso no iba a detenerlo. -Lo siento mucho, mi rey- bajo la cabeza, soltando suaves y tristes sonidos.

-No te preocupes, Alma- ajusto su agarre en el niño para inclinarse ligeramente, mirando a su mona con una suave y cariñosa sonrisa. -Él solo está asustado y triste, no es realmente tu culpa- le acarició la cabeza con su cola, logrando que ella levantará la vista y lo mirara. Un nuevo sonido roto lo hizo volver toda su atención en el menor, quien se estaba removiendo con fuerza, tosiendo contra su hombro y él no tenía que mirar para saber que ahora había algo de sangre manchando su ropa. Deslizo una de sus manos bajo la aleta para tener un agarre seguro a pesar de las escamas mojadas y resbalosas, suave, susurrando todas las palabras de consuelo que se le venían a la mente y acariciando su espalda, pudiendo sentir como temblaba pero a pesar de sus mejores intentos, el llanto no daba señales de detenerse muy pronto. El chico estaba desesperado, sonidos rotos y forzados saliendo de su boca, como si estuviera intentando decir cual era el problema pero sin poder, tosiendo de vez en cuando. -Necesitas relajarte, te vas a lastimar- su pobre garganta nunca iba a sanar a este paso. Aceptó la esponja chorreante de agua que Alma le extendió, apoyándola contra la espalda del niño y apretando para que el exceso de agua corriera por su espalda. Era mejor mantenerlo hidratado.

-¡A...Asesinos!- logró decir, su voz rota y ronca, apenas audible, pero él pudo escucharlo fácilmente. Esta sorprendido, no sólo por la voz, sino por la palabra.

-¿Asesinos?- lo miro, curioso, separándolo apenas para poder secar algunas de las lágrimas ajenas. Tenía la sensación de que hablaba de los cazadores, aquellos hombres de mala cara en las que hace muchos años atrás colgaban las aletas de lo que cazaban y lo mostraban como trofeo en las paredes. -¿Fueron los que te lastimaron?- el niño asintió y el dios sintió una repentina ola de furia llenarlo. Había odiado a esos hombre en esa época y ese odio sólo creció en esos momentos. El menor hizo un gesto, señalando con insistencia la pareja de patos grandes de goma que el dios le había regalado. -¿Quieres estos?- los agarro y se los entrego, esperando su siguiente movimiento. El tritón a los patos con tristeza, acercándolo a su rostro para restregar su mejilla contra ambos antes de extender los brazos y tirar a ambos patos al suelo, estos rebotando ligeramente. Wukong tardó solo unos segundos en entender, triste. -¿Le hicieron daño a tus padres?- preguntó para cerciorarse, recibiendo un suave sentimiento como respuesta. -Lo siento, Kid- no pudo evitar rozar con su nariz la frente ajena, sorprendido cuando él se apoyo completamente en el toque. Se permitió arrullar, agradecido cuando sintió su pequeño cuerpo relajarse y acomodarse ente sus brazos, cada vez más adormilado con el paso de los segundos. Bueno, eso era un avance.

-¿Te sientes mejor?- preguntó al ya no escuchar sollozos, el niño asintiendo contra su hombro. -¿Estas dispuesto a intentar dormir ahora?-  un nuevo asentamiento como respuesta y Wukong se inclino, dispuesto a dejarlo en la bañera nuevamente pero el menor no lo soltó. -Necesitas soltarme para que duermas, Kid- las pequeñas manos se aferraron a la ropa ajena, enterrando su rostro en el hombro del mayor. -No, me niego, no pienso dormir allí- el niño se separo apenas para mirarlo con expresión suplicante, casi haciendo un puchero y el dios hizo una mueca, era difícil negar algo a esa mirada, en especial cuando podía ver lo irritado que tenía los ojos de tanto llorar y lo rojas que estaban sus mejillas por secarse bruscamente las lágrimas. -Bien, tu ganas- bufo y el niño lo volvió a abrazar, su aleta moviéndose con felicidad. Al mono no le quedó otra que entrar a la bañera, quejándose entre dientes ante el agua fría y al sentir como su ropa se le pegaba al cuerpo, por no mencionar como su pelaje se aplastaba pero se acomodo lo mejor posible, viendo como el niño se acomodaba contra su pecho y se apoyaba en su hombro, cerrando los ojos mientras se acurrucaba. No era la mejor posición para dormir y sabía que se sentiría rígido cuando se levantara en la mañana pero no tuvo otra más que suspirar, acariciando suavemente la espalda del tritón que rápidamente se dormía sobre su pecho. Bueno, al parecer, esa noche dormiría en la bañera.

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