En el rincón más apartado de una de las habitaciones del señorío Wayne, a decir verdad poco decorada para ser de un joven que recorre el sendero de sus dulces dieciséis, allí, en aquel espacio demasiado grande para tan pocas pertenencias, solo se podía notar el contorno de la silueta del delgado y pequeño cuerpo de ese chico, debido a las penumbras que embargaban el lugar, el cual apenas y era alumbrado por el tenue iluminar  de la pálida luna llena de esa noche estrellada de verano.

La poca luz que alumbraba la  habitación de paredes blancas le daba a esta un aspecto sobrio, proyectando sombras y contornos de aspecto macabro  sobre ese ser que oculto en una esquina, detrás del librero, apenas y se podía notar.

Su figura delicada se estremecía mientras no parecía querer detener su temblar, producto de su llanto contenido que no parecía cesar, mientras su esbelta y frágil figura estaba siendo tragada por lo vacío y lúgubre del lugar.

Allí, solo se oía el eco de sus silenciosos lamentos, su rostro, oculto entre sus pequeñas rodillas, permanecía bañado en un mar de agua salada, gota tras gota caían de sus brillantes orbes que mantenía fieramente cerrados, se deslizaban como un cause sin fin por sus pálidas mejillas cual porcelana, y se perdían entre sus amplias ropas negras, su mirar del más bonito y profundo color jade, con amargura derramaba más de un centenar de lágrimas, que a la luz de la luna se notaban de cristal.

En ese lugar donde se mantenía acurrucado y oculto del mundo, dejaba libre su más profundo sentir, rompiendo la mascara de fingida frialdad, y dando rienda suelta a su lado más humano, ese tan vulnerable, el que ha aprendido a ocultar a medida que pasaban los años, para que otros no lo usaran para dañarlo incluso más, como tiempo atrás, su propia madre hizo.

En ese rincón oscuro y olvidado del mundo, en ese espacio que puede llamar suyo y solo suyo, mientras se acurruca en si mismo, ocultando su rostro de sombras inexistentes, mantiene sus delgados brazos aferrados con fuerza a sus piernas, enterando las en su pecho, y logrando así hacerse incluso más pequeño de lo que ya es, tratando de así, incluso si es solo por un momento, dejar de existir en este mundo.

Sus ojos lucían amoratados producto de las pronunciadas ojeras, fruto de más de una noche eterna en velo, sus pequeños y suaves labios, antes de un pálido color rosa enfermizo, ahora, rojos sangre, debido a la presión ejercidas en ellos por sus blanquecinos dientes, en un intento frustrado de acallar su sufrir.

Aunque sin motivo realmente, ya que en ese lugar de todos modos nadie le puede escuchar, pero su orgullo no le permite sincerarse y admitir en voz alta su sufrir constante, prefiriendo acallar su lamento, y nunca admitir  que tan crueles e hirientes fueron las palabras hoy usadas en su contra, perforando tan profundo, enterrándose cual puñal, hasta lo más profundo de su alma.

Hoy ha sido uno más de esos días, donde todo ha salido mal.

Dolorosamente mal, donde alguien le recuerda de donde viene, lo que sus infantiles manos una vez hicieron, la sangre que ha corrido por sus pequeños dedos desde tan temprana edad, tanta, que esta seguro que ese oscuro carmín, que ha quedado gravado a fuego en su memoria, jamás podrá limpiarse por completo de sus delicadas manos de artista.

Uno de esos días donde realmente no sabe donde esta parado, quienes son sus aliados, y quienes son enemigos, porque ambos lados causan en su ser la misma carga de daño y dolor.

Uno de esos días donde no esta seguro de lo que le depara el futuro, donde todo le recuerda al monstruo en el que lo han convertido, y el hecho de que nunca podrá ser, solo un niño normal.

Porque otros han decidido por él, que ese no es su destino, y otros tantos que ni siquiera merece tal cosa.

Aunque, no todo es tan malo, aún tiene a Grayson, y el menor de los Waynes sabe que su mentor le recordara cuantas veces sea necesarias, que no importa lo que otros digan, él sabe quien es el verdadero Damian, que no es el arma que Talia forjó, ni el monstruo que Bruce ve cuando lo mira, que deje que el mundo hable, porque quienes en verdad importan, saben lo hermoso que es su amable corazón, y los preciosos colores que tiñen su alma.

Damian sabe, él es consciente de que tiene a Colín, de que el siempre estará de su lado, que siempre será su apoyo incondicional, y que a viva voz, siempre alzara sus palabras para reprocharle al mundo, lo mucho que se equivocan al juzgarlo y tacharlo como el malo, que siempre se negara a escuchar a aquellos que dicen que en el cofre del de ojos jades, ya no existe corazón que palpite.

Él sabe que tiene a Timothy, él sabe que su hermano mayor siempre le esta cuidando desde las sombras, y que siempre se asegurara de que encuentre un lugar seguro, un refugio donde no será herido, o simplemente ese silencioso espacio, a veces tan anhelado por el menor de ojos jade, el siempre velará por su bienestar, y nunca le dejara estar solo en el mundo, sin importar cuan lejos este de casa.

Él sabe que tiene a Jason, que el mayor nunca se negara a escucharlo, que el siempre le entenderá, que le demostrara una y otra vez que el esta hay para guiarle en tan pedregoso camino, y que nunca le dejara perderse, en la oscuridad y desolación que a veces amenaza con quitarle hasta el último prestigio de su aliento.

Él sabe, por dios el SABE, que Jonathan siempre estará ahí, para él, para protegerlo del mundo y sus crueles reproches, que siempre estará ahí, cuando el pasado decida darle un derechazo, él lo sabe, sabe lo mucho que es amado por el menor de los Kent, es consciente que es el único dueño de esa mirada color cielo, tan profunda como el océano, él sabe que es dueño de su corazón y que es amado, tanto, tanto, que teme que no pueda devolverlo todo, y que a veces, incluso duda de si se merece todo lo que su amado le ha dado.

Damian lo sabe, sabe que es amado.

Aunque es consciente de que son pocas las personas que han logrado ver más allá  de la careta, forjada por su orgullo, y lo mucho que lo han herido, también sabe lo mucho que valen cada uno de ellos, que son irreemplazables en su corazón.

Simplemente, hoy fue uno de esos días, uno de esos días donde todo va mal.

Donde no esta Grayson para recordarle que él vale por lo que es hoy, no por lo que un día fue, o lo que creen otros que en un futuro llegara a ser.

Donde no esta Tim para darle un lugar seguro, o Jason para defenderle.

Donde no ha visto a Colin en todo el día, para poder desahogar esta pena que parece tragarlo desde dentro, y que con insistencia vehemente intenta asfixiarle.

Donde Jonathan no esta en el planeta para decirle lo mucho que lo ama, abrazarlo, y con caricias alejar de su mente todo lo que esta mal en su mundo.

Solo es uno de esos días, donde no hay nadie que le recuerde que no es él el que esta equivocado por solo ser como es, y eso es algo que para el menor es fácil de olvidar, estando entre tantas personas que afirman que su existencia esta tan equivocada.

Y con la aparición repentina, en el último momento, de aquellos que podrían tornar su día aún peor de lo que ya había sido, quien sabe, quizás el haberse levantado de la cama hoy día, fue una mala idea después de todo.

Un escalofrío recorrió su delgado cuerpo, y al fin alzo su rostro de su escondite, el cual ha permanecido oculto, tras su flequillo oscuro durante horas, desahogando penas que jamás le ha de contar a nadie, porque no quiere que aquellos que ama sufran por los pecados que solo le pertenecen a él.

Nota, a través de la suave brisa que sopla desde el exterior, ondeando las pálidas cortinas celestes de su oscura habitación, que las puertas de cristal que dan hacía el balcón se encuentran abiertas, sinceramente, nos recuerda cuando las abrió.

Lentamente se coloca de pie y su caminar dirige en su dirección, logrando ver al llegar, la hermosa luna que hoy el cielo le ha de mostrar, en silencio se dirige al barandal de metal, observa con atención las luces de la ciudad maldita, que con fulgor, compiten en brillo y cantidad con las miles de estrellas que plagan el oscuro cielo de esa noche, con movimientos ágiles logra colocarse de pie sobre este, dejando ver su blanca piel escapar de los pliegues de las pijamas negras, que contrarrestan con la pálida piel de sus pies descalzos, que con real descuido comienzan a deslizarse por el congelante metal.

Un paso y luego otro.

Inicia su recorrido por el delgado tubo que ahora le sostiene en vilo, no tiene intenciones de lanzarse al vacío, aunque si les es sincero, no le importaría caer en lo absoluto, se detiene y con fuerza respira hondo el fresco aroma de la noche.

A veces la soledad es anestésica, le relaja y calma su alborotador pensar.

Ya esta listo, piensa con renovada determinación, para volver a sonreír y dejar escapar de sus sedientos labios un "estoy bien".

Cuando el alba se haga presente y el mañana llegue, el príncipe, una vez más víctima de su maldición, de día bailara al son de la personificación de la alegría, de lo que alguien más decidió para él, por las noches brillara por la ausencia de esta, tornando a su cuarto en su fortaleza de melancolía, y bailando al son de sus lágrimas, es una príncipito que se ha extraviado, que se ha perdido en su sufrir, y en el laberinto de dolor que se ha vuelto su alma, que a través del tiempo y sus múltiples caídas, de su sangrar constante, no solo ha vuelto su existir inefable, sino también su sentir.

Su alma se ha perdido en el canto de la luna y el enorme mar centelleante en estrellas que es este universo, pero su corazón aun palpitante y su orgullo latiente no le permiten bajar su mirar ante nadie.

Los años han convertido al pequeño príncipito inocente, en un fiero guerrero, caballero que ha triunfado con resistencia ante las miles de tormentas, que ha tenido que enfrentar a lo largo de su camino recorrido hasta aquí.

Gobernante del infierno y el caos de su mente, que le atormenta noche tras noche.

Ha elegido vivir en la lógica al verse derrotado y humillado al confiar más de una vez en su sentir ilógico, que no sabe de reglas o precaución.

Quizás fue alguna vez príncipe de sonrisas radiantes, hoy, solo logras sacarle con suerte, una que otra mera mueca efímera, algún día príncipe que cual rayo de sol iluminaba su pasar, hoy, luna opaca entristecida y sin vida, ayer príncipe enamorado esperando ser rescatado, hoy, guerrero de armas tomar y que con sus propios pies su rubo tomara.

Y si, el príncipito tiene a sus caballeros de radiantes armaduras, con sus diferentes colores y tonalidades.

¿Pero quien dijo que el pequeño príncipito no sabia defenderse?.

Con la vista en alto seguirá avanzando, superando cada obstáculo, y demostrándoles a todo aquel que se atrevió a decidir por él, lo que es hoy, y en lo que se convertirá mañana, lo equivocado que están si creen que él se dejara controlar otra vez.

Si, no puede borrar el daño irreparable que ha causado, ni puede hacer que las marcas de batallas pasadas se borren de su piel.

No puede acallar los gritos de su mente o sanar su ya resquebrajado corazón, pero hay personas que lo aman tal y como es, y están dispuestas a hacer eso por él.

Y entre todo lo que él no puede hacer, hay algo que si es capaz de lograr.

Y eso es, seguir adelante.

Un paso a la vez, sin dejarse vencer, levantarse luego de cada caída, y continuar avanzando, por aquellos que le aman, a pesar de todo lo malo o lo roto que pueda estar.

Siempre habrá un mejor mañana, y el príncipito que esta noche se encuentra perdido, nunca dejara de buscarlo, para poder dejar atrás su dolor y continuar viviendo el hoy.

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