"Porque eres tú" Extra Tres.
Dimitry Walker
No soy alguien que tenga buena memoria, de hecho, las únicas cosas que puedo recordar, son totalmente inútiles, o demasiado raras para que las personas entendieran.
Entre esas cosas, no había prestado atención a cuántos meses habían pasado desde que, las cosas cambiaron por completo.
Tristán era tan transparente y bueno conmigo, me había tenido más paciencia que cualquier otra persona en esta escuela además del buen primo Tony y de Acacia.
Tanto que, ahora tenía miedo de que ese buen trato se fuera.
Más cuando, había experimentado mis primeras cosas con el peliazul.
Hablando de relaciones humanas y amorosas, él era el primero en todo.
Mis primeros besos, mi primera vez teniendo una cita formal, mi primera vez en la cama, todo se lo había llevado un chico de un año menor que yo.
No éramos nada formal, solo éramos dos personas que se besaban y de vez en cuando tenían sexo... Pero eso no era lo que yo quería nada más. Aunque esos momentos en la cama eran bastante buenos e incluso cariñosos, no lo eran todo.
De cierta manera, la confianza que él me daba, me dejó mostrarle la parte más vulnerable de mi, aún cuando yo no lo hubiera previsto.
__
Hoy era uno de esos días, en los que me sentía de lo peor, en los que todo estaba yendo mal, y que parecía que el mundo conspiraba en contra mía.
De muchos días de mi cotidiana vida, hoy fue tan difícil no bajar la sonrisa en la escuela, moría por llegar al dormitorio y encerrarme.
Ahora, no sabía qué me había pasado, si era el dolor o alguna reacción de las personas que estaban llevándome a mi límite, pero en cuánto llegué al dormitorio, mi instinto fue abrir la regadera entre el llanto.
Y aquí me encontraba, llorando en volumen moderado en el suelo de una regadera, ni siquiera la ropa me había quitado.
Dolía.
En serio dolía ser herido por querer dar alegría.
—¿Dim?— escuché la voz grave y elocuente de Tristán al entrar al dormitorio.
Tardó unos segundos hasta que abrió la puerta del baño, y yo haría lo mismo, por el eco del pequeño lugar, seguramente mi sollozó se escuchaba hasta fuera.
Abracé mis rodillas rendido, ya ni siquiera me importaba, seguramente, él iba a irse luego.
Pero no, en lugar de eso, unos segundos después de que me encontró, sentí su gran cuerpo ponerse detrás de mi, se sentó en el suelo igualmente, dejándose mojar por la ducha.
Sus brazos me atraparon sin decirme nada, solo me sumió en un abrazo profundo.
—No estás solo— pronunció besando mi cabeza —sea lo que sea, no estás solo.
__
—Me gusta reír, me gusta saltar y hablar, pero cuando las personas me dicen que eso está mal, y que debería dejar de hacerlo, es cuando me deprimo— comenté recostado en la cama, con el de ojos azules abrazándome y tocando un piercing de mi oreja —es horrible que al dormir lo último que pienso es si soy malo para las personas o si debo ser yo quien cambie su forma de ser.
—A mí me gusta verte brincar y escucharte hablar por horas— contestó de forma serena.
Dentro de toda mi vidaa, es quizá la segunda vez que alguien me dice eso.
__
—De acuerdo, esto haremos— señaló Tristán un día cuando salimos del dormitorio por la mañana.
Su brazo jaló mi cintura hasta él, pegándome por completo por un costado.
—Te mentiría diciendo que puedo borrar a las personas que te hieren— dijo cerca de mi —pero si puedo ayudarte a que ellas no vengan a ti mientras yo exista. Cuando estemos juntos por la universidad, vas a estar a un lado de mi de esta manera, no voy a soltarte, y después, cuando volvamos al dormitorio, puedes saltar y correr todo lo que quieras, yo no voy a detenerte. Y si yo no estoy y quieres ser quién eres, solo házlo, si alguien más te dice algo, avísame.
—Pero y si ellos te...
—Me importa poco qué puedan decirme o hacerme, ellos critican, yo tengo a un chico lindo durmiendo conmigo.
Sonreí plenamente a él, estando en un acuerdo común. Esa fue la razón principal por la que, todos nos veían cerca todo el tiempo.
__
Esas cosas y más, fueron las que poco a poco, me hacían olvidar las razones por las que detestaba salir todas las mañanas de la habitación.
Ya no había día en el que no estuviera cerca de Tristán, en el que él no me escuchara hablar e ir de un lado a otro. Así como yo lo escuchaba a él.
Que por cierto, es bien sabido que el chico no era de muchas palabras.
Sabía que el trato especial que el moreno me estaba dando, más allá de empezar a atraparme, me hacía temer, porque ahora yo no quería que se fuera.
Y por ello mismo, fue que entre muchas de mis locas ideas, lo había tomado de sorpresa, diciendo que ir a casa de mis padres antes del festejo de noche de brujas, sería una buena idea, de la cual, claro que les avisé desde antes
No quería amarrar a Tristán conmigo, pero cuando aceptó nerviosamente, acordando que él acudiría, fue que en serio quise tenerlo para mí.
Para bien o para mal, yo me hice dependiente del de ojos morados.
...
—¡Hola!— alargué la "a" en mi saludo emocionado hacia mis padres.
—¡Dimitry!— gritaron Daniel y Bruno.
Pasé a la casa primero, en la que me recibieron con un saludo típico de nosotros, un saludo con juegos de manos que solo los tres conocíamos.
—¡Traje a alguien especial!— indiqué, haciendo aparecer a Tristán en sus vistas. De igual manera, ellos ya sabían que yo vendría.
Abrieron la boca sorprendidos, y en poco tiempo, el pelirrojo de pecas hizo una mueca, sacando dinero de su billetera para dárselo al moreno.
—¿Qué te he dicho de no apostar conmigo sobre nuestro hijo?— preguntó Daniel a su esposo, con ego.
—Brunito nunca gana— se quejó el otro —pasen, pasen, ¡Hoy no quemamos la comida!
—Eso es nuevo de oír— indiqué al chico alto, para hacernos pasar a ambos.
Pasamos a comer tranquilos, ellos conociendo a Tristán lo más que pudieran, como siempre, solíamos hablar de todo lo que queríamos, mis padres eran de las pocas personas que en serio disfrutaban estar conmigo.
Notaba que en todo este tiempo, ninguno parecía estar incómodo, Hudson empezaba a integrarse mejor a un ambiente de energía y alegría como era el de nosotros.
En un momento, Daniel y Tristán estaban hablando tranquilos en el jardín de atrás, no se veía una conversación muy altanera, ni tampoco seria, solo se veían hablando amenamente.
Bruno corrió a la habitación de ellos, con la excusa de que tenía que mandar su trabajo a la empresa donde trabaja, y por mi parte, preferí quedarme en las escaleras, observando a mi padre y a mí... "Amigo", hablar.
—¿Qué haces aquí dentro?— preguntó el pelirrojo bajando las escaleras de regreso.
—Hundiéndome en la duda y tristeza— respondí bajando mi cabeza.
—Oh, ¡Yo también quiero!— se animó tomando lugar por un lado, sus manos por debajo de su barbilla, sosteniendo sus mejillas —¿Por qué estamos en duda y tristeza?
Hice una mueca mirando a los dos hombres en el jardín, en especial al de ojos morados.
Siempre había tenido mucha conexión y confianza con Bruno, había veces que, sin darnos cuenta, nos contábamos lo que más nos afectaba en ese momento.
Hoy no sería la excepción, los consejos de Bruno, muchas ocasiones eran más serios de los que se podían pensar.
—Se siente extraño encontrar una persona que parezca estar conforme con mi forma de ser. Digo, no es malo, pero es raro pensar que Tristán no ha mostrado querer alejarse de mi... Y, supongo que no me gusta imaginar que él podría irritarse en algún momento— expliqué más neutral que lo normal —él no me ha juzgado y, solo tengo miedo de que eso ocurra, porque no sé cuál es la razón por la que sigue conmigo, es confuso, estresante y confuso.
Tomó una respiración pensativa, y ahora él miraba al mismo lugar que yo, tal vez era que su mirada no estaba en Tristán, sino en el moreno rizado que tiene como esposo.
—Sabes, yo te entiendo— dijo animado —en serio, pasé por lo mismo que tú cuando estaba en preparatoria y universidad. ¿Y te digo algo? Eso te va a doler, porque las personas allá fuera no saben cuándo parar hasta que saben el verdadero daño que te han hecho.
—Las personas son malas...
Continuó tranquilamente —Son menos empáticas, sin embargo, no te va a doler por siempre, yo sé qué es difícil para ti que las personas te traten diferente a como quisieras, como tu padre, te digo que no les tomes importancia... Pero como alguien que ha pasado por eso en carne propia, te digo que esas personas nunca van a cambiar, y tampoco deben cambiarte a ti.
Se levantó del escalón decidido a volver con los otros dos, no sin antes darme esa sonrisa paterna que tanto necesitan las personas cuando menos lo creen.
—Siempre habrá alguien con quién puedas ser quién eres sin que intente cambiarte, probablemente no lo creas al inicio. Y siendo sincero, yo tampoco lo noté la primera vez— finalizó desordenado mi cabello.
Corrió al jardín feliz, y justo al llegar con Daniel, se colgó de él en un abrazo, en el que el moreno lo recibió sonriente.
Aquí era dónde había recordado unas palabras que alguna vez, Daniel me dijo cuando era más pequeño, en ese instante tal vez no lo entendía, y ahora que lo estaba viviendo, tomaban tanto sentido.
"—Dígamos qué, las personas son difíciles de complacer— indicó ayudándome a anudar una corbata en mi primer día de secundaria —escucha, Dim, tú eres un chico grandioso, alegras muchas vidas con tu energía, incluyendo la vida de tu padre y de mi, pero las personas amargadas allá fuera, no lo entenderían aunque quisieran. Por más que ellos te digan que ser tú está mal, quiere decir que ellos son quiénes no se aceptan como son. Nunca cambies por nadie, ¿Bien?
—Prefiero hacer reír a las personas que ignorarlos— contesté pensando.
Rió asintiendo. —Lo sé, y eso es genial, nunca dejes de hacerlo, Dim, así como no debes dejar que ellos te impidan reír.
—¡Eso no tiene sentido!"
Qué razón tenías, Daniel.
—¿No vienes?— la mano del peliazul se puso enfrente de mí, esperando a que la tomara.
Alcé la vista decidido, encontrándome con sus hipnotizantes ojos morados.
Me levanté en el escalón que estaba, quedando a una altura mayor que la de él.
—No me importa si es un lugar apropiado— señalé tomando su rostro —si es momento o no, pero debo hacer la pregunta del millón aquí y ahora. ¿Te gustaría ser mi pareja?
No digas que no, no digas que no.
Abrió su boca sorprendido, pasando sus manos por mi cintura, seguramente, mis padres ni siquiera nos estaban haciendo caso.
—Creí que yo quería quién hiciera la propuesta— opinó dejando un beso en mis labios —pero si decidiste tomar la iniciativa, yo acepto.
—Más te vale, estaba comiéndome las uñas porque no decías nada— añadí abrazando su cuello.
Tal vez, yo ya había encontrado a esa persona.
______________
Ya juro solemnemente que el siguiente es el último extra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro