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9.- "Bienaventurada Tormenta"

Anthony Walker

Decir que quería abrazarlo y morirme de ternura era poco, sin embargo, estaba consciente que no sabía qué le pasó, y primero debía averiguarlo.

Para nada era normal que él llegara así, mucho menos en este estado.

—Necesitas quitarte esto y ducharte— le indiqué —cuando estés tranquilo, puedes contarme.

Miré más abajo de su ropa, y me di cuenta de la razón por la que lloraba.
Tenía roto el pantalón en la zona de sus rodillas, estaban heridas y con un poco de sangre.

—Ven— dije antes de llevarlo a mi cama, lo dejé sentar en la orilla de esta y fui a buscar algo para curarlo.

Encontré el botiquín de primeros auxilios que supuestamente dejaron en cada habitación.
Tampoco iba a dejar que se sentara en su cama y mojara todo.

—Ah... Tony— me llamó preocupado, al menos su voz ya se había regulado —no puedo quitarme esto.

Llegué con el botiquín y lo dejé sobre un lado, solo para ver al pequeño castaño intentando quitar su camisa, pero no podía por lo mojada que estaba.

Me acerqué y yo mismo empecé a retirar la camisa de él, levantó sus brazos obedientemente, y hasta que la camisa salió de su cuerpo, fue que me sonrió. Ni en las peores circunstancias él deja de mostrar calidez.

De igual manera, me encargué de ayudarlo a bajar sus pantalones, era una escena que se podía malinterpretar con mucha facilidad.

Y era imposible que yo no me imaginara a Eliot y yo así, en otra situación.

Solo que ahora debía no mirar su cuerpo, no quería que se sintiera incómodo.

—¿Podrías... Apresurarte? Tengo mucho frío— dijo abrazándose a si mismo, me había quedado viéndolo sin siquiera saber.

—Ah, sí, lo siento— dije por último.

Recordaba lo que Ayden alguna vez me enseñó para tratar heridas por caídas, no era nada del otro mundo, pero aún así debían desinfectarse.

—¿Por qué debo ducharme si... Literalmente me mojaron todo el cuerpo?

Sonreí. —¿Tus padres nunca te dijeron que cuando la lluvia te moja, debes ducharte al llegar?

—Quizá lo mencionaron una vez, pero probablemente le dijeron eso a Daren.

Y de nuevo ese.

Bajé a la altura de sus rodillas y comencé aplicando muy poca agua solo para quitar la tierra que estaba en ellas.

Con un algodón fue que yo mismo me encargué de colocarle pomadas y lo que fuera necesario para que no se infectara.

En el proceso, se formó un silencio profundo, silencio en el que ambos sabíamos lo que iba a decir.

—¿Puedo preguntar?— dije.

Asintió convencido.

—¿Qué estabas haciendo para que te pasara esto?— añadí poniendo atención a lo que hacía.

—Daren estaba algo enojado conmigo, y no quise quedarme mucho tiempo con él— empezó —después te fui a buscar, pero me dijeron que te vieron salir en tu auto, y decidí que quería salir yo mismo a distraerme.

Escuché atentamente todo lo que me decía, su tono no era de alguien muy seguro de sí, se escuchaba más nervioso y arrepentido.

—Caminé por varios lugares, y cuando empezó a atardecer... Me di cuenta que no recordaba el camino de regreso— se avergonzó tanto, que tapó su rostro con ambas manos.

Reí en voz baja. —¿Te da vergüenza olvidar el camino?

—No conozco mucho la ciudad— agregó —tuve qué pedir indicaciones... Cuando venía para acá ya estaba lloviendo y era de noche.

Pareció que ese ya era su relato final, me dió muy poca información.

—Eso no justifica tus rodillas, solo el por qué llegaste bañado— dije en broma, estaba descubriendo poco a poco que cuando digo las cosas bromeando, Eliot parece olvidar la vergüenza que tenía.

—Ví un cachorro en la lluvia, estaba muy perdido buscando a su madre— soltó un quejido al momento que puse un poco más de fuerza.

—Lo siento.

—Mmh, quise llevarlo a un lugar seguro, un refugio de animales estaba cerca, se llama Eclipse, y cuando regresé... Tropecé en un charco con piedras y lleno de lodo.

—Entiendo— comenté tranquilo, porque por dentro, yo ya me imaginaba a Eliot debajo de mí, ¡¿Por qué tiene que ser tan tierno?!

—Sé que lo que Daren dijo sobre tu familia no fue correcto, y me disculpo por él.

Negué. —No tienes nada qué disculpar, aprenderé a no dejarme llevar por su boca suelta.

Ahora que ponía más atención, Eliot tenía piernas bonitas.

—Ve a ducharte, elegiré ropa abrigada para ti.

Ladeó la cabeza sonriendo. —Eres tierno cuando te preocupas, Tony, ojalá tu familia pudiera verte igual a como yo te veo.

Me levanté del suelo y guardé casi todo en el botiquín de regreso, a excepción de algodón que usé.

Movió sus piernas pataleando y mordió su labio inferior completamente, sin dejar de verme, hasta que sus cejas se juntaron confundidas

—¿Qué?— pregunté.

Alzó los brazos confundido. —¿Por qué la cara se te puso roja?

—Por nada— me giré rápido a dónde estaba la ropa de ambos —solo ve a ducharte, no te interrumpo más, llevaré tu ropa a lavandería, si es que sigue abierto.

—¡Gracias por ayudarme!— soltó antes de ir al baño.

Me apoyé sobre el mueble dónde se guardaban nuestras prendas, y negué fuertemente.

Este chico me está matando y ni siquiera se da cuenta del impacto que está causando en mi.
También es sorprendente como con el simple hecho de decir lo que piensa, puede generar tantas emociones en alguien.

La inocencia de Eliot llegaba a un punto tal en el que no se daba cuenta lo que manifiesta a su alrededor al hablar o el simple hecho de ser él.

Sonriendo como idiota, fui a llevar la ropa empapada del castaño a lavandería.

En el camino, pensé en cómo haría para soportar esto que sentía por él.

Estaba más que seguro que, entre más tiempo pase, más me gustará, y así hasta quedar completamente enamorado de él, y si no hacía algo sobre eso, al menos para saber si tenía una oportunidad, llegaría alguien más a quitarme ese sueño.

...

Afortunadamente, la lavandería estaba abierta, o al menos eso creía al ver una luz encendida dentro del cuarto.

Abrí la puerta con cuidado, y al entrar, me encontré con la castaña sentada en el suelo, exprimiendo ropa en una cubeta.

Era una luz muy tenue la que me dejaba verla, y toda la atención se iba a las máquinas blancas.

—¿Buenas noches?— pregunté acercándome a al lavarropa.

—Hola, Tony— dijo volviendo a torser la prenda con mucha fuerza.

—¿Problemas con la secadora?— volví a preguntar, colocando la ropa de Eliot dónde debía.

Dejé todo listo solo para que la máquina hiciera su trabajo, y así solo me concentré en la chica que estaba presente.

—Para nada— contestó volviendo a mojar aquella prenda —digamos que es una terapia para el enojo.

Giré mi cabeza a un lado confundido.

—No te ves como alguien que esté enojada— expliqué apoyado en el lavarropa.

—Significa que sirvió— contestó feliz —supongo que, tener un padre que tiende a enojarse por muchas cosas, y a otro que todo el día está sonriendo, ayuda mucho a controlar tu temperamento. De alguna u otra manera, aprendí a sobrellevarme cuando estoy enojada.

—¿Y qué fue lo que te hizo torturar esa camisa?

Sonrió. —Asuntos del festejo, es cansado ser quién organice todo, por eso te pedí ayuda, si era solo yo, no sería ropa lo que estaría torturando.

—Pareces muy tranquila cuando estás con las personas— comenté —contagias a los demás.

—¿Así como tu amigo a ti?— preguntó riendo —no tienes qué ocultarlo, reconozco esa mirada que tienes cuando él está enfrente de ti.

La miré con duda, parecía estar muy segura de lo que estaba diciendo. Yo no iba a negarlo, cuando sé perfectamente que estoy hechizado por Eliot.

—No pensé que alguien como él me atrayera tanto— comenté sin pensar —pero solo míralo, ¿Hay algo malo que él tenga?

—Mmh— se puso de pie dudando —quizá la parte en la que él no se da cuenta de tus sentimientos.

—Algún día le diré... Espero.

Nuestra charla duró menos de lo que hubiéramos esperado, tenía que regresar al dormitorio para asegurarme que Eliot no necesitaba algo más, y luego regresar por su ropa.

Regresé a dónde él estaba, y de fondo aún podía escuchar el constante sonido de la lluvia cayendo, muy por lo lejos ahora empezaba a escuchar truenos.

Me acerqué al cerrojo para abrir la puerta, a este tiempo él ya debería estar incluso dormido, si es que no tenía tarea qué hacer.

—Dejé tu ropa en lavandería con Acacia, solo quería saber si necesitabas algo— propuse entrando.

—Todo está bien— escuché en algún lugar del dormitorio, y luego apareció en mi vista —lamento haber tomado esto, pero tienes ropa muy cálida, ¡Y ya no tengo frío!

Pasé saliva con nervios, no esperaba ver alguna vez a Eliot así, con una sudadera mía, mucho menos con una que justamente le llegaba hasta los muslos.

Las mangas de la prenda sobrepasaban sus manos un poco, todo eso más el hecho de que su cabello permanecía mojado por la ducha, daban como resultado que yo me bloqueara, y al mismo tiempo estaba pensando en tantas cosas que quería hacerle ahora mismo.

—¿Estás molesto? Me la quitaré— dijo preocupado, levantó un poco la sudadera para quitársela.

—No, no, está bien— respondí rápidamente —puedes usarla, no me molesta.

Sonrió convencido y elevó sus dos pulgares alegre.

En medio de la lluvia, un rayo se asomó por nuestra ventana junto con un fuerte trueno, y rápidamente Eliot corrió debajo de las sábanas de su cama.

Se enrolló completamente en ellas, provocándome una risa más. Con él nunca puedo dejar de estar feliz.

—¿Todo bien?— pregunté acercándome a su cama.

—No me gustan los truenos— escuché debajo de todas las sábanas —nunca me enseñaron a lidiar con la lluvia.

—Estás en un lugar seguro, nada va a pasarte aquí— expliqué sentado en una orilla.

—Debe darte vergüenza tener un compañero cobarde— musitó dando un pequeño silencio —que se pierde en la ciudad y se cae en charcos.

Algo en su tono se escuchó más serio y triste de lo usual, como el mismo que usó cuando llegó antes de lo que pasó con Daren.

—No pienses eso, Eli— me incliné hacia atrás para estar a un lado de él, y quité las sábanas que lo cubrían.

Me topé con su pequeño cuerpo más descubierto, la sudadera había terminado más elevada que dónde debía, dejándome ver qué solo tenía pantalones muy cortos de pijama.

Estaba boca abajo, y eso fue suficiente para que su parte trasera resaliera, aunque fuera pequeña, era muy sexy para mi pobre mente.

—No me avergüenzas— dije evitando a toda costa ver más abajo de su rostro.

—Es difícil creerlo— comentó rascando con su dedo el colchón.

—¿Por qué me avergonzaría de ti?— pregunté indignado, algo me decía que tenía mucho que ver esto con la actitud que mostró al llegar de u casa —al contrario, me alegra ser tu compañero.

—Si tus propios padres dicen estar avergonzados de como eres, ¿Cómo crees que los demás piensan sobre ti?— lanzó mucho más decaído.

—Mmh...— dudé —¿Por qué me importaría cómo me ven los demás? Sé quién soy, y pienso que eso es suficiente.

En realidad, jamás me había planteado en esa situación, ya que Frank y Ayden jamás tuvieron necesidad de querer que llegáramos a ser alguien en específico.

Más bien, lo único que siempre estuvieron firmes en enseñarnos, eran cosas básicas, mientras nosotros fuéramos buenas personas, ellos estaban bien con eso.

—Ellos nunca han estado orgullosos de mi— soltó enterrando su cabeza en las almohadas —ni siquiera Daren.

Me acomodé recto mirando al techo, desde esta perspectiva, él tenía razón, la habitación es muy aburrida y gris.

—Yo lo estoy— dije seguro —quizá ellos no, pero, yo estoy orgulloso de ti.

Levantó su cabeza de las almohadas, y en un movimiento rápido, se sentó sobre mí, puso sus piernas a los lados y me miró sorprendido.
Y justamente, su bonito trasero había quedado sobre mi cintura.

Su rostro tomó un brillo que no había visto en él nunca, pero parecía estar muy feliz.

—¡Promete que no vas a avergonzarte de mi nunca!— dijo desesperado, con una expresión tierna —por favor... Aunque sea por una vez, necesito que alguien se quede conmigo sin condiciones.

Sus dos manos habían quedado a mis lados, por lo que para estar más alejado decidió ponerlas sobre mi pecho.

No te pongas duro.

No te pongas duro.

Por favor no te pongas duro.

Yo, lo juro, lo juro— balbucé varias veces, cerrando mis ojos.

Su cabeza se dejó caer sobre mi, y aún así, tuvo el atrevimiento de abrazarme tiernamente.

—Gracias— susurró.

Ya ni siquiera estaba poniendo atención en lo demás, me encontraba en una lucha interna por no dejar que alguien se levantara, pero no ayudaba mi atracción a Eliot, menos cuando por esa misma atracción, ví por arriba de él como su cuerpo se tendría sobre el mío.

Jamás me imaginé que esta situación se presentaría así, y solo por eso, el pánico en mi se estaba yendo, porque todo eso se fue directo a mi miembro, el cual, sin más, se levantó.

—Eliot, ¿Puedes hacerte a un lado?— fue casi una orden, ya no podía ni verlo a los ojos.

—¿Soy pesado?... Oh— comentó.

Saltó de la cama de repente, dejándome libre.

—¡Yo, lo siento, en serio!— dijo apresurado, y su cara estaba demasiado roja junto con sus orejas.

Ahí empiezo una discusión de disculpas, Eliot muriendo de vergüenza por ponerme así, y yo por haberme puesto.
Tan claro era que ambos no podíamos con la vergüenza y el rubor.

—Eh, mejor voy por tu ropa— dije rápido para encaminarme a la salida.

—¡Suerte!— contestó igual de nervioso.

Esto no estaba bien, me había convencido que no iba a insinuarme a él a este nivel para que no se sintiera incómodo, pero en lugar de eso, terminé dejándome llevar.

Si me pongo a pensar, no es toda mi culpa.
Pero aún seguían los nervios presentes, y la erección también.

¿Cómo era que con solo haberse sentado pudo ponerme así?
No tengo idea, pero era un hecho que Eliot podía causar tanto en mi como él quisiera.

Y no estaba seguro si la próxima vez iba a lograr mantenerme quieto.

Discretamente, tuve que regresar por la ropa del castaño, para regresar al dormitorio, con suerte evité que nadie más me viera, claramente, esperé mucho tiempo a que esto volviera a su lugar.

Para cuándo todo volvió relativamente a la normalidad. Decidí regresar.

Volví a abrir la puerta, esta vez esperaba no encontrarlo en una situación parecida a la de antes. Y en efecto, al llegar, solo me topé con una lámpara encendida, pero Eliot estaba tendido sobre su cama.

Las sábanas tapaban toda su cintura, solo veía que en verdad se quedó con mi sudadera puesta.

Dejé la ropa que ya estaba seca sobre una silla, ¿Tanto me había tardado en ir por ella y secarla?

El tiempo que haya tardado, fue suficiente para que el castaño se quedara perfectamente dormido.

Fracasé en no dejarme llevar por la vista, y me acerqué un poco solo para observar cómo el rostro de Eliot estaba totalmente relajado y sereno.

Todo él era una muestra perfecta de inocencia, y se veía muy hermoso durmiendo, con tranquilidad, como si no se diera cuenta de lo que pasa a su alrededor.

Aunque, él en verdad no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor.

Para su suerte, la lluvia había cesado, solo eran pequeñas gotas relajantes las que caían.

Yo podría observar dormir o despertar a Eliot Callaghan todo un día, y no me iba a cansar de apreciarlo.

Estoy muy perdido.

Me quedé convencido de los posibles resultados de esto.
Podré lograr algo con él.
O en su defecto, no lograré nada, y voy a estar realmente herido.

Y a como lo veo, la segunda opción parece la más creíble.

...

Despierta.

¡Ya amaneció!

¡Anthony tenemos clase en diez minutos!

—Quiero dormir— dije somnoliento a la voz que se escuchaba hablarme, pero ya había despertado realmente, ya sabía quién era.

—Bien, te dejo dormir— soltó rendido, y luego dió un grito ahogado —¡Traeré refuerzos!

Escuché sus pisadas salir del dormitorio, no me quería molestar en despertar, anoche había pasado el último día del fin de semana en hacer todo lo que no hice de tarea, pero valió la pena, así podía disfrutar del silencio y la paz que Eliot me brindaba mientras dormía.

Claramente, tuve que ponerne audífonos para no despertarlo, pero perdí la cuenta de cuántas veces sonreí a causa de su rostro dormido.

En los dos días que pasaron, él no pareció recordar lo que pasó el viernes, y lo agradecía, más bien, él dejó de tomarle importancia, como si nada hubiera ocurrido.

Aunque cada vez estaba más despierto, no quería levantarme, no ahora.

Pasados unos veinte minutos, escuché voces en el pasillo de nuevo, y al momento que la puerta del dormitorio fue abierta de nuevo, la voz elocuente de alguien llegó a mis oídos.

—¡BUENOS DÍAS!— gritó antes de abalanzarse sobre mi en mi propia cama —¡Despierta, hoy es un nuevo día para seguir amando a tu primo favorito!

Me quejé debajo de las sábanas, intentando tirarlo.

—Eres mi único primo— dije antes de levantarme y tirarlo de la cama.

El castaño levantó dos pulgares a Eliot, y él de regreso a Dimitry.

—¡Y por eso soy tu favorito!

—Fuera de aquí, es temprano— regañé poniendo mi cabeza sobre la almohada de nuevo.

—Hice mi mayor esfuerzo— finalizó el chico —acudiré a mi segundo plan, si no se despierta en cinco minutos, llámame.

—Gracias— contestó Eliot, confiado en la palabra de Dimitry.

Mi primo salió y el dormitorio volvió a quedarse en silencio, el cual no me molestaba.
En los próximos segundos, solo sentí como alguien se metía debajo de las sábanas y llegaba hasta mi rostro.

Abrí mis ojos, y con la luz del sol que se encontraba arriba de estas, observé la cabeza de Eliot enfrente de mí.

—Pensé que no querías llegar tarde— dijo en un puchero —será mejor que te deje dormir, ¿Verdad?

Quiero comerte a besos, Eliot.

—¿Desayunaste?— pregunté mirándolo.

Negó contra el colchón. —Te estaba esperando pero jamás despertaste.

—¿Y quieres llegar tarde conmigo?— cuestioné ahora más cerca de su rostro —vamos a desayunar algo.

Pensó un largo tiempo, sabía que llegar tarde para él era algo que no entraba en su vida cotidiana, él simplemente tenía miedo de romper las reglas. Realmente, Eliot era bastante sumiso, pero cuando era yo quién le proponía correr riesgos, lo consideraba.

—Si es contigo, por mi está bien— respondió sonriendome.

Me levanté demasiado rápido de la cama en cuanto dió luz verde a mi propuesta.

Ahora sí empecé mi día de buen humor.

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Así o más caliente el Tony.

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