11: ¿Una oportunidad?
*Palabra de la semana: compañero
------- *** -------
Desde que tengo uso de razón, he vivido en las peligrosas calles de esta ciudad, tomando comida de algunos restaurantes para sobrevivir; aunque eso, me ha costado algunos gritos y hasta golpes que han dejado cicatrices.
Perdí a mi madre hace muchos años, cuando un mal conductor la atropelló, una de esas tantas noches que salió a buscar algo de alimentos para sus cachorros. Aún recuerdo, llegó exhausta dándonos su último aliento, para que nosotros pudiéramos llenar el estómago en esa noche de invierno; al menos, se despidió con una sonrisa.
Con mis hermanos nos mantuvimos juntos un par de meses más, cuando tuvimos que separarnos por la maldad de los ciudadanos que nos consideraban una plaga o una amenaza para sus hijos. Desde entonces, estoy solo buscando sobrevivir en este inmenso lugar, porque nadie podría llamarle a esto vida.
¿Por qué no me he unido a otros grupos?, lo he pensado bastante; pero tampoco obtienes algo bueno de esa decisión, solo encariñarte con quienes llamas amigos. ¿Para qué?, si a las finales también terminas perdiéndolos. Al menos, me prometí no volver a pasar por ese sufrimiento.
Por eso, prefiero mantenerme alejado, en zonas donde no interactúo con otros gatos, o con los amenazantes perros. ¡Sí!, a veces suelen ser demasiado hoscos; sigo sin comprender, ¿qué placer tienen en perseguirnos? Además, es patético verlos poner esa carita triste, para que los humanos les lancen un poco de comida.
Pero no crean que todo es negativo, pienso que también hay un lado bueno en todo esto; déjenme contarles algunos. Primero, puedo apreciar el amanecer en todo su esplendor cada mañana, a diferencia de las mascotas que dependen de alguien; segundo, puedo movilizarme a dónde quiera sin restricción alguna. Y tercera, es un secreto que deben guardarme, puedo ensuciarme donde escoja.
PRR-PRR.
Y nada mejor para terminar el día, disfrutar de un trozo de carne que obtuve del basurero, mirando las estrellas que tintinean en ese oscuro cielo.
Guau, guau.
Sin embargo, mi dichosa tranquilidad y la llegada de mi sueño, se ven interrumpidos por unos molestosos y conocidos sonidos.
Guau, guau.
Me levanto fastidiado y con algo de pereza, caminando hacia el lugar de dónde provienen esos ruidos; asombrándome cuando a cierta distancia, encuentro a un cachorro salir de una caja de cartón. «¡Aléjate impulso de idiotez!», no puedo negarlo, me causa curiosidad saber qué hace alguien como él por acá.
Me acerco sigilosamente para no terminar como víctima, porque también puede ser una trampa; aunque termino sorprendido cuando "ese", se percata de mi presencia y me salta encima.
—¡¡NOOO...!! —pego un grito para nada macho, temblando cuando veo mis sietes vidas pasar a través de mis pensamientos.
Pero me sorprendo, cuando siento unas lamidas sobre mi rostro, subiendo y bajando; dejándome mis bigotes todos babosos y pegajosos.
—¡Ya, ya!, ¡detente!, ¡perro tonto! —trato de apartarlo empujándolo suavemente, aunque debo admitir que es más pesado.
—Guau, guau.
Me ladra como si entendiera su lenguaje perruno, o quizá, aún no aprende a hablar. Resoplando fastidiado, sigo sus pasos hacia la caja, para verlo mordiendo unos peluches que ahí se encuentran.
—¡Vaya! —recién me entero, es un abandonado como algunos que conocí.
Hasta ahora sigo preguntándome, ¿por qué los humanos desechan animales como si se trataran de basura?; pues imagino que esa experiencia, crea un sentimiento de profunda tristeza. No podría decir que lo he sentido, porque mi caso es diferente, nací en las calles.
—Guau, guau.
Me acerco para intentar tranquilizarlo, puede estar inquieto porque no entiende la situación, o quizá, sigue manteniendo las esperanzas que regresen por él; «¡no amigo!, estás solo desde ahora», prefiero guardarme esas palabras.
Es demasiado tarde para estar jugando o haciendo bulla, porque en este vecindario son quejosos; y en ocasiones, salen a ahuyentarte con agua demasiado caliente.
—Mejor descansemos un poco, mañana será otro día —me acurruco a su lado, acción que parece tranquilizarlo, pues se acomoda quedándose rápidamente dormido.
Pensé en dejarlo a la mañana siguiente, debe aprender a sobrevivir solo; pero extrañamente, se me ha pegado como chicle. Por eso, no he podido hacer más que, tenerlo conmigo unas semanas. Un trabajo demasiado exhausto, porque debía tomar comida para dos y estar atento a que no se meta en problemas; pues este condenado, no se mantiene quieto un segundo.
Y como sé que esto no terminará bien, ahora nos encontramos aquí, en un parque donde algunos universitarios se reúnen para despejarse del estrés de los estudios; oportunidad perfecta para encontrarle un dueño. Y ahí se encuentra él, con un hermoso moño rojo amarrado al cuello, jugando con su peluche favorito.
Algunas personas pasan y simplemente lo observan, pero no transcurren ni quince minutos, cuando unos jóvenes se detienen para tomarlo en brazos.
—¡Oh pequeño!, ¿qué haces aquí tan solo? —pregunta uno de los muchachos, recibiendo unas lamidas como respuesta; «este tramposo sabe hacerla»—. Creo te han abandonado, ¿te apetecería venir con nosotros?
Y misión cumplida, he hecho mi trabajo como buen samaritano, consiguiéndole un buen hogar y una familia a ese pobre cachorro; pues sinceramente, la calle no es terreno para alguien inocente como él.
Guau, guau.
Sin embargo, unos llamados detienen mis pasos, mirando asustado a ese bobo soltarse de los brazos del humano, para tontamente correr hacía mí y caer en mi encima, como se ha hecho costumbre.
Guau, guau.
Sigue ladrando insistentemente y por su culpa, «juró que lo castigaré», ahora tengo a esos dos chicos observándome fijamente.
—¡Oh!, es un gato de la calle y está todo sucio —menciona el muchacho de piel más oscura, recibiendo mala cara de mi parte. «¡Oh, perdóneme!, ¡señor pulcritud!».
—¡Eres malvado!, no sabes qué vida haya tenido —el jovencito de piel más pálida, me toma en brazos—. A parte, parece ser amigo de Broomy.
«¿Qué haces humano?, ¡suéltame!; de lo contrario, te vas a ganar unos buenos arañazos», lucho para intentar zafarme.
—¿Broomy?, ¡estas bromeando!, ¿verdad?; mamá no nos dejara tenerlo —el trigueño es interrumpido cuando el otro aclara, tenerlos—. ¿A los dos?, ¿estás loco?, nos botara con todo y mascotas.
—¡Déjamelo a mí!, siempre termino convenciéndola —es la respuesta del otro, mostrándolo un guiño lleno de confianza.
«¡No puede esta pasando!, ¿esto debe ser una jodida broma?», el chiquillo me toma en brazos, mientras "Broomy" es llevado por el otro.
Intento soltarme para correr lejos de ahí, pero este sujeto tiene demasiada fuerza. «¿Qué hago con un humano?, ellos solo traicionan y lastiman, ¿verdad?»; aunque debo admitir, se siente bien estar en brazos.
Guau, guau.
Ese tonto perro parecer querer animarme, quizá... ¿deba darle una oportunidad?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro