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10: ¡Feliz Cumpleaños!

*Palabra de la semana: cumpleaños

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Han transcurrido unos días desde que Tomoko ha perdido comunicación con su mejor amiga, parece como si hubiese desaparecido. Ha perdido la cuenta de cuántas llamadas le ha realizado, las primeras sonaban y sonaban hasta que se conectaba el buzón de voz; pero desde ayer, se conectan directamente con esa mecánica voz que le crispan los nervios. ¿Por qué no mensajes?, tampoco mencionarlos porque todos siguen sin ser vistos.

Los padres de la muchacha también parecen preocupados, porque después de ese vergonzoso incidente, Isabela se ha encerrado en su habitación y no responde llamado alguno. Ni siquiera ha salido para probar bocado, solo se escucha el sonido de la televisión. Han intentado forzar la entrada, pero se encuentra asegurada desde adentro y prefieren dejarla sola; entienden que una situación como aquella, implica un trauma para una noble jovencita como ella.

Pero Tomoko lleva horas sintiéndose intranquila, no entiende por qué una punzada ha invadido su pecho, como alertándole que Isabela se encuentra en algún peligro. Sin embargo, es difícil averiguar cómo se encuentra porque se resiste a establecer contacto con los demás.

«¿Acaso se tratará de esas cinco víboras?, ¿serán ellas quienes están volviendo a molestarla?», el solo recordar como esas muchachas que han lastimado, humillado y aplastado la autoestima de Isabela; provoca que todo el coraje nuble su raciocinio, buscando una forma para acabar con todo eso, a pesar de la negación de su amiga.

Desde hace unas horas, está buscándola por todos los lugares que frecuenta. Porque tuvo la idea de visitarla, pero cuando llegó a casa, la encontró totalmente vacía. Los padres de Isabela le comentaron que estaban en una reunión y que dejaron a su hija como siempre, en su habitación.

La escuela, la cafetería y el parque fueron los siguientes lugares en su lista de búsqueda; pero el resultado fue el mismo. Su cuerpo se encuentra realmente cansado por estar casi cuatro horas recorriendo cada rincón de la ciudad bajo la intensidad de una lluvia. Hasta tuvo la fantástica idea de tragarse su orgullo e ir a preguntarle a esos cinco monstruos; pero en sus hogares le indicaron que las jovencitas se habían retirado desde temprano a una fiesta.

La desesperación ha empezado a apoderarse de su razón, «¿qué debería hacer?, ¿rendirme?»; pues no, eso no debería ni pensarlo. Porque si Isabela es tan importante para ella, entonces debería agotar todas las posibilidades para ubicarla. «¿Es que acaso ha hecho alguna locura?», se niega a creer en esa idea cuando un biip del celular la hace reaccionar.

Al encenderlo, se percata que una aplicación está indicándole la ubicación de una persona, recordando cuando junto a su amiga instalaron un programa para saber la ubicación de la otra, por si en algún momento necesitaran ayuda.

Un punto rojo le indica que está moviéndose por la ciudad. Con evidente desesperación, aprieta unas teclas para leer la información que la aplicación le está brindando, extrañándose que su amiga esté llegando a casa. Con una tranquilidad recorrer su cuerpo, guarda el aparato para enrumbarse nuevamente hacia ese lugar.

«Parece que Dios está molesto», piensa al recordar las fabulas que su abuela le contaba de pequeña. Además, que la fuerte lluvia ha afectado a la electricidad de ciertas zonas, que hasta el momento se encuentran sumergidas en la oscuridad, mientras no se reparen los daños.

Con demasiada prisa, Tomoko llega hasta la vivienda ajena. Pero ese malestar sigue albergado en su pecho, presintiendo lo peor y complicándose cuando encuentra una vieja camioneta estacionada, con rastros de un fresco líquido rojo que se dirigen hasta el interior. «¿Sangre?», se pregunta asustada temiendo lo peor.

Siguiendo las huellas rojas, camina sigilosamente con el miedo golpear su pecho, acercándose hasta la entrada principal que se encuentra abierta.

—¿Isabela? —pregunta temerosa mientras ingresa a paso seguro, escuchando unos murmullos que se pierden en la profundidad del lugar—. ¿Isabela? —vuelve a llamar sin obtener respuesta.

Conforme se va adentrando, puede reconocer una voz tarareando una conocida canción. —¡Feliz cumpleaños!, ¡feliz cumpleaños!, feliz cumpleaños te deseo a ti —sintiendo un profundo alivio al tratarse de Isabela; aunque algo anda mal.

Un profundo miedo la paraliza mientras tiembla como consecuencia de unas desquiciadas carcajadas que se unen al cántico. Respirando calmado, decide ingresar al comedor para quedar asombrada cuando encuentra a su mejor amiga con ese vestido color pastel que usaba en su fiesta de cumpleaños, manchado con un viscoso líquido que utilizaron las cinco víboras para humillarla. Pero más traumatizante, es hallar alrededor de la mesa los descuartizados cuerpos de esas cinco jóvenes, adornados con gorros y accesorios festivos.

—¿Isabela? —su voz se pierde con el crac del jarrón que cae por accidente.

—¡Feliz cumpleaños, Tomoko! —escucha la tétrica voz de Isabela, mientras la observa abalanzarse sobre ella.

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