*Palabra de la semana: cumpleaños

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Lo he decidido, ahora tengo la situación más clara. No puedo perderlo, no quiero alejarlo, porque solo a él he amado.

Cuando lo vi por los medios sonriendo, juguetear con ese muchacho, entendí que debía recuperar a mi persona más importante. Ese beso fue el detonante para aceptar mis sentimientos, porque ahora no importa si el mundo entero se opone; él estará conmigo y me encargaré de protegerlo.

Sucede que hace más de tres años tuve una relación con Efraín, un hermoso ángel que conozco desde mi niñez y que me salvó de muchas formas que nadie podría imaginar. Crecimos juntos como dos buenos amigos, pero todo cambió desde el inicio de la escuela media, cuando me percaté que mis sentimientos eran diferentes.

Para mí, Efe como le llamaba de cariño, era más que un simple mejor amigo. Quería tenerlo entre mis brazos, probar esa textura que me mostraban sus labios, dormir a su lado y poseerlo de todas las maneras posibles. Y no fue hasta el inicio de la universidad, cuando mis sentimientos fueron correspondidos. ¿Cuál fue el único problema?, que nuestra relación se mantenía a escondidas.

Mi familia desde que se enteró de mi homosexualidad, respetaron mi decisión; pero me pidieron discreción por el honor de mis padres. Crecí con esa idea, que este amor es prohibido y es mejor mantenerlo en secreto. Ese fue mi mayor error, terminé lastimando a Efraín.

Y todo se nos complicó, cuando hace tres años murió su única hermana, quedándose huérfano su sobrino recién nacido. Mi chico no dudo en hacerse cargo de la criatura, pero para mí eso implicaba que nuestra convivencia se viniera abajo y que nuestro secreto peligre. Por eso, le pedí de mil formas egoístas darlo en adopción, amenazando con terminar nuestra relación. Claro que eligió cuidar al pequeño y hacerse cargo de él; sin importarle que terminara quitándole todo lo que conseguimos en siete años, dejándolo prácticamente sin nada.

—Me di cuenta que cometí un error, fui demasiado egoísta al pedirte elegir —las palabras escapan de mis labios sin permiso, pero creo que es mejor—. Y ahora vengo a buscar tu perdón, quiero..., que me digas que aún estoy a tiempo de recuperarte —pensar no me permitiría ser sincero.

Puedo reconocer intriga en esos ojos color café que todas las noches admiraba, esa mirada que me transportaba a un perfecto mundo de sueños hermosos.

—Sabes que no te odio, nunca podría hacerlo —me responde con total serenidad, dándome un mal presagio—. Sabes que fuiste mi primer amor y en honor a ese sentimiento, no podría odiarte —sus palabras duelen.

—Sé que te hice mucho daño, te abandoné cuando más me necesitabas —mi desesperación empieza a notarse—. Pero quiero volver contigo, quiero que con Isaías formemos una familia, quiero que ustedes sean mi todo —suelto en casi una súplica, para asustarme cuando niega.

—¡Lo siento Esteban!, pero no puedo corresponder a tus sentimientos —sus palabras terminan por destruir mi esperanza—. No te voy a negar que realmente te amé, pero aprendí a superarte y a valorarme. Ahora estoy orgulloso de haber continuado a pesar de encontrarme solo —me muestra su inocente sonrisa, esa que provoca que la culpa me destruya por dentro—. Me demostraste que lo nuestro terminó cuando olvidaste por dos años mi cumpleaños, ¿recuerdas?

Ahora entiendo, en su familia siempre ha existido una extraña creencia.

Contaban que el cumpleaños de una persona es una fecha especial, porque es el día que naciste y en donde brillas más que cualquiera. Si realmente amas a una persona, por más furioso que puedas encontrarte, acordándote de su onomástico estás diciéndole lo realmente importante que es para ti. En cambio, olvidar esa fecha o simplemente ignorarla, es demostrarle en todas las formas que no significa nada para ti, que no existe nada entre ustedes. Pero eso no es así.

—Cometí un error, pero eso no significa que no sienta nada por ti. El amor a veces se equivoca —es lo que siempre he creído y quizá se esté convirtiendo en mi más tonta justificación.

—¡No! —me sorprende su respuesta—. Los humanos se equivocan y utilizan al amor para justificar esos errores —sus palabras salen con demasiado naturalidad—. Cuando uno realmente ama, no abandona, no traiciona, no lastima —su mirada muestra seguridad—. Es cierto que existen quiebres y algunas dificultades que lo ponen a prueba, pero nunca una tan difícil como la soledad —son sus últimas palabras para entender que todo ha acabado, que realmente lo perdí.