Tenía los ojos hinchados y la mirada cansada. Sus ojeras demostraban su mal sueño y su humor expresaba estrés, un estrés emocional.

Estaba cansada, cansada de muchas cosas. Cansada de los estudios y las obligaciones, cansada de sus relaciones y lo afixiante de estas, estaba agotada de sus sentimientos y pensamientos, agotada de lo que parecía para el resto y de que lo que hacía era invisible para el mundo ajeno. Y también, estaba cansada por no poder dormir.

Realmente se sentía ahogada, decepcionada y ofendida. Quien decía conocerla, no la conocía, y quien decía entenderla no lo hacía. A este punto estaba cansada.

Su confianza por los suelos la impulsaban a esconderse, su decepción hacia sí misma la hundían en un pozo, y sus sentimientos volubles le rogaban huir de cualquier lugar. Su único refugio era la oscuridad. En ella sus ojos irritados podían descansar, su mente podía perderse en la inconciencia, podía ocultarse y a la vez, dejarse ver.

La oscuridad era su refugio contra el mundo y la sociedad.