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"Las Maravillas de la Realidad"

Mi vida hasta ahora no era nada difícil, escribía novelas y trabajaba en una pastelería, vivía cómoda dentro de mis necesidades y realmente sentía mis días realizados. La mejor parte de estos era cuando me sentaba frente al computador, en mi escritorio y escribía durante horas, en mis días libres, o simplemente unos minutos porque debía hacer cosas.

Lo que más amaba de escribir era la cantidad de hijos que poseía. Sí, hijos. Para mí cada personaje era como un hijo, eran mi creación, eran el fruto de mi esfuerzo, eran mi tiempo libre, eran mi todo. Pero había una excepción a todos esos personajes, había uno que no podía llamar hijo.

Tenía veinticinco años cuando lo creé, le había puesto Noah, tenía  treinta al inicio de la historia de la cual participaba, y era tan perfecto como imperfecto, a mi parecer, era el personaje más humano, más real de toda mi carrera como escritora. Y eso solo desencadenó lo más extraño que podrán escuchar, me había enamorado de mi hermosa creación, me había enamorado del personaje de una de mis novelas.

Desde ese momento donde me vi atrapada en ese ser ficticio,  desistí de cualquier amor correspondido que yo podría haber experimentado y hasta ahora me encontraba en el pozo profundo de amor unilateral a un ser inexistente.

Al contrario de lo que pensarán, desde el momento en que terminé mi novela no la volvía a tocar o leer, simplemente quedó en mi biblioteca, simplemente me limité a leer el título escrito en el lomo, "Las maravillas de la realidad".

Habían sido cinco años realmente tranquilos para mi, y hoy, cumpliendo el aniversario de mi novela célebre, tomé el libro que en mucho tiempo no tocaba, abrí la tapa y leí la primer hoja. Simplemente me hundí en "Las maravillas de la realidad", que irónicamente eran fantasías y deseé desde lo más profundo que Noah, Noah Arander, sea real, sea de carne y hueso, que viva en la realidad y no en su realidad ficticia, dentro de las página de un libro que yo había creado. Y mi deseo se cumplió.

Luego de tres días, mientras me encontraba trabajando en la pastelería, supe que mi deseo se había cumplido. Un hombre, de treinta y algo, entraba por la puerta del local haciendo sonar la campanilla. Mientras murmuraba un "Bienvenido" lo observé mirar los pasteles de diferentes gustos. Mi mente solo podía procesar y comparar mi creación hecha realidad. Era igual que en mi mente: alto, castaño, ojos oscuros, figura esbelta y con un conjunto de rasgos físicos que lo volvían un humano más, ni muy guapo, ni feo. 

-¿Qué desea llevar?- pregunté luego de un largo minuto de escrutinio.

-¿Me podría dar tres trozos de tarta de manzana?-preguntó.

Asentí sonriente, al ver que al igual que en la novela, le gustaba la tarta de manzana.

-¿Desea algo más?-pregunté admirando su mueca pensativa, mientras decidía que pastel sería mejor llevar.

-Un trozo de pastel de almendras, por favor.

Nuevamente asentí, sorprendida de que pidiera mi pastel favorito y entregándole ansiosa su pedido. Luego de cobrarle y antes de que saliera del local, me animé  a confirmar.

-Disculpe ¿Cuál es su nombre?

-Noah, Noah Arander.- dijo sorprendido por mi pregunta, mientras yo simplemente le miraba realmente emocionada.

Ese día llegué a mi casa totalmente feliz ¡Mi creación! ¡Mi más preciado personaje, ahora era real! Pero rápidamente recordé otro detalle de mi amado personaje, era alérgico a las almendras ¿Por qué las habría pedido? Emocionada por que otro personaje de mis novelas exista en esta realidad, tomé la libreta donde escribía y creaba personajes, buscando alguno que en especial le guste las almendras, y lo encontré. 

-Adelaida-leí. en un principio había pensado de "Las maravillas de la realidad" como una novela romántica, pero la historia terminó yendo por otro camino, y Adelaida, mi claro espejo dentro de mis personajes, como la hija que es idéntica a su madre, no apareció en esta novela, sino que en otra mucho más azucarada.

Embelesada y curiosa por lo ocurrido, dormí tan profundamente y soñé tanto, que al otro día, ni bien salió el sol, una nueva historia nacía en mi computador.

Ese día, mientras cerraba la pastelería vi a Noah pasar por la calle y seguir su rumbo, uno desconocido para mí. Asegurándome que la pastelería quede cerrada, le seguí de lejos, hasta que lo vi entrar en una casa pequeña, de patio verde y alguna florecillas plantadas. Era la casa que había usado de ejemplo para escribir en la novela, y que hasta hace unos días estaba en venta.

-Se mudó ayer- me comentó una anciana conocida por todos- Supongo que lo has visto, ayer me preguntó por una pastelería y le recomendé la tuya.-me contó regalándome un guiño.

-Gracias supongo-dije sonriéndole-¿Debería hacerle descuento en los pasteles de arroz por su promoción?

-Considérelo un regalo por sus éxitos.-dijo riendo, y mientras se alejaba respondió.- Con que siga haciendo eso ricos pasteles no necesita agradecerme.

Algunos días después, Noah regresó a la pastelería y pidió tarta de manzana, y pronto su visita a mi local se hizo frecuente. Todos los días, a las once, Noah Arander compraba su porción de tarta de manzana, saludaba con un "Buen día" energético y se despedía con un "Hasta mañana". Unas semanas después esta rutina cambió.

-Buenos días.- la campanilla sonó mientras Noah entraba al local.

-Buenos días.-dije con la sonrisa de siempre.

-Una tarta de manzana, por favor.-dijo mirando la tarta del mostrador.- Y...

-¿Y qué más?-pregunte, notando su tic nervioso de sus dedos y su duda emanar por la mirada.

-Un trozo de pastel de almendras, para comer acá.-dijo con un leve rubor.

Serví todo en sus correspondientes platos y con la bandeja en mano, le serví todo en la mesa donde él esperaba.

-¿Desea algo de tomar? Tengo té, café o jugos a elección.-dije mirando las tartas.

-Un café fuerte y...-volvió a dudar.- Algo que tú desees tomar, quiero que me acompañes.

Me sonrojé, su sonrisa, su rubor y su delicada y despreocupada forma de pedirme aquello me sorprendió. Con una pequeña reverencia en forma de asentimiento, preparé un café bien cargado y un té de jengibre. Sentía su mirada en mi constantemente y me dirigí a la mesa con las bebidas. 

-La señora Aida me dijo que este era su tipo de pastel favorito.-dijo pasándome el plato.- También me dijo su nombre, pero prefiero que me lo diga usted.

-Soy Vanessa, Vanessa Rother.-dije mirando tímidamente mi té. Era realmente mi Noah, era tan parecido.

-Como la escritora Danie Roth ¿Es algo de ella?

Solo pude reírme, y es que ¡Era yo!

-Soy yo-dije sonriendo mientras tomaba mi té.

-¿En serio?-preguntó, yo solo asentí mientras comía un trozo de pastel.- Es increíble, en la foto del libro que leí se ve diferente, debe ser porque es de hace cinco años.

-Sí, no dejo que mi imagen se conozca.-dije recordando que en esa foto tenía lentes y pelo corto.-¿Qué libro leyó?

-"Las Maravillas de la Realidad".-dijo mientras yo me paralizaba y levantaba la mirada de la taza, el veía por el ventanal.- Es curioso, el personaje principal es igual a mí, hasta tiene mi nombre ¿Ya me conocía usted de antes?

Preguntó eso mientras me miraba curioso. Me puse nerviosa. No sabía que decirle ni que hacer, no me iba a creer, no iba a entenderlo, me creería loca, una acosadora.

-Yo...-intenté explicarme, pero nada salía.-Supongo que fue casualidad.

-¿Casualidad?-me miró como si hubiera dicho algo gracioso.- Eres muy interesante Vanessa, deberíamos juntarnos a hablar.

Volví mi mirada a él nuevamente. ¿Noah me estaba pidiendo salir? Miré en busca de alguna pista, tenía su mirada decidida, su sonrisa altanera y una posición que detonaba la palabra "curiosidad". Sí, Noah estaba coqueteándome. Sonreí confiada y emocionada, esperaba conocer lo que ya conocía. Ahora podría amar a un hombre real.

  

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