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The Winged Wolf

En un lugar lejano, en un bosque, en medio de la noche, un cuervo lloraba en un árbol mientras observaba la luna. Sus lágrimas contenían sentimientos ocultos detrás de esa máscara de muerte, esa máscara que la gente ponía a su especie.

El cuervo deseaba volar lejos, deseaba la libertad, ahuyentar las miradas aterradas, presas del pánico, pensando de este cuervo como un mal augurio. Extendió sus negras alas y sin más intentó volar, pero el peso de su corazón roto y los sentimientos que aún guardaba le hicieron caer, y lo poco que había volado provocó que se golpeara duramente contra el suelo. Pero el cuervo no se levantó, tan solitario en ese duro suelo, lejos de los aires, lejos del cielo, decidió esperar, tal vez, una muerte segura en manos de un depredador.

Mientras el cuervo vivía su sufrimiento, un lobo gris vivía el propio. Como un lobo, no debía sufrir de soledad, pues este estaba junto a su manada, pero el peso de su corazón provocaba esto en su pecho. Se sentía solo entre sus iguales, y a la vez, diferentes compañeros de manada. Y su soledad, muy diferente a cualquier otra, era muy dolorosa. Tal como el cuervo, este miraba la luna, pensando y rezándole a esta que le trajera algo que le librase de ese sentimiento solitario y pesado. Le rogaba a la Diosa Luna que le trajera un milagro, pero esta no respondió a su ruego, derrumbando las esperanzas del lobo.

Observó a su manada a lo lejos y luego volteó al bosque de nuevo, sintiendo las ganas de volar, como las aves, dejando el dolor y su peso en la tierra. Pero no podía, tan solo no podía, y con eso en mente corrió hacia los árboles, hacia el espesor y la oscuridad del bosque, queriendo perderse entre sus sombras, perderse de su soledad y sus pensamientos, queriendo olvidar el dolor que le llenaba de ese sentimiento.

El cuervo, aún en el suelo, observó a la Diosa Luna por última vez, sintiendo inexistente su valor por volver a volar y, desesperándose, suplicó por un milagro. Pero el peso de sus sentimientos aún estaba, rindiéndose ante este y simplemente dejando de intentar.

El lobo dejó de correr, sintiéndose mejor, pero aún pesado. Sus pasos, ahora lentos, le llevaron por el desconocido bosque. La luna apenas se veía entre el follaje, y la oscuridad reinaba, silenciosa y tranquila. Un aroma dulce, pero triste, le inundó por completo. Sintiéndose identificado rastreó el aroma por entre los árboles, encontrándose en el suelo, un ave oscura y opaca, tirada y derrotada. Lentamente el cuervo levantó su cabeza para observar el lobo gris y observó de cerca, pues nunca lo estuvo antes, el majestuoso animal que se inclinaba a olfatearle. No se sintió inseguro, ni tuvo miedo, solo podía admirar al ser que lentamente se le acercaba.

El lobo por su parte, solo quería ayudar al ave, quería que volara por él y que se librara del dolor por él, pero la mirada que el cuervo dio era de derrota pura. Los ojos que vio opacos, poco a poco empezaron a brillar con admiración. Admiración hacia él, el lobo, y sintiéndose confundido, observó atentamente al ser oscuro que se encontraba en el suelo.

Los ojos del lobo empezaron a brillar por igual, sintiéndose cálido y olvidando el dolor de su corazón. Mostrando la calidez que sentía en ese instante con su mirada, el cuervo entendió que el lobo sufría, sufría por soledad. Así las dos criaturas, al mismo instante, desearon que el ser que se encontraba frente a ellos fuera feliz, disfrutara de su vida y que su dolor desapareciera.

La luna, que en ese momento brillaba, satisfecha con las dos criaturas, cumplió sus deseos de una manera especial. El lobo dejó de ser lobo, y el cuervo dejó de ser cuervo. Las dos criaturas ahora eran algo distinto.  Admirándose el uno al otro y sin comprender el porque de las cosas, solo se fundieron en lo que eran.

Esa noche, transformándose en uno, nació una pequeña criatura. Un hermoso lobo gris, que en su lomo negro llevaba un par de alas oscuras, un ser de ojos cálidos y profundos que irradiaban alegría, soledad, felicidad, tristeza, amor, calidez y un sin fin de sentimientos, naciendo del deseo de dos criaturas, deseo de la felicidad y la armonía con uno mismo.

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