Soñando con los ojos abiertos
¿Nunca sentiste esa brisa fresca en primavera o eso que te trae paz? ¿Nunca caminaste por un bosque o una playa y conseguiste relajarte, cerrarlos ojos y no pensar en nada? Solo sentir tu alrededor, el silencio, el canto de los pájaros o las hojas de los árboles al pasar el viento.
Caminaba a la orilla de un mar calmo, con aguas cristalinas y el reflejo del sol al atardecer. A lo lejos, una hermosa melodía llegaba a mis oídos, relajándome junto a la fresca brisa que golpea mi cara. La arena, blanca y suave bajo mis pies. Los peces, que cada tanto saltan del agua o las sirenas, que aveces saludan al pasar.
Ver a las sirenas era lo mejor. Esas magnificas criaturas, con unas bellas colas de pez, de colores verdes y azules. Las escamas que a medida que llegan a la cintura se van esparciendo dejando brillos en la piel. La piel blanca, suave como porcelana. Sus rasgos delicados, sus cabelleras mojadas y sedosas, largas como sus años de vida. Todos sueñan con estas criaturas, con su bella voz, que canta melodías preciosas, dándote paz y armonía.
Me senté sobre la arena blanca y miré hacia el mar. No había olas, a excepción de la orilla, donde unas pequeñas demostraban que la marea subía. Miré hacia el horizonte, el sol ya casi se ocultaba y las estrellas ya se hacían notar. Noté un movimiento en el agua y allá en lo profundo, donde sobresalía una roca, apareció una sirena. La criatura se encontraba apoyada en la roca, mirando el cielo. Dos sirenas más aparecieron a sus costados. Sus miradas se posaron en mí y la sirena que se encontraba en la roca me saludó, las otras solo volvieron a mirar el cielo. Una vez más una melodía suave y delicada llegó a mis oídos.
Mientras las dos sirenas que se encontraban en el agua cantaban, la sirena que se encontraba en la roca, me volvió a mirar, señalándome que me acercara. Me levanté de la blanca arena y caminé hasta la orilla, el agua lamía mis pies descalzos y la melodía me invitaba a seguir. Caminé. El agua me llegó por los tobillos, las rodillas, la cintura, hasta el cuello. Las sirenas que antes cantaban se acercaron a mi, mientras que la otra sirena tomó su lugar, cantando otra melodía más suave. La suaves manos de las sirenas tomaron las mías y me arrastraron más profundo, hasta que no di más pié y me hundí junto a ellas.
La brisa paró abruptamente junto con un golpe, haciendo que la magia y paz desapareciera. Parpadeé varias veces y cuando volví a abrir los ojos, me encontré con mi salón de clases, mi compañera cerrando las ventanas y con mi vista perdida en la nada.
-Señorita Rochester- la voz de la profesora resonó en mi cabeza, sacándome de mi ensoñación.
-¿Escuchó lo que expliqué?- preguntó molesta mientras fruncía el seño.
Miré al frente.
-No, lo siento.
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