Mis errores me señalan,
tus reproches me calan.

Mis aciertos me sanan,
tus reproches me acorralan.

Por mi mente caigo,
caigo,
pierdo,
me pierdo,
te pierdo,
pierdo a los demás.
Hasta a esa amiga que juraba quererme hasta al infinito y más allá.

No es que la descuidara,
no es que la tratara mal.
Es que no sabía cuidarme a mí,
es que sentía que no debía seguir aquí.

Pero ella no entendía,
ella no quería escuchar esa versión.
Prefería aferrarse a que fue mi decisión,
lo de alejarme de ella.
Cuando más bien quería cortarme.
Cortarme en pedacitos hasta de este mundo alejarme.

¿Y ves justos tus reproches?
¿Ves justo exigirme mirar por ti cuando no tenía ojos para nadie?
Para nada.
Ni para luchar por mi vida que se me antojaba una barbarie.

Pese a todo, ¿sigues viendo justos tus reproches?
Porque yo solo veo que he estado en la mierda,
que me alejé de ti para no mancharte,
y no te ha importado que al final decidiera quedarme.

Me querías en tu vida como la tía de tus críos. (Y ahora que lo tienes para ti no existo)
O, quizá, tu hermana no estaba contigo. (Y yo era lo que tenías más a mano, por lo visto)
No, no quiero pensar eso. (Y mira que tengo mil razones para hacerlo, insisto)
Imagina lo que se siente, abrazar el papel de villana siempre y que contigo no sea diferente.
Créeme, contigo me sentía una heroína, hasta que un día dejé de sentirme.
Amiga, no quiero más reproches. Pero qué más da, tú nunca vas leerme.