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Capítulo 15

Ya han pasado semanas desde el incidente del juego de beisbol, el cumpleaños de Anthony estaba muy cerca, y Marcela y Ernesto querían organizar una pequeña reunión para invitar a sus amigos. A Dylan no le gustaban mucho las fiestas, pero no le desagradaba la idea de comer pastel. Además, no se podía salvar si era en su casa. Lo que sí era llamativo era que el pecoso estuviera tan emocionado por cumplir quince años. Para él, esos eventos no eran especiales.

—¿Cuántas personas piensas invitar? —dijo Camila mientras se recostaba de su bolso.

—No lo sé, no tengo muchos amigos aparte de ti.

—¿Qué, acaso, estamos pintados? —intervino Paula con un tono falso de dolor.

Los adolescentes se sentaron en el piso del salón de clases a esperar que el recreo terminara. Desde hace días que habían hecho una especie de grupito. Aunque Camila y Dylan aparentaban que se odiaban, en el fondo, les gustaba la guachafita, la chica amaba moléstalo y el otro decía que era arrastrado en contra de su voluntad, pero realmente se sentían cómodos con lo que se formó.

—¿Somos amigos? —dijo Tony, asombrado.

—Yo digo que sí o ¿no te agradamos?

—No, para nada. Es solo que...

—No lo presiones Paul, si no quiere invitarte no lo fuerces —dijo Lucas a la par que leía seis de cuervos. Un libro que le habían recomendado en internet.

—Me hace feliz que quieran ir...

—Entonces, no se diga más. El sábado hay fiesta.

—Genial, ya quería estrenar los nuevos delineadores que compre. Si quieres te pudo maquillar —le dijo Lucas a Paula.

—Ohhh increíble. Voy a quedar muy bien.

—También te puedo dar una ayuda, Cami.

—No es necesario. No me gusta mucho como se me ve el maquillaje.

—Que lastima... —dijo el chico desilusionado.

—Es definitivo, Dios le da pan al que está a dieta —suspiró Paula de forma exagerada.

—¿A qué te refieres? —dijo la pelinegra con extrañeza.

—Eres una chica linda y no te sacas provecho.

—Ayyy, Paulito, gracias, pero no me gustan los halagos falsos.

—Lo está diciendo con sinceridad. Él no es de mentirle a las personas.

Paula lo miró con remordimiento, era verdad que no le gustaban las mentiras. Pero no era tampoco la más sincera del mundo.

—Bueno, no es para tanto. Es tu problema. Al fin de cuentas es mi opinión. Muchas personas pueden decir lo contrario. Da igual. Si tú no lo crees, no voy a convencerte. Trabaja en ese amor propio, mijita —la apuntó con el dedo y le dio en toda la frente.

—¡Oigan! —el cumpleañero interrumpió la escena —, me hace muy feliz que vayan, pero no se tienen que arreglar mucho, es algo muy sencillo.

—Claro que sí, Tony. Estás cumpliendo un año más de vida —dijo Cami de lo más alegre.

Pau y Lucas asintieron sin dudarlo.

—Pero, no se les olvide traer regalo, A mi casa no van a ir a comer de a gratis —comentó Dylan cuando dejo de ver el celular.

—Qué raro tú siendo tan gruñón.

—No empecemos otra vez.

—Ya habían tardado —le susurró Pau a Lucas.

—Ya va, antes de que se pongan en modo hardcore —Anthony alzó la voz. Los dos voltearon al instante —Dy, tiene un buen punto. Me gustan mucho los regalos.

Todos se echaron a reír por la forma tan descarada e inocente que lo dijo.

—Ves, debería darte vergüenza. Eres la mejor amiga y no conoces a Anthony.

—Oye, defiéndeme. No dejes que este grandulón desmerite nuestra amistad.

—¿Qué quieres que diga?

—Claro, cuando llega nuevo santo, los viejos no hacen milagros, traidor. Juramos que nunca un hombre nos iba a separar.

Dylan le sacó la lengua para demostrarle que había ganado.

—Pero, no te hagas el loco, tú también me tienes que traer regalo —lo señaló.

—Acaso, mi presencia no basta —le hizo ojitos mientras se acercaba a él y le revolvía el cabello.

—Déjame el pelo, odio que esté desordenado.

—Vamos, déjate querer un poco, Peter pan.

—Ja, mira quién habla —le sujetó la muñeca y comenzó a reír por la escena tan divertida —. Además, te he dicho que no me digas así.

Tony no podía creer lo surreal de la situación, desde hace días la relación de ellos había mejorado mucho. Dylan a veces no podía dejar de ser un gruñón de primera, pero se notaba que estaba haciendo el esfuerzo por mejorar. Resultó que se entendían. Aun su amistad se manejaba entre una línea delgada que ninguno de los dos sabía definir. Por una parte, Anthony no podía tapar por completo sus sentimientos y Dylan; no estaba claro de nada. Solo sabía que era feliz estando al lado de él. Para este punto no deseaba pensar mucho, simplemente quería dejarse llevar por lo que lo hacía sentir bien.

—¿Por qué? Tus eres Peter Pan —Las risas entre los dos se hicieron contagiosas.

—¿Qué es tan gracioso? —dijo una chica de cabello negro y largo, que se atravesó en medio de los dos.

Camila, Lucas y Paula se miraron sorprendidos de que Kelly estuviera aquí.

La tal Kelly era una muchacha que solo les llevaba un año, pero debido a que se había desarrollado antes que las demás chicas parecía mucho mayor de lo que era. Camila la conocía de sobra porque tenía una amistad muy rara con su hermano Kevin. Ella sabía que se habían enrollado en una fiesta y que seguían haciéndolo, pero por una extraña razón ninguno de los dos estaba interesado en formalizarlo.

El pelinegro soltó al menor  y le dedicó a la chica su expresión de grinch favorita.

—¿Disculpa, te conozco? ¿Por qué me saludas?

Anthony le dio una palmadita para que cambiara su comportamiento. Ya habían hablado de que tenía que ser más amable.

—Ya lo sé, rojito. Pero no me presiones. Poco a poco —le aclaró en un susurro.

—¿Kelly, que haces aquí?, Si buscas a mi hermano, te equivocaste de salón. Quinto año es en la planta de arriba.

—No, los estaba buscando a ustedes.

Camila alzó las cejas.

—Kevin está organizando una fiesta para el sábado, quiere recaudar fondos para la graduación. Vengo a invitarlos. Él me regaló unas entradas.

—Sí, Kelly. Es mi hermano, estoy enterada de esa fiesta, pero también debes saber que él ni loco me va a dejar ir —dijo la de cabello rizado aún más extrañada.

Kelly no le parecía una mala chica, al contrario, muchas veces le dijo a su hermano que fuera novio de ella, pero nunca había estado interesada en cruzar más de cinco palabras con la susodicha. Por qué ahora hasta se toma la molestia de invitar a sus amigos.

—Tranquila, Cami. Yo me encargo de convencer a tu hermano. Ya tiene que dejar de sobreprotegerte, no son unos carajitos. Yo a los catorce ya estaba tomando alcohol en el matiné —le tendió los boletos a cada uno hasta llegar a Dylan.

—No, gracias. Odio las fiestas.

—Vamos, dale una oportunidad, como vas a saber lo que no te gusta si no lo has probado —se acercó de forma sugerente a él y le guiñó el ojo —. Si es tu primera vez en una fiesta así, te puedo cuidar —su mano rozó suavemente la de él y se alejó —. Los espero con ansias. No vayan a faltar.

—¡Verga! —exclamó Paula —, no sé qué le ven a esta cabeza de huevo.

—Yo tampoco puedo creer que Kelly esté interesada en Dylan, es menor que ella, además, ¿no anda con tu hermano? —dijo Lucas.

—Técnicamente no andan, pero yo que sé. He escuchado que está harta de los chicos como Kevin.

—¿Y cómo son esos chicos? —cuestionó Lucas.

—Perros y que están más usados que un baño público.

—Ahhh yaaa —Paula comenzó a reír.

—Dejen de hacer teorías extrañas —les ordenó a los tres.

—Por favor, es obvio que le interesas. No te hagas el loco. Tú viste lo mismo que nosotros —aseguró la de los cachetes.

—¿Qué vas a hacer? Todos los babosos de nuestro salón se morirían por una oportunidad así —comentó Pau.

—No se les olvide que puede que ella no esté interesada en tener algo serio, tal vez solo quiere probar con él —dijo Lucas cuando cerró su libro.

—Bueno, eso tampoco es malo, ¿no? —contestó Paula, pensativa.

—Ya les he dicho que dejen esa manía de hablar como si no estuviera —alzó la voz —, no me importa lo que esté imaginando esa fulana —, es el mismo día que la reunión de Anthony. Así que ni siquiera vale la pena pensar en esa ridiculez.

—Por mí no hay problema, eres libre de hacer lo que quieras, no estás obligado a ir a mi cumpleaños —dijo cuándo se colocó los audífonos. La expresión de Tony era ilegible. Se notaba tenso, pero no mostraba en su rostro ningún sentimiento.

—¿No te importa que vaya a ir a una fiesta con una chica? —dijo Dylan, consternado. No sabía por qué le molestaba.

—¿Por qué debería? —suspiró —, es una chica bonita.

—Y... ¿Es obligación que me guste?

—Yo nunca dije eso...

—No, lo insinuante, al igual que ellos —señaló al trío dinámico —, no quiero acostarme con ella ni nada parecido.

—No seas extremista, yo solo creo que deberías conocerla y ver qué pasa...

Camila no paraba de darse palmadas en la cara. Es definitivo. Los dos son unos pendejos de primera.

—Aja, pero eso tampoco es lo ideal. Si solo quiere sexo con Dylan no es conveniente que se hagan cercanos —dijo Lucas al acomodarse las gafas —, a él no le interesa ese tipo de relación.

—No le veo el problema, mientras usen condón —Anthony puso la vista en el celular.

«Sexo y más sexo»

«¿Por qué la gente de mi edad solo se preocupa por el sexo?»

Hasta Anthony lo decía de la manera más natural. No era que esos temas le incomodaran. Simplemente, es que a él le molestaba que no le importara en lo más mínimo algo que para todos era super relevante.

Él le quitó los audífonos y dijo:

—¿En serio no te importa que vaya con ella?

—Dame mis audífonos.

—Respóndeme primero.

—¿Qué pretendes que te diga?, no soy nadie para darte órdenes —se levantó del piso y le arrebató el cable. En menos de un minuto cerró la puerta con fuerza. Ni siquiera le dio tiempo a a Dylan de analizar la situación, fueron tan punzantes sus palabras que lo dejaron abrumado.

—Joder, como odio esa actitud pasivo-agresiva —se sacudió los cabellos, estresado —. Es obvio que le molesta que la reunión sea el mismo día, pero no lo dice claramente. Prefiere hacerse el maduro y aconsejar que me divierta con ella. Por qué no puede decir directamente que me quiere con él en su cumpleaños.

Camila no pudo evitar sentirse culpable. No debió hacer ese cometario. Mucho menos sabiendo que su amigo seguía luchando contra su amor unilateral.

—Porque en el fondo él sabe que no sería justo obligarte a ir por lástima —dijo la chica.

—Eso es ridículo, yo odio la hipocresía. Si digo que quiero ir a su cumpleaños es porque de verdad lo prefiero mil veces.

—Ahí está el problema —intervino Paula —, no le dijiste eso, le preguntaste que quería. Le dejaste toda la responsabilidad de la decisión.

—¿Y qué? ¿Eso no es bueno?

—Para Anthony no. Al igual que tú odias la hipocresía y la condescendencia. Él odia la lástima y la caridad. La persona que esté con él,  tiene que tomar esa decisión. Tal vez sea problemático, pero nunca lo vas a ver pidiéndote nada, aunque se esté muriendo de coraje —argumentó, Cami.

—Coño, que sensible es —suspiró, irritado.

—Tú también eres un vaso de cristal niño engy.

Dylan la imitó de manera burlesca.

Al finalizar el receso empezó la clase de historia. Tony tomó asiento en uno de los puestos de la primera fila, lejos del moreno. En toda la clase no podía dejar de pensar en cómo demostrarle que realmente quería estar con él y que no era ningún acto de caridad como decía Camila.

En ese momento le vino a la mente lo que dijo.

«Tú también eres un vaso de cristal»

Era verdad, aunque le doliera.

Como iban dos pedazos de cristal. Igual de frágiles y puntiagudo ayudarse entre sí.

Él no estaba en condiciones de ayudar a nadie, lo único que tenía claro, aunque fuera muy ingenuo, es que quería ser mejor cuando estaba a lado de Anthony.

¿Eso bastaba?

¿Y que hay de Anthony?

Acaso, es bueno que trate de curar las heridas de los demás, pero no vea todas las llagas que tiene en las manos por unir piezas rotas que no le corresponden.

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