Capítulo 14
¿Quién es Lucas López?
Era una pregunta constante que se hacía todos los días. Sabía que le gustaba el maquillaje, que los libros de terror eran sus favoritos, pero que el romance guardaba un lugar especial entre sus aficiones, también tenía conocimiento de sus habilidades en ortografía. Pero nadie veía sus virtudes. Solo era el chico débil que sufría de ataques de ansiedad.
Él antes no sé martirizaba. Su vida siempre fue muy feliz y nunca tuvo grandes problemas. Era el típico muchacho nacido en una familia amorosa y unida, tal vez lo sobreprotegían demasiado, pero eso nunca representó un problema. Hasta que entró a bachillerato y se dio cuenta de la burbuja en la que estaba.
Ser alguien bueno y que evitaba los conflictos en un mundo en el que todos quieren ser escuchados, era algo que causaba trancazos a mediada que crecía, pero como evitarlo. Él simplemente era así.
Que jodido tiene que estar el mundo para que las personas buenas sean las que sufran y las malas se sientan orgullosas.
Odiaba la mentalidad "el más fuerte sobrevive"
Él nunca fue alguien con inseguridades, pero irónicamente lo que no hizo su familia lo logró el monstruo de ocho cabezas llamado "realidad"
Los ataques de ansiedad eran producto del bullying. Gracias a eso fue que conoció a Pau. Es irónico como una situación tan horrible fue el inicio de la única amistad verdadera que ha tenido.
—Oye, deja de patearlo, ¿Qué te pasa? —gritó, desesperadamente, mientas agarraba el brazo del bravucón.
—¿Eres amigo de la mariquita?
—¿Tienes algún problema con las mariquitas? —ella lo encaró con una fuerza impresionante.
—Es diferente. Él no me quiere dar dinero para comprar empanadas, pero se gasta toda la plata en su maquillaje de puta.
«Estoy harto de que las personas interesadas me persigan» se recriminó Lucas.
—Ni que fuera tu sugar para que te esté dando de tragar.
Lo primero que Lucas pensó al ver a Paula es que era un chico extraordinario. Él sabía por los chismes de pasillo quién era. Todo mundo lo catalogaba como el maricón que a veces usaba vestidos. Pero, era una persona muy distinta a él. No titubeaba para demostrar su fortaleza y responder. No le era difícil pelear ni cautivar con su personalidad. Siempre andaba con una sonrisa divertida, hacía un show mediático en cualquier lugar. Tanto Dylan como Paula eran personas que donde iban llamaban la atención. Él, en cambio, era invisible y nadie hacía el más mínimo acto de respetarlo.
—¡Cuidado! —articuló una chica a lo lejos.
Camila se acercó al bravucón, la pelota de voleibol había estampado contra su cara. Pau solo se rio al darse cuenta de la contusión "accidental" que le causó la chica.
—Lo siento, soy muy torpe. Se me da muy mal el deporte —dijo de una forma tan falsa que hasta Lucas se dio cuenta.
—Lo que sea, ya no quiero discutir más —dijo el muchacho, yéndose del lugar y olvidando a su víctima.
—¿Te encuentras bien? ¿No te hizo nada? —Camila sostuvo la cara de Lucas sin ninguna vergüenza y hasta se acercó a él para ver si tenía alguna herida —, ese ridículo....
Debido al contacto, el chico de los anteojos se encontraba rojo.
Lucas sabía que esa chica de cabello ondulado y cachetes regordetes estudiaba en el mismo salón, pero no fue hasta que se acercó que vio lo bonita que era.
—Sebastián cree que se puede aprovechar de los demás por ser mayor, lo peor es que tiene a estúpidos como Cristian que lo aplauden, ¿Te ha hecho daño también esa lagartija?, mira que a Cristian sí lo puedo chismear con mi hermano.
—Bueno, yo ya me voy. Ya hice mi buena obra del día —intervino Paula mientras se rascaba la nuca.
—No seas mala onda, Paulito. Yo me tengo que ir a mi casa. No puedes dejarlo solo.
—Pensé que estaría más cómodo contigo.
—Ninguno me tiene que acompañar —dijo muy apenado.
—No me molesta. ¿Cómo te vas a ir solo? —alzó sus manos con extrema preocupación.
—Listo, todo resuelto —en menos de lo que canta un gallo, la pelinegra se fue.
—Espera, no me dejes con el paquete.
La chica hizo caso omiso y siguió su recorrido. Paula sin otra alternativa lo miró apenada. Se agachó y le tendió la mano al confundido muchacho para que se levantara. Él la agarró sin dudar, logrando que le dedicara una sonrisa.
—Vamos a comprar una chicha, yo invito.
—No, ni loco. Yo debería ser... —dijo muy nervioso
—Nah, relájate. Quiero hacerlo. Así nos conocemos un poco, ¿siempre estás tan acelerado?
—Sí, soy más nervios que persona.
—Bueno, ya basta. Eres un chico muy genial para que estés con esas mamadas.
—¿Yo? ¿Genial? —se apuntó —, creo que te confundiste de persona.
—Tus eres el primer promedio de la clase, él que destronó indiscutiblemente las notas de Anthony, ¿no?
—Sí, ese soy yo, pero no es nada impresionante, tengo mucho tiempo libre para estudiar.
—No lo veo de la misma manera. Cuando otro desmerita tus logros, en la mayoría de los casos es por envidia.
—¿Tú dices? —volvió a carcajear sin conocer el motivo exacto.
—Claro, la mayoría que hace daño es por envidia. Ellos saben que eres tan tranquilo que no vas a responder. Yo no quería meterme, pero ya no lo aguantaba. Un espectador también es igual de culpable que un criminal —aseguró mientras caminaban por la plaza.
Al llegar al carrito de la chicha, Paula le pagó al señor, al mismo tiempo que le tendió un vaso al de anteojos.
—No lo sé, tu lógica falla un poco. ¿Por qué alguien me tendría envidia?
—Eres el primero de la clase y según he escuchado tu familia tiene plata, ¿no? —dijo sin vergüenza alguna.
En ese momento las ilusiones de Lucas se fueron. Siempre era así, le hacían bullying por su forma de ser o venía gente que lo único que quería era sacarle dinero porque no lo consideraban suficiente interesarte para pasar tiempo de calidad con él.
—No soy rico ni nada parecido —aclaró sin más —. Lo que sucede es que la gente es muy exagerada. Mi familia es pequeña y mis padres están estables económicamente. No es la gran cosa.
—Es cierto, las personas son muy exageradas. Entiéndelos, los estándares en Latinoamérica son muy bajos —se echó a reír sin más —. No muchos tienen lo que tú das por sentado. Eres alguien privilegiado, así que tratan inconsciente de equilibrar tu vida.
—Eso es muy miserable —dijo mientras jugaba con el pitillo de su vaso.
—Sí, es horrible. Nada justifica lo que hacen, pero te lo digo para que te des cuenta que solo las personas miserables son las que hacen a otros miserables. En ese momento es que descubres que son unas cucarachas. No dejes que seres tan insignificantes te pisoteen.
—Es fácil decirlo no hacerlo —dijo desanimado.
—Si quieres yo te puedo ayudar —le extendió una gran sonrisa.
Lucas no sabía cómo reaccionar. Tanta amabilidad de la nada le desconcertaba. Él ya había aprendido por las malas, que eso nunca era bueno.
—¿Por qué lo harías?, ni me conoces.
Paula se tocó la barbilla e hizo un gesto pensativo.
—¿Tú harías lo mismo si tuvieras la oportunidad?
—Claro, es horrible que te hagan bullying.
—Exacto, hay que normalizar el hecho de ser buena persona —subió su dedo —. La verdad yo no soy tan generoso, carezco muchas veces de esas actitudes, pero he notado que eres amable. Me gusta ayudar a las personas así, siento que es una cualidad que ya se está haciendo difícil de conseguir.
—Pero...
—Además, te gusta el maquillaje. Eso es genial. Yo quisiera aprender, pero soy un desastre.
Su actitud lo contagió. No sabía cómo explicarlo, pero Pau le daba mucha confianza. Por eso hizo algo que nunca se imaginó.
—Me llamo Lucas López, mucho gusto —extendió su mano para presentarse. Tenía miedo de que se fuera a burlar. Tal vez era una manera un poco torpe de decirle que quería su amistad, pero era lo único que se le ocurrió.
—Paul Linares. También estoy encantado de conocerte —apretó sus manos sin ninguna vergüenza.
Lu quedó sorprendido por su confianza y lo amable que era. Con Pau nada era incómodo. Eso le agradaba.
—Ya que estamos en confianza —cambió de tema sin más cuando soltó su mano —, ¿eres caraqueño?
—Sí, me mudé con mi familia a este pueblo hace un año.
—Ohhh. Con razón. Aquí en este pueblito todo mundo se conoce. Ya se me hacía raro. Bueno, también por el acento tan bonito que tienes.
Al instante Lucas se atragantó con la chicha y se puso rojo como un tomate.
—¿Qué? ¿Nunca te lo han dicho?, no es un secreto para nadie que el acento de los caraqueños es matador, ¿te incomodé?
—No es nada —trató de volver a recuperar el aire —, es solo que no estoy acostumbrado a tanta sinceridad.
—Claro... —dijo con lentitud —lo que no comprendo es por qué tu familia se mudó a Aragua. O sea, esto es puro monte y culebra. Aquí la mayoría de la gente escapa cuando cumple la mayoría de edad, no al revés.
—Es una larga historia. Digamos que la ruidosa y contaminada Caracas no es tan perfecta como dicen.
—Vaya... que irónico. Dios le da pan al que está a dieta. Qué mierda.
—Eres muy mal hablado.
—Sí, me lo dicen mucho —se carcajeó —, y eso que no has escuchado a mis hermanas, hablan como un camionero.
—¿Tienes hermanas?
—Sí, tres. Yo soy el del medio.
—Yo tengo una, pero es mayor. Así que solo viene a casa los fines de semana.
—Ah interesante, por fin algo que tenemos en común.
—No necesariamente tenemos que tener cosas en común para llevarnos bien.
—Es verdad, eso es muy aburrido —de un momento a otro le agarró la mano sin su permiso y lo arrastró —. Ya deberíamos irnos a tu casa, no puedo llegar tan tarde a la mía.
Lo más extraño es que no le importaba.
Desde ese encuentro las cosas en la vida de Lucas se empezaron a complicar más. Por un lado, poco a poco le fue prestando más atención a Camila hasta el punto de darse cuenta que le gustaba y, por otro, la amistad de Paula y Lucas crecía más y más.
Él no era bobo, intuía que Paula había empezado a sentir cosas por él, pero no quería aceptarlo. Era más cómodo dejar su relación como estaba. Tal vez en otras circunstancias, él la hubiera encarado de la forma más amable.
El problema es que no estaba seguro. La necesidad de querer tenerla a su lado y que nada cambiara era más fuerte, que cualquier supuesto sentimiento que podría estar confundiendo, además, le gustaba Camila. Por qué arriesgarse.
Según Lucas, no te pueden gustar dos personas a la vez.
Si sentía eso por Cami, lo de Paula debía ser cariño.
Él no se podía definir más allá de un adjetivo, entonces como iba a estar seguro de lo que sentía.
La confesión de Paula lo cambió todo y se vio forzado a decirle una verdad a medias. Una verdad que capaz tenía más mentira que sinceridad, pero que no podía explicárselo, ni él mismo lo entendía. No quería jugar con sus sentimientos y darle una esperanza que capaz es inexistente. El muchacho pensó que Pau se iba a alejar, pero pasó lo contrario, ella seguía ahí. Demostrando que a diferencia de él no era alguien con sentimientos tan egoístas y que solo pensaba en su beneficio.
Pero, para ser justos, ya para este punto deberíamos saber que aunque tengas las mejores intenciones, ninguno se salva de ser egoísta.
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