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Capítulo 10

Dylan se despertó casi rozando la tarde, revolvió su oscuro cabello con cansancio y entornó sus ojos verdes que solían volverse más tenues dependiendo de la luz, considerando que es un chico moreno, resultaba particular. Las niñas de su salón estaban obsesionadas con él, mandaban cartas anónimas en los recreos y aseguraban estar enamoradas, era muy molesto, ¿Cómo podían pronunciar una palabra tan fuerte sin ni quiera conocerlo?

Buscó a su papá por la casa, pero no logró toparse con él ni mucho menos con la mamá de Anthony.

«Deben estar en el mercado»

Desayunó un cereal de Zucaritas con leche y se llevó la consola al cuarto, a su papá no le gustaba su afición por los videojuegos hasta lo castigó para que no se siguiera distrayendo. Se acomodó cerca de la cama cuando prendió la televisión y estaba a punto de manipular los botones, pero eso no fue posible, ¿la razón?, un chico con complejos filosóficos le desconectó los cables del aparato.

—Ernesto dijo que estás castigado —le arrebató el control de la mano.

—Ni que fueras mi papá, no te metas —rodó los ojos, hastiado.

—Ponte a estudiar —recriminó con los brazos cruzados —. Si mejoras tus notas, seguro te deja en paz.

«Ni que fuera tan fácil»

—La escuela no es lo mío.

—Que seas disléxico no es una excusa.

«¿Qué onda con su comentario?»

«Después se queja que el ignorante soy yo»

—Bueno, es más difícil aprender un texto cuando las letras se confunden o se mueven. ¿Te vas a poner de su lado?

—Deberías decirle a tu papá que te lleve al psicólogo, no basta con ir unas cuantas veces en la niñez.

Ya habían pasado unos días desde el incidente con la profesora, ya hasta Dylan tuvo una nueva pelea con Ernesto, obviamente por sus calificaciones.

Parecía que el señor había olvidado la discusión anterior, pero el moreno aún lo recordaba como si fuera ayer. Incluyendo la actitud compresiva que tuvo su padre con el pecoso, sin ni siquiera compartir la misma sangre. No puedo evitar dedicarle una mala cara y responder de la forma más seca posible.

—Mi abuelo se encargaba de mis terapias, desde que se murió no he ido más.

«¿Por qué se lo cuento?»

«No es su problema»

Anthony daba por hecho que el pelinegro estaba distante con él porque le guardaba rencor por lo de la clase de castellano, para colmo el padre le había soltado todos los regaños existentes.

Trató de acortar la brecha entre ellos y que entendiera que lo quería ayudar:

—¿Te confieso algo? —dijo temeroso, no estaba seguro de abrirse, pero quería que entendiera que no era el único. Él tampoco encajaba con los demás.

—Adelante —respondió con la misma actitud desinteresada, aunque en el fondo con cierta curiosidad.

—A veces tengo miedo de ser una carga para mi mamá, veo mucho en la televisión que tenemos que aceptar las diferencias de cada quien, pero ¿De verdad existe alguien que esté dispuesto a tolerar que se me pasen tantas cosas por alto?, ¿Que hable como desesperado y que...

—Yo también me pregunto lo mismo —lo interrumpió —. Mi condición es menos visible que la tuya, a la mayoría se le olvida y el resto piensa que es una excusa para que me den ciertas consideraciones —lo dijo con dificultad, no le gustaba recordarlo. Tronaba sus dedos y repetía una y otra vez la acción —. Muchas veces me he sentido como un estúpido por no poder leer con la misma velocidad. Me aterra no encontrar una carrera, no soy bueno en nada.

—Lo lamento, no era mi intención. Quería motivarte, a veces no mido mis palabras.

—Ni mi papá lo comprende, no te sientas culpable —lo dijo con una tristeza avasallante.

—No tienes que ser el mejor estudiante, tu valor no se determina por tu vida académica. Hay muchas cosas en las que puedes sobresalir.

—Mira, quien lo dice, uno de los mejores promedios de la clase.

—No es sano que solo te aferres a lo negativo.

Esas palabras fueron un detonante. Anthony siempre se la quería dar de compresivo, pero para el moreno solo era un intento bien hipócrita. Si algo detestaba con todas sus ganas eran las actitudes condescendientes.

—¡Para ti la vida es fácil, tus papás se divorciaron, pero los tienes vivos, sacas las mejores notas y tu mamá te cumple todos tus caprichos! —Soltó sin más. Él odiaba a las personas que opinaban desde una posición privilegiada.

La verdad es que era mucho más que eso, no solo estaba molesto con Anthony, sino con la vida y su padre. Era muy fácil para él desquitarse con el primer bobo que se le cruzara.

El castaño, al escuchar los gritos se sintió abrumado, no pudo controlar la sobreestimulación. En menos de un minuto lo descolocó el ruido.

—¡Baja la voz! —se tapó los oídos, frustrado —, ¿por qué eres tan obstinado?, ¡no es una competencia de quien está peor! —gritó desesperado mientras se movía de un lado a otro.

Dylan se sintió muy culpable al notar que el chico estaba usando gestos extraños para calmarse, sabía que no era correcto gritarle, entonces ¿por qué lo hacía?

—Lo siento, se me olvido que...

—¡Aléjate! —respiró unas cuantas veces. Cuando se calmó un poco le dijo: —. Estoy harto de tratar de encajar y aun así recibir burlas y comentarios ofensivos —no pudo controlar las lágrimas rebeldes. La situación lo irritó —. A muchos se les olvida que tienes dislexia y dicen que es una excusa. Qué triste —reafirmó histérico —. Bueno, a mí me recuerdan a cada rato que soy autista, y reducen mi personalidad, es como si fuera una atracción de circo.

—Yo nunca dije que...

Dylan se asustó. El pecoso estaba teniendo una crisis y no sabía qué hacer en lo más mínimo. La culpa no dejaba de aumentar en su pecho.

—Solo déjame... —dijo en un murmullo, cabizbajo.

Él le hizo caso y se fue del lugar para darle un poco de espacio, por otro lado, Anthony trataba de recordar sus cosas favoritas como las canciones de Sia y sus libros de filosofía para olvidar el mal rato.

Después de media hora los muchachos se volvieron a encontrar en la cocina y el pecoso aprovecho que ya estaba tranquilo para hablar de nuevo:

—No voy a cometer el mismo error que tú, no voy a invalidar tu dolor para reafirmar el mío, pero si algo te puedo asegurar es que mi vida no es como tú quieres creer que es.

—lo hice sin intención, hable sin pensar y no controle mi voz...

—Te voy a dar un consejo. No soy el mejor con las relaciones humanas, pero sé que esto es tan básico que hasta yo te lo pude decir —se acercó —. Controla tu estupidez, nadie merece ser tu saco de boxeo. Si sigues así vas a terminar solo.

No quería ser tan duro, mucho menos si ya presentía que era una mala idea acercase a una bomba apunto de explotar, pero era inevitable la rabia. A pesar de todos sus maltratos lo quería ayudar y aun así lo ofendía como si nada. Había un límite para el chico. No quería ser igual a su madre cuando se trataba de aguantar odio. Le parecía horroroso de solo pensarlo.

El timbre de la casa sonó.

—Abre tú, tengo que ir a lavar el patio.

Dylan observó por el rabillo del ojo como el pecoso dejaba el lugar. Agarró la escoba y manguera, estaban tiradas en el pasillo. Después de que se fue, el ojiverde recorrió el vestíbulo y abrió la puerta de mala gana.

«Que inoportunos son Marcela y mi papá»

Sus quejas pararon al instante cuando se encontró con la figura de Camila y Paula.

—Anthony no está de humor.

Camila lo ignoró y pasó de largo.

—Necesitamos hablar —dijo Paula.

—Adelante, aquí todo mundo hace lo se le da la gana —escupió de manera sarcástica.

La pelinegra no se dio por aludida, hasta hizo un gesto con sus manos.

—No me jodas, es muy temprano para que me amargues el día.

Dylan ni siquiera pudo protestar, era más importante encontrar a Tony que hablar con el niño edgy, así que lo dejó con la palabra en la boca.

—¡Es que no la aguanto! —chilló mientras se acariciaba la sien —, literal, es todo lo que no quiero en una mujer. Dios me libre de casarme con alguien así. ¿Te imaginas que el rojito sea su novio?, ¡qué horror!

A Paula se le escapó una carcajada cuando escuchó su molestia, Dylan a veces era muy explosivo sin darse cuenta, le recordaba un poco a calamardo. Son igual de amargados y exagerados. En su niñez se la pasaban viendo Bob esponja y comiendo cotufas, a veces quería volver a esos tiempos tan simples en los que ignoraban el mundo a su alrededor.

—No te burles, esa mujer es del demonio. ¿Quién abandona a su amigo cuando más lo necesita?

—No creo que sea así, pero conozco uno que si es de lo peor —lo dijo como un chiste, aunque eso no evitó que el ambiente cambiará por completo.

—Lo siento —contestó después de un largo silencio.

Ella lo contempló con asombro, es raro cuando reconoce su error y se disculpa.

—Sé que a veces puedo ser muy terco, pero la verdad es que extraño un montón a mi amigo.

Y ahí fue donde toda su burbuja explotó, oír "amigo" fue otra puñalada por la espalda, sin embargo, trató de actuar como si nada.

—Yo igual, admito que estoy muy sensible. No eres el único que está pasando por muchas cosas.

—Si, bueno, me imagino que salir del closet es difícil.

—Claro... —La voz de Paula se escuchaba tenue, en el fondo por más bruto que fuera, ella quería confesarle que no era gay, se moría por decirle que era una chica trans, pero tenía miedo de que se destrozara para siempre su amistad.

—Quiero que sepas, que siempre serás mi amigo, no es porque seas gay, pero no puedes vestir de esa manera, ni estar persiguiendo a Lucas. Vas a salir lastimado.

—No quiero seguir hablando de esto —lo cortó —sé que a pesar de todas nuestras diferencias te importo, pero no estoy para recibir insultos.

—Lo siento, a veces no controlo lo que digo, tengo muchas cosas en la cabeza y lastimo sin querer. Por lo menos ahorita acabo de pelear con Anthony por mi bocota.

«Con razón andaba tan reflexivo» pensó Paula.

«Voy a empezar a creer qué Camila tiene razón, o el rojito le hizo un amarre»

—Si, bueno. Ya te lo dije, no puedes lastimar a los que te rodean porque estás ardido.

—Es que no es solo eso, cuando estoy con él no sé cómo actuar. Al principio le tenía rabia, ahora no sé....

—¿A qué te refieres?

—Olvídalo.

—Como quieras... —era mejor no indagar —. Hoy hay un juego de béisbol, vamos a ir.

—Odio el béisbol, paso

—Vamos, hazlo por tu mejor amigo.

—Ni loco, escuché que va a jugar el equipo de Cristian. Uyyy no. Suficiente tengo con verlo en el colegio.

—Sí, pero le van a dar una paliza. ¿No quieres ver su cara de borrego trasnochado?

Dylan se rió por los gestos que hacía Paula.

«¿Cómo es un borrego trasnochado?» se cuestionó para sus adentros.

«Ahora tengo curiosidad»

—Un poco.

—Vamos, así pasamos un buen rato.

—Está bien, pero que conste que es para complacerte.

—Sabía que no eras un ogro —se lanzó hacia él y lo abrazó con fuerza.

—Oye, me estás dejando sin aire.

—No te hagas, sé que no puedes vivir sin mí.

—Ya quisieras, tontito.

Es cierto que había muchos cambios en la vida de Dylan, pero si algo era seguro es que no estaba dispuesto a perder su amistad con Paula. Era lo único que seguía igual desde que se murió su abuelo. El detalle es que la obsesión del moreno por evitar los cambios, lo podía llevar a perder definitivamente una de las más grades constantes en su vida. 

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