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Capítulo 07

Camila disfrutaba cada bocado de su chocolate, hasta que miró pasar a Paul con su típica cámara de video. Después de arrastrarlo, ella señaló una escena de Anthony comprando pastelitos en la cantina junto a Dylan, él no quería aceptar lo que le regalaba, pero terminó sucumbiendo por los encantos del pecoso.

Paul, al intuir la situación, la alejó.

—Podrías saludarme, ¿no? —se pasó un mechón detrás de la oreja y se quitó la liga que llevaba de pulsera, necesitaba recoger su larga cabellera. En el colegio ya lo regañaron por su aspecto, pero él se rehusaba a escuchar.

—Seguro estás ocupado con tu tormentoso romance, pero tenemos que hacer algo.

—No puedo, estoy peleado con Dylan —justo cuando la pelinegra iba a responder, Paul la interrumpió: —. Además, no creo que tu amigo tenga posibilidad. Puede que ahorita se están llevando mejor porque los obligan a convivir...

—Tú no entiendes, el otro día Dylan golpeó a Cristian y hasta se quedó a solas con Tony.

—No, la que no entiende eres tú —deslizó sin un ápice de duda —. Estoy casi seguro de que Dylan es asexual, no se lo he dicho porque quiero que él mismo se dé cuenta, sabes lo incrédulo que es con las etiquetas.

—Ya va... —aquella respuesta fue más que suficiente para cambiar su expresión —¿es arroace, gris, demi?

—No lo sé, ni siquiera estoy seguro. Si es arromántico es muy complicado que se fije en Anthony. Así que deja de hacer planes alocados. Tu amigo está mejor si se olvida de él. Dylan no le conviene.

—Vamos, Paul. Hazlo por el poder del amor.

—Mira, no me caes mal, sin embargo, me parece muy extraño que casi ni hablemos y vengas de buenas a primeras a ponerme un plan de conquista —recalcó sin dejar un segundo su firmeza —. Apuesto que Dylan ni sabe que Anthony es gay, él solo vive en su mundo y no anda pendiente del alrededor. ¿Eso es lo que quieres para tu amigo?

—Quiero que sea feliz —ella no se iba a dejar doblegar.

Paul optó por ignorar el gesto de la chica y le sonrió con pesadez.

—No deberíamos forzar nada.

Él estaba a punto de irse, hasta que Camila le presionó el brazo.

—Hagamos un trato —le sonrió de forma traviesa —, yo te ayudo para que te arregles con el amargado y tú me echas una mano. Si nada sale bien o tu amigo es arroace, o viene una invasión zombi. No hay bronca. Si no se dio no se dio, pero hagamos el intento —sacudió sus manos a lo desesperado.

Paul se empezó a reír por las ocurrencias de la pelinegra, sus compañeros tenían razón, era un espectáculo lleno de hiperactividad. Lucas nunca dejaba de hablar de ella. De una manera extraña eso le permitió conocerla un poco más, pero los ojos que idealizan no son confiables.

Por más amigable que le pareciera, Paul no quería bajar sus defensas, no cuando era uno de los más grandes obstáculos para que Lucas definiera sus sentimientos.

—Está bien, ¿por qué no?

La muchacha celebró, no pudo evitar dar saltitos como loca.

—Tengo un plan, este sábado todos vamos a ir al polideportivo —antes de irse, agregó: —. Ah, puedes llevar a Lucas. Se ve que es chévere.

Paul solo asintió.

Todo mundo lo tachaba como un chico alegre y amable. La verdad es que aunque trataba de reprimir estos horribles sentimientos. Él sabía que no era una buena persona.

Con lo demás podía ser así. Excepto con la pelinegra. Era contradictorio porque Paul sabía que ella nunca le hizo nada malo. Jamás habían hablado de algo significativo hasta ahora, pero no podía evitar sentir mucha envidia.

Sí, obvio, sabía que era muy ruin echarle la culpa a Camila de la máscara que tenía que llevar cada día, pero inconscientemente empezó a reflejar su inconformidad en ella.

Cuando veía a Camila no podía evitar llenarse de tristeza.

Se sentía tan miserable.

«¿Por qué no puedo llevar el cabello así?»

«¿Por qué no puedo usar el mismo uniforme?»

«¿Por qué no se pueden referir a mí como ella en vez de él

La vida es una sucesión de lecciones que uno debe presenciar para entender.

Bueno, eso es lo que se supone, pero la realidad es más complicada. A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe.

Camila no se iba a rendir ante las actitudes hipócritas. Ella tenía presente que sus amigas comentaban a sus espaldas, no comprendía por qué resultaba insólito una chica gorda en clases de baile.

Para la mayoría Camila solo era la chica divertida que a veces tenía delirios de grandeza, y que no se daba cuenta de las burlas, pero sí lo sabía a la perfección. Era más cómodo pasar por tonta y vivir en su burbuja multicolor.

Si dejaba de ser la chica sociable, no le quedaba nada. No era ni inteligente ni mucho menos podía competir con la apariencia de sus amigas.

Es preferible permanecer en el sosiego de su mente.

Los pasos de la profesora continuaron y el alumnado la imitó.

La de ojos miel quedó exhausta. Se tiró al suelo, exprimió un paño empapado de sudor y tomó agua de su termo de arcoíris. La profesora la llamó:

—¡Reyes, ven para acá!

Ella siguió la orden.

—Si, profe.

—Mejoraste mucho, no dejes de practicar —la señora no escatimó en mostrar su orgullo.

Obviamente, los murmullos de las chicas no se hicieron esperar, que una muchacha con sobrepeso quisiera aspirar a ser la protagonista del espectáculo era un chiste para ellas.

—Gracias, no sabe lo que esto significa....

—Solo recuerda que si quieres ser la principal, tienes que bajar de peso. Es por tu salud —cortó de inmediato.

Tras escuchar esas palabras permaneció callada, estaba harta de la misma excusa.

«¿Acaso, es médico?»

—Claro, voy a dar mi mejor esfuerzo —le regaló su sonrisa más falsa.

Durante lo que quedó de lección no dejó de pensar en cómo iba a bajar de peso, el doctor ya le había dicho que no era sano, pero no le bastaba con las palabras, ella necesitaba hacer algo urgente si quería callar la boca de sus verdugos.

Cuando acabó la hora siguió practicando. Por más cuesta arriba que fuera su sueño ella lo iba a dar todo. A veces se preguntaba si su determinación se estaba convirtiendo en una obsesión insana.

«¿Vale la pena tanto esfuerzo?» le recriminó su conciencia.

En un fugaz movimiento se cayó al suelo.

—¡Ahhhh! —gritó, encolerizada —. No puedo aprender este bendito paso.

—Relájate, tienes las emociones al tope —dijo una voz dócil.

La chica del cabello ensortijado se percató de que era Lucas.

Estudiaban en la misma academia, pero él iba a los cursos de maquillaje y ella a los de baile contemporáneo, alguna vez había visto que Paul lo acompañaba. No pudo evitar el asombro cuando lo vio solo.

—Lo sé, pero el estrés no me ayuda —cambió la cara, no quería que Lucas pagará los platos rotos.

—No tienes que fingir que estás bien, es malo guardar las emociones —se sentó en el piso —. Estar siempre alegre es preocupante.

—Nadie quiere a un amigo que te esté contando sus desgracias.

—Depende de la persona —se acomodó los lentes.

—No empieces con tus frases de Wattpad, Luke.

Desde que Camila lo defendió del grupito de Cristian, las casualidades entre ambos se hicieron más grandes. De un momento a otro se saludaban todos los días en la academia. Hasta empezaron una rara amistad. Si algo ella deseaba era que su lector dramático fuera feliz, aún no entendía qué sentía exactamente por Paul y porque se cerraba con ese tema. Sabía que era una persona muy importante para él, pero sobre todas las cosas ella rogaba para que no siguieran sometiendo a Lucas, odiaba verlo en un espiral de violencia.

¿Qué tenía de malo que se encerrara en sus libros y le gustara el maquillaje?

—¿Cuándo piensas aceptar a Paulito?

Él soltó una risa escueta.

—Solo somos amigos.

—No te hagas el loco, él está enamorado. ¿No te gusta ni un poquito?

—Su amistad es muy valiosa para mí, hasta me devolvió el valor que necesitaba.

—¿Entonces?

—Me gusta otra persona —le lanzó una mirada intensa.

Camila sintió que desnudaron su alma. Detrás de esa frase se escondía una historia larga y compleja.

—¿Es mutuo?

—No lo sé. Tampoco es que quiero que lo sea, pero no me parece justo aceptar los sentimientos de Paul.

Ella se rió por lo cursi que sonó, pero no quería preguntar. Supuso que era muy personal, así que se decidió cambiar el tema.

—Bueno, te voy a dejar. Tengo que seguir persiguiendo mi sueño imposible —suspiró —, a veces me pregunto si estoy aspirando a mucho.

—No digas eso —la interrumpió de inmediato —. Ninguna meta es imposible.

—Eso es ridículo, si te contara que quiero ser la coreógrafa más famosa de Latinoamérica, ¿me dirías lo mismo?

—No, te diría que por qué no la más grande de tu generación. ¿Qué te lo impide? —le sonrió —. Es bueno tener grandes sueños, porque incluso si se hacen añicos los pedazos siguen siendo grandes.

El corazón de Camila se aceleró, era la primera vez que alguien creía con tanta seguridad en ella. Sin dudarlo, sin ponerle trabas, que daba como una realidad que podía alcanzar lo que se propusiera.

—Solo no dejes que los demás te detengan, nunca dejes de ir hacia adelante.

—¿En serio piensas que soy capaz de tanto?

—Por supuesto, la duda ofende —en menos de un segundo él se acercó y sus narices quedaron juntas.

Otra vez los pequeños hilos se iban tejiendo.

Los nuevos sucesos del cortometraje se marcaron. No obstante, era un cortometraje confuso y repleto de amores unilaterales. Porque Dylan y Anthony no eran los únicos que tenían batallas internas.

Lo que no sabían Lucas y Camila es que ahí estaba una chica observándolos en un rincón mientras lloraba desconsolada. Sus lágrimas no paraban y sus ojos ardían sin un ápice de clemencia.

Se miró en el espejo que estaba a la derecha y el reflejo del vidrio la desesperó. Después tocó las facciones gruesas de su cara y la mirada se le cristalizó. Al instante se tapó la boca para que no se escucharan los sollozos de su alma.

«Él nunca se va a fijar en mí»

«Estoy llena de fallas, soy un error»

Su mirada se perdió y su cabeza se encontró en una encrucijada. Ella estaba convencida, nunca podría ser Paula ni tener el amor de Lucas, pero ahí seguía de masoquista caminando sobre alfileres que la iban a dejar desangrada.

Porque parece que desde que nació la vida tenía algo en contra de ella.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, el detalle es que nunca pudo aspirar ni a lo más básico. Era como la historia de la sirenita, pero no la versión de Disney. Sino la sangrita y trágica que le contó Lucas.

Porque es iluso aspirar a un final feliz cuando nunca existió algo parecido en su vida. Es menos doloroso que se resigne.

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