Capítulo 06
El sol estaba vigente con el calor que lo caracterizaba y las nubes eran inexistentes en el firmamento.
Los columpios y toboganes se veían brillantes desde las bancas. Cada minúsculo detalle era perfecto, casi que podías olvidar este mundo tan caótico.
El estado de ánimo de Dylan era acorde con el paisaje que dibujaba, hace tiempo que no conseguía la motivación para continuar con uno de sus pasatiempos favoritos, no era el mejor ni de cerca. Sin embargo, lo disfrutaba mucho.
—¡Wow! —exclamó una voz femenina, demasiado chillona —¿lo hiciste tú?
Él giró por inercia.
Era una chica de cabello oscuro y ensortijado. Su mirada ámbar demostraba impaciencia y su respingada nariz se arrugaba junto a sus delgados labios.
Ella resaltaba con el imponente sol que tenía detrás, aunque nada llamaba la atención como los cachetes regordetes que poseía. A simple vista se podía notar los kilos de más en su cuerpo. Su baja estatura tampoco le ayudaba.
Dylan no pudo evitar hacer una mueca al cruzar palabra con la escandalosa de Camila.
«¿Todas las armys son igual de gritonas?»
—Si...—dijo, hostigado.
—Es muy hermoso —sus ojos saltones se agrandaron —, es casi idéntico al patio.
—¿Tú crees?
Ella asintió.
—Como me gustaría dibujar así —se inclinó para conversar mejor.
—¿Por qué me hablas? ¿Acaso, somos amigos? —torció la boca —, aléjate un poco.
—Lo siento, a veces me emociono de más.
—Deberías controlar tu energía —guardó sus bocetos en el morral —, ¿Por qué no estás con Anthony? ¿Otra vez lo dejaste solo?
—Ah, conoces al pecoso —le dijo de forma pícara.
—Vivimos juntos, mensa. Me sorprende más saber de tu existencia. No, olvídalo. Eso también es imposible con lo necesitada de atención que estas.
—Disculpa, yo no te he hecho nada para que me insultes.
—Existir y ser escandalosa cuenta.
—¿Sabes qué?, no me importa tu monólogo de incomprendido. Suficiente tengo con mi vida.
—¿No tenías otra frase?, elegiste lo más gastado entre las chicas únicas y detergentes.
—Lo mismo digo niño edgy.
—¿Qué quieres, Camila?, no estoy para perder el tiempo contigo —dijo de manera tajante.
La chica señaló a su amigo, se estaba balanceando en el columpio una y otra vez.
—Qué vergüenza. Están muy grandes para las niñerías —afirmó —. Seguro fue idea de Anthony.
—Él quería invitarte porque te vio muy apartado, pero le da pena decirte. Me debe estar echando 200 maldiciones en árabe.
A Dylan se le escapó una fugaz sonrisa.
La idea de un Anthony preocupado por él y diciendo groserías en otro idioma no le desagrada.
—Te atrapé, Tony no te es indiferente —lo jalo del brazo.
—No sé a qué te refieres —murmuró.
Sus cachetes regordetes, se inflaron.
—Con razón Paul no te quiere hablar, eres muy amargado.
—Para lo que me importa, ya se le pasara. Seguro sigue de arrastrado con Lucas. De verdad que no entiendo a ese par. Uno le jala bolas aunque ya lo rechazaron y otro dice que no gusta de él, pero ahí lo ves de lo más amistoso.
—Claro, ser amable es superanormal —dijo, sarcásticamente —. Pueden ser amigos, aunque existan sentimientos de por medio.
—Eso nunca termina bien, tal vez en tu mundo utópico suena lógico, pero no es posible cuando uno se enamora hasta las metras. Simplemente quieres más.
—Uyyy, qué visceral, hablas como si lo hubieras vivido.
—Nah, ni parecido —dijo, seguro —. El amor no es para mí.
Dylan le lanzó una mirada de incredulidad al darse cuenta de que sabía demasiado.
—Los chismes vuelan, todo el salón conoce la trágica historia de Lucas y Paul —se justificó al instante —. Ese ship es más entretenido que el Larry... —se detuvo de golpe.
—¿Qué pasó?
—Hace un minuto estaba frente a nosotros, ¿será que fue al baño?
El celular sonó, su amigo le mandó un WhatsApp:
—Por Dios, tiene que ser una broma —exclamó la pelinegra.
—Tu cara parece de velorio.
—Anthony no encuentra sus zapatos.
—Cuál es el drama solo son... —recordó que hace unos días el muchacho le contó el apego que le tenía a un calzado en particular —¿son los de charol?
Ella asintió y le sonrió ampliamente.
—¿Preocupado, chico edgy?
—¿Tú no lo estás? —le devolvió la pregunta —. Son muy importantes para él.
Camila explotó de risa, ella no encontraba posible que Dylan no se diera cuenta de su preocupación. Era mucho para ni siquiera querer considerar al castaño como un amigo.
—Estoy segura de que se los escondió el imbécil de Cristian —dijo, cuando se sujetó el cabello con una liga —. No deja de burlarse de mí y de Anthony.
Cristian era el payaso de la clase por excelencia. Siempre molestaba a sus compañeros para recibir un poco de atención. Era parte del grupito que golpeaba a Lucas, Nunca lo ha llegado a lastimar físicamente, pero les seguía el rollo y estaba de acuerdo con sus actos cuestionables.
Hace un tiempo que el foco es Anthony, él no desaprovechaba la oportunidad para cometer bullying de alguna manera, tal vez porque le parecía blanco fácil. Quien sabe. Lo que sí era seguro es que nunca había cruzado la línea más allá de los insultos.
Hasta ahora.
—Entonces, vamos. El tiempo es oro —la arrastró a las prisas.
—Cristian, ven para acá —la pelinegra juntó sus manos como si fuera un altavoz y dio unos cuantos pasos.
—¿Qué quieres porky? —dijo, divertido.
Los amigos de Cristian estaban emocionados, eso le otorgó el valor para encararla con una prepotencia insoportable.
—Jajaja, que gracioso —atacó, Camila —. Parece imposible, pero cada día superas mis expectativas.
—¿Gracias? —soltó otra risa.
—Devuélveme los zapatos ahora mismo si no quieres que te parta la cara.
—¿De qué me hablas, loca?
—Devuélveme los zapatos de Anthony, no me hagas repetirlo de nuevo —lo apuntó con el dedo índice.
—Oblígame —la arrojó al piso y acercó más su cabeza —. No me das miedo Camila, eres una niña. No puedes ni pegarme —le agarró el mentón —. Cuida tu bocota o vas a salir mal parada.
La muchacha lo empujó.
—No me toques.
—¿Y si no quiero? —retó y la sujetó del mentón con más fuerza.
—Te dijo que la soltaras —Dylan apretó su muñeca.
—¿Ahora eres amigo de la gorda?
—Cielos, bájale dos. No hagas más drama y devuelve los zapatos —con la otra mano le hizo señas a Camila para que se colocara detrás de él.
—No los tengo.
—No te creo.
—Lástima, no tienes manera de comprobarlo.
—No me subestimes, Cristian —lo soltó y lo empujo tan fuerte que cayó de forma abrupta sobre el asfalto, y le quitó el bolso que colgaba de él.
—Oye, ¿qué haces?, no puedes revisar mis cosas.
Dylan abrió el cierre y lo primero que vio fue unos zapatos brillantes de charol. El chico agrandó los ojos y le restregó el calzado en la cara.
—Supuestamente, no los tenías —arqueó las cejas.
—No tengo que darte explicaciones —le arrebató el morral y miró a sus amigos. Al darse cuenta de que se burlaban de él, la humillación recorrió su sangre.
—Eres tan patético.... —agregó Dylan cuando se levantó —Vámonos, Camila. ¿Ya hablaste con Anthony?
—Si, le mande un WhatsApp —se limitó a decir.
—¡Llegamos! —gritó a voz populi la muchacha.
Más atrás estaba Dylan con una cara de amargado siendo empujado por la chica.
Anthony se acercó con un deje de desesperación en sus facciones.
—¿Los encontraron? —insistió, acelerado —. No sé qué hacer, esos zapatos me los compró mi mamá, ya he buscado por todo el salón.
—Respira, me vas a marear —dijo Dylan al mostrar los famosos zapatos.
Los ojos del castaño se dispararon.
Camila los miró a los dos con una sonrisa y agregó:
—Siéntete afortunado, se cayó a piñas con el insoportable de Cristian para recuperarlos.
—¿En serio?
—Está exagerando, no quería pegarle —se cruzó de brazos —. Pero, no aguante la actitud tan...
El muchacho le quitó la prenda de las manos y los revisó para asegurarse que no tenían ningún defecto. Dejó escapar el aire contenido al darse cuenta de que todo estaba en orden.
—Se dice, gracias —reclamó.
—Gracias por ser mi héroe. Mil gracias. No sabes lo que significa para mí —dijo sin vergüenza alguna.
Dylan se sintió incómodo al escuchar esas palabras sin una pizca de recelo.
—No seas cursi...—se desordenó el cabello y carraspeó.
—Bueno, chicos. Los voy a dejar —interrumpió Camila —. Tengo que hacer algunas cosas.
Se fue más rápido que inmediatamente y cerró la puerta.
—¿Qué le pasa? —cuestionó, estresado —. No tolero a esa chica, ¿Por qué eres amigo de alguien que siempre te deja solo?
Anthony no le contestó, se entretuvo con sus zapatos.
—¿Me estás escuchando?
—¿Qué quieres que te diga? —rebatió, cansado —. Ella es así, y yo no tengo ningún problema. Que sea mi amiga no significa que debe estar siempre conmigo. Los dos tenemos nuestra vida, estoy bien con eso.
—Si estuviera más pendiente de ti, no te molestarían.
—¿Te estás preocupando por mí?
«¿Qué pasó con el insensible de Dylan?» su cabeza no dejaba de dar vueltas.
—Por supuesto que no. Me da igual, pero no quiero estar siempre involucrado, ¿Para qué son amigos?, mejor mándala a volar.
Anthony aún no podía creerlo.
Por más que intentara taparlo, era muy obvio que le tenía cierto aprecio.
Tal vez como amigo o porque se había resignado, pero se le enterneció el corazón con la idea de que fuera importante para él.
Dylan le arrebató los zapatos y se agachó.
—Eres demasiado inquieto, me molesta la gente así —despegó el cierre mágico y se lo ajustó en los pies.
Parecía una secuencia de una película cliché. En otras circunstancias podría ser hasta gracioso. El castaño nunca fue muy amante de los tópicos románticos que tanto amaba Camila, pero en ese instante no pudo evitar sonreír.
Era bonito sentir que por primera vez era el protagonista de algo, aunque sea por unos segundos.
—¿Se puede saber el motivo de la risa?
El chico de cabello ondulado también se agachó para quedar a la misma altura que su príncipe azul.
—Yo puedo ponerme el otro, tranquilo —le dedicó una tierna sonrisa —. Gracias.
—Ya te dije que no tienes que ser cursi...
—Pero, quiero hacerlo —interrumpió de forma atropellada.
«Por más ilógico que suene, elijo aferrarme a la idea de que este es el verdadero Dylan y que ese chico lastimado algún día va a poder sanar sus heridas » dijo para sus adentros.
—No te confundas yo...
—Por favor, no me arruines la ilusión.
«Solo hoy hazme creer que el mundo que dibujé en mi cabeza es real»
—Eres la persona más extraña que conozco.
—Y tú eres el imbécil al que más le hablo.
—¿Es un cumplido?, si es así te cuento que es el peor que he escuchado en un largo tiempo.
—¿Por qué quieres que lo sea?
—No me importa, lo único que necesito es entender.
—¿Qué deseas entender? —Anthony le siguió el juego.
—Si te contara... —le sonrió con amargura.
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