Capítulo 02
—Estás muy distraído, ¿sigues pensando en lo de tu papá? —dijo Paul, mordiendo su empanada.
Había un grupo de jóvenes empujando a un flaquito con anteojos. Dylan no podía apartar la mirada. Con semejante distancia de por medio le resultaba difícil saber quién era la víctima.
Observó el camino asfaltado que conducía al trozo de patio, y suspiró en frustración.
—¿Me estás escuchando? —preguntó Paul.
—Se están metiendo con ese chamo —señaló.
Su amigo volteó al instante.
Achicó la vista para detallar la situación y preocupado abrió los ojos.
—¡Es Lucas! —dejó la empanada en el suelo.
Dylan lo sujetó del hombro para que entrara en razón.
Paul furioso por su acción le dijo:
—No voy a dejar que sigan molestando a Lucas.
—Sé que te gusta, pero ¿sabes todos los problemas que te puede traer defenderlo? —alzó las cejas angustiado —. Él ya te dijo que no es marica.
—No uses esa palabra, es fastidioso.
—Eso es lo que eres, ¿o no? —argumentó, convencido.
En su defensa esto era muy nuevo para él. Hasta sentía cierta incomodidad. Las cosas solo se hicieron más confusas cuando Paul le dijo que le gustaba Lucas; el cuatro ojos del salón.
Es ilógico, casi ni se hablan.
—A veces me pregunto por qué sigo siendo tu amigo. Solo piensas en ti —levantó la voz y se alejó.
Dylan estaba harto de tantos cambios. Primero su abuelo, después el engaño de su padre, lo de Paul y para colmo la muerte fulminante de su mamá. Por qué nadie podía entender que no era capaz de procesar tanta información.
Cerró con fuerza la puerta del salón y se quedó mirando hacia el vacío.
«Prefiero dejarlo con su complejo de príncipe azul» pensó.
Hasta ese momento trató de convencerse de que aquello no le iba a ocurrir.
¿Por qué?
No tenía la respuesta con exactitud. Cada vez que lo veía suspirar por Lucas, algo en él se llenaba de miedo.
—I'm gonna swing from the chandelier. From the chandelier. I'm gonna live like tomorrow doesn't exist.
Los cantos apresurados hicieron eco. Sabía de quién era la voz, aunque no podía reconocer la melodía.
—¿Qué haces aquí? —al no recibir respuesta, le quitó los audífonos con brusquedad —. Quiero estar solo, vete. No necesito oír tu horrible voz.
—Uyy, qué amargado. Primero no dejas de mirarme y ahora me insultas. Eres muy extraño —infló los cachetes.
Cuando Anthony se percató de lo que soltó, se tapó la boca como el propio niño.
—¿Te diste cuenta de que te estaba mirando? —alzó las cejas consternado.
—No soy ciego, además tus ojos son muy intensos —se cruzó de brazos, después de marcar la distancia entre los dos.
—¿Y tu amiguita la army? —Dylan optó por cambiar de tema, no estaba listo para cuestionamientos.
—Está haciendo un tiktok con sus amigas. No me gusta mucho el ruido del patio. Prefiero quedarme aquí.
—Ah, verdad que a los autistas les molesta todo —opinó con desinterés.
Anthony se sintió irritado por el comentario, era muy chocante y fuera de lugar. Además, sonó de un modo bastante despectivo. Por un instante se replanteó por qué estaba atraído por un imbécil. Después se acordó que le parecía muy lindo. Se maldijo por lo superficial que podía llegar a ser.
—¿Por qué no vas a jugar béisbol?, es lo que le suele gustar a los trogloditas —se sentó en un pupitre y acomodó sus audífonos.
—¿Los qué? —se rascó la nuca —, olvídalo —tomó asiento al lado de Anthony y soltó un suspiro.
El fanático de Sia apagó la música.
—¿Esto es una indirecta o qué rayos? —apoyó la mano en su cachete y jugó con el cable de sus audífonos —. Si es así, ya te dije que no me pienso ir a ningún sitio.
—¿Por qué ahora todo el mundo es marico o esa cosa extraña de elle?
—¿Eh? —respondió Anthony completamente perdido —. Lo que dices es muy homofóbico. Las personas no binarias...
—No empieces a soltar un chorro de información como una enciclopedia andante. Gracias, la gerencia —le mostró sus manos, asustado.
—¿Entonces, para qué preguntas?
«Dylan nunca ha dejado de ser complicado, pero hoy se la rifó» pensó Anthony.
—Me estoy desahogando. No entiendo la obsesión de nuestros compañeros por conseguir pareja ni mucho menos los gustos de Paul —se revolvió el cabello, nervioso.
—No necesitas entenderlo para apoyarlo. Yo no entiendo a Camila la mayoría de las veces y nos queremos.
—Es demasiado marico. El año pasado hasta se disfrazó de niña para el compartir.
—¿y?
—Es muy escandaloso, ¿te parece bien?, no necesito más problemas. Suficiente tengo con tu mamá —le dedicó una rápida mirada.
—No sé qué quieres que te responda —siguió jugando con el cable de sus audífonos —. Ahorita lo único en lo que puedo pensar es en lo ignorante que eres.
—Genial, ahora me insultas.
—Tú lo hiciste primero.
—Tu mamá se metió primero en mi familia.
—Por Dios, supéralo —dejó de jugar con el aparato y le dio un golpe al pupitre.
—Para ti es muy fácil, no sabes todo lo que sufro.
El muchacho de tez blanca rodó los ojos.
—Acomódate el cierre, lo tienes abierto —no podía quedarse con esa, ese tipo de detalles le causaban conflicto.
Él se subió la cremallera y le dio la espalda, ya no quería hablar con ese niñato. Ni siquiera sabía qué se le pasaba por la cabeza.
—La música calma a las bestias —dijo de repente —. Tal vez yo no te entienda ni tú a mí, pero podemos hacernos compañía.
Dylan no supo cómo reaccionar, sin embargo, no rechazó el gesto de Anthony y agarró lo que le ofrecía. En el fondo no podía negarlo, había tratado de desahogarse con el pecoso porque se sentía muy solo.
Él tenía amigos, el detalle es que no podía descifrar el mundo en el que vivían. No comprendía sus gustos y cada día el ardor en su pecho aumentaba.
El único que no encajaba con los demás era él. Parecía un intruso.
—¿Qué música vas a poner? —preguntó más calmado.
—¿Conoces a Sia?
—No, ¿eso se come?
—No es comida, es una cantante...
—Olvídalo, fue un chiste muy malo —se adelantó a decir, mientras contenía la risa —. Pon una canción a ver qué tal.
—Está bien... —dijo Anthony, extrañado.
Hace mucho que no era testigo de sus carcajadas, aunque sabía que se estaba burlando de él no podía evitar sentirse feliz.
¿Era masoquista?
A lo mejor...
Anthony siempre tuvo muy claro que su enamoramiento unilateral era problemático. Intentar algo con Dylan era como un suicidio y lo peor es que por más que le costara reconocerlo, aún guardaba una pequeña esperanza.
Quería estar equivocado. Lamentablemente confirmar lo que sentía no era una idea agradable. Es mejor nunca cruzar la línea.
No podían ser más que conocidos.
—¿Qué canción es esta? —lo sacó de sus cavilaciones.
—Together.
—Es muy buena, sube el volumen.
Anthony no pudo evitar sonreír.
Él de verdad no quería emocionarse por compartir un momento tan íntimo. Es difícil, no todos los días escuchas a tu cantante favorita con el chico que te atrae. Él quería ser un masoquista. Quería creer que detrás de esa actitud irascible había un alma atormentada con buenos sentimientos, solo no podía controlar su gran bocota.
«¿Es suficiente para aguantar sus desplantes?» le recordó su cerebro. Le dolió más que una puñalada.
Gracias a sus padres vivió en carne propia, lo que significa aguantar maltratos por cariño o porque alguien la está pasando mal. Si lo piensas a fondo no importa la razón de su comportamiento o si es justificable o no.
Él seguía haciendo daño.
Dylan era un caos de emociones. Un desastre andante. Una bomba capaz de destruir al primer ingenuo que se le acercara. Aquí la pregunta del millón es:
¿Anthony ignorará las advertencias?
Antes de que pudiera contestar, la vida decidió por él.
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