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"Y nuevamente escuché llanto"

Capítulo 7.

Alrededor de media hora después salieron, caminé a su encuentro cuando noté sus narices rojas y el maquillaje un poco corrido.

—¿Qué pasó? —les pregunté preocupadas mientras las dos se refugiaban en mis brazos.

—Ahora entiendo, ahora sé porque no podemos —logró pronunciar Diana con dificultad mientras trataba de ahogar el llanto en mi hombro.

—Todo está en la comunicación, siempre traten de decir todo lo que piensan y sienten —acaricié sus cabellos y tras unos minutos salimos de ahí.

Llegamos a una cafetería que estaba cerca de la plaza, previa al apartamento donde vivo. Nos sentamos en la mesa que se encontraba afuera del local para recibir la brisa fresca del día.
Nos pasamos mucho tiempo hablando sobre el vestido que queríamos usar para nuestra graduación, cuando una pareja que se sentó en la mesa de al lado captó mi atención.

Eran mi vecino y su ex novia.

—¿Qué hacen juntos? —me pregunté mientras jugaba con la pajilla en el vaso.

—¿Quiénes? —inquirió Carolina.

—Ah, esos dos —los señalé con mi boca y ellas se voltearon a verlos.

—¿Quiénes son?

—Mi vecino, el que llegó a mi habitación cuando escuchó que una tipa loca estaba hablando en hebreo —me burle mientras ella me veía mal—. Esa chica que está con él es su ex novia. No entiendo porque está con ella.

—¿Por qué te importa eso? ¿Te gusta él? —preguntó Diana entrecerrando los ojos.

—No, solo se me hace muy curioso —aclaré tratando de ignorarlos.

—Mira, parece que ella le está rogando —me dijo Carolina en un susurro apresurado.

Al parecer así era, ella puso sus manos sobre las de él, mi vecino las apartó con delicadeza y paso a decir algo que dejó a la chica boquiabierta. Inconscientemente una sonrisa de suficiencia se formó en mi rostro.

—Parece ser del tipo que no le haría daño ni a una mosca, su mirada me lo dice —opinó Diana un poco extrañada.

—Solo he hablado con él unas pocas veces, pero si, es una persona muy sensible e ingenua. Repentinamente me siento como una madre orgullosa al ver que no cedió ante el falso arrepentimiento de esa arpía. ¿Nos vamos? —me levanté tomando mi bolso y ellas hicieron lo mismo.

—¿Deberíamos ir a la cancha? — preguntó Carolina emocionada y empezó a correr como una loca.

Y como buenas locas, nosotras la seguimos.

Llegamos al lugar y quedamos asombradas al ver que la mancha de menstruación que Diana dejó accidentalmente en las gradas de la cancha de básquetbol, había sido borrada.

—Vaya —exclamé sorprendida—, apenas han pasado cinco años y ya no está tu sucia sangre ahí.

—Lo sé —respondió melancólica—, pero la foto que me tomaron en ese momento seguirá viva por los siglos de los siglos.

—Me pone triste —dijo Carolina mientras daba volteretas al medio de la cancha—. Cuando estábamos en el instituto veníamos todos los días aquí y jugábamos hasta quedar rojas como tomates.

Me senté y eché mi cabeza hacia atrás, la calidez de los rayos del sol contra mi rostro me llevaban a un viaje al pasado, recordando todos los momentos que vivimos durante nuestra estadía aquí. Si, perdí a mi madre en ese entonces pero...Diana y Carolina se convirtieron en las dos llantas de mi bicicleta.

Sin ellas no podía andar, incluso me asustó lo mucho que llegué a depender de su amistad; pero poco a poco encontré mi esencia, me convertí en mis propias llantas y ellas...ellas siguen ahí junto a mí, por si me caigo o por si necesito una de repuesto.

—Oigan, creo que deberíamos jugar —les dije divertida—, estoy creando metáforas muy extrañas en mi cabeza así que necesito despejarme...

Me levanté y al otro lado de la reja, en la cancha de fútbol noté una silueta que se me hizo conocida, el sol no me dejaba ver más allá y entrecerre los ojos protegiendome del resplandor con mi mano. Suspiré exageradamente y las chicas llegaron donde estaba.

—¿Qué pasa? —preguntaron preocupadas.

—¿Ven a aquel hombre de allá? —lo señalé indiscreta.

—Vaya, ¿Que es esto? —pregunto Carolina mientras pasaba sus manos por todo su cuerpo—. Creo que me volví heterosexual por unos segundos.

Era el hombre que ví en el autobús, el que casi me asesina con su sonrisa de anuncio de televisión.

—¿Lo conoces? —inquirió Diana, bajando mi dedo que aún seguía señalando al sujeto.

—No, solo lo vi una vez en el autobús y ya tengo el nombre de nuestros hijos —sonreí maliciosa y las dos me golpearon en la espalda al mismo tiempo para luego reírse por mi reacción.

—¿Por qué no le hablas? —preguntó Carolina emocionada—. Si es que aún no te ha hablado él. Lo digo porque cualquiera se moriría porque una chica tan hermosa como tú los note.

—Hasta yo, preciosa —bromeó Diana guiñandome el ojo.

—¡Hey! Ya habíamos quedado que ninguna de las dos trataría de seducirla —reclamó Carolina, golpeando la cabeza de su pareja.

—¿Saben qué? Si tanto lo desean —apreté mi entrecejo con dos dedos e hice una expresión de pesar—; ¡La que me atrapé se gana un beso!

Las dos empezaron a correr muy rápido y huí sin mirar al frente, sus expresiones eran muy divertidas. Seguí corriendo hasta que algo —o alguien— me impidió hacerlo. Choqué y caí de trasero al piso, las chicas se detuvieron y empezaron a reírse.

Levanté la mirada y era aquel hombre, sentí como mis mejillas se ponían calientes en un instante y retrocedí para levantarme.

—¿Y si te atrapo yo? —preguntó con voz seductora—, ¿También me gano un beso?

Me quedé atónita por la inesperada pregunta y traté de articular palabra pero al parecer mi lengua decidió tomar una siesta en ese momento.

—¿Qui-quién es usted? — le pregunté tratando de guardar la compostura.

—Bueno, es que hace un par de días en el autobús, parecía que querías decirme algo —respondió tranquilo colocando sus manos dentro de los bolsillos del pantalón.

—No sé a qué se refiere —reí nerviosa y tragué grueso al notar sus candentes ojos color verde mirando fijamente los míos.

—Si eras tú la del autobús —sonrió y vió hacia arriba, como recordando algo—. No podría olvidar tu belleza tan fácilmente.

—Paro vaginal —escuché que susurró Diana, no tan bajo mientras las dos trataban de ahogar su risa.

Y aquel hombre que me sacaba más de una cabeza en altura, también se rió.

—¿Qué pasa si iba en autobús? ¿Usted también estaba ahí o algo? —fruncí el ceño tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Eres tan tierna, te me quedaste viendo...

—Debe ser una equivocación —saltó Carolina colocando sus manos en sus caderas—. Nuestra Elisa no mira a nadie, todos la miran a ella.

—Lo sé —replicó él—, por eso es que sé que me estaba mirando. Porqué yo también la estaba mirando a ella.

Sentí que mis piernas estaban a punto de fallar así que tome un semblante duro y me hice cargo de la situación. Aunque mi voz nerviosa no ayudaba.

—En realidad no sé quién es —respondí siendo sincera—. Adiós.

Me fuí caminado rápido tratando de no voltear, las chicas me siguieron mientras se reían nerviosas.

—¡Adiós, hermosas! —gritó con esa voz varonil que juraba permanecer en mi memoria durante varios días.

Se ofrecieron a acompañarme a mi apartamento y durante todo el camino me molestaron por aquel hombre atrevido que se nos presentó en la cancha.

—Bueno, llegamos. Ya, les dije que no lo conozco y probablemente no lo vuelva a ver así que no se hagan ilusiones de que tendrán un cuñado como él —hicieron un puchero y se miraron entre ellas para luego compartir una sonrisa cómplice.

—¿Quién sabe si en realidad no lo volverás a ver? —preguntó Carolina mientras tocaba mi hombro con su dedo índice.

—Cierto, el tipo estaba flechado por tu belleza —agregó Diana levantando sus cejas.

—Como sea, me voy —las despedí y entre al edificio.

Y nuevamente escuché llanto. Nunca pensé que llegaría a aborrecer el llanto de esta manera. Seguí subiendo y me encontré a mi vecino sentado en la gradas, su cabeza escondida en sus brazos, los cuales abrazaban sus rodillas.

—O-oye —lo toqué levemente y se sobresaltó. Me miró y sus ojos estaban rojos, había llorado por mucho tiempo—. ¿Estás enfermo o algo?

Luego de preguntar esto recordé que hace unas horas lo vimos en el café con su ex novia. Sin decirle nada, me senté junto a él.

—La debes haber querido mucho —comenté dudosa. Él no dijo nada, solo seguía llorando sin levantar la vista—. Ven acá.

Lo atraje hacia mí y pase mi brazo sobre sus hombros para darle un medio abrazo, di unas palmaditas en su espalda mientras él, con dificultad respiraba y luego dejaba salir más lágrimas. La manga de su camisa de mezclilla empezaba a mostrar la marca de humedad.

—Yo... —me miró y sorbió su nariz fuertemente—, yo la amaba. Me siento triste porque he logrado dejar de pensar en ella con tanta facilidad que me sorprende. Es claro que la amaba, ¿Pero por qué no puedo aceptar su arrepentimiento y volver a ella?

—Porque su traición te abrió los ojos, jamás pensaste que ella haría algo así y tú ilusión se fue a la basura cuando te enteraste de todo —traté de consolarlo y él me dio una sonrisa de boca cerrada.

—Pero aún la extrañooo —terminó de decir alargando la frase y se echó a llorar como un bebé, escondiendo su cara en mi cuello.

Apreté mis labios para no reír, su respiración me hacía cosquillas, mis dedos de los pies también se encongieron y apreté mis ojos fuertemente tratando de no apartarme, el pobre chico necesitaba apoyo.

—Todo pasará —acaricié su cabello—, solo porque no funcionó con alguien no quiere decir que el mundo haya llegado a su fin.

No sé porque me transmitía una extraña sensación de familiaridad y a la vez me sentía tan cómoda con él, como si hace tiempo nos conociéramos.

Cada vez que lo veía me sentía bendecida, su apariencia era la del hombre perfecto que describen en los libros de dioses griegos, aunque los dioses griegos no eran morenos, y él si.

—¿Me acompañas...a tomar una cerveza? —preguntó tímido luego de un rato de haberse calmado.

—Claro, pero, ¿Tienes en tu casa? Recuerdo que la primera vez que bebiste fue hace un par de días en mi casa.

—Es verdad...no tengo, pero puedo comprar —se levantó y alisó su pantalón—. Aunque, ¿No te estoy molestando con esto? Seguro si, si quieres olvida lo que dije y ve tranquila a dormir, muchas gracias por haber estado conmigo en estos momentos. Perdón por querer abusar de tu amabilidad sin darme cuenta.

—No, no —me levanté apurada—. En realidad también necesito una bebida y prefiero tomar en compañía de alguien. El alcohol y la soledad no son una buena combinación —aclaré sonriendo.

—Si es así, entonces seamos compañeros de bebida —propuso con una gran sonrisa en su rostro. De no ser por sus ojos hinchados, cualquiera diría que es la persona más feliz del mundo.

Pero lo único que veo en sus ojos es la inocencia.

—Espero no te desmayes después de una lata —bufé y el torció sus labios.

—¡No te preocupes! —hizo un puchero sin darse cuenta—. Ya soy un experto, y aunque no lo sea trataré de aguantar. No puedo dejar a una señorita sola.

—Ay pero que caballero, agradezco su amabilidad —dije haciendo una reverencia como una damisela.

—¿Quieres salir a algún lugar o entramos a alguna de las habitaciones? —me preguntó señalando nuestros lugares.

—El cielo amenaza con lluvia, mejor vamos a mi apartamento —propuse y me detuve a medio camino al recordar un pequeño inconveniente—. O mejor vamos al tuyo.

El bebé, aún estaba ahí y lo último que quería era verlo.

—Esta bien entonces —subimos y abrió la puerta, se hizo a un lado para invitarme a pasar—. Déjame enciendo las luces porque sino no me veo —bromeó.

—Ni siquiera eres tan moreno —me senté en un amplio sofá que ocupaba mucho espacio en la sala, pero aún así todo estaba muy ordenado.

—Si tu lo dices —replicó sonriendo—. Esperame aquí un rato, iré por las cervezas.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, solo dime la marca. Cómo sabes, no soy un máster en esto del arte de beber.

—Nunca he sido exigente con eso, mientras tenga alcohol cualquier herida sana —terminé de decir y él me dio un pulgar arriba.

—Que palabras tan profundas de una alcohólica —exclamo dejando salir una risa.

—¡Oye! —tomé uno de los cojines y se lo lancé, lo esquivó mientras reía.

—Volveré pronto —se fue y me quedé sentada. El silencio de la habitación se llenó con una notificación que cayó en mi teléfono.

“Volví de mis vacaciones, ven a recoger tu último pago. Señorita Enfermera 😏❤️”

Mi graduación sería llevada a cabo en un mes, por supuesto que tendría que dejar el trabajo que me ayudó a volverme independiente para luego dedicarme a mi futura vocación.

•••

Hola, soy yo otra vez jeje.

No sé ustedes pero yo me tente con el hombre del autobús, y ahora también de la cancha. ¿Cuál será su identidad?

¡Descubralo al regresar!

ahre.

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