"¡Javi, existes!"
Capítulo 11.
—En primera, tú tienes la culpa por fastidiarme con tantas preguntas —dije señalando al frente con una mano y sosteniendo el teléfono en mi oreja con la otra—, y en segunda... perdóname.
—Que linda forma de disculparse —bufó Carolina al otro lado de la línea.
—¿Como puedo ir a mi graduación cuando estoy peleada con mi mejor amiga? Sería insoportablemente incómodo.
—Lo haría aún más incómodo para ti, sentándome a tu lado y dándote la espalda —murmulló con un tono de molestia—, pero ya que te disculpas vamos a fingir que no ha pasado nada.
—Bien, nos iremos en el auto de papá —anuncié mientras vigilaba de cerca a Javi, desde aquel día que chocó contra algo creí que sería un bebé más quieto pero...creo que alguna parte de su cerebro se averió porque está más hiperactivo que nunca, lo peor de todo es que ahora incluso puede correr.
—¿Ya se lo pediste prestado?
—¿Por qué debería? Su carro es mi carro —dije maliciosa y las dos nos echamos a reír.
Al colgar el teléfono me eche como una foca en el sofá mientras observaba al niño correr por todos lados, ya hace casi un mes que apareció en mi vida y la rapidez con la que ha "crecido" desde entonces me asusta. Demasiado.
Recibí una nueva llamada de un número desconocido, contesté.
—Si, ¿Quién habla?
—¿Usted es la Srta. Elisa Mendes, verdad? —preguntó una mujer que supuse era mayor por el tono de voz cansado y aburrido.
—Si, soy yo, ¿Quién...—
—Srta, le recuerdo que el día de ayer tenía que recoger su uniforme. Por cierto, es la oficina de administración del hospital SanDeus Center —explicó desganada.
—¡Ah sí, es cierto! Cuanto siento no haber llegado, pero se presentaron un par de problemas —me pegué en la frente al recordar que tenía que hacer eso— ¿Puedo pasar ahora, verdad?
—Claro y por favor que no se repita esto, nos agradan más las personas responsables —masculló y colgó.
—"Nos agradan las personas responsables" —repetí irritada.
Ahora tengo que bañarme...una de las tareas más difíciles del mundo. Para las personas como yo, que cuando un lápiz se me caía hacia todo tipo de maniobras para alcanzarlo sin tener que levantarme del asiento.
Al salir del baño me puse un atuendo adecuado para la situación, ni tan formal, ni tan informal.
Estaba aplicando un poco de maquillaje cuando escuché un alboroto y salí a ver, mi vecino estaba persiguiendo a Javi que corría contento sosteniendo algo.
Me sentí mareada, me apoye en el marco de la puerta para no caerme, sentí mis ojos cristalinos y me quedé en blanco por unos minutos pero reaccioné y respiré profundamente, tragué grueso y actué como si no estuviese pasando algo extraño.Como si no fuera una persona que veía a un bebé que nadie más podría dar fé de su existencia y que se acaba de dar cuenta de que por fin, alguien más lo ve...y eso significa que no está loca como pensaba.
—¿Qué pasa?— inquirí divertida tratando de disimular mi sorpresa.
—Na-nada, solo me preguntaba de quien era este bebé —respondió mi vecino sorprendido y Javi chocó en mis piernas.
—Déjame ver que tienes...— le quité la prenda y la estiré.
Era un bóxer de Superman.
Empecé a reír como loca al recordar que había visto eso tirado en las gradas cuando el chico nuevo se estaba mudando, el vecino rascó su nuca avergonzado y me lo arrebató de las manos.
—Asi que era tuyo —hablé entre risas y me fijé en sus expresiones para tener la certeza de que no estaba soñando que esto estaba pasando.
—¡No es mío! —dijo rápidamente—. Es un regalo para mi primito.
—¿Regalo? Por Dios, no mientas— se lo quité de nuevo—. Tiene un agujero en el culo...osea que está viejo y usado —bufé.
—Bueno, si es mío. Pero ya no te burles —pidió haciendo un puchero y se lo devolví.
—Está bien, está bien —estaba a punto de entrar a mi habitación tomando al niño de la mano, cuando me regresé confundida— espera...¿Por qué tiene un agujero ahí?
—¡Basta! —exigió abrumado.
—¿Te tiras pedos nucleares o qué? —me reí fuertemente y él cerró dando un portazo.— Ven, chiquitín. Entremos antes de que me dé un infarto aquí en el pasillo.
Cerré la puerta detrás de mí y lloré como una loca haciendo que el corrector colocado en mis ojeras perdiera un poco su efecto. Con mi puño golpeé mi pecho repetidas veces, me sentía feliz y no encontraba las palabras para expresar todo el alivio que entró de golpe en mi cuerpo. Tampoco podía explicar cómo es que mi vecino al principio no veía al bebé, pero ahora sí lo hizo. Lo hizo...lo vió.
—No estoy loca —sonreí saboreando mis lágrimas saladas—. ¡No estoy loca!
Corrí para cargar a Javi y lo llené de besos, el mocoso me apartó con disgusto y lo baje para que siguiera jugando, me quedé contemplándolo un rato con mis manos enlazadas y una sonrisa que no desaparecería por varias horas. Me controlé y fui a retocar mi maquillaje con manos temblorosas, para ir a recoger mi uniforme.
Ya luego visitaría a mi vecino y le preguntaría cosas. No cosas cochinas —aunque ganas no me faltan—, sino cosas sobre Javi.
Estaba tan feliz que sentí que me tiraría un pedo de serotonina pura. Pero no podía hacerlo porque estaba en el autobús.Trágico.
Cuando llegué a mi parada, me bajé en el lugar indicado y empecé a caminar. Entré en el gran hospital iluminado y me quedé un rato observando uno de los jardines que se encontraba dentro, me encantaba que por todo el hospital habían pequeños sectores destinados a la siembra de diversas plantas muy coloridas y con un aroma encantador, un pequeño gesto como ese podría alegrar el día de una persona que se siente al borde de la muerte.
Por muy insignificante que parezca.
Llegué a la recepción y pregunté a donde tenía que recoger mi uniforme, el hombre detrás de la ventanilla me indicó amablemente el lugar al tenía que dirigirme. Estaba en mi camino al ascensor cuando un joven conserje me miró y se apresuró a presionar el botón para que las puertas se abrieran, le sonreí en agradecimiento y él entró después de mí.
—Hola, preciosa —me saludó apoyando su mentón en el trapeador que traía entre manos.
—Hola —le saludé frunciendo el ceño.
—Eres muy hermosa —dijo con su mirada fijada en mí.
—Gracias —pronuncié entre dientes rogando llegar al segundo piso lo antes posible. La puerta finalmente se abrió y salí casi corriendo de ahí.
—¡Adiós, belleza! —gritó y luego lanzó un beso.
—Fastidioso —dije irritada sin girarme para verlo.
Llegué al lugar indicado y me encontré con un par de enfermeras, empecé a analizar sus rostros para tratar de hacer un diagnóstico de sus personalidades y así saber cómo lidiar con ellas.
La de la izquierda era de cabello corto, negro y muy pulcro. Toda su apariencia gritaba ¡DISCIPLINA! Pero cuando abrió su boca me lleve una sorpresa —Esas mierdas no van conmigo —dijo con un dejo de fastidio.
—Buenos días —saludé a una persona que se encontraba por ahí, mientras escuchaba atenta a lo que cuchicheaba el círculo de mujeres con uniforme blanco.
—Era demasiado guapo, aunque se ve muy pichón —exclamó una mujer alta de cabello castaño que se veía muy simpática.
—¿En qué puedo ayudarla? —me preguntó un señor de cuarenta y tantos uniformado, era parte de la oficina de administración.
—Vengo por mi uniforme de enfermería, entraré a trabajar la otra semana y olvidé pasar por él ayer —pronuncié un poco distraída.
—¡No importa la edad! —suspiró exageradamente una chica de cuerpo rellenito y de estatura adorable— solo lo ví un segundo y supe que es el amor de mi vida.
—Ah, ¿Usted es Elisa Mendes? —asentí y él me indico que lo siguiera—. Fue la única de tres nuevos empleados que no se presentó ayer.
—Tuve un par de problemas, pero no se repetirá una situación así, se lo aseguro —expliqué apenada.
—No se preocupe, no es una falta grave —me calmó con una gran sonrisa.
—Muchas gracias —me quedé afuera de la habitación a la que él entró y cuando salió traía un paquete en sus manos.
—Aquí está —me lo entregó y contemplé el objeto con una mezcla de alegría y tristeza— Aún no es su entrada oficial a la familia de SanDeus pero me complace darle la bienvenida a sangre joven, sus ojos me dicen que es usted una señorita muy vivaz. Soy Amelio Conti, un placer —estiró su mano para estrechar la mía.
—Mucho gusto Sr. Conti. Como usted ya sabe, mi nombre es Elisa Mendes —me presente muy contenta, el señor me caía muy bien.
Me fuí de ahí luego de dar una mirada furtiva al grupo del que formaría parte en una semana y solté una risita al ver que todas se iban rápido al ver que una enfermera de mayor edad se acercaba a ellas.
—¡Las quiero trabajando! —advirtió con un semblante duro y luego disimuló una sonrisa.
Hice mi largo recorrido al apartamento caminando por las calles mientras veía el cielo despejado y el ardiente sol bronceando la piel de los transeúntes que vestían ropa ligera por el clima.
—No estoy loca —dije sonriendo y alcé mi vista una vez más al cielo. Y una nube coqueta en forma de corazón me dió una idea. Saqué mi teléfono y marqué el número de mi querida Diana — ¿Aló? Preciosa, necesito que vengan al apartamento porque voy a probarme el uniforme y necesito que me digan lo bien que me queda.
—Si, si patrona. No tenemos nada que hacer así que llegaremos en una media hora —replicó divertida.
Aceleré el paso para llegar antes que ellas y preparar a Javi para la visita.
—Dios, que asco. Cada vez me siento más maternal —exclamé horrorizada y a la vez sonriente.
Llegué y busque a Javi por todos lados, dejé el uniforme en la cama y encontré al engendro rayando el piso de la cocina con unas crayolas que le compré la semana pasada.
—Ven, es hora de que te presente. Porque si mi vecino te vió, entonces eso significa que no eres ningún espectro y que aunque tú procedencia sea dudosa, existes. ¡Javi, existes! —exclamé feliz haciendo cosquillas en su pancita.
Peiné su escaso cabello castaño hacia un lado, cambié su pañal mojado y lo perfumé para después ponerle un traje que le robé a Erick. Me reí fuertemente cuando lo dejé sentado en el sofá y se quedó quieto como un muñeco, con sus manitas enlazadas y puestas sobre su regazo.
—Eso me gusta, que seas un bebé bien portado —le dije dándole un pulgar arriba y empezó a columpiar sus pies.
Y me quedé frente a la puerta, esperando que las chicas llegaran y así darles la sorpresa y al fin poder contarles cuán extraño había sido todo este tiempo, sabía que ellas me apoyarían y comprenderían mi malhumor, e incluso vino a mi mente la idea de que adoptaran al niño, bueno, si es que ya habían tomado una decisión con respecto a ese tema.
Solo tenía que esperar y rogar que todo saliera bien.
•••
¡Hola, aguacates!
Las cosas se están poniendo más caóticas, el vecino fue capaz de ver a Javi...¿Podrán Diana y Carolina hacerlo también?
¡Descubralo cuando publique el siguiente capítulo! ahre
¡Gracias por leer! Los tqm.
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