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"Gracias por todo"

Capítulo 8.

Nathan Flores.

Llegué a la tienda y me fui directo a los frigoríficos que estaban ubicados al fondo, siempre que iba a comprar el jugo favorito de Melany daba un vistazo y al lado estaba el alcohol, siempre lo ignoraba.

Me traía malos recuerdos. Pero que ironía de la vida, ahora tomaría porque tal como lo dijo mi vecina "si es alcohol cualquier herida sana" y yo necesitaba terminar de cerrar la cicatriz que la chica a la que quería demasiado me dejó.

Tomé un paquete de 12 latas y lo coloque en la canasta, en el pasillo contiguo al que yo me encontraba escuché a dos personas riendo.

Una voz era animada y su risa chillona, la otra era ronca y aguda cuando reía. Los reconocí al instante.

Melany y Carlos.

Traté de evitarlos al principio pero luego recordé que no era el que debería estar evitando a esas dos personas, en todo caso ellos tendrían que evitar ser vistos por mí.

Sobre todo Melany, que ahora en la tarde rogó por mi perdón y me pidió que lo intentaramos nuevamente.

Cuando cruce para llegar a la caja me topé con ellos, la expresión de Melany era la de un cachorro regañado. Simplemente desvíe la mirada hacia adelante y seguí caminando.

—¡Hey! —me llamó Carlos pero no me volteé—. Necesitamos hablar.

—¡Carlos, solo déjalo! —le pidió Melany.

Llegué a la caja, que por suerte estaba libre. No quería pasar más tiempo ahí.

—¿Ni siquiera vas a hablarme? —preguntó luego de agarrar mi brazo de manera brusca, provocando que mi billetera cayera al suelo.

—¿Tenemos algo de que hablar? —inquirí apartando mi brazo de su agarre y me dispuse a tomar mi billetera pero él la pateó haciendo que esta terminara en la entrada del lugar.

—¡Necesito explicarte cómo pasó esto! —señaló a Melany, la cual tenía su mirada fija en el piso mientras se aferraba al brazo de su compañero. — Así me sentiré menos culpable.

—No te sientas mal, todo ya pasó así que no pienses en mí. Ni siquiera se preocupen por mi existencia —respondí pacífico. Fui a recoger mi billetera y le entregué el dinero a la chica detrás de la caja, la cual parecía disfrutar el show.

—¿Cervezas? —preguntó dejando salir una risita—. ¿Por qué? ¿Irás a emborracharte y luego llorarás tirado en una esquina como el patético que eres?

—Carlos —Melany sonaba desesperada, como si quisiera desaparecer de la faz de la tierra.

—Si —respondí mirándolo a los ojos—. Iré a tomar luego llorare y lucire patético. Pero hay algo que no haría nunca. ¿Y sabes que es? Traicionar a un amigo.

La chica detrás de la caja parecía haber comprendido toda la situación y dejó salir un exclamo de aprobación.

Los dos me miraron con culpa, simplemente negué con la cabeza y dije por último—: En serio no se sientan mal, si no pensaron en mi al principio...es ilógico que lo estén haciendo ahora.

Agradecí por el cambio y me fuí de ahí sin decir más, ni volver la vista hacia ellos.Cerré mi puño fuertemente arrugando el billete en mi mano, apreté mis ojos sin poder evitar que un par de lágrimas salieran.

Luego de secarlas con el dorso de mi mano aceleré el paso para llegar rápido al apartamento, ahora más que nunca sentí dentro de mí una sensación de necesitar emborracharme hasta olvidar mi nombre.

Abrí la puerta y ahí estaba ella, acostada en el sofá que mamá me obligó a traer conmigo mientras veía algo en su teléfono.

—Oh, por un momento pensé en llamar a la policía para anunciar que un borracho novato se perdió buscando la sustancia —bromeó levantándose cuando me vió llegar.

—En realidad tuve un pequeño encuentro —reí y rasque mi nuca, ella me miró confundida, esperando que siguiera hablando pero apreté mis labios y me senté a su lado.

—¿Así que no quieres hablar de ello, eh? —abrió la bolsa que puse en la mesa frente a nosotros y sacó las latas de una manera ágil—. Esta bien, no hablemos de cosas tristes y tomemos hasta el amanecer.

Que rápida era para captar las cosas.

—Mañana es domingo así que no trabajas, ¿Verdad? —preguntó luego de abrir dos latas y pasarme una a mi.

—De hecho empezaré a trabajar en dos semanas —aclaré y le dí un sorbo a la bebida. Ella rió después de ver mi reacción.

—Que casualidad, ¡Yo tambien! —dijo animada pero a la vez llevo una mano a su pecho y tomó—. Aunque estoy nerviosa, me estreso al pensar como será el ambiente de trabajo.

—¿Te sientes insegura?

—Jamás, se que soy muy buena en lo que hago —quisiera tener su nivel de confianza—. Pero sabes, tengo un defecto muy grande...

—¿Cuál es? —pregunté curioso.

—Nunca puedo quedarme callada, soy muy sincera. Más de lo que me gustaría serlo — admitió negando con la cabeza—. Podría traerme problemas si mis compañeros de trabajo resultan ser unos idiotas.

Luego seguimos bebiendo hasta terminar el paquete que compré, ella se burló de mí al principio por "no aguantar" pero la que estaba bailando sobre la pequeña mesa era nada más y nada menos que mi vecina.

—Oye, no estoy tan borracha, creo que necesitamos otro paquete —habló exhausta al bajarse mientras me apuntaba con el dedo—. Esperame aquí, iré a comprar a otro.

Y empezó a reír —Obviamente me esperaras aquí, es tu apartamento.

Estaba muy alcoholizada, no podía dejarla salir así. Yo tambien me sentía un poco mareado pero al igual que ella quería seguir bebiendo. Me levanté, tomé mi billetera y luego la tomé a ella por los hombros para sentarla en el sofá.

—Vecina, esperame aquí, yo iré —dije poniéndome a su altura.

—¡Si, señor! —gritó sonriente poniendo sus manos en sus rodillas.

Salí de ahí pero antes de irme asegure la puerta para que ella no pudiera salir. Era muy probable que si salía caminara escaleras abajo, podría resbalarse y tener un accidente. Ni Dios lo quiera.

Hice rápido la compra, por suerte ese local estaba abierto las 24 horas. La chica me reconoció y me sonrió.

—Estuvo genial hace unas horas —dijo al darme una bolsa.

—Ni siquiera yo sé de dónde saque tanta valentía para hablar así, es la primera vez en mi vida que le he hecho frente a una situación en vez de huir de ella —confesé, siendo uno de mis defectos no poder ocultar lo que siento.

Cuando llegué al apartamento todo estaba muy silencioso, me preocupé pero al buscar a mi vecina con la vista noté que se había quedado dormida en la mesa con sus brazos  extendidos y su cara aplastada contra el mueble.

—Vecina —susurré sacudiendo su hombro levemente—, vecina.

—¡Hola! —gritó levantando su cara de repente.

Casi hace que me vuelva blanco del susto. Y justo después sentí un olor nauseabundo, y vi un charco amarillento en la mesa donde estaba acostada, y luego vi que su cara estaba embarrada de un líquido del mismo color...y su cabello también.

Había vomitado y me dí cuenta de que la noche de bebidas acabaría, tal vez seguiría tomando solo, después de guiarla hasta su apartamento.

—Vecina, estás llena de vomito —le hice saber.

—¡¿Qué?! —preguntó asustada y empezó a tocar todo su cuerpo, y su mano llegó a la zona exacta— ¡Ay no, que asco!

Empezó a llorar y luego se levantó de un tirón, dio un par de pasos hacia atrás al perder el equilibrio, me acerqué para sostenerla pero me dio un manotazo para apartarme.

Y empezó a desabotonar su blusa, me quedé ahí parado con la boca abierta sin saber que hacer. Termino su labor y dejó tirada la prenda en el piso camino al baño. La seguí para saber que hacía mientras fijaba mi vista en el suelo para no faltarle el respeto viendo más allá de lo que debería.

—Vecina, ¿Qué haces? —pregunté y alcé mi vista al escuchar la regadera cayendo.

Se había quitado el pantalón y estaba bajo el agua, ahora sus manos se dirigían al broche de su brasier, rápidamente me volteé asustado.

—¡Vecina! ¡Estás en mi apartamento! —grité desesperado para que se detuviera.

—Shh, haz silencio y tráeme una toalla —pidió mientras hablaba de manera floja.

¿Hacia esto cada vez que se emborrachaba?

Tragué grueso y salí corriendo a buscar algo para que se cubriera cuando saliera pero todas mis toallas estaban en el canasto de ropa sucia, lo único disponible era mi bata azul que mamá me obligaba a usar porque "me hacía lucir guapo"

Se la llevé mientras caminaba de espaldas tratando de no chocar con las cosas y apretaba mis ojos fuertemente para no ver nada.

Ella no estaba en sus cabales en este momento, lo hacía de forma inconciente...si yo veía su cuerpo al desnudo me sentiría mal, me sentiría culpable por haber violado la privacidad de una persona.

Ella estaba en la entrada del baño, lo sé porque solo estiré mi mano con la bata y ella la arrebató de inmediato.

—Ay, qué linda —exclamó contenta—. Seguro me veré sexy con esto.

Y luego de unos minutos salió con su cabello mojado, sin una pizca de maquillaje en su rostro y envuelta completamente. Ahora podría verla cara a cara y tratar de hacerla entrar en razón para enviarla a dormir a su apartamento.

—Vecina... —la seguí dando pasos cautelosos.

—Buenas noches, apaga las luces —me ordenó y se dirigió a mi cuarto para acostarse en mi cama.

Me quedé perplejo en medio de la sala, suspiré profundamente y caminé inseguro hasta el interruptor para cumplir con su mandato.
Me acosté en el sofá y cerré mis ojos con desconcierto, poco a poco me fuí quedando dormido hasta ya no ser consciente de lo que pasara a mi alrededor.

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—¡AHHH! —un grito desgarrador hizo que me cayera del sofá y despertara aturdido de mi sueño incómodo.

Era mi vecina, corrí y abrí la puerta de mi habitación para saber que pasaba.

—¿Donde estoy? —preguntó confundida y asustada mientras veía hacia todos lados.

—Estamos a mano —dije sonriendo y se asustó al verme entrar—. Ya dormimos en la cama del otro.

—¿Qué es esto? —inquirió tocando la única cosa que cubría su cuerpo.

—Es mi bata.

—¡¿Qué?¡ —la abrió un poco y metió su cabeza— ¡Por el espíritu Santo amén! ¡Estoy desnuda!

—De-dejame explicar —pronuncié tartamudeando, ella me dió una mirada que podría matar y a la vez resucitar a alguien para volver a matarlo.

—Dime exactamente lo que pasó, ¡Ahora mismo! —exigió levantándose de la cama y por inercia retrocedí asustado.

—Bien, vamos a la sala —propuse señalando con dedos temblorosos.

Salimos del cuarto y el olor era terrible, no había limpiado el vómito porque sabía que ella pediría explicaciones y necesitaba pruebas para que me creyera y no pensara que algo malo había pasado.

—¿Que es ese asqueroso olor? —preguntó tapándose la nariz.

—Es el olor del que querías deshacerte ayer —respondí señalando la mesa.

—¿Qué?

—Ayer me pediste que comprara más cerveza, fui a la tienda y cuando vine te encontré dormida sobre tu propio vómito —tomé su mano y la llevé al baño— Cuando te desperté empezaste a quitarte la ropa y te metiste a darte una ducha, te juro que no vi nada.

En un instante su cara estaba completamente roja, mientras con su vista repasaba toda su ropa tirada en el piso.

—¿E-en serio no viste nada? —me preguntó tímida  abrazándose a sí misma.

—En serio.

—¿Y como explicas que amanecí en tu cama?

—Pues prácticamente me convertiste en tu sirviente —me reí— ¿Es porque soy negro?

—¡Oye! ¿A qué te refieres con eso?

—Me ordenaste apagar las luces y luego te fuiste a mi habitación, cerraste la puerta y te dormiste en mi cama.

—Yo...lo siento tanto por causar estos inconvenientes, te devolveré esto —iba a desatar la bata pero la detuve a tiempo.

—¡No te la quites! —sujeté el nudo para impedirlo.

—Ah, cierto —respondió cayendo en cuenta—. Bueno, te la traeré más tarde —estaba a punto de salir del baño.

—Tu ropa —le recordé y se devolvió.

—Ah, si —rió avergonzada y empezó a recoger todo—. Ahora sí, en serio discúlpame ya me voy.

Y salió casi corriendo para irse al lado, el vómito es una de las cosas más asquerosas que hay en el mundo, pero lo único que me provocó esa mancha en la mesa fue una sonrisa.

Que fue borrada en el momento que me dispuse a limpiar mientras contenía la respiración para frenar mis náuseas.

Elisa Mendes.

Si tuviera que elegir el día más vergonzoso de mi vida, este se llevaría los honores y hasta un regalo como premio por tener el primer lugar.

Me quité la bata y entre al baño para tomar una ducha adecuada, tiré toda la ropa a la lavadora y cuando entré al cuarto para vestirme vi al bebé sentado en el suelo junto a la mesita de noche, otra vez el cuadro de mi mamá estaba tirado en el suelo.

—¡Me asustaste! —exclamé asustada llevando mi mano a mi pecho. Seguro terminaría este día acostada en la cama de un hospital, desde la mañana ha sido caótico.

Recogí el cuadro y lo puse en su lugar, cargué al bebé y lo sentí un poco más pesado.

—Vaya, ¿Es posible que una alucinación crezca? —le dije y empezó a reírse mientras jalaba mi cabello y lo mordía. Lo dejé sentado en la cama para escoger mi ropa, daba vistazos rápidos para asegurarme de que no se cayera.

¿Que es esto? ¿Acaso en el fondo, pero muy fondo de mi ser, existía ese instinto maternal?

No, simplemente su ternura me hace querer protegerlo, aunque sepa que no existe, aunque me sienta asustada porque creo que estoy perdiendo la cordura.

—¿Sabes? He decidido cuidarte —le informé al pequeño bodoque acostado en mi cama que estaba jugando con sus piecitos regordetes—. Siento que si hago eso, eventualmente me dejaras en paz.

Terminé de arreglarme para salir, pero antes bajé al bebé de la cama y le dí uno de mis peluches para que jugara.

Tomé el autobús y llegué a "Meredith Fashion", el local de ropa en el que trabaje por casi cuatro años. Y esta vez iría para despedirme.

Un sentimiento de nostalgia invadió mi cuerpo cuando di un paso adentro de la tienda, mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar la primera vez que vine a comprar y sin querer terminé ayudando a la dueña a vender más ropa.

Al parece Meredith también sintio eso cuando me vió llegar.

—¿Recuerdas cuando aumentaste mis ventas en un día? —mencionó apartándose del mostrador y caminando hacia mí.

—Claro, ya sabes que mi labia está en un nivel superior —bufé acercándome a ella y dándole un abrazo, su elegante cabello rubio inundando mi nariz con su dulce aroma.

—Ni siquiera se porque me ayudaste —se apartó para verme—. Empezaste a convencer a varias clientas de que compraran ciertas prendas y lo hicieron. En ese momento que la chica que se iba a ir con las manos vacías se devolvió y termino gastando $50 supe que tenía que contratarte.

—Estaba aburrida, y al ver que muchas estaban inseguras acerca de lo que querían les di un empujoncito para que decidieran. Y terminé siendo contratada por la jefa más hermosa del mundo.

—¡Ah! Ni creas que te daré más dinero por ese cumplido —exclamó con falso enojo—, ¿O tal vez si?

—Extrañaré este lugar, extrañare escuchar a hurtadillas los chismes que contaban los clientes, extrañaré el olor de la ropa nueva... —empecé a decir recorriendo todo el lugar.

—¿Y no extrañaras a esta hermosa jefa de treinta años exitosa y carismática? —pasó una mano desde su cabello hasta su pequeña cintura en un gesto arrogante.

—Claro que te extrañaré. Así como tú extrañaras a esta empleada perfecta —imité su acción y las dos nos echamos a reír.

Nos sentamos a tomar un té y actualizarnos sobre nuestras vidas. Creo que ella es una de las mejores adultas que he conocido en mi vida. Franca, bella, honesta, amable y humilde.

—¿No me trajiste nada de tu viaje? No todos los días tu jefe se va a Italia —pregunté expectante.

—Claro que si, te sorprenderás —revisó su delantal negro y saco una cajita del mismo color.

—¿Que es? —la abrí y eran un par de anillos.

—Fuí a ver a un adivino y después de que leyera mi fortuna pregunté por la tuya —me dijo en voz baja—, el señor dijo que muy pronto conocerás al hombre de tu vida.

Me reí a carcajadas luego de que me comentara eso.

—¿No me crees, verdad? Bueno, como sea. Cuando ese hombre llegue a tu vida dale este anillo, me dijo que ese pequeño anillo los salvará a los dos —terminó de decir con una nota de asombro.

—Es una completa tontería —repuse divertida—. Pero si lo vendo seguramente obtendré un buen dinero.

—Oye, descarada —golpeó mi espalda—. Guárdalo muy bien o me molestaré.

Llegó la hora de despedirse, apreté mis labios y cerré los ojos fuertemente para no llorar.

—Adios, se que esto no es una despedida definitiva, ¿Pero que hago? —mi voz se quebró—. Siento que estoy dejando mi casa por segunda vez.

Ella me abrazó y dio palmaditas en mi espalda, lágrimas silenciosas empezaron a bajar.

—Has pasado por mucho, así como también has logrado muchas cosas. Extiende tus alas y vuela, demuestrale al mundo que hay que caer para aprender a levantarse.

—Gracias por todo —la apreté y ella empezó a reír.

Cuando llegué al apartamento me sentía vacía, como si un trozo de mí hubiese quedado en esa tienda.

Por eso creo que el mayor defecto de un ser humano es acostumbrarse a todo. Porque después ese "todo" se termina y deja un vacío en ti que tarda en llenarse...con otra costumbre.

Es como un círculo vicioso que nosotros mismos marcamos con nuestras acciones.

•••

¡Hola mi gente!

Es un capítulo largo, la inspiración me llegó en el momento menos adecuado...no querrán saber JAJAJA

Espero les guste, gracias por leer 🥑

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