C31: ¿Te dice... mamá?
Nathan Flores.
En la mitad de la consciencia que llega cuando estás a punto de despertar, sentí las palmas calientes y sudorosas. Al papar el lugar donde estaban, se hundieron y deslizaron hasta que toqué el suelo. Abrí los ojos haciendo el esfuerzo que se necesita luego de una siesta precedida por el llanto y con las nubes del primer parpadeo ví a mi vecina recostada en la pared con la cabeza colgando a un lado, luego noté el lugar donde me había dormido.
No estaba borracho y ni siquiera recuerdo en que momento llegué a abrazar sus piernas. Me sentí tan avergonzado y asustado, ahora estaba dormida y por lo tanto muy serena...pero cuando despertara seguramente activaría su modo violento y haría que mi cabeza diera una vuelta completa de una cachetada.
Me levanté rápidamente y tomé asiento en el sofá, restregué mis ojos con frenesí, hábito que mi madre nunca logró controlar y estiré mi cuerpo. La acción de dormir en el suelo podía quedarse en Asia, yo me sentía más adolorido que nunca.
Saqué mi teléfono del bolso para ver la hora pero al hacer el máximo intento por no provocar ningún sonido, el aparato cayó de cara al suelo y mi vecina empezó a moverse. Iba en picada hacia abajo pero logré atraparla antes de que se partiera la cabeza.
¿Cómo no se despertó después de tanto alboroto? Solo dejó salir un quejido y se acomodó en mis brazos. La levanté con las piernas temblorosas y logré moverla hasta el sofá. Me detuve acurrucado junto a su cara y la contemplé durante unos segundos, es la primera vez que la veía desde tan escasos centímetros. Sus cejas eran más gruesas que las de la mayoría de chicas que conocía, su piel era blanca y sus mejillas poseían un rubor muy tierno.
Me puse de pie en un brinco y sacudí la cabeza para despertar de esos pensamientos que me robaron la razón cuando miré sus labios entreabiertos.
—¡Ah, Javi! —recordé y aclaré mi garganta luego de echar otro corto vistazo a Elisa. Caminé directamente hacia la habitación mientras estiraba mis extremidades y al llegar a la puerta me detuve.
"¿Debería entrar o no?" No es como si fuéramos desconocidos y ya he estado aquí varias veces, pero también me molestaba la idea de entrar a la habitación de una mujer que en ese momento dormía como un oso.
Decidí ser rebelde por una vez en la vida y dí un paso para toparme con la oscuridad del ambiente y en la cama una personita que movía sus pies dando patadas al aire mientras jugaba con algo. Me acerqué y me acosté a su lado para verlo de cerca.
—Hola Javi —saludé tocando su pancita.
—Maldita —pronunció risueño, dejándome con la boca abierta.
—También me alegra verte —logré decir entre la sorpresa y la ofensa—. Elisa me dijo que quería contarme algo de ti, espero que no te moleste que hablemos a tus espaldas.
A su lado había una foto, un retrato que en la oscuridad me fue difícil ver, pero...sin necesidad de mirarlo con detenimiento, me dí cuenta de lo familiar que ese rostro resultaba para mi memoria. No le dí importancia y jugué con Javi durante un rato, hasta que escuché el sonido que hacen los focos al ser encendidos. Elisa estaba en el baño.
Salí al pasillo para esperarla y tras unos segundos apareció frente a mí con el rostro mojado y unos cuantos mechones pegados en las mejillas.
—Ah, hola —saludó con una media sonrisa, se apoyó con una mano en el marco de la puerta y negó con la cabeza—. Creo que hemos dormido juntos más veces que una pareja casada.
—¿Debería arrodillarme? —le pregunté en tono serio. Nunca he sabido bromear y su expresión de sorpresa reforzó este hecho. Ahora todo se volvió incómodo, más cuando al bajar la mirada me topé con mis manos marcadas en sus piernas. Problemas que sufrían los blancos.
—Mmm —aclaró su garganta y terminó por salir— ¿Viste a Javi? —inquirió señalando el cuarto.
—Si, me dijo maldita —bufé, la seguí en su camino a la sala y nos sentamos en el mini comedor de la cocina.
—A mí me dijo puta —pronunció asintiendo con seriedad y al hacer contacto visual nos reímos fuertemente.
—Por cierto...¿Es normal qué —al escucharme me hizo gracia y reformulé la pregunta—: ¿No te parece demasiado extraño que su evolución sea la de un niño normal? Ahora incluso empieza a hablar.
—¡Ese es el punto! —exclamó señalándome—. Ahora descubrí como funciona el tiempo para Javi.
—¿Cómo? —inquirí ansioso, al borde del asiento.
—El hijo de Chucky cumple un mes cada semana —expuso.
—No —exclamé mirándola y cubriendo mi boca con la mano.
—Según mis cálculos, ahora tiene ocho o nueve meses —ambos nos miramos con una luz de pleno entendimiento en los ojos— ¡Por eso le están saliendo los colmillos con los que nos chupará la sangre!
—Dios mío —dije anonadado pasando ambas manos por la cabeza que ahora amenazaba con doler.
—Entonces ahora dí inicio a las clases, le enseñaré a hablar para que nos diga de una vez por todas cuál es su asunto con nosotros.
—Ah, por eso me dijo maldita —bufé y ella rió avergonzada.
—Bueno, eso es todo lo que tenía que decir —concluyó y se cruzó de brazos.
Mi teléfono sonó en ese momento y la charla sobre Melany estaba tan presente en mi cabeza que dí un respingo antes de sacarlo de mi bolsa y verificar de quién era la llamada. No sé porqué pero mi mano alzó el teléfono y le mostró la pantalla a mi vecina. Tampoco sé porqué mi boca se abrió para decir: Es Adrián.
Ella asintió confundida y se levantó creyendo que había pedido privacidad para hablar. Mierda.
No, mierda no, no me gustan esas palabras.
Tras un minuto exacto de llamada me dirigí a la sala nuevamente. No estaba así que esta vez las voces de su habitación me guiaron hacia ellos. Lo estaba sosteniendo en brazos mientras jugaba con él y esa sola imagen bastó para darme una ilusión. Quería una familia y esto se sentía de una tétrica forma como eso.
La chica no me veía como yo a ella y el bebé era el hijo del diablo.
Toqué con el nudillo del índice la puerta y ella se volvió hacia mi con gesto divertido.
—¿Quieres cenar con nosotros? —pregunté.
—¿Nosotros? Ah, el rizado —musitó pero logré escucharla—. Gracias por la invitación pero tengo que amamantar a la cosa horrorosa —dijo besando la mejilla del niño.
—Pero seguramente estás hambrienta, dices que pasaste el día como un maestro y me consta que la rutina de un maestro va de enseñar, quejarse, comer y dormir —insistí.
—Nathan —llamó seriamente—. Tienes razón, si no como ahora siento que mi estómago empezará a comerse a sí mismo —prosiguió llevando las manos a su estómago descubierto por la camisa corta.
—¿En serio no consumes drogas? —bromeé y me preparé para recibir su palma abierta en el brazo, que no tardó en llegar con una cara de divertida indignación.
—Pero creo que si voy, a tu amigo o a mí nos dará indigestión —dijo y se dirigió a la cocina, dejando a Javi en el sofá.
—Adrián es una gran persona...si, puede ser muy directo a veces pero es porque creció en las afueras de la ciudad, ahora quiere establecerse aquí y sería genial que conociera a alguien más aparte de mí y mejor aún porque vives cerca de nosotros y si necesita algo tú puedes ayudarlo como el ángel de buen corazón que eres —recibí una mirada sarcástica— y si tú necesitas algo estoy seguro de que él te ayudará sin pensarlo.
—Amén —pronunció sin voltearse mientras preparaba la leche—. Pero tienes razón, seguramente nos desagradamos porque somos iguale, ya sabes, la ley del espejo.
—Puedes adelantarte, yo alimentaré a Javi y luego te sigo —propuse y esta vez se acercó a mí con una sonrisa maliciosa.
—Te faltó el "cariño" —empezó a reír a carcajadas al verme titubear—. Bromeo, pero no te preocupes, llevaré al niño y alimentaré al aire a ojos de tu amigo y creo que no corremos ningún tipo de riesgo si él nos ve. De todas maneras ya me catalogó de madre...no madre del anticristo, pero es lo que hay.
—¿Hablas en serio?
—¡Ah, claro! Solo si tú estás de acuerdo.
—Pues...en realidad no me gustaría que..., ya sabes, "involucrar a un inocente" por así decirlo. Creo que sería mejor evitarle la confusión y el miedo tan horribles que son síntomas de esta enfermedad llamada "Veo un niño fantasma" —hablé con voz baja, batallé para encontrar palabras que no la hicieran sentir mal con lo que había sugerido. Lo logré ya que sonrió de manera cálida y dió un toquecito en mi hombro al pasar a mi lado.
—Entonces ve, no te preocupes —le pasó el biberón a Javi, que alargó su manita y empezó a tomar el contenido. Aquello parecía ser un adulto atrapado en el cuerpo de un bebé, algo que solo pasaría en animaciones.
—Bien, te esperaremos —dije y dí solo dos pasos hasta la salida cuando escuché la voz torpe de Javi.
—Mamá —dijo.
—¿Te dice mamá...? —le pregunté a mi vecina, pero el gesto del pequeño me respondió.
—Mamá —balbuceó agitando los pies arriba y abajo en el sofá mientras derramaba la leche en la barbilla. Señalaba hacia un punto vacío en la habitación de Elisa, que al ver esto se alejó lentamente de su lado para esconderme tras su espalda.
—¿Y si su madre fantasma está aquí...con...NOSOTROS?
Después de decir eso dió un grito y ambos tropezamos al salir despavoridos del apartamento, mis pies se enredaron en los suyos y el fuerte estrépito que nuestros cuerpos ocasionaron al caer aceleró más los latidos de mi corazón.
—Traje la comida —anunció una tercera voz al final de las gradas, dió un fuerte sorbo a la bebida y sacudió la mano con las bolsas.
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