C3: ¿Eso era llanto?
6 años después.
—Nuestro cuarto y último año de universidad y no entiendo como no tuviste ni siquiera un novio —exclamó Diana sorprendida girando su cuello exageradamente para verme.
—¿Por qué te preguntarías eso si la respuesta es clara?
—¿Y cuál es la respuesta? —preguntó Carolina a mi lado.
—Osea —dejé la bolsa de papas en la mesa y me levanté—, solo mirenme, ustedes simples humanas, ¿Creen que alguien es digno de estar con su diosa?
—Uy si, deja me tiro al suelo para alabarte —dijo Diana sarcástica levantándose y alzando sus manos.
—Dejame a mi alabar esas nalgotas que te cargas, bebé —bromeó Carolina apretándole el glúteo y haciendo que Diana diera un saltito.
—Oigan ya les he dicho que las tijeras van en el estuche —me miraron confundidas—, osea ustedes son las tijeras y el estuche es su casa.
Después de unos tantos años de amistad me dí cuenta de que ellas se veían de una manera distinta, todo el tiempo hacían bromas que llevaban consigo mucha tensión sexual —tanta que hacían que me sintiera violada— se besaron en varias ocasiones "como amigas"...hasta que al final dieron un paso fuera del clóset aceptando estar enamoradas la una de la otra.
Al tener un mes de relación oculta decidieron que no querían prolongar más el anuncio para sus familias, ya estaban listas para ser echadas de sus casas, pero nos quedamos atónitas ante la reacción de sus seres queridos.
—¿Solo tienen un mes? —preguntó la mamá de Carolina con una nota de asombro—. Creí que llevaban más tiempo.
—¡JA! Sabía que mi hija era lencha. Manuel, me debes diez dólares, ¡Gané la apuesta! —gritó su padre contento mientras corría en busca de su otro hijo.
En cambio en casa de Diana se formó un ambiente muy sentimental, lleno de consejos y aliento para que siguieran adelante sin importar las críticas ya que lo que importa es su felicidad y nada más.
—Pero...¿Tu también eres lesbiana? —me preguntó la abuela de Diana.
—No, no —agite mi mano al frente—, yo soy como el mal tercio...no, mejor digamos que soy la madrina de la relación —expliqué sonriente.
—Ah chinga, yo quería nietos —exclamó el padre de Diana mientras daba un sorbo a su lata de cerveza.
—Papá, ahí está Ana —señaló a su hermana de apenas cinco años—. Aunque cuidado que si te sale culisuelta, vas a tener que ser un niñero en vez de abuelo.
—Ay no, ni lo menciones —espetó su madre llevándose una mano al pecho.
Después de unos meses se fueron a vivir juntas, yo me mudé cuando cumplí los dieciocho años—ahora tengo 22— a un apartamento cerca de la universidad y también cerca del hospital en el que conseguí un lugar gracias a mis excelentes calificaciones, empezaré a trabajar luego de graduarme y ya siento que me cago de los nervios...aunque no debería porque soy divinamente genial en lo que hago, así es.
Si nadie me dice lo espectacular que soy, tengo que hacerlo yo misma.
Luego de la jornada del día nos despedimos y fuimos a nuestras respectivas casas, bueno yo fuí a mi apartamento. Cuando llegué, al subir las escaleras me encontré un bóxer de...¿Superman?
Ignoré el hecho de haber visto eso y seguí subiendo hasta llegar a mi habitación.
—¡Mamá! ¡Ya te dije que estaré bien, siempre quise vivir solo y ahora que lo hago vienes y me dices que no se cocinar ni un huevo, claro que se cocinar un huevo! —escuché la voz de un hombre claramente molesto al lado.
—Deberias de agradecer que tienes una madre que se preocupa por ti —bufe triste y me dirigí a la cocina, encontré una nota en la encimera.
“Te he traído un par de platillos para que te alimentes bien. Elisa, la Maruchan y la soda no son una comida adecuada...ya sabemos que solo comes eso"
—Karen.
—¿Es que acaso me espían? —mire hacia todos lados asustada y luego cogí un par de tuppers que estaban apilados al lado de la nota.
Carne, arroz, verduras...iugh. Las puse lejos de mí y en un plato me serví un poco de arroz y una porción de carne, rogando que no me cayera pesado. Caminé hacia la mini salita dispuesta a comer pero antes de sentarme en el sofá noté que había una gran mancha de humedad ahí, tire mi vista al lado y había otra nota.
“Hermanita, me mié, pero dice mi mami que se va a secar rápido :D”
—Erick.
—¡Que puto asco! —exclamé disgustada y tire un trapo sucio que estaba en el suelo para cubrir la orina—. Tiene seis años y aún no puede controlar su manguerita.
Me senté en el suelo frente a la televisión y estaba a punto de llevarme un bocado cuando me fijé que no había cogido un tenedor, de mala gana me levanté para traerlo pero en ese momento escuché algo que hizo que me girara mientras mantenía una posición de cavernícola.
¿Eso era llanto?
Entrecerre los ojos y me concentré para escuchar mejor pero no había sido nada. Maldito estrés, ya me hace alucinar, ésta vez si cogí el tenedor y me senté nuevamente. Cuando estaba a punto de llevar un puñado de arroz a mi boca, el teléfono empezó a sonar.
—Dios, solo quiero comer —me quejé dando pataditas al aire mientras verificaba de quien era la llamada para contestar.
—Hola, hola —saludó alegre.
—Richard, es la primera vez en meses que tengo una cena decente y justo en este momento me interrumpes, llama luego. Gracias —si...cuando estoy hambrienta soy muy grosera. Dejé el teléfono a un lado y ahora con una sonrisa formándose en mis labios empecé a comer.
Justo al terminar la cena, alguien llamó a mi puerta por primera vez en mucho tiempo. En el apartamento éramos alrededor de 10 personas, cinco cuartos en el piso de arriba y cinco en el de abajo. El único vecino que alguna vez me buscó, fue Don Ernesto, el tío de todo el barrio...ya sabes, ese señor del que todo el mundo quiere ser amigo; me pidió que le ayudara a destapar su baño porque se había comido unos taquitos y pasó lo que tenía que pasar...ah, que buenos recuerdos.
Me levanté un poco extrañada a dejar el plato en el lavabo y luego limpié mis manos en mi ropa, me dirigí hacia la puerta y ví por el agujerito, no parecia ser nadie peligroso así que abrí y solo asomé mi cabeza.
Lo miré de pies a cabeza, era un chico alto, moreno, cabello oscuro y una cara que casi me hace decir "te la compro"
Se veía un poco aturdido, estaba usando una pijama de rayas blancas y azules. Fruncí el ceño mientras lo veía a los ojos esperando que dijera algo.
—Hola, soy el nuevo vecino —dijo después de aclarar su garganta.
—Ah si, bienvenido. Buenas noches —asentí y fingí una sonrisa, metí mi cabeza y estaba a punto de cerrar pero él me detuvo.
—E-es que, te quería pedir un favor —titubeó nervioso.
—Pedir favores desde que llegas da una mala imagen de ti —espete y él me miró con tristeza— pero, ¿Que es?
—¿Puedes venir conmigo al parque para descubrir si mi novia es infiel? —me quedé perpleja ante aquella petición, casi me río en su cara pero apreté los labios y asentí.
—Deja me pongo las pantunflas —él sonrió con sus ojos y se hizo a un lado.
Y aquí empieza nuestra misión:
"¿Tengo cuernos?"
Según lo que me contó en el camino: Melany, su novia y Carlos, su mejor amigo, nunca se habían llevado bien al punto que ni siquiera soportaban estar en el mismo lugar por mucho tiempo. Pero de un día para otro éste notó el cambio tan abrupto...ellos intercambiaban sonrisas y también conversaciones de más de tres palabras.
—¿Y como sabes que vendrá aquí? —pregunté de brazos cruzados porque traía puesta una camisa de tirantes y la brisa golpeaba mi piel causando escalofríos.
—Carlos siempre viene a trotar aquí por las noches —me explicó y alcé mis cejas esperando oír más—. Melany desde hace más de una semana me ha dicho que ya no puede reunirse conmigo en las noches porque su madre la obliga a venir al parque a trotar con ella... Le dije que si me podía unir a ellas pero me rechazó al instante, ¿Que crees? —entrelazó sus dedos hasta que sus nudillos se volvieron blancos.
—Pues yo creo que estás siendo un paranoico —me encogí de hombros y seguí caminando.
—¿Será eso? —preguntó cabizbajo haciendo un puchero.
Cuando nos acercamos más a un par de bancas que había sobre el parque divisé a una pareja de guapetones trotando mientras reían.
—¿Son ellos? —señalé a los susodichos y él alzó su vista.
—¡Si! —exclamó y caminó rápido hacia ellos.
—¿Que hacés? —le pregunté exaltada tomándolo del brazo.
—Ah, es que iba a saludarlos pero ya recordé a que venimos...
—Vamos a seguirlos —propuse—, pero nada de saludos y mantén tu rostro lo más oculto posible. No queremos estropear el plan o que tú novia sea fiel y se de cuenta de que desconfías de ella.
El chico asintió y seguimos con nuestro camino, a pasos decididos, nerviosos y cautelosos. Planeaba dormir, pero una aventura emocionante no se vivía todos los días. Desearía haber tenido un camarógrafo siguiéndonos y un micrófono en la mano para grabar y conservar este loco suceso.
—No digas eso —exclamó la chica en respuesta a algo que el hombre susurró. La liga de su cabello se aflojó y cayó al suelo, se detuvo para recogerla y nosotros también nos detuvimos por inercia. Ella alzó su vista hacia nosotros, deteniéndose en el chico a mi lado.
Mierda.
Pero no lo reconoció ya que solo se volteó y siguió trotando hasta llegar al hombre que la esperaba unos pasos adelante. Pero antes de seguir en el afán lo sujetó por el brazo, y se abalanzó a besarlo.
—O tu suegra es un hombre que usa ropa tan apretada para que se le noté el maligno, o tu hermosa novia está conviviendo muy intensamente con tu amigo.
—Pero....pero si es mi novia y él mi amigo — murmuró incrédulo.
—Vecino —pose una mano sobre su hombro—, mejor no etiquetar a las personas, en estos momentos son simples desconocidos para ti.
Asintió un poco decaído y se dió la vuelta para regresar al apartamento, caminé junto a él sin saber que decir, se echaría a llorar y nunca había sabido cómo lidiar con un corazón roto.
En ese momento un brusco empujón hizo que casi cayera al piso, me equilibre y molesta me volteé para ver quién había sido el maníaco o maníaca de tal ataque. Era la novia de mi vecino, lo jaló del brazo con mucha furia.
—¡¿Qué te pasa?! —le gritó molesta.
—¿De qué hablas? —inquirió el moreno haciendo un gesto de interrogación con sus manos y sus ojos cristalinos.
—¿No te vas a molestar?, ¿No vas a gritarme? Dime, ¡Dime qué soy una zorra! —pedía mientras su pecho subía y bajaba en una respiración agitada. Sin poder presenciar más aquella irónica escena me acerque a ellos.
—Oye, el engañado ha sido él, ¿Aparte de ser una zorra también eres una grosera? —inquirí con toda la intención de ofenderla...acababa de conocer a ese chico y ya sabía que era una persona muy sensible.
—Eres un maricon...ni siquiera puedes hablar por ti mismo —espetó con sus puños apretados a sus costados.
—Maricon es el tipo que está escondido detrás de aquellos arbustos —señalé con el dedo índice al fortachón identificado como Carlos—, porque no quiere afrontar la situación.
—¿Y tú quien eres? —preguntó finalmente mientras me veía de pies a cabeza.
—La chica mas bonita que tus ojos han visto, la detective de película que arruinó tu fantasía —pronuncié con sorna—. ¿Necesitas que me quede? —pregunté al chico a mi lado. Con inseguridad negó con la cabeza.
—Perdón por haberte traído, sé que es algo muy personal y te involucre tan pronto nos conocimos —susurró apenado. Puse una mano en su hombro y negué con la cabeza.
Me fuí caminando lentamente, checando entre miradas furtivas al tipo escondido. Pero no parecía ser una amenaza así que dejé el lugar en el que ciertamente no debía estar.
Llegué a mi apartamento y un fuerte olor me recibió,mi habitación siempre apestaba por la ropa sucia y todos esos platos y vasos regados por todos lados pero...este olor era más fuerte, es como si hubiesen juntado desechos tóxicos y los calzones de un otaku en un solo lugar, muy pero muy desagradable.
Caminé sigilosa, quien sabe y un animal había entrado y muerto en mi pequeño cuarto, mire por aquí, levanté cosas por allá pero no había nada. Hasta que ese claro sonido hizo que me asustara y un grito ahogado escapara de mi boca.
Esta vez sí lo escuché muy bien, era llanto...
Vivo sola...y alguien estaba llorando en mi apartamento.
Corrí hacia la cocina y agarré lo primero que vi, el tupper con verduras que trajo Karen. Lo elevé con mis dos manos lista para atacar y seguí el sonido, cada vez más cerca, lo identifiqué. Venía de mi cama.
Era el llanto de un bebé.
Había un bebé en mi cama.
UN BEBÉ.
•••
Hola Aguacaticos.
Kiubo que tranzan, uy si la chola JAJAJAJAJA
Bueno, gracias por el apoyo y a las cuatro personas que votaron en el capítulo anterior quiero decirles que ya tienen ganado un aguacate para el día del amor, porque mi amor por ustedes es inmenso osiosi.
Espero esté capítulo sea de su agrado y pos la primera aparición de nuestro prieto hermoso, Nathan.
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