C26: Mamá.
—Melany, ¿Qué haces aquí? —preguntó el moreno acercándose a ella. El Dr.Torres se detuvo un momento para ver a la chica y luego se giró hacia mi con una sonrisa coqueta.
—Que linda, creí que el chico no tenía novia, es muy cohibido —opinó y siguió caminando. Yo estaba ahí,parada como una idiota con los pies anclados al suelo, como si estuviera esperando una invitación para unirme a ellos—. ¿Srta. Mendes?
—¡Vamos! —pronuncié enérgica, saliendo del trance.
—¡Bien, vamos! —repitió él con entusiasmo y pasó su brazo por mi hombro. No me sentí incómoda en absoluto, pero si nerviosa, ¿Qué rayos pasaba por mi mente?
Hace unos segundos me sentía irritada al ver a mi vecino con su ex novia y ahora me temblaban las piernas mientras aspiraba el olor masculino del hombre atrevido a mi lado. Ya luego haría un repaso de mis pensamientos...y más necesario, de mis sentimientos.
Llegamos y la supervisora nos entregó el cuadro de turnos. Y rápidamente la preocupación tomó paso en mi ser, tenía que quedarme hasta la mañana siguiente. Estaría emocionada por hacer mi trabajo, pero la existencia no existente del bodoque en mi apartamento me dejó sumamente asustada. No quería dejarlo solo por tanto tiempo, aunque supiera que nada malo le pasaría aún si se quedaba solo tres días seguidos.
Que sentimiento materno tan desagradable. Mi vecino se acercó a mí y estiró su cabeza para poder leer el papel que tenía entre manos y como si hubiese adivinado mis pensamientos, dijo:
—¿Qué haremos? También debo quedarme.
—¿Haremos? El niño vive conmigo, Nathan. No es como si fuera tu responsabilidad y no debes preocuparte, recuerda —me acerqué a él y llevé la mano a mi boca para susurrar—:No existe.
Fue al ver su expresión de congoja contenida, cuando me di cuenta de lo ofensiva que había sido.
—Perdón —pronuncié con incredulidad—, perdón, perdón…es que cuando tengo noches agitadas actúo malhumorada al día siguiente. No debí hablarte así, perdón.
—No te preocupes —dejó salir en un hilo de voz y temí que se echara a llorar ahí mismo. Se marchó a los casilleros sin levantar la mirada y golpeé la mesa en un arrebato de frustración.
—¿Pasa algo? —me preguntó Meredith, colocando una bandeja con pruebas en el lugar atacado.
—No —respondí dejando salir un suspiro, forcé una sonrisa y seguí el camino de Nathan para guardar mis cosas.
Cuando estuve allí sola, traté de encontrar una razón justificable para mí enojo. Me senté en la banqueta con los hombros caídos y la cabeza apoyada en la pared, el techo gris era tan altivo que no se tomó la molestia de ayudarme a resolver mi conflicto interno.
Al final no encontré ninguna razón.
Él era mi amigo y colega, yo, lo mismo para él. Sus relaciones personales eran eso, no una carpeta a la que yo tuviera derecho a abrir y cambiar documentos.
Las innumerables charlas de Diana acerca del pensamiento consciente llegaron a mi mente y estrujé mis recuerdos para poner en práctica todos los consejos que nos había dado, funcionó. Me levanté decidida y reanimada, con la resolución de aplacar mis emociones para que estas no perturbaran mis días.
—¡Así es! —exclamé y el pasillo se llenó con el eco de mis pasos—. No puedes estar así por un amor imposible o lo que sea que fuere en lo que estabas metida hace unos momentos.
—¡Bien dicho! —gritó una paciente de edad, saliendo del baño de damas y me pegué a la pared por el susto.
—Disculpe por el ruido —pronuncié avergonzada y ella sonrió e hizo un gesto con la mano para restarle importancia.
Me uní al trabajo, convirtiéndome para los demás en la "batería andante" , hecho del que fui consciente porque me lo dijeron reiteradas veces mientras iba de un lado para otro y alabaron mi disposición para el trabajo, aunque el comentario de "Es porque es nueva" no se hizo esperar.
—Me encanta ver este lado suyo —halagó Jossie, una enfermera muy tierna por su estatura y su personalidad—. Quiero creer que no soy la única que solo desea la muerte por las mañanas y luego las ganas de vivir son tan tremendas que siento que este mundo es demasiado pequeño para mí.
—Pues creo que tiene razón —contesté sonriente, me sentía muy cómoda con ella.
—¿No les duelen esos hermosos cachetes? —preguntó la Dra. Córdoba con la típica pose de embarazada: la mano como una palanca en la espalda.
—Es un buen ejercicio para mantener intacta la belleza —dijo Jossie haciendo un signo de cheque con su mano y colocándola en la barbilla.
—Se nota, se nota —bromeó la doctora pellizcando su mejilla regordeta.
—Bien Eli, vamos con las consultas de la tarde, no son muchas y podrás terminar conmigo antes de las seis y así tendrás al menos una hora para tu turno en emergencias —dijo moviendo su mano libre, como si con esta marcara las palabras.
—Perfecto, vamos.
En nuestro recorrido se disculpó alrededor de tres veces por considerarse a sí misma una carga con la que una nueva no tendría que lidiar. A las seis menos cuarto, tal y como ella lo dijo, terminamos con las consultas y se despidió de mi para marchar a casa.
—¿Qué hago ahora? —inquirí en voz alta y decidí ir a la Sala de Emergencias.
Febrero. Casi ningún paciente adolorido, esto provocaba en la sala un silencio sepulcral. Aún así, mis compañeras se mantenían ocupadas atendiendo a personas convalecientes.
—¿Con quién estás? —le pregunté a una niña que yacía al final de la fila de sillas a la vez que tomaba asiento junto a ella.
—Mamá —contestó sin mirarme y jugaba con los dedos.
—¿Por qué vino...?
—Papá —esta vez me miró por una fracción de segundo y como si temiera decir algo equivocado volvió su vista al suelo.
Metí las manos en los bolsillos y me derretí en el asiento, incliné la cabeza a un lado para mirar la placa que estaba ubicada en la puerta frente a mi.
—Dr. Torres —leí en voz baja y sonreí divertida. No podía creer que un profesional se haya acercado a una desconocida y hablado de una manera tan osada.
Y como si lo hubiese invocado, la puerta se abrió abruptamente y el hombre salió exaltado, seguido por Meredith que trataba de hablarle.
—Es que esto no va a quedar así y punto, me robé tu lengua, ya no puedes hablar —cerró el puño cerca de su boca y lo apartó para luego mostrarle su lengua de manera juguetona.
—Si, los doctores también pueden parecer drogadictos —bufé y mi diversión se desvaneció cuando una mujer en muy mal estado salió del consultorio y caminó arrastrando los pies hasta alcanzar al doctor.
—¡Negaré todo! —gritó apretando los labios, por el dolor, supuse—.¡Así que no se entrometa o terminará mal!
La niña a mi lado comenzó a sollozar y apretó sus ojitos, dejando correr un manantial de lágrimas.
—¿Es tu mami? —me arrodillé frente a ella y tomé sus manos.
—¡Siiii! —contestó abriendo su boca para lamentarse aún más.
Las pisadas demandantes de alguien se escucharon por el pasillo izquierdo, me voltee asustada, creyendo que un guardia se estaba acercando. Era Nathan y se veía aturdido. No alzó su vista al escándalo y se detuvo frente a la niña, parecía que no notara mi presencia.
—Vamos Michelle, y te juro que haremos algo así que no te preocupes —cargó a la niña, la cual cedió su cuerpo al moreno para ser llevada a otro lugar.
No sabía que hacer y mis piernas empezaban a doler por la posición en cuclillas en la que estaba. El doctor seguía replicando ante las amenazas de su paciente y al voltear su cabeza en un gesto frustrado, reparó en mí.
—Prepare una camilla ahora y usted, Meredith, lleve a esta mujer necia ahí —ordenó con autoridad—. No querrá negarse a ir.
—¡Estoy bien! —rebatió la mujer con voz fúrica y las lágrimas no cesaban.
Empezaba a entender la situación.Era evidente: violencia intrafamiliar. Me acerqué a ellos con pasos decididos.
—¿Y Michelle? —le pregunté directame—. ¿Cree que ella también está bien?
Esto la deshizo por completo, se desplomó y dejo caer sus lágrimas al suelo, Meredith la ayudo a levantarse y no puso resistencia cuando ella la encaminó a la sala. Momento muy emotivo.
Y recordé que no había preparado la camilla. El doc estaba a punto de decirme algo, pero me fui corriendo a la velocidad de un pedo para tener listo todo cuando la pobre mujer llegara.
Horas después volví a encontrarme a Nathan, estaba sentado, tomando un café y con la mirada perdida en la pared blanca frente a él.
—Hola —saludé y me senté a su lado.
—¿Quieres un café? —inquirió, habiendo recuperado el tono afable.
—Por supuesto —acepté inmediatamente. Sentí un inmenso alivio al notar que él no estaba enojado conmigo. Aunque lo comprendería si lo estuviera.
Se levantó y regresó rápidamente con un vaso desechable que desplazaba humo por el contenido. Lo depositó en mis manos con cautela.
—Gracias.
—Elisa —me llamó con aire pensativo y me erguí nerviosa.
—¿Ah?
—Ayer estuve pensando mucho y —se volteó para corroborar que lo escuchaba— creo que sí actuamos como si no pudiéramos ver a Javi, el paulatinamente, se irá.
—¿Irse? —aquello me tomó por sorpresa—. Vaya, ahora que lo dices de esa forma recuerdo que él no es algo normal...pero sí, Javi tiene que irse de nuestras vidas.
Él asintió dejando salir un suspiro.
La poca actividad me tenía hastiada y con mucho sueño. La mañana llegó y me marché a casa con los ojos casi cerrados.
—Bien hecho ayer, Srta. Mendes —el doctor se encontraba en recepción, estirando todo su cuerpo—. Ojalá sigamos con tan buen trabajo en equipo.
—Por supuesto —respondí tratando de sonreír.
—¿Fumó mota? —preguntó y me quedé boquiabierta. Jossie empezó a reírse por mi reacción.
—¡Es broma, chica! —aclaró ella, divertida—. Debes acostumbrarte a este payaso.
Me despedí de ellos entre risas y negando con la cabeza. Llegué a mi apartamento y caí en el sofá como un león marino en la arena,pero el ruido proveniente del cuarto me obligó a levantarme y verificar que era lo que pasaba.
—Debo fingir que no lo veo —recordé antes de entrar.
Javi estaba sentado en el suelo. Alce la cabeza, luchando contra mi propio cuello para mantener la mirada arriba, empecé a silbar mientras me paseaba por la habitación.
—¿Que será ese ruido? No veo nada,no, ningún bebé fantasma o algo por el estilo. Para NADA —recité. Que buena actriz soy.
—Mamá —la dulce voz de Javi interrumpió mis afirmaciones y me pare en seco.
—¿Ma-ma-ma-... mamá? —un extraño sentimiento provocó escalofríos por todo mi cuerpo y no pude pasar por alto aquello así que mis ojos lo encontraron.
—Mamá —repitió. Pero entonces noté que trataba de alcanzar algo en mi escritorio.
—¿Qué quieres? —me acerqué al mueble y lo único visible desde su altura era el cuadro de mi madre.
—¿Esto...? —lo tomé y se lo pase y me lo arrebato de las manos.
—Mamá —selló sus palabras lamiendo la foto.
—¿Qué mierda? —me quedé atónita e inmóvil.
¿Por qué mamá a mi mamá?
—Debo ignorarte —le quité el cuadro de las manos y regrese a la sala a pasos torpes.
El miedo y la incertidumbre eran tan palpables que no fuí capaz de permanecer ahí dentro. Recordé que mi vecino me dijo que todos los cerrojos se abrían con la misma llave.
—Permiso —sollocé e ingresé en la habitación oscura.
•••
Termino siendo una comedia, pero la idea original era más turbia. Permítame usted relatarle lo que sería de esta historia:
—Una joven enfermera que terminó embarazada por una noche loca. Decide abortar y así lo hace, meses después se topa con un bebé en su casa y luego de mucho tiempo investigando, logra deducir que es su no nacido.
Cree que puede lidiar con la situación, pero todo empeora cuando su hijo la sigue al trabajo y se da a la tarea de asesinar a los pacientes que son tratados por su madre.
¡Gracias por leer! 👀
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