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C24: ¿Estás...celoso?

Ya era muy avanzada la madrugada cuando recibí una llamada de Melany, la cual identifiqué porque durante todo este tiempo no había sido capaz de borrar su contacto. Me tiré de la cama y contesté rápidamente para no permitir que el sonido perturbara a mis dos huéspedes, que dormían plácidamente en mi cama.

—Nathan, me siento demasiado mareada, siento la muerte encima —exclamó, claramente exagerando la situación.

—Melany, es normal...solo, solo cálmate —traté de tranquilizarla pero sus hormonas estaban trabajando perfectamente bien.

—¡Nathan, esto es el infierno! —dijo alterada y pude escuchar su llanto—. No quiero seguir con esto...

—Bien —pronuncié aturdido—. Toma un vaso con agua y estaré ahí en unos minutos.

Dirigí la mirada hacia el dormitorio, sintiéndome un poco irritado. Porque aquel ambiente era extrañamente cálido y acogedor y no quería renunciar a esa madrugada donde dormía con mi vecina y el bebé fantasma, los tres acostados en el mismo lugar y nuestras respiraciones coordinadas, olvidando por un momento la película de ficción en la vida real. Tan irónica situación que estábamos viviendo y aún así eramos capaces de conciliar el sueño.

Cuando me levanté del sofá escuché pasos apresurados en la habitación y por el espejo noté como mi vecina intentaba volver a la cama con movimientos cautelosos. Me tomó unos segundos deducir que estaba haciendo. Entonces cambié de dirección y entré al baño para brindarle un poco más de tiempo. Me pareció lo mejor dejar que se fuera y fingir que no la había visto.

Cuando la puerta se cerró presioné la llave del inodoro para dejar correr el agua, y ya consciente de que ellos se habían ido entré a la habitación y al ver las sábanas de la cama arrugadas, sentimientos que creí ya no existían,llegaron a mi. Esos que experimenté hace años cuando de pronto la vida me obligó a acostumbrarme a la ausencia de mi hermanito.

Con el persistente sentimiento de nostalgia, me puse la chaqueta y cogí mi mochila con todos las cosas que necesitaba para ir al encuentro de Melany, caminando cada vez más rápido para no encontrarme una ambulancia frente a la casa al llegar y soportar las miradas de enfado cuando ella les dijera que habló solo porque se sentía mareada. Siempre exageraba las cosas y con el embarazo todo eso se multiplicaba y a pesar de que me molestaba un poco ser yo el que tenía que lidiar con ella y no su novio…no podía dejarla sola. Tenía que estar junto a ella.

Abrió la puerta con sigilo y al verificar mi identidad se lanzó a mis brazos para abrazarme y vertir sus lágrimas en mi cuello. Su gesto no me incomodó,solo me hizo recordar a mi vecina hace unas horas haciendo lo mismo, pero sin lágrimas; no pude más que sonreír mientras daba palmaditas en su espalda.

—Calma…

Entramos y hablamos de muchos temas durante varias horas, cada vez que trataba de irme, Melany hablaba de algo más. No quería estar sola. No podía irme, aunque me sintiera cansado, cuando verifique la hora en mi reloj, tomé la mochila y entré al baño. Agradecí la suposición que había hecho antes de salir del apartamento, sospeché que me quedaría hasta la mañana y así fue. Por esa razón ahora podía ponerme mi uniforme y enjuagar mi cara para llegar presentable a mi primer día de trabajo.

El primero después de un largo descanso.

Llegué unos minutos tarde y al ver a mi vecina me sentí automáticamente renovado, dejando a un lado la sorpresa que me llevé al igual que ella con su expresión de: “¿Que carajo está pasando?”

Luego de las presentaciones entré de lleno al trabajo que ya sabía hacer, aunque seguía sintiéndose un poco extraño y por más acostumbrado que estuviera a los pacientes y a las jeringas, también me sentía fuera de lugar. Poco a poco me fuí acoplando y al terminar de colocarle suero a mi quinta paciente mi vecina apareció y me arrastró a otro lugar. Traté de darle explicaciones acerca del porque me fuí, pero ella me frenó un poco azorada. Luego de irse recibí una llamada, nuevamente de Melany, lo único que dijo fue "Estoy en la entrada" y la orden fue captada por este soldado. No sabía si era porque aún no la superaba y mis decisiones seguían a merced de su voluntad o es que simplemente me compadecía de su situación.

—¿Vamos? —preguntó acariciando mi brazo.

—Claro —respondí con una sonrisa y tomé su muñeca para mostrarle el camino.

Volví mi vista hacia arriba y noté como la mirada de mi vecina nos seguía y unas cuantas gradas abajo estaba el doctor guapo que nos saludó a todos, contemplando todo su ser.

—¿De dónde se conocen? —inquirí en voz alta sin saberlo.

—¿Quiénes?

Negué con la cabeza, pero mordí mi labio inferior y bajé la mirada sintiendo mis ojos inquietos. Un gesto que ni siquiera sabía que tenía significado alguno, puesto que jamás había sido consciente de él, pero mi astuta acompañante lo notó.

—¿Estás...celoso?

—¿Qué?

—Siempre que te sientes celoso haces eso —afirmó imitando lo que había hecho hace un momento—. Te ves como un cachorrito regañado y por eso a veces hacía cosas para que te sintieras así, luces tan tierno —finalizó con una risita.

—¿Por eso te fuiste con Carlos? —pregunté y me sorprendí a mi mismo al escuchar la acusación tan severa que podría haber salido de mi boca jamás.

Me miró estupefacta dejando su boca entre abierta, noté como sus ojos se llenaban de lágrimas y dejé caer la cabeza hacia atrás, sintiéndome agraviado por lo que le había dicho. Me sentí culpable y la abracé para mitigar su llanto.

Y en ese momento me dí cuenta, en esa relación siempre me ví sometido a sus deseos. Pero esa verdad que había descubierto un poco tarde, no tenía cabida en esa situación. No cuando la abrazaba en un intento de disculpa, pero la incertidumbre no me hacía ver más que a un hombre astuto y genial observando a una mujer hermosa y llena de confianza que me veía a mí. Por un momento temí que malinterpretara mi relación con Melany. Y al instante un golpe de la realidad me dejó claro que mis relaciones personales no eran tema de importancia para una persona tan libre como ella.Puesto que al vernos simplemente me sonrió y se fue caminando con esos pasos tan despreocupadamente tiernos.

—Lo lamento, vamos —dí por finalizada su escena dramática como solía hacerlo: sonriendo y rogando que ya me hubiese perdonado. Y al parecer ya lo había hecho, porque esta vez fue ella la que entrelazó su brazo con el mío para seguir caminando y dejar atrás ese nido de emociones negativas.

Agendó su cita con el obstetra y se fue sintiéndose más tranquila, pero sin dejar de verme con una mezcla de agradecimiento y resquemor.

Volví al trabajo actuando como todo un pusilánime, esto, debido a las miradas de mis compañeras y de algunas pacientes jóvenes que fingían no hacerlo cuando yo alzaba la vista hacia ellas. Cada vez me sentía más pequeño y no podía enfocarme.

—¡Hey! —saludó el Dr.Torres acercándose a mí con la mano alzada, esperando que chocase los cinco.

—Hola —respondí con un ánimo diez veces más bajo que el suyo.

—Así que tú eres el moreno que está bueno —pronunció y con la mirada inquisitiva recorrió todo mi cuerpo—. Si, estás bueno.

—¿Disculpe?

—Es que... —se cruzó de brazos y dejó salir un suspiro—, ya no seré el único bonito de aquí y eso me hace sentir un poco apesadumbrado, ¿Sabes?

—Nuestro humilde doctor —pronunció una enfermera con sorna—. Deje de molestar a Nathan y vaya a trabajar.

—¿Lo ves? —pronunció incrédulo mientras se marchaba—. Ni siquiera quieren que me acerque a ti, ya pareces un monumento nacional.

Los demás se echaron a reír y él entró a su consultorio con una expresión de satisfacción. A pesar de sentirme acosado por su personalidad tan libertina,me agradó. Noté como se esforzaba por atender bien a sus pacientes y recordaba los nombres de varios de ellos, también animaba el ambiente de trabajo evitando de esta manera las caras largas ocasionadas por el cansancio.

El primer día terminó y me sentía exhausto, pero feliz y orgulloso de mi mismo por al fin tomar la decisión de dedicarme a lo que más me gustaba: ser el apoyo de una persona necesitada. Tomé mis cosas apresurado, porque minutos antes escuché a Miriam —una de mis compañeras— decirle a Alonso que era día de bienvenida y que una bienvenida no estaba completa sin comida y alcohol, así que irían los que no tenían que quedarse hasta el siguiente turno. Estaba a punto de huir como el cobarde que era, pero escuché la voz de mi vecina y decidí esperarla en la entrada.

Quizás, para mis adentros, guardaba la esperanza de que ella me convenciera para unirme al grupo. Pero al verme ahí parado solo sonrió y se despidió con la mano luego de escuchar mi respuesta negativa cuando me preguntó si iría con ellos. Me fuí a casa cabizbajo, contando mis pasos y pretendiendo sentirme aliviado. Aunque mis ojos ya ardían, todo provocado por el rechazo que yo mismo había provocado por parte de mis nuevos colegas. Por primera vez en mucho tiempo me sentí solo.

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