C22: Soy Nathaniel Flores.
Elisa Mendes.
Abrí mis ojos de golpe y me senté en la cama, todo era tan oscuro que apenas y pude ver al bodoque durmiendo a mi lado, me quité la sábana de encima al escuchar un murmullo proveniente de la sala, al poner mis pies en el suelo me dí cuenta de que esa no era mi habitación. Mientras yo tenía el suelo de madera descubierto, en esta casa habían colocado una alfombra aterciopelada que provocó cosquillas en mis pies y fácilmente llegué a la conclusión de que era la habitación de mi vecino, porque no me llevaba lo suficientemente bien con mis otros compañeros de apartamento como para que me dejarán entrar con mi cría fantasma a dormir en sus camas.
La vergüenza pasó a segundo plano cuando me asomé para disculparme e irme, pero escuché su conversación.
—Melany, es normal…solo, solo cálmate —decía sentado en el sofá de piernas abiertas y movía su mano libre de manera circular, como si la persona al otro lado no terminara de entender lo que él decía.
—¿Melany? —me pregunté y miré al techo en busca de una respuesta— ¡Melany! —repetí asombrada al recordar que ese era el nombre de su ex novia.
—Bien —dijo y dejó salir un siseo, dirigió su mirada hacia la entrada de la habitación y me escondí tras la pared—. Toma un vaso con agua y estaré ahí en unos minutos.
Estaba a punto de volver a la cama y fingir que aún dormía, cuando él repentinamente cambió su recorrido dirigiéndose al baño, tomé a Javi con cautela, coloqué el saco en uno de mis hombros y con la otra mano recogí los tacones.
—Gracias a Dios no me desnudé —mascullé un tanto irritada y caminé hacia la salida rogando al cielo que el llamado al baño hubiese sido un caso severo.
Al cerrar la puerta tras mí, con toda la suavidad que pude, escuché como el agua fluía por el inodoro. Mi corazón martillaba mi pecho cuando trataba de abrir la puerta de mi apartamento antes de que mi vecino notara nuestra ausencia y probablemente saliera a buscarnos. Cuando logré entrar a mi estancia, mi respiración estaba tan agitada como si acabara de correr un maratón. Ni siquiera debía esconderme, pero…luego de escuchar su nombre sentí que tenía que salir de ahí cuanto antes y no solo eso, al ver a mi vecino con esa expresión de una seriedad tan masculina y su pose mientras hablaba me hicieron sentir tímida, tanto que huí olvidando lo cálida que era su personalidad en contraste con su apariencia.
Dejé las prendas tiradas en mi camino a la habitación, Javi empezaba a retorcerse en mis brazos y me apresuré a dejarlo acostado en la cama. Ya eran las 4:30 a.m.
—¿Por qué un hombre iría a la casa de su ex novia a las 4:30 de la madrugada?
Las respuestas llegaron como una ráfaga, todas muy insinuantes, y me sentí molesta sin llegar a conocer el motivo. Me acosté junto a Javi y nos cubrí con la sábana ya que estaba haciendo mucho frío; entre tanto ajetreo había olvidado que en unas horas sería oficialmente una enfermera y el uniforme pulcramente planchado —obra de Karen—, me saludó desde la entrada del baño, le guiñe un ojo y luego me reí sintiéndome estúpida y poniendo mis esperanzas en las dos horas de descanso que me quedaban, para amanecer completamente sobria y fresca.
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—Escuchame —pedí una vez más mientras pasaba el peine en mi cabello—. No podía irme con ustedes a su casa a tener una "pijamada" cuando ninguna de las dos podía sostenerse en sus pies.
—Maldita sea, siento que mi cabeza va a explotar —masculló y percibí la expresión adolorida a través de su voz— ¡De igual forma pudiste venir con nosotros!
—No me grites, Carolina. Deberías estar agradecida porque cuando ví que estabas a punto de tomarte el noveno shot de tequila hablé a un conductor para que las llevara a casa. Y adiós, estoy ocupada y no quiero llegar tarde.
Colgué el teléfono y me dirigí a ver a Javi, el cual ya era lo suficientemente grande como para quedarse solo sin supervisión alguna en la bañera, vagamente recordé que mi vecino mencionó la dentición, y en todo caso eso solo podía referirse a Javi.
Pero se suponía que los bebés pasaban por esa etapa llegados los 6 u 8 meses y Javier no tenía más que dos meses y un par de días en mi apartamento y recuerdo perfectamente la primera vez que lo ví en mi cama y no parecía tener ni siquiera dos meses, era muy pequeño.
—¿Qué eres? —le pregunté apoyando en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
—Dada —balbuceó y mis brazos automáticamente se aflojaron y tomé una pose defensiva.
—Mierda. Hablaste. Tengo miedo —dejé salir espantada y corrí hacia la habitación quedándome pasmada sin saber que hacer, escuché sus carcajadas y me acerqué nuevamente—. A ver, dí que no me matarás y te saco de la bañera.
Me contempló durante unos segundos y luego su labio inferior empezó a temblar y pataleando en el agua dejó fluir su llanto.
—La que debería estar llorando soy yo —pronuncié con voz lastimera y cogí la toalla para tomarlo.
Lo sequé y lo dejé en la cama mientras él introducía su puño a su boca y trataba de morderlo y eso solo me decía que si estaba a punto de tener sus primeros dientes, con los que probablemente me arrancaría el corazón mientras durmiera.
—Esto no será así, te compraré una cuna —anuncié mientras ponía su pañal.
Me hice un moño justo en la coronilla y sujeté con ganchos el montón de cabello restante que no alcanzaba esa altura, me maquille solo utilizando un poco de base y rímel. Aún tenía media hora restante así que pude alimentar a Javi y darle una ibuprofeno; entonces vino la oleada de preocupaciones: ¿Cómo pasaría su día? No podía pedirle a nadie que lo cuidara y no quería molestar a mi vecino, que seguramente estaría ocupado con su ex novia.
—¿Por qué creces? —inquirí dejándolo sentado en el sofá—. No me digas nada, hablaremos más tarde seguramente, porque vas a una velocidad tan rápida que creo que en un par de horas ya podrás contarme de dónde vienes y qué eres exactamente.
Con el corazón en la mano le dí un último vistazo antes de cerrar la puerta, apreté los labios en un gesto de impotencia, sabiendo que no podía llevarlo conmigo a menos que quisiera ganarme la reputación de una destornillada. Y eso no podía pasar ahora, en mi primer día de trabajo.
En el recorrido miré por la ventana y en realidad no ví nada. Los nervios me transportaron a feas escenas creadas por mi imaginación en las cuales pasaba algo desastroso en mi bienvenida al hospital, cada vez quedaban menos paradas para llegar y cuando por fin estuve en la indicada sentí una tensión tan palpable que probablemente todas las personas a mi alrededor se contagiaron de mi nerviosismo.
Me adentré en el hospital sujetando fuertemente los tirantes de mi mochila, pase junto al conserje, que me recordó lo mucho que me disgustó desde el primer día que lo ví, con un «Preciosa» pronunciado de manera insinuante.
En cada paso que daba el miedo se iba disipando y es que me sumergí en pensamientos optimistas, repitiéndome una y otra vez que no debía sentirme de esa manera ya que estaba a punto de empezar a vivir en mi sueño y funcionó, cuando llegué a la Sala de Emergencias pude sonreír con naturalidad y me sentí aún mejor cuando todas las enfermeras me devolvieron una sonrisa genuina.
—Buenos días —saludó con voz firme y a la vez afable, deduje que era la enfermera en jefe ya que su apariencia y porte denotaban la experiencia que poseía en la profesión.
—Buenos días —respondí y me situé al lado del grupito de enfermeras que ví cuando vine a recoger mi uniforme, pero ellas con un gesto amable me indicaron que debía pararme junto a otro chico que se veía tan desorientado como yo—. Los nuevos.. —murmuré divertida y el chico dió un paso y con ambas manos señaló a su lado, invitándome a situarme junto a él.
—¡Falta Nathan! —pronunció con emoción una mujer de estatura baja y cara adorable mientras daba golpecitos en el hombro de la chica a su lado.
—¡Lo seee! —respondió la otra y entrelazaron sus manos, mirándose con amplias sonrisas.
—Niñas, orden —pidió la de mayor edad y ellas aclararon su garganta y se enderezaron.
—No importa lo que hagan, es mío, lo aparté desde que lo ví y recuerden que él también se fijó en mi porque me ayudó a recoger unos papeles que se me cayeron —habló otra de ellas con tono despreocupado y malicioso y las demás le hicieron muecas de un fingido desagrado.
¿Quién era ese tal Nathan? Fruncí el ceño con diversión mientras las veía y mi curiosidad aumentaba con cada mención que hacían.
La señora miró su reloj de mano y luego dirigió su mirada a la entrada de la sala —Pues al parecer, su tan adorado Nathan está diez minutos tarde.
Me reí por lo bajo al ver sus expresiones de regaño y entonces volví mi vista sorprendida hacia aquél ruido de zapatos deslizándose por el suelo tan brilloso del hospital y entonces lo ví.
Corriendo mientras con su mano sujetaba su mochila y con la otra se impulsaba para tener más velocidad, con el uniforme del hospital y el cabello hermosamente desordenado por el movimiento.
—Bu-enos días —saludó con gesto cansado y posó sus manos en las rodillas para recuperar el aliento.
Entonces nuestros ojos se encontraron.
—Vecino —pronuncié en voz baja, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
—Vecina —leí en sus labios y seguido de esto sonrió incrédulo.
—Diez minutos tarde, Nathaniel. Pero lo dejaré pasar porque es el primer día. Ahora quiero que todos se presenten porque no sé en otros hospitales, pero aquí, nos importa mucho la buena convivencia —con la mirada buscó a alguien y luego se volvió hacia mi vecino—. Empezaremos con usted.
—Mmm si —dijo y tragó grueso—. Mucho gusto, soy Nathaniel Flores y daré lo mejor de mí siempre.
Jamás la había pensado…casi tres meses conviviendo con el hombre que vive a mi lado y ni una tan sola vez le había preguntado cuál era su nombre.
—¡Wuu! —exclamaron todas en unísono mientras aplaudían, una de las enfermeras se acomodó el cabello tras las orejas, esbozando una sonrisa coqueta.
—Buenos días, mi nombre es Alonso Montecinos y espero que todos nos llevemos muy bien —se presentó el chico a mi lado con una amplia sonrisa y alzándose en las puntas de sus pies en repetidas veces.
—Yo soy Elisa Mendes y estoy aquí para hacer lo mejor que pueda siempre, gracias por aceptarme en la familia —expresé llevando una mano a mi pecho y los aplausos volvieron a sonar.
Las presentaciones finalizaron y posterior a eso comenzamos a familiarizarnos con nuestras compañeras y compañeros, no pude evitar buscar con la mirada a mi vecino una y otra vez y sonreí al observar su reacción y comportamiento tímido cuando las chicas se acercaban a él con mucha alegría para saludarlo. Minutos después, unas pisadas firmes y llenas de confianza resonaron por todo el lugar.
—¿Por qué están todos reunidos? —preguntó una voz masculina que reconocí al instante. Era tan seductora sin esfuerzo alguno— ¿Estaban planeando una fiesta sin mí?
La chica que me impedía corroborar si era la persona que yo pensaba se apartó y pude verlo claramente, con una bata de doctor puesta y su hermosa presencia se hizo paso dentro de toda la sala. Era él, el hombre que me había provocado mariposas, sapos, cucarachas y de todo en mi bendito sistema nervioso.
—¡Oh, autobús! —exclam9 sorprendido mientras me señalaba.
—Ho-hola —salude nerviosa, todas las miradas se posaron sobre mí.
—Buenos días, Dr.Torres. Estamos recibiendo a tres nuevos miembros en nuestra familia —informó la superior con una sonrisa materna—. Chicos, él es el Doctor Elijah Torres.
—Escuchen bien, se pronuncia «I-la-ya» —enfatizó con una amplia sonrisa y sus manos dentro de los bolsillos.
Santo padre, ¿Había entrado en el lugar correcto? ¿O estaba en un club nocturno con tanto galán alrededor?
•••
¡HOLAAAA!
No se imaginan lo ansiosa que me sentía por revelar la profesión de mi negrito cucurumbe 😔 y también necesitaba introducir a mi daddy Elijah a la historia, lo amarán, estoy segura.
¡Gracias por leer! ♥️🥑
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