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C20: No me prometas nada.

Estábamos parados frente a la tumba de mi madre, el cesto de rosas blancas descansaba en mis brazos y encima de ellas se encontraba mi tan merecido reconocimiento.

—Malvada —dije chasqueando la lengua—. Ya escuché que creíste que terminaría vendiendo drogas.

—No te preocupes tía, tiene la apariencia de una criminal sexy, como las series de narcos. Yo también creí eso —agregó Carolina, cerrando los ojos con fingido pesar.

—Las esperaré en el auto —anunció Richard luego de sonreír posando su mirada en la lápida.

Las chicas tomaron una rosa de su ramo y la colocaron en un hermoso jarrón de barro que permanecía impoluto gracias a los trabajadores del cementerio, apoyaron sus manos en mis hombros y después de hacer un divertido baile de celebración se fueron corriendo para encontrarse con Richard.

Me acurruqué lentamente mientras envolvía el vestido alrededor de mis piernas para no ensuciarlo y situé el cesto a un lado del jarrón.

—Mami… —pronuncié y una vez más, un torrente de lágrimas silenciosas empezaron a brotar de mis ojos—. Lo siento, es que estoy tan feliz.

Las sequé con el dorso de mi mano y tomé un profundo suspiro.

—Es una lástima que no estés aquí conmigo, físicamente digo —rectifiqué divertida—. Sé que estás muy orgullosa de mi, así como yo lo estoy. Aparte, ya aprendí a lidiar con un fantasma, vive conmigo —me reí a carcajadas—. Sé que suena absurdo y en definitiva lo es, pero de alguna manera todo es gracioso y estúpido y me hace sentir invencible porque puedo lidiar con cosas sobrenaturales sin cagarme en los pantalones. Aunque tú sabrás, a veces me siento al borde del abismo…

Me giré para ver a las chicas y a Richard, los tres me miraban con una expresión de preocupación, sonreí ampliamente para disminuir sus pensamientos pesarosos. Tomé mi título y lo abrí ante ella con una emoción embriagante.

—¡Ahora soy una enfermera oficialmente contratada! Mira que soy una bomba, me dieron un puesto en un gran hospital porque les gustó mi trabajo cuando hice las prácticas ahí. Desde donde sea que estés espero que me protejas, estoy preparada para todo lo que viene, o eso creo; pero un poco de protección nunca viene mal —besé mi mano y luego pose esta sobre su epitafio “Donde la fortaleza toma un breve descanso - Elena López"

Me levanté sintiendo un leve adormecimiento en las piernas, caminé unos cuantos pasos y luego recordé algo importante. Esta vez, olvidando  que hace unos momentos estaba tratando de no ensuciar mi vestido, me arrodillé y junte mis manos suplicante, dejando caer el título.

—Hablando de protección, por favor cuida a mi vecino. Él es tan lindo y no merece vivir en una locura, es demasiado frágil, parece producto made in china —pronuncié un tanto desesperada—. Yo…no sé si lo quiero, pero imaginar que algo malo le puede pasar con toda esta extraña situación me tiene angustiada, gracias por escucharme Elena, te amo.

Recogí la carpeta y me dirigí apresurada a las chicas que me miraban consternadas.

—¿Qué te pasó? —inquirió Diana acariciando mi brazo.

—Nada, nada —contesté sin prestar mucha atención y tomé asiento adentro del auto.

—¿Te desmayaste? —inquirió Richard girándose para verme.

—Nop —negué sonriente, sintiendo como mi corazón martillaba mi pecho.

Diana y Carolina se sentaron junto a mi y luego de mirarme con el ceño fruncido noté como una de ellas se encogía de hombros y la otra negaba con la cabeza. Quizás fuera por la ocasión y el lugar en el que nos encontrábamos, pero no me bombardearon con preguntas ni tampoco hicieron énfasis en mi comportamiento hace unos minutos. Poco menos que un milagro.

En el trayecto nos dedicamos a cantar canciones de la época de Richard. Era divertido observar su cara de asombro cuando el auto brincaba demasiado gracias a nosotras tres moviéndonos como si estuviéramos en la mejor pista de baile.

—¡Estrechez de corazón! —gritamos los cuatro al unísono el final de la canción, Richard recibió una llamada y aclaró su garganta antes de contestar.

Intercambiamos miradas maliciosas con las chicas y esperamos en silencio mientras él hablaba en susurros «Nos vemos en la noche» finalizó y dejó su teléfono a un lado.

—¿Cuándo conoceré a mi segunda madrastra? —pregunté divertida apoyando mis brazos en los asientos delanteros.

—¿Ma-madrastra? —inquirió tragando grueso.

—Si, Richard, ya que tú eres mi segundo padre.

—¡¿Qué mierda te pasa?! —preguntó Carolina en un grito acompañado de risas y las dos tomaron mi espalda como tambor.

—¡La bestia está sentimental!

—Se llama Raquel —pronunció tímido luego de reír.

—¡Oh, que bonito nombre! —vociferó Diana y estoy segura de que los autos a nuestro lado casi  se salen del carril, tratando de huir de todo el caos proveniente del Hyundai negro.

Entre tanto alboroto llegamos a la casa de Carolina, el exquisito olor de la comida ya vagaba por el aire y entraba directo a nuestras narices, la tía Adriana era muy hábil en la cocina.

—¡¿Dónde está la alfombra?! —inquirí posando como modelo.

—Ven Erick, tírate aquí —se burló Carolina del pequeño con camisa roja.

Nos adentramos en la casa hasta llegar al jardín trasero y ahí, una gran mesa de madera con un colorido mantel encima y platos y rosas y…era maravilloso, el esfuerzo de nuestras familias por darnos un día inolvidable estaba dando sus frutos y es que era la mesa mas bonita que había visto en mi vida.

—Fui yo —anunció la abuela de Diana al observar nuestras reacciones—. Bueno, yo dí las felicitaciones por el buen trabajo, al menos —finalizó y dejó salir una gran carcajada.

Entre más saludos y abrazos tomamos asiento.
Adriana, Karen y Eugene se dieron a la tarea de llenar los platos con todos los manjares que habian preparado, mientras que los hombres servían las bebidas.

—¿No hay alcohol? —inquirió Diana con una mueca de ofensa—. No puede ser.

—Es lo mejor para mí cuerpo —susurré y ellas me miraron cuestionando mis palabras—. He descubierto que mi nuevo hábito de bebida es quitarme la ropa y quedarme en calzones.

Reímos por lo bajo y repentinamente escuchamos pasos apresurados.

—¡La Eli se desnuda con el alcohol! —gritó Ana, la hermana menor de Diana y que con seis años ya demostraba llevar la malicia en sus venas.
Todos se giraron para verme.

—Miente —dije nerviosa y me levanté para ayudar a colocar los platos.

La comida ya estaba servida y el clima era perfecto ya que el sol se ocultaba tras unas hermosas nubes que nos permitían estar al aire libre sin sentirnos sofocados. Siguiendo la petición de Rubén, el padre de Carolina, todos nos tomamos de la mano y cerramos los ojos para conectarnos con su oración, en la cual agradeció con fervor nuestro éxito. Mientras comíamos no podíamos mantenernos callados y masticando, todos contaban anécdotas divertidas y otras no tanto, los halagos a las habilidades culinarias de Adriana se hacían paso en la boca de Manuel, el hermano de Carolina, que en cada mordisco hacia una expresión de sumo placer.

—Ya ni los actores porno —espetó Diana disgustada.

—¿Cómo sabes que así le hacen los actores porno? —preguntó Carolina alzando una ceja.

Escupí mi refresco al no poder reprimir una carcajada y todo cayó sobre mi vestido.

—Esta niña nunca aprenderá a comer —bufó mi padre y todos rieron.

Diana se puso de pie e hizo sonar una copa golpeándola con un tenedor.

—Buenos días, buenas tardes y buenas noches, estimadas damas, caballeros y últimos condones rotos —sonrió con burla al ver la expresión de pasmo en los adultos—. Queremos agradecer a todos por esta celebración. Cuando esté en un asilo abandonada por mis hijos, seguramente recordaré este día mientras una enfermera limpia mi trasero —dejó salir riendo—. En fin, gracias en serio por hacer de este día uno de los más bonitos en nuestras vidas, y dejarles muy en claro que su apoyo ha sido fundamental para conseguir eso —señaló el título y uno a uno nos unimos al aplauso empezado por ella misma—. Ahora le doy la palabra a Eli, que nos dirá algo tan profundo que nos hará llorar.

—En serio quiero decirles que felicidades, felicidades por ser parte de la familia de tres chicas tan maravillosas —hablé con vehemencia mientras me levantaba y llevaba ambas manos al pecho.

—¡Siempre humilde! —gritó Manuel haciendo un megáfono con sus manos y todos reímos a carcajadas.

Luego de un rato ayudamos a levantar los platos y a desmontar todo lo que había sobre la hermosa mesa. Cuando terminamos nos dirigimos a la habitación de Carolina, la cual insistió en que no trajeramos ropa adicional, ya que ella se había encargado de comprar conjuntos adecuados para cada una...durante el ascenso en las gradas rogué que no se trataran de vestidos tan largos que llegaran hasta el infierno. Y vaya sorpresa la mía cuando ví que en la cama yacían extendidas tres faldas de cuero cortas, de colores: negro, café y rosa pálido; tres camisas distintas y también los pares de zapatos que combinaban perfectamente con cada conjunto formado.

—¿De casualidad vendiste un riñón y no me dí cuenta? —le pregunté sorprendida a la vez que caminaba hacia la cama.

—Elijan el que más les guste —pronunció complacida.

—¿Y si mejor escogemos el de la otra? —propuso Diana con emoción y las dos estuvimos de acuerdo.

Y así es como terminé vistiendo una falda de cuero negra, una camisa del mismo color, tipo encaje y sin mangas y unas sandalias de tacón cuadrado. Bajamos corriendo, empujandonos unas a otras y me encontré con mi padre, esperándome en la entrada.

—Conozco su plan, chicas —pronunció con tranquilidad y me miró de pies a cabeza—. Te ves hermosa, pero…

Se quitó el saco y lo puso sobre mis hombros, sonreí divertida, sabiendo que él aún me veía como una niña que necesitaba protección. Y aparte, el saco le daba un toque más divino al conjunto.

—Te prometo que no tomaré tanto —pronuncié parpadeando fuertemente y alzando mi mano derecha.

—No me prometas nada hija, el único fin de las promesas es limitar la felicidad y yo no quiero que desperdicies ni un segundo de tu vida sintiéndote frenada por tu padre.

—Papá—pronuncié conmovida y lo abracé fuertemente.

—Aunque espero no ver en los encabezados de las noticias "Borracha corre desnuda por las calles" —bromeó y me aparté para mirarlo con reproche.

—Solo vamos a decir que no la conocemos —dijo Richard apareciendo detrás de él.

—Gracias por quererme tanto —dije sonriendo sarcástica y ambos chocaron los puños mientras cumplían con su objetivo de perturbar mi calma.

Nos despedimos de todos y llamamos un taxi, ya que Diana tenía la certeza de que no podríamos conducir de regreso a casa, aunque yo estaba segura de que no permitiría que ni una sola gota de alcohol invadiera mi sistema...

O eso creía hasta que ví a Lucas y Lucas significaba fiesta y fiesta significaba…

•••

¡Hola, gente hermosa!

Ya no puedo esperar por qué lean este capítulo y el siguiente, en serio me siento emocionada por todo lo que viene. Ojalá lo disfruten y nos leemos hasta la próxima. Los aguacate ♥️

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