CAPÍTULO 3
Arribó la barca en el muelle y de un salto alcanzó las baldas de madera que lo componían. Respiró el aire fresco reconociendo el aroma.
Olía al cocido de verdura y carne que hacían todos los domingos al mediodía por tradición, trayéndole buenos recuerdos de cuando se colaba a la casa de Makino para conseguir un poco de ese exquisito caldo...
Sin pensarlo dos veces echó a correr entusiasmado. La primera a la que visitaría sería a ella, para algo era la que más cerca le alcanzaba.
Por el camino reconoció a muchas personas que lo saludaron en el acto sin importarles lo más mínimo que ahora fuera un pirata buscado. Nunca olvidarían la alegría que ese chico había llevado a su pueblo cuando era nada más que un crío.
-- ¡Makino! ¡Makino!
Alcanzó el hogar a sabiendas de que a esas horas se encontraría ahí, pues siempre solía cerrar la taberna para comer.
Enseguida abrieron la puerta de madera para dejar ver a una mujer algo gastada, pero aun así sonriente con la pañoleta de siempre cubriendo su verde cabello. En sus brazos además llevaba algo que a Luffy le llamó la atención enseguida.
-- ¡Luffy! ¡Cielo cuanto tiempo!
Dejó al pequeño de unos un añito, que sostenía en brazos, en el suelo y se apresuró a abrazar al muchacho.
-- ¡Como has crecido! ¡Ya no eres un niño!
-- ¡Claro que no! -- Rió y llevó la vista al pequeño pelirrojo que se había quedado mirándolo curioso. -- ¿Es tu hijo?
-- Sí, se llama Erik.
-- ¡Aupa, aupa! -- Exclamó de pronto el niño extendiendo sus brazos hacia el moreno.
El chico entendió y no dudó en cogerlo a colo con una enorme sonrisa. El pequeño sin embargo lo quería era alcanzar lo que tanto le había llamado la atención desde un inició y extendió las manos de nuevo para arrebatarle el sombrero de la cabeza. El joven capitán rió divertido ante el gesto.
-- Quieres un poco de cocido, ¿verdad?
-- Hombre, si no es molestia te lo agradecería.
-- Sientate, enseguida te lo traigo.
El muchacho se adentró más en la estancia. La entrada daba directamente a la cocina por lo que se sentó a la mesa de madera aun con el pequeño en brazos.
Parecía que el niño ahora no quería despegarse de él lo cual aun le causaba más gracia. Desde hacía poco, concretamente desde que su querida pelirroja le había confesado su estado de pocas semanas, se había empezado a entusiasmar con los niños pequeños.
Lo miró de nuevo contemplando con gracia como babeaba su sombrero. Tiempo atrás se habría molestado, pero a esas alturas ya no le importaba. Después de todo por lo que había pasado ese sombrero las babas de un mocoso no lo iban a romper ni aunque fueran de lava.
Makino volvió con tres platos y una bandeja humeante y los puso en la mesa.
-- Luffy quítale el sombrero de la boca. A de estar sucio, el niño puede ponerse malo. -- Habló entre seria y dulce, como solo ella sabía hacer. -- Aquí tienes. Sírvete todo lo que quieras.
-- ¡Gracias!
-- Y dame al peque que también hay que darle de comer.
Con dificultad, pues el niño no quería separarse y estaba bien sujeto a su camiseta, logró devolvérselo a su madre. Acto seguido empezó a engullir como solo el sabía mientras observaba como la mujer alimentaba al pequeño aplastando la comida en el plato para hacerla papilla.
-- Viniste por Vanelope, ¿verdad?
-- Principalmente, aunque pretendía venir de todas formas solo que quizá más tarde. ¿Por qué? ¿La has visto?
La mujer hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Rebuscó entre los bolsillos de sus pantalones y sacó una hoja doblada.
-- Me dio esto para ti.
El chico la cogió percibiendo la meticulosidad con la que había sido doblada, aparte estaba completamente blanca sin una sola mancha. Sin duda alguna había pasado por su mano.
La abrió sin mucho cuidado, impaciente por ver lo que llevaba escrito.
CARTA
¡Jei Jei Jei cuanto tiempo! Si estás leyendo esta carta es porque ya has vuelto. Espero que no te hallas olvidado de mi enano despistado.
Bueno no hay mucho que decirte Luffy, solo que espero verte pronto. Sabes que me encantan los juegos así que...
¿Dónde estoy?
*Donde nos vismo miles de veces, donde reímos y jugamos, allá donde las estrellas se miran más altas, allí te estaré esperando.*
PD: ¡Como no adivines el acertijo te pego porque es súper fácil!
PD2: Probablemente te encontrarás una sorpresita por el camino.
VANELOPE
Cerró la carta soltando una pequeña carcajada al imaginarse el lugar al que se refería la chica.
-- ¡Jope que fácil! -- Rió divertido.
-- ¿Ya sabes donde está?
-- Sí, en el acantilado.
Se incorporó entusiasmado dispuesto a irse.
-- ¡Espera Luffy, tu sombrero! -- Exclamó señalando al pequeño que aun jugaba con él mientras masticaba.
El chico hizo un gesto con la mano quitándole importancia.
-- Volveré a por él más tarde o quizá mañana. No me corre apuro, total me voy a quedar unos días. -- Se encogió de hombros y sonrió entusiasta.
Echó a correr saliendo del hogar para apresurarse en adentrarse al bosque. Llegó a la pequeña casa donde se crió durante casi toda su infancia y sonrió alegre comenzando a petar a la puerta como un salvaje.
No tardaron en abrirle bruscamente dejando ver a una malhumorada y grandullona mujer que bien podría pasar por hombre.
-- ¿Quien diablos...? -- Se interrumpió al ver al chico sonriente que tenía delante y ni siquiera pudo contener las lágrimas que se le escurrieron de la emoción.
-- ¡Dadan! ¡Cuanto tiempo!
-- ¡¿Qué estás haciendo aquí maldito mocoso?! -- Trataba de recuperar sin mucho éxito su orgullo.
-- Vine a haceros una visita ya que me pillábais de paso.
-- ¡Largate ya maldito! -- Seguía llorando.
-- ¡Vale, pero preparadme el futón que hoy duermo aquí! -- Sonrió entusiasmado provocando más llanto a la mujer.
-- ¡Vete ya joder!
El chico echó a correr de nuevo estallando en carcajadas. A medida que avanzaba por el bosque los recuerdos le alcanzaban. Un tablón de madera ya roído y desgastado por el tiempo que algún día había sido el marcador de sus victorias y sobre todo derrotas en las peleas contra sus hermanos... La casa del árbol donde llegaron a hacer vida cuando eran pequeños...
Se veía a si mismo saltando el gran árbol partido, callendo de la rama rota del cerezo, jugando con las lianas fingiendo ser Tarzán... Cuantos recuerdos maravillosos...
Llegó al pequeño arrollo donde numerosas veces se había caído y mojado intentando pescar con la manos los peces que por él circulaban. Obviamente nunca había tenido suerte en eso.
Pero se detuvo en seco al ver que alguien ocupaba esa pequeña roca en la que él se solía acuclillar para realizar su estrepitosa pesca.
Una linda niña de cabellos cortos y tan blancos como la luna misma. Estaba de espaldas, pero al girarse por percibir su presencia pudo notar las destacables pecas que componían su naricita y sus mejillas. Lo observaba con unos ojos castaños como el otoño y su carita era tan fina y rechoncha como la de alguien que él sabía.
Estaba claro de quien era hija. Se acuclilló para quedar a su altura y la miró sin borrar su sonrisa.
-- ¿Cómo te llamas pequeña?
-- Rouse. Naka Rouge. -- Sonrió alegre cogiendo confianza al instante. -- Bueno en realidad tengo dos nombres más, Portgas D. Rouge, y Gold D Rouge, pero mi mamá dice que eso no se lo puedo decir a nadie, así que shhh. -- Se puso el dedo sobre los labios.
Luffy rió divertido aguantándose las ganas de palmearse la cara por la inconsciente inocencia de la niña. Recordándole a si mismo en su mayor niñez. Si en lugar de él fuera otro el que le hubiera preguntado probablemente esa pequeña ya estaría muy lejos de allí.
-- Pues si es algo que no debes decir por qué me lo dices a mi ¿eh? -- Le pellizcó la nariz sacándole una risilla.
-- ¡Porque eres bueno y se que no me vas a hacer daño!
-- Bueno, ¿podrías decirme donde está tú madre?
-- ¡Sí!
Lo agarró de la mano y echó a correr hasta guiarlo a la colina donde el muchacho ya desde un principio sabía que se encontraba su amiga.
Y en efecto, nada más alcanzar la cima pudo ver a la mujer de espaldas sentada en el borde mirando el horizonte. Con sus cabellos albinos ondeando por el viento.
La pequeña lo soltó de la mano en cuanto la vio y se tiró a sus brazos sin parar de reír.
-- ¡Haber señora mamá! ¿Cómo le dices a tu hija que no mencione el apellido de su padre? -- Habló con sorna ganándose la sorpresa de la mujer.
Esta miró a su hija atónita y acto seguido a él.
-- Se supone que es algo que no debía decir por ahí.
-- Me di cuenta, debes cuidar eso o la pondrás en peligro.
Se sentó a su lado mirando el panorama. La pequeña en el regazo de su madre, siendo arropada por sus brazos, mientras ella estiraba sus manos para jugar con los largos cabellos plateados. No había nada más agradable y reconfortante que los brazos de una madre...
-- ¡Cuanto tiempo sin verte Luffy, has crecido mucho! ¡Y al final conseguiste tu sueño!
-- ¡Sí! -- Rió. -- ¿A caso lo dudabas?
Ambos rieron divertidos unos instantes para acabar sumiéndose en un silencio profundo y quizá algo incómodo. Solo se oía la risa de la pequeña que se había incorporado para echar a correr por el prado verde de la cuesta.
-- ¿Por qué te fuiste? -- La pregunta del moreno hizo eco con el aire fresco del día.
La muchacha suspiró exhausta y sonrió nostálgica.
-- Porque si me hubiera quedado os habría arruinado la vida a ti y a tu hermano.
-- ¡Eso no es...!
-- Luffy. -- Lo interrumpió. -- Dime la verdad, ¿os habríais ido de haber sabido que estaba encinta? No, desde luego Ace se hubiera quedado renunciando a sus ideales y lo más probable es que tu hubieras acabado por el mismo camino. Ni tú serías quien eres ahora, ni él quien fue. Simplemente no podía llegar y arruinar vuestros sueños por algo que era un completo problema mío.
-- ¿Problema tuyo? ¡Esa niña también tiene la sangre de Ace! ¡Al menos podrías haberle dejado saber donde estabas, que la conociera, yo que se! ¡Lo que hiciste fue muy injusto!
-- ¡No quería arruinar vuestra vida! ¡Piensalo! ¿Para que diablos joder a dos personas por algo que perfectamente podía encargarme yo solita? ¡Claro que me habría encantado avisaros, quedarme, formar una familia con mi novio y más! ¡Pero no tengo tanto trago ni tan poca vergüenza como para destrozaros por mis propios bienes! ¡Eso sí habría sido injusto Luffy! -- Lo miró a los ojos conteniendo las lágrimas.
-- ¡Pero...!
-- ¡Luffy, si hubiera hecho eso que te acabo de decir Ace ahora estaría vivo y con nosotros! ¡Es eso lo que piensas!, ¿verdad? ¡Pero si hubiera hecho eso él no habría conseguido la felicidad que obtuvo al hacerse a la mar, al conocer a sus amigos, al admirar a un nuevo padre, a ver a su hermano por el navío, es decir tú, y a mil cosas más! ¡Y a ti te habría pasado exactamente lo mismo! ¡No me arrepiento de nada y tú tampoco deberías hacerlo! ¡Así que deja de recriminar mis acciones!
-- ¡Yo no pienso eso! -- El chico alzó la voz igualándola en el tono frustrado. -- ¡Lo único que me fastidia es que podrías habernos despedido de palabra! ¡Podrias habernos dicho donde estabas! ¡Permitirnos ir a hacerte a alguna visita! ¡Joder, Ace ni siquiera a podido conocer a su hija por tu incertidumbre! ¡No a vuelto a saber nada de ti desde la carta! ¡Al menos podrías haber...!
-- Le escribí. -- Lo volvió a interrumpir con la voz ya calmada.
-- ¿Qué?
-- Que le escribí, le mandé un par de cartas a través de una paloma mensajera. Le expliqué todo y le anuncié que tenía una hija preciosa. Él ya lo sabía Luffy, no pudo verla pero sabía que estábamos bien. No soy tan mala como crees, ni tan imprudente.
El chico se quedó mudo de asombro, ese detalle no se lo esperaba. El nuevo silencio que se cernió sobre ellos fue interrumpido por la risueña alegría de la pequeña que apareció por la espalda de su madre colocándole una corona de flores.
El moreno sonrió al verlas y acabó estallando en carcajadas, las cuales se tuvo que tragar al sentir como a él también le ponían otra corona. Se giró para ver a la niña que lo miraba sin borrar su enorme sonrisa.
-- ¡También hice una para ti! ¡Te queda muy bien! ¡Yo también tengo una, mira! -- Se puso la suya y comenzó a dar vueltas volviendo a correr de nuevo por la hierba.
Se notaba que era una niña muy inquieta a parte de extrovertida.
-- ¿Cuantos años tiene?
-- Seis, seis añitos.
-- Se parece mucho a ti, tanto físicamente como en tu personalidad.
Sonrió al ver como la pequeña caía y volvía a incorporarse sin inmutarse por los rascazos de sus rodillas.
-- Es un terremoto andante, no veas los números que tengo que hacer para que se tranquilice cuando quiero enseñarle a leer o escribir. ¡Es imposible!
El chico soltó otra fuerte carcajada sin apartar la vista de la pequeña.
-- Rouge ¿eh?
La muchacha sonrió al oírlo.
-- Aunque nunca la conoció Ace me comentó que le tenía mucho aprecio a su madre por las historias que le contaba su abuelo. Aparte también me dijo una vez, en la que de por que sí surgió el tema, que si algún día tenía una niña le gustaría ponerle ese nombre. Que cosas ¿eh?
-- Es lindo, Portgas D. Rouge. La pequeña princesa Portgas D. Rouge.
-- ¿Pequeña princesa?
-- Es la hija del hijo de un rey. Eso la convierte en una princesa, ¿no?
Ambos rieron sin apartar la vista de la infante que seguía brincando.
-- ¿Y qué tal por el mar? ¿No hay ninguna chica por ahí?
Sin poder evitarlo le salió la sonrisa tonta acompañada de un leve sonrojo que a la muchacha de cabellos plateados no se le pasó por alto.
-- Sí, claro que hay alguien. Mi navegante...
-- Valla, ¿La gata ladrona? Quien lo diría. -- Sonrió al imaginárselo.
-- Está embarazada.
-- ¿Enserio?
-- Sip, de unas semanas al parecer.
-- ¡Entonces vas a ser padre! -- Exclamó entusiasmada mirándolo con ojos brillantes. -- ¡Eso es genial! Aunque será difícil criar a un hijo siendo alguien tan buscado...
-- Dudo que eso pase.
-- ¿El qué?
-- Que yo sea padre, lo dudo mucho. No voy a durar tanto.
-- ¿Qué quieres decir? -- Borró la sonrisa al instante.
-- Vani... No vine solo a verte y a conocer a mi sobrina... también he venido a despedirme. -- La miró a los ojos con seriedad. -- A lo largo de mi corta vida he hecho algunas locuras, he abusado de más de mis habilidades y fuerzas y restado años de vida en numerosas ocasiones por ayudar a mis seres queridos... Y ahora todo eso me está pasando factura. -- Suspiró frustrado. -- Chopper, el doctor de mi barco, me a anunciado que me quedaran como mucho unos 7 meses, aunque yo creo que incluso menos ya que omití detalles cuando le confesé todos mis incidentes.
-- Luffy... -- La chica se quedó muda por unos instantes sin saber que más decir. -- ¿Lo saben los demás? ¿Tu navegante, tus amigos...?
-- De momento solo Chopper. Pronto se lo comunicaré al resto.
Ambos se volvieron a quedar en un silencio desagradablemente incómodo.
-- ¡Mami! ¡Mami!
Ambos alzaron la vista para ver a la pequeña que volvía corriendo y se tiró encima de la mujer sin cuidado alguno.
-- ¡Hay bruta! -- La abrazó por la cintura y la achuchó contra si dándole numerosos besos en la cara para sacarle más carcajadas a la niña.
A los pocos minutos la niña se dejó caer sobre su pecho cerrando los ojitos con cansancio. Después de toda la tarde brincando al fin la había agarrado el sueño.
-- Es preciosa.
-- Pues claro, es mi hija, ¿qué te esperabas? -- Sonrió con sorna.
El chico también rió divertido llevando la vista al frente para ver el sol ocultándose por el horizonte, dando paso a la noche y por ende a la luna y las estrellas.
-- ¿Te acuerdas cuando nos quedábamos los tres aquí viendo las estrellas? Yo siempre era el primero en dormirme. -- Rió.
-- Sí, tú a los 5 minutos ya estabas sopa. Ace y yo solíamos quedarnos despiertos hasta tarde charlando de todo.
Sonrió al recordarlo. Un fuerte sonido interrumpió su recuerdo y bajó la vista para ver al muchacho despatarrado en la hierba y soltando fuertes ronquidos de cansancio. La muchacha se tapó la boca para no hacer ruido al reír.
-- Corrijo, a los 5 minutos te duermes. Sigues siendo un crío Luffy, aunque más espabilado.
Se tumbó en el césped acurrucando bien a su niña en sus brazos y cerró los ojos dejándose llevar también por los brazos de Morfeo.
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Rouge /Pequeña Princesa/
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De interés: Hay una parte del relato, concretamente cuando Luffy menciona el embarazo de Nami y su próxima muerte, que hace alusión o va referido a otra historia, la de "Despedida". Podéis encontrarla en mi perfil.
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