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Capítulo 12

El tiempo en esa habitación parecía haberse detenido. Jisung se sentía sucio, roto y asquerosamente incómodo. Su cuerpo todavía dolía por los latigazos, y la impotencia lo consumía. Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, incapaz de limpiar la mezcla de sudor y sangre que lo cubría.

La puerta se abrió, y el sonido de los pasos de Minho resonó en el silencio. Este entró con calma, con las manos en los bolsillos y una expresión de total control en el rostro.

— He vuelto — anunció, como si todo fuera normal.

Jisung apenas levantó la mirada, sus ojos llenos de rencor y desesperación. — ¿Por qué... haces esto? — preguntó entre sollozos.

Minho lo miró por unos segundos antes de hablar. — Me aseguré de limpiar todo. No hay nada que te ate a ese lugar ahora.

Jisung comenzó a llorar con más fuerza, su cuerpo temblando. — ¿Qué significa eso? ¡Explícate, maldito!

Minho se acercó lentamente, inclinándose para quedar a su altura. — Significa que me deshice de todos los estorbos. Hasta de ti.

Las palabras hicieron eco en la mente de Jisung, pero no lograba comprenderlas. — ¿De qué hablas? Yo... estoy aquí.

Un ruido distante interrumpió su respuesta. Las sirenas de ambulancias, bomberos y policías se colaban a través de las paredes. Minho lo soltó con calma, desatando las cuerdas que lo mantenían atrapado. — Adelante, mira por ti mismo.

Jisung, tambaleándose, se levantó de la silla. Su cuerpo dolía, pero la curiosidad y el miedo lo obligaron a moverse hacia la ventana. Al apartar las cortinas, lo vio su casa estaba envuelta en llamas, el humo negro ascendiendo al cielo como un luto anunciado. Las luces intermitentes de los vehículos de emergencia reflejaban el caos que se vivía afuera.

— No... — susurró Jisung, el horror apoderándose de él. Se giró hacia Minho, buscando respuestas. — ¿Qué hiciste?

Minho sonrió con una frialdad escalofriante. — Fingí nuestra muerte. Todos creen que tú y yo hemos muerto en ese incendio. Ahora nadie te buscará. Nadie podrá llevarte lejos de mí. Eres mío, Jisung. Y siempre lo serás.

Las palabras de Minho lo golpearon como una ráfaga de viento helado. Jisung sintió que las fuerzas lo abandonaban, sus rodillas cediendo mientras caía al suelo. Lágrimas desesperadas comenzaron a rodar por su rostro. Estaba perdido, atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.

Minho se arrodilló a su lado, colocando una mano en su cabello, acariciándolo suavemente. — Llora todo lo que quieras. Pero entiende esto nadie vendrá por ti. Eres mío, y nunca dejaré que te vayas.

Jisung sollozaba, su mente buscando una salida, una esperanza. Y entonces, el sonido de golpes en la puerta interrumpió la escena.

Toc, toc.

Jisung levantó la cabeza de inmediato, sus ojos llenos de una débil esperanza. Tal vez era su salvación. Minho frunció el ceño, poniéndose de pie. — ¿Quién diablos...? — murmuró mientras avanzaba hacia la puerta, dejando a Jisung con el corazón acelerado.

La tensión era palpable, y el sonido de los golpes volvió a resonar, más fuerte esta vez. Jisung apenas podía respirar. ¿Era alguien que venía a salvarlo? ¿O solo era otra jugada de Minho?

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