Día 07. Día Libre
Temática a elegir: El Juego Del Pocky.
—¿A qué estaban jugando? —Las potentes pupilas ámbar no dejaban de mirar de forma un tanto exageradamente curiosa a Akane. Teru gruñó por lo bajo al ver a ese espectro curioso molestando nuevamente, rondando por la sala del Consejo Estudiantil, espiándolos, interrumpiendo el ambiente perfecto que se había creado gracias a ese dichoso juego que consistía de un dulce japonés alargado, que se colocaba en la boca de dos participantes, teniendo que ir comiendo poco a poco, rompiendo las distancias mientras esa horrible separación se iba acortando. Había dos opciones: ganabas, besando a la persona cuando el dulce se acababa, o perdías, si el dulce se rompía.
—¿Qué haces aquí, Séptimo? —sonsacó de sus labios en un tono hostil el chico de cabellos naranjas, dejando que el tremendo color rojizo que se había formado en su cara, cuando el espectro que a veces se llegaba a comportar como un gato empalagoso con ciertas personas (y con «ciertas» se refería a sólo una), se mostraba divertido ante la situación.
Hanako flotó por el lugar, ya no temiendo para nada que el mayor de los Minamoto lo vaya a volver a matar. Gracias a Kou Minamoto y sus sentimientos hacia él, oficialmente estaba libre del ojo asesino de Teru... o casi.
Bueno, no, el rubio siempre lo veía con cara que demostraba en más de un sentido sus ganas de mandarlo al otro mundo, pero era bien disfrazada y poco difícil de ser encontrada.
—Sólo quiero saber cómo se llama el juego que estaban haciendo.
—¿Te refieres al juego del pocky? —Era una suerte, Akane ya no tenía cara de querer matarse por la vergüenza y la frustración: ¡a centímetros de besar al presidente! ¡Sólo a unos cuantos centímetros!
—Sí, ése. ¿Cómo se juega? —indagó con curiosidad, acercándose de forma considerable a Aoi para que éste le explicara. Akane se mordió el labio inferior y enrojeció con suavidad, antes de dignarse a contestar.
Mientras tanto, Teru observó la situación desde su asiento, cruzado de brazos y aferrando sus manos a su camisa, ejerciendo la fuerza necesaria que quería ocupar para destruir a ese molesto espectro.
Sí, porque Teru Minamoto era conocido por ser un sádico empedernido, como si fuera un instinto que le indicaba la muerte urgente de un espectro que ya portaba desde su nacimiento. Pero, no hizo nada, simplemente se quedó en silencio, con una sonrisa falsa encarando sus labios y simulando no molestarse; todavía recordaba lo que había pasado con Kou:
«—¿Qué pasará si me niego a cumplir el trato que me estás haciendo, Kou? —Teru se mostró prepotente ante la idea de querer desistir a matar a alguien importante para su hermano (aunque Hanako ya estuviera muerto)—. ¿Es tan importante para ti?
—Sí, creo que estoy enamorado de él —confesó su hermano sin rodeos y pelos en la lengua. Las pupilas decididas de Kou, realmente encararon con fuerza al mayor.
—Es un espectro.
—No me importa, ¡si le haces algo, juro que no te lo perdonaré, Nii-san! —renegó el más bajo, ahora sí bajando un poco la vista y enrojeciendo de golpe. Teru se quedó estático, perdido por lo que acababa de oír de su pequeño hermano menor: ¿Kou preferiría a Hanako antes que a él?
Era claro que Teru no había entendido las palabras de Kou».
El mayor se sonrojó al recordar esa escena, pasando su vista hasta su escritorio y tratando de no tomarle importancia a sus sentimientos: no quería que su hermanito lo odiara.
Por eso, se aguantó las ganas de mandarlo adonde sea que vayan los fantasmas y levantó su vista hasta el espectro que tomaba sólo un palillo de la caja de Akane por iniciativa del de cabellos naranjas, y se fue, atravesando la puerta.
Suspiró, qué molestia.
—¡Me niego a jugar contigo! —negó Kou ante la propuesta del fantasma esa tarde, mientras Hanako le mostraba con una sonrisa pícara el dulce que tenía en sus heladas manos.
—¿Por qué no, joven? —chilló el fantasma, enredando sus brazos y piernas en el cuerpo del mayor antes de que éste se fuera del baño abandonado. Se colgó de él como un niño pequeño, y le mostró el pequeño palillo alargado hecho de galleta que le quitó a Akane. Kou refunfuñó cuando vio ante sus orbes azules el dulce, y terminó suspirando.
—Si es eso cierto de que interrumpiste a Teru-nii y Akane a punto de besarse, no quiero hacerlo —atribuyó sus pesares en un pequeño color rojizo. El menor bajó la vista, escuchando y leyendo poco a poco los pensamientos del chico humano: ¿por qué no quería besarlo? ¿Es porque era feo? ¡¿Era feo?!
Esa inseguridad creció en él, y no tardó en soltarla.
—Niño, ¿soy un fantasma feo o uno lindo? —Se separó de él al momento de hablar de una de sus inseguridades. Kou se giró hasta él para mirarlo a la cara, un poco desconcertado por esa pregunta.
—¿Eso qué tiene que ver?
—¡Sólo responde!
—¡Me niego! —acreditó en un grito el rubio, completamente rojo y listo para irse. Giró sobre sus talones, frunció su ceño, trató de apaciguar los latidos de su corazón y se decidió a irse.
No pudo irse, por más que lo intentó, ya que la mano helada del fantasma se aferró a la suya. El menor de los Minamoto se quedó helado, sus ojos se dilataron por la sorpresa y su corazón empezó a latir con rapidez.
—Si mi aspecto físico no tiene nada que ver con el porqué te niegas a jugar conmigo, ¿por qué es? —La pregunta que no quería escuchar el joven enamorado salió de la boca del fantasma en un abrir y cerrar de ojos. Kou apretó sus labios y su mundo se movió.
Al final, y tras una ardua lucha mental, Kou no pudo ceder ante la persona que le gustaba y giró su rostro hasta el menor, chocando miradas con el bello rostro de Hanako.
—El dulce lo tienes desde el primer descanso. Ya es tarde, debe de estar lleno de polvo. —Se excusó de forma boba, bajando la vista para ocultar lo difícil que se le hacía ese sentimiento romántico cuando lidiaba con él de frente.
—¡Eso es lo de menos! —Como siempre, Hanako sacando enojo en Kou con mucha facilidad.
—¡Tú estarás muerto, pero yo estoy vivo! ¿Qué tal si me lleno de parásitos el estómago?
—Entonces ve a comprar uno nuevo. Los deben de vender en la cafetería. —Sacó un mohín de disconformidad el fantasma. El de ojos azules sintió como todo se revolvía y se enredó en un mar de mentiras. Sudó frío y no tardó de cambiar el tema de conversación.
—¿Por qué quieres jugar este juego? —declaró sin reparos el humano, fingiendo total molestia y soltando el repentino agarre que habían formado ya por un buen rato. Hanako pareció meditar la cuestión del chico, acto seguido, soltó sin ningún rodeo el dulce: éste cayó al suelo, mientras al mismo tiempo la mirada sorprendida de Kou se iba dibujando al ver las acciones tan cambiantes de Hanako. ¿Por qué lo tiraba al suelo? ¿Se había enojado?—. Hanako, ¿por qu-...? —No pudo terminar de hablar, cuando las heladas palmas del azabache chocaron en sus mejillas y el menor acercó su rostro al de él, impulsándose un poco con su habilidad de flotar. La situación actual era de dos chicos, completamente rojos, demasiado cerca, estáticos, con todo al límite y el impulso como principal factor—. Ha-hanako...
—¿Qué debo hacer para besarte? —Se limitó a preguntar el fantasma, apretando un poco más las mejillas del mencionado. Kou abrió sus ojos como platos, se sintió en las nubes, y un hermoso sentimiento rodó por todo su cuerpo y se detuvo en su estómago, en forma de mariposa.
Debía de responder, ¿no?
—Sólo hazlo.
Dicho y hecho, ambos unieron sus labios.
Confieso que este pequeño One-Shot fue más copiar y pegar, ya que ya lo tenía para la primera versión de El Fantasma Del Baño, antes de que la trama se volviera más seria. Al final, se me hizo muy bonita la escena y la quise colocar aquí antes de borrarla. Así que, cuando llegue la escena del beso en el libro anteriormente mencionado, posiblemente haya similitudes (no va a ser igual del todo, por ejemplo, lo de Akane y Teru yo me lo inventé apenas xD).
Por otro lado, creo que es la primera vez que escribo de un beso en toda la Week, JAJAJA. Lo siento, pero siempre he creído que hay formas más hermosas de demostrar sentimientos románticos que con palabras o besos y caricias (aunque me gusta leerlas de todas formas).
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