Día 05. Leyenda Japonesa
Kou se arrepintió desde el principio, sabía que algo estaba mal desde un inicio y él aun así quiso continuar por su obvia terquedad de convertirse en exorcista y alcanzar a su hermano Teru. La misión que le fue otorgada indicaba que si no podía aguantar con todo que saliera huyendo y no habría ningún problema, pero el mayor simplemente no lo hizo y olvidó por completo las advertencias de tomar las riendas siendo tan sólo un niño en una jaula para ratones, donde, por obviedades, él era el ratón.
Debió de haber huido cuando tenía oportunidad, debió de haber tomado como algo horrible la espeluznante canción que rondaba por su cabeza al momento de encontrarse con una radio vieja que reproducía una y otra vez la canción de Kagome-Kagome. Debió de ponerse en alerta cuando un grupo de chicos, liderado por un joven de uniforme escolar viejo, y con una gorra negra similar a la de un marinero se le acercó, lo tomó de las manos y le sonrió de par en par. Debió desconfiar, debió haberle hecho, aunque no había podido notar ningún rastro de fantasma en los niños ahí encontrados: eran humanos, parecían cien por ciento humanos. Sonrisas enormes, mejillas rosas y ojos despiertos, actuaban como cualquier niño normal, brincando, corriendo, jugando o charlando. Kou confió, siendo traicionado por su buen corazón.
—¡Vamos a jugar, niño! —La voz aguda del chico lo tomó desprevenido, y él simplemente asintió, no pudiendo negarse. Dejó que todos los inocentes niños lo rodearan, en medio del bosque donde nadie habitaba.
No dijo nada cuando la rueda empezó a girar y todos preparado sus voces para entonar la dulce canción.
Kagome, Kagome, el pájaro se encuentra en la jaula.
Kou sintió que ya no estaba tratando con simples niños, siendo rodeado en un abrir y cerrar de ojos por lo que parecían ser demonios en piel humana por las sonrisas macabras que presenciaba.
¿Cuándo, cuándo la abandonará?
Kou tragó grueso, sólo debía de no asustarse, ¿verdad?
En la noche o el amanecer,
la grulla y la tortuga se deslizan.
Notó los potentes ojos ámbar del niño que lo había invitado a jugar sobre su persona, y le fue imposible no temer, al verlo mostrar una pequeña sonrisa en sus labios, llena de confusión y alegría de tener un nuevo amigo. No se veía como si estuviera vivo, parecía una marioneta hecha y derecha. Y pensar que antes lo veía como un niño menor que él como por dos años.
¿Quién se encuentra detrás de ti?
Apenas cantaron la última frase, Kou sintió como una mano se posicionó sobre su boca, impidiendo que hablara. Una respiración cortada llegó hasta sus oídos, y pudo notar que la persona que hablaba detrás de él era el chico de cabellos azabaches y grandes ojos en forma de luna menguante.
—Pasarás el resto de tus días aquí, niño. Al lado de todos los niños de nunca jamás —susurró la voz, antes de que Minamoto perdiera la conciencia.
No sé ni qué escribí, pero me gustó. Éste es mi relato favorito hasta el momento, creo que amo escribir de misterio, es lo que más me gusta, y aunque no soy buena en el género, seguiré practicando.
Bueno, dejando de lado eso por un momento, por si a alguien le llamó la atención esta leyenda, aquí se las dejo:
Por todos es conocido que durante la segunda guerra mundial todas las potencias involucradas (sí, he dicho todas) experimentaron de algún modo con humanos, aunque especialmente infames fueron las realizadas por los científicos nacionalsocialistas. Uno de los menos conocidos teorizaba con la existencia de un "interruptor universal" situado en alguna región cerebral encargado de "ordenar" la muerte del cuerpo. Si se lograba localizar y aislar para su estudio sería posible evitar el cese de las funciones vitales indefinidamente o lo que es lo mismo alcanzar la inmortalidad clínica.
Los encargados del proyecto tardaron dos años en recibir una respuesta del gobierno y no fue hasta 1942 cuando se les permitió iniciar los experimentos con las condiciones de que no se practicaran sobre ciudadanos alemanes ni se realizaran en territorio del Reich, además los resultados de los mismos no deberían ser compartidos con nadie que no perteneciera al alto mando militar.
Se formó una expedición científica a Japón, aliado por entonces de Alemania y se llevaría a cabo en un orfanato de la provincia de Shimane, el lugar ideal puesto que los "candidatos" debían ser "personas que no tuvieran nada que perder ni tuvieran quien se interesará por su destino". Las primeras intervenciones consistieron en meras lobotomías y vivisecciones con el fin de comparar el cerebro de personas de distintas edades y así localizar las variaciones derivadas del paso del tiempo y con ello detectar la ubicación del "interruptor". A pesar de los fracasos iniciales los científicos llegaron a dos conclusiones, la primera era que el interruptor se activaba durante la pubertad y que a partir de entonces el proceso era irreversible, la segunda, el interruptor no se encontraba en el cerebro, sino en el cerebelo.
Los brutales experimentos tuvieron por fin sus primeros frutos y a pesar de las horribles mutilaciones sufridas por muchos de los niños parece que lograron aislar la hormona responsable del proceso de "interrupción de la vida". Los niños se comportaban con normalidad, jugaban y reían y parecían ignorar sus cicatrices y heridas. Les gustaba especialmente un juego llamado "Kagome-Kagome" al que dedicaban gran parte de su tiempo de ocio.
La situación cambiaba radicalmente cuando alguno de los niños era separado del resto. Éste perdía toda iniciativa y no mostraba ningún tipo de emociones, seguía compulsivamente a un adulto cualquiera y se limitaba a observar sin tratar de entablar ningún tipo de comunicación, era un comportamiento que causaba gran inquietud entre los cuidadores y equipo científico.
El juego se acentuaba mientras los niños parecían más ausentes, ignoraban casi todos los estímulos exteriores mientras entonaban compulsivamente la misma canción. En una ocasión uno de los doctores trató de romper el círculo cuando uno de los niños le realizó una pregunta: "¿es verdad que tu abuela te regaló un reloj de oro antes de morirse?". No hubo respuesta a excepción del tic-tac que emitían los engranajes de un precioso reloj dorado mientras el médico lo agarraba con fuerza. Los niños, desinteresadamente, reanudaron el juego.
La guerra terminó, un mensaje de muerte llegó desde los cielos en forma de bomba, la vecina Hiroshima quedó reducida a cenizas. El de Shimane fue uno de los pocos "laboratorios de experimentación alemanes" capturados intactos tras la guerra, los descubrimientos realizados por los estadounidenses crearon tal estupor que decidieron mantenerlos en secreto. Del equipo científico original solo quedaban cuatro integrantes, la mayoría había regresado a su patria antes del fin del conflicto debido a "diversos problemas mentales". Antes de partir hacia su cautiverio los niños preguntaron en un perfecto alemán si querían jugar con ellos una última vez. En un primer momento accedieron a participar pero los niños añadieron "en esta ocasión si se resisten perderás". Los ojos de los pequeños rezumaban absoluta maldad. Los científicos rogaron a sus captores que les sacaran de allí lo antes posible.
Hiroshima renació, y a pesar de las cicatrices es hoy una próspera población que perdona pero no olvida. Hay, sin embargo, un bosque de retorcidos árboles no muy lejos, en una colina poco transitada aún se levanta un viejo edificio abandonado. Dicen que dentro hay muchas puertas pero una de ellas es de color rojo, si la cruzas es posible que te encuentres con un grupo de chiquillos, tal vez te inviten a jugar con ellos, quizá ganes, si lo haces es probable que sobrevivas.
El silencio ha sustituido a las risas y grititos infantiles. Ya nadie pasa por allí, los que lo hacen no quieren volver y algunos nunca regresan. Puede que se extraviaran o que perdieran el juego...
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