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Día 02: Medieval

El Rey los había mandado a investigar el misterioso bosque de coníferas que estaba a un lado del reino. No era la primera vez que un súbdito del reino, incluso algún comerciante o un juglar regresaba aterrado a más no poder, hasta la entrada del territorio habitado, gobernado por el Rey Yashiro. Siempre era lo mismo, siempre había un patrón similar cuando el desafortunado merodeador del bosque entraba al pequeño pueblo donde se sentía a salvo: cara pálida, labios morados, a punto de llorar y con la voz cortada. Eso, obviamente, en más de un sentido, ponía en problemas al Rey, que desde un inicio se había mostrado crédulo y esporádico ante la afirmación de varios campesinos acerca de la aparición de fantasmas. Todas con descripciones similares, y siempre ocurría en la noche: un fantasma de apariencia infantil, de potentes ojos ámbar que te llevaban al Infierno con tan sólo una mirada, cabellos azabaches en forma de hongo, vistiendo lo que parecía ser un hakama de color gris. En efecto, la descripción no sonaba aterradora, por eso el Rey no les creía para nada, aunque sí era preocupante, y ese viejo podía apostar lo que fuera que el cúmulo del terror iba creciendo en su interior cada vez más. Por eso, cuando la familia principal real tenía un viaje anticipado para cenar en el reino vecino, el viejo soberano tuvo que tomar posesión de varios rumores, y transformarlos en palabras de aliento hacia sus queridos súbditos, indicando que mandaría a un caballero a investigar lo que ocurría en ese bosque.

El mejor candidato fue Kou Minamoto, un chico huérfano que sólo vivía con su hermano mayor en uno de los aposentos enormes del gran castillo junto con los otros guardias. Sí, él sin duda era la mejor opción, ya que, aunque era el más joven (quince años y contando), no era bueno con ningún arma, como lo había mostrado todas las generaciones de la familia prodigio, Minamoto. Ni una espada, ni un arco y flecha, ni una lanza, ni ningún arsenal. Ni siquiera para la limpieza servía ese chico, y la única razón por la que era acogido en el castillo era por la extraña simpatía que había generado Nene hacia él, y todavía por algo más potente como lo era una promesa de amigos que hizo el Rey en sus años de juventud con el padre de ambos rubios, afirmando cuidarlos si algo llegara a suceder. Si el chico moría en el bosque, sería un accidente, ¿no?

Teru Minamoto, su hermano mayor, prodigio con la espada y con casi cualquier cosa que hiciera, sólo tenía un defecto, y era su hermano menor. El rubio de mayor estatura, ojos azules y rostro uniforme estaba tan apegado a su pequeño hermano menor que estaba simplemente fuera de discusión que éste lo fuera a dejar ir solo a un lugar que de sobra estaba embrujado. Por eso, cuando el Rey precisó que pronto el mayor de los hermanos iría a solicitar que Kou no fuera solo, el hombre simplemente se dedicó a aceptar, sabiendo que tener contento a Teru era poderoso y de buena ayuda, no podía decepcionar de igual forma a su hija, Nene, que se mostraba atraída por el mayor (lástima que éste no la viera de forma romántica).

La situación actual lo ameritaba todo después de los sucesos tan rápidos. El bosque a mitad de la noche no parecía dar miedo: sólo era un bosque.

—¿Realmente habrá un fantasma? —Se preguntó a sí mismo el menor de los Minamoto, aferrándose más a su espada y direccionando a todos lados su vista, dejando que se adueñara de la oscuridad y las extrañas sombras que creaban los árboles a partir de sus formas. No daba miedo, incluso estando solo tras lograr convencer a Teru para que se alejara de él y buscara por otro lado para poder acabar rápido, no servía para asustarlo. No tenía miedo—. ¿A algún número de personas en específicos se les aparecerá o-...? —Calló de golpe sus murmurios, al escuchar claramente lo que pareció ser una carcajada infantil que fue transmitida por un ligero viento que rozó su mejilla. Kou abrió sus ojos como platos, mirando a todos lados para saber de dónde provenía el sonido saliendo de la boca de un niño y aguzó sus sentidos, preparándose para encestar una buena riña, porque absolutamente no era algo bueno que un niño estuviera sólo en un bosque a esa hora: ¡eran las tres de la mañana!

No vio a nadie, así que se limitó a seguir avanzando, preparándose mentalmente para cazar al fantasma con una espada (¿la espada le serviría? No lo sabía).

Los pasos de Kou se quedaron a medio andar, al encontrar en medio del sendero, a unos tres metros donde él se encontraba una figura masculina, de complexión delgada, mucho más pequeña que él en cuanto a estatura, era un hombre, parecía feliz con lo que hacía, y nuevamente, esa pequeña risa infantil llegó hasta los oídos de Kou. 

Ahí, el rubio supo qué hacer, y, sin siquiera mostrar un gesto de miedo, caminó con la espalda erguida y la frente en alto hasta el niño desconocido. El fantasma de grandes ojos ámbar sonrió de forma confiada y se preparó para atacar, levantando su vista al aire y listo para enterrarse con sus ilusiones malignas en el subconsciente ajeno, porque, era obvio, él venía a pelear.

No hubo necesidad de pelear, ya que, apenas el fantasma reaccionó, Kou se acercó hasta él, y lo tomó de su brazo helado sin mucho esfuerzo, prosiguiendo a jalar de él para sacarlo del bosque. Todo lo dramático se había ido por la borda: ¿qué estaba pasando?

—¡Está mal que estés a esta hora en el bosque! ¡Hay rumores de que hay un fantasma peligroso rondando el lugar! —aconsejó con el ceño fruncido el rubio, tomando del brazo al chico con más fuerza para sacarlo del bosque. El menor no pudo evitar quedarse quieto, procesando las palabras que le había dicho el joven.

—Niño...

—No te quejes, no quiero que te pase nada, así que te sacaré del bosque —respondió con total simpleza, dejando sin palabras al de cabellos azabaches. En su lugar, el espectro miró al chico, con la sorpresa atrapada en sus ojos, y se dejó arrastrar por el joven caballero—. ¿Cómo te llamas?

—Hanako —contestó, dejando que un pequeño rubor inundara sus mejillas.

«¿Será éste mi ser amado?», se preguntó internamente el espectro, mientras poco a poco caía en la cuenta de que estaba experimentando el primer amor.

La verdad es que aquí no sabía qué escribir.

No me siento muy cómoda, o no tengo mucha imaginación para verlos como adultos, espero no ser la única. Es que siempre que lo intento vienen a mí los personajes tal cual el manga y anime y eso me complica todo, por eso están muy jóvenes en esta historia.

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