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O4

— Necesito salir. — Murmuraba para él mientras se arreglaba con sus propias prendas.

Últimamente Yoongi había aumentado su maltrato, su boca ahora se encontraba morada, rastros verdosos, su piel lechosa y blanquecina estaba cubierta por mordidas y golpes que dolían.

Su cuerpo necesitaba un respiro.

Nuevamente tomó las llaves de aquel escondite, escondite que sabía que Yoongi nunca se daría cuenta del acceso que él tenía.

Salió cubriendo sus labios magullados con una mascarilla quirúrgica, abrazó su cuerpo como un salvavidas mientras sus fosas nasales inhalaban aquel olor que solo le pertenecía a él, olor a lavanda y menta.

El olor a aquella colonia barata no se comparaba al fragante olor de ser él mismo bajo sus propias prendas, bajo su propia vida.

Caminó hacia aquel centro comercial, hacia aquel sector del cual podría ver con tranquilidad aquella felicidad ajena de la que solo podría soñar, claro, si es que tan solo pudiera, dejando de lado aquellos traumáticos recuerdos que vienen a él una y otra vez hasta caer inconsciente sobre sus sabanas.

Vio a las personas caminar, parejas tomadas de las manos.

Bajó la vista a sus propias manos, huesudas, frías y blancas, llenas de motas cafés y marcas violetas.

¿Hace cuanto no obtenía aquel sentimiento de calor de otro cuerpo humano? ¿Desde cuándo su vida se había apagado?

Desde lejos vio varias bancas desocupadas, sus hombros cayeron en alivio pues no tendría que devolverse, no tendría que volver hasta dentro de un par de horas.

Con una media sonrisa oculta bajo aquella mascarilla quirúrgica, se acercó a una de las bancas más cercanas desocupadas, con un suspiro echó la cabeza hacia atrás respirando, sus pulmones se inflaban y desinflaban en cada aspirada, saboreando el hermoso oxigeno que casi se le fue la noche anterior durante otra sesión... De apareamiento salvaje.

Escuchó pasos acercarse rápidamente a él, con miedo levantó con velocidad la mirada y vio aquellos ojos rubís llenos de alegría.

— Hey. — Dijo entre jadeos mientras pasaba el torso de su mano por su frente, secando el sudor mientras recuperaba el aliento. — ¿Puedo sentarme aquí?

Sin entender, empezó a girar su cabeza buscando el motivo de aquella pregunta, aún habían bancas desocupadas, aun había lugar.

¿Por qué sentarse junto a él si había más lugares disponibles?

El azabache, entendiendo totalmente aquella mirada extraña, volteó la mirada mientras le volvía a hablar.

— Después de irme con mis amigos, volví, quería preguntarte algo pero ya te habías ido. — Empezó a hablar mientras poco a poco se acercaba y se sentaba junto al de cabellos rosados. — Vine al día siguiente a la misma hora y no estabas, rayos eso suena espeluznante, empezaré de nuevo.

Los ojos miel esmeralda lo veía consternado, hace tanto tiempo no hablaba con otra persona que no lo denigrara, que no intentara asesinarlo, que no dijera que su historia es poco creíble.

Se sentía... Extrañamente bien.

— ¿Quieres salir conmigo? — Preguntó hablando nuevamente, la voz gruesa había fallado por un instante.

Jimin vio como las puntas de sus orejas se enrojecían, pero aun no entendía aquella pregunta.

— ¿Salir a donde? ¿Quieres que me vaya? — Preguntó con los ojos bien abiertos y un poco dolido, sus cejas cruzaron entre si mientras intentaba levantarse dejando la vista clavada al piso.

Al verlo levantarse de aquel asiento, el hombre se estremeció, mordiéndose el labio con fuerza al ser tan estúpido, debió ser más claro.

— Hablo- No te levantes- Demonios. — Se interrumpió mientras el más bajo empezaba a caminar lejos de él y de aquella banca.

Suspiró antes de volver y caminar hacia él.

— No quería que te fueras. — Habló llamando la atención nuevamente de él. — Quería pedirte que fueras mi novio.

Los ojos de Jimin se abrieron, su rostro se entintó en rojo, el mismo tono que aquellas mejillas rubí.

El mismo rojo de aquellos color sangre.

— Te-Tengo no-novio... — Murmuró. — Lo si-siento.

Los hombros del azabache cayeron, miró al suelo por unos segundos que parecían una eternidad antes de levantar la vista y ver aquellas esmeraldas que aun lo veían.

— Tiene sentido, eres muy... Muy bonito. — Volvió a hablar con un poco de tinte sobre sus mejillas.

Rojo que a Jimin le recordaba aquellos golpes recientes, aquellos que en horas o días se volverían hematomas dolorosas al tacto.

Heridas que volvería a tener al volver a su hogar.

— Dijo que tenía novio, imbécil. — Dijo una voz familiar, asquerosa.

La sangre en su cuerpo se volvió fría, sus ojos se abrieron con miedo ahora cristalizados, a punto de llorar y suplicar clemencia.

Rubí y sangre se observaron.

El pelinegro vio como el más bajo se estremecía aun sin tacto sobre él, con tan solo de la presencia familiar, aquello no era normal.

Rubí se encontró con esmeralda, una esmeralda cristalizada y opaca.

— Él- . — Se interrumpió para suspirar. — Es mi novio, lo- lo siento.

Vio al hombre agarrar el brazo del mas bajo, como se estremeció, al intentar acercarse y ayudar vio a aquellas esmerarlas rogarle en silencio su nula participación, resignado bajó los brazos junto a su mirada.

— Claro, fue desconsiderado de mi parte, no volverá a ocurrir.

— Por su puesto que no. — Murmuró para él mismo mientras acercaba al más bajo aun más apegado a él llevándolo de nuevo a aquella casa del terror del que era la victima cada día.

Al llegar abrió la puerta con ira y tiró a Jimin al suelo de la entrada, vio como este se quejaba y sobaba sus brazos lastimados.

— Rompiste todas mis reglas, todas aquellas que te mantenían a salvo.

— ¡¿A salvo de qué?! ¡¿Ser feliz?! -— Gritó por primera vez en aquella relación, su adrenalina estaba hasta el tope.

El hombre se agachó hasta quedar a su altura, levantó el puño en alto y de un solo puñetazo en el rostro logró dejarlo pegado al suelo.

Su rostro ardía, quería llorar.

— Quítate la porquería que tienes encima, y no vuelvas a responderme. — Demandó.

En llanto Jimin obedeció, violado y torturado nuevamente, su ojo rojo poco a poco se volvía hematoma, el rojo se volvió violeta, las mordidas en su cuerpo sangraban, su entrada no lubricada ardía.

Quería morir, suicidarse, pedir ayuda, asesinarlo.

Quería hacer tantas cosas y no tenía fuerza ni para levantase de aquella cama, cama en la que las sabanas blancas se convirtieron en rojo, entintada en sangre.

— Pide comida, que es lo único útil que sabes hacer. — Se escuchó desde algún lado en la misma habitación.

Tomó el teléfono sobre sus manos y en un ultimo suspiro, intentó pedir ayuda por ultima vez.

911, ¿Cuál es su emergencia? — Se escuchó desde el otro lado de la línea.

— Quisiera- Quisiera una pizza. — Un suspiro desde el otro lado.

Quien quiera que fuere que estaba detrás de la línea, le pidió esperar mientras redirigía la llamada, desde lejos se podía oír murmullos y risas indescifrables, tenía miedo.

Miedo de no volver a ser tomado en serio, miedo de volver a ser una víctima, miedo de morir ante las manos de su pareja.

911, ¿Cuál es su emergencia? — Se volvió a escuchar detrás de la línea, era una voz diferente, una voz gruesa y suave.

— Me-me gustaría ordenar una pi-pizza... — Su voz tartamudeó y tembló por última vez, si aquella no ayudaban, dejaría que Yoongi ganara.

Creo que se a equivocado de número.

— No, no lo creo. — Respondió esperanzado.

¿Hay alguien que no lo deja hablar libremente?

Sollozó, gruesas lágrimas como cascadas y tan saladas como el mar empezaron a caer por sus mejillas.

— Si-Si... — Dijo en alto, entre llanto y jadeos.

¿Jimin? — Se escuchó desde la otra línea. — ¿Eres tú? ¿Estás en peligro?

Volvió a romper en llanto una vez más, lo había logrado, alguien lo rescataría.

Por fin alguien lo entendió.

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