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O3

Llegó a casa apresuradamente, tenia menos de una hora antes de que llegara su... Pareja amorosa.

Cambió toda su cómoda ropa por prendas que no eran suyas, prendas que eran más grandes que él, impregnadas en una colonia que el simple olor lo hacia estremecer y dudar hasta de su propia existencia.

Dejó todo tal y como estaba, nervioso de haber olvidado hasta el mas mínimo detalle, nervioso con miedo de que su pareja descubriera que había estado fuera de casa, usando sus propias prendas, hablando con extraños sentados en una banca en el centro comercial, hablando por lo que parecían horas.

Notando que aquellos ojos cafes parecían brillar como rubíes, a comparación de los de él, que brillaban en odio, color a sangre y putrefacción.

Sacó aquella idea de su cabeza, fue hacia la cocina y la encontró totalmente vacía, sintiéndose lo más inútil de la vida al olvidarse de algo tan cotidiano como ingerir alimentos, estando justamente en el centro comercial.

Si, tampoco tenia dinero, pero si los gatos y perros pueden comer de la basura, ¿Por qué él no?

Su estomago empezó a gruñir mostrando su interés en cualquier cosa que lo llenara, caminó inclusive hasta la basura para encontrarla totalmente vacía, los muebles, todo, todo estaba totalmente vacía mientras su estomago enfurecía.

Suspiró, sus hombros cayeron rendidos mientras se dirigía hacia el fregadero tomando un vaso de vidrio y llenándolo de agua.

Cerró la corriente y llevó el vaso hacia sus labios bebiendo todo de un solo trago.

— Una vez leí que si bebes cierta cantidad de agua, puedes morir... — Murmuraba mientras volvía a llenar aquel vaso y beber nuevamente de un solo trago.

Sus brazos dolían, apenas tenían fuerza, estaba delgado, magullado, su cuerpo estaba desesperado por algo de paz.

Lágrimas empezaron a caer desde la comisura de sus ojos, cayendo delicadamente por sus pecosas mejillas, sus manos temblaron y aquel vaso cayó directo al suelo.

Pedazos de cristal fueron desparramados junto a el agua aun contenida dentro de este, el piso ahora mojado y lleno de vidrio corto-punzante lo llamaba, necesitaba limpiar antes de que su pareja llegase, necesitaba tener todo en perfecto estado.

Pero el vidrio sobre sus muñecas, el vidrio sobre su piel, el vidrio siendo enterrado entre su carne le parecía llamativo.

Tan, tan llamativo.

Poco a poco se empezó a acercar a aquel cristal, lo tocó y tan solo al tacto un fino hilo de sangre empezó a caer por sus dedos.

— ¿Qué haces?

Abrió sus ojos como platos, levantó la mirada tan fuerte y vio cafe.

Cafes ojos que lo miraban con desprecio, cafes ojos que lo hacían temblar de pánico. No sabe cuando entró, no escuchó la puerta en ningún momento, no escuchó pasos, solo lo vio ahí, parado, observándolo con odio.

— Yo- Yo solo-

— Te he dicho que no a autolesionarte, bebé. — Decía mientras se arrodillaba en el piso mojado tomando con sus propias manos enguantadas una pieza de cristal. — Para eso estoy yo.

Lo miró.

Las esmeraldas tintineaban en pánico, no quería, claro que no quería.

No si era él.

Se levantó, sus rodillas mojadas por el agua en el piso, un cristal sobre su mano enguantada, vio aquella corbata, tan pulcra y negra, vio aquel cafe en sus ojos, tan despiadados y salvajes.

Se acercó, su mano enguantada tomó el cuello de Jimin, su pulgar sobre la manzana de Adán, sintió como tragaba saliva.

Con la otra mano acercó aquel cristal al cuello contrario, la punta filosa raspo ligeramente la piel provocando un simple arañazo, el cual desprendía ligeras motas de sangre.

— Tengo hambre. — Se alejó.

La respiración de Jimin se aceleró ante el alivio, el dolor punzante en el cuello no molestaba.

— ¿Pi-Pido una pizza? — Preguntó mientras observaba al más alto agacharse y recolectar los pedazos de cristal roto.

Se encontraba de espaldas, la silla a su lado no pesaba tanto como para levantarlo y golpearlo en la cabeza, pero para dejarle al menos un rasguño necesitaba una fuerza que en este momento no tenia.

Vio como se levantaba con los cristales en la mano y las tiró a la basura, tomó una escoba y recolectó hasta la partícula más pequeña de cristal que pudiera haber encontrado en el suelo.

Dejando todo en la basura, tomó la bolsa al rededor y la amarró sin importarle que aun estuviera prácticamente vacía, anudó los extremos y empezó a salir de la habitación dejando aun la duda en Jimin.

Quería volver a intentar pedir ayuda, quería volver a intentar que lo rescataran, quería volver a intentar aunque sea una ultima vez, aunque sea justo frente a él.

Escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrarse, se asomó para ver la nada misma. Yoongi se había marchado con la bolsa llena de cristales propensos a lastimar.

Tenia la vista fija en la puerta, quería huir, quería salir y pedir ayuda, quería salir y ver nuevamente a aquel azabache, aquel con ojos oscuros que lo hacían sentir seguro.

Quería estar lejos de aquel maniaco que en algún momento fue su más grande amor.

Quería... Morir.

La puerta volvió a abrirse, revelando a aquel sujeto causante de sus insomnios y pesadillas, lo vio arrancarse la corbata negra perfectamente pulida, vio como empezó a desabrocharse su perfectamente planchada camisa blanca revelando su piel áspera y grisácea.

— Ya ordené Sushi, bebé. — Mencionó. — Tenemos treinta minutos antes de que llegue el repartidor, alístate para mi.

Sus esperanzas cedieron ante el piso frente a él, aquella esperanza de llamar una ultima vez para rogar ser escuchado, rogar ser rescatado, o rogar ser asesinado por manos que no sean las de su agresor, las de su pareja.

Lágrimas gruesas cayeron por sus mejillas mientras caía arrodillado ante el piso, su respiración se volvió irregular, sus iris tintineaban mientras su agresor se quitaba el cinturón de la cadera y bajaba la cremallera de su pantalón.

— Buena iniciativa cariño, me encanta cuando estas en el piso comiendo de mi pene. — Habló con determinación.

Llegó hasta el pequeño de rizos rosados tendido en el piso, vio como aquellos ojos miel se levantaban hacia su entrepierna y aquella manzana de Adán subía y bajaba.

— Sé que me deseas, amor. — Bajó su pantalón y ropa interior revelando aquella erección, los vellos bajo el ombligo bajaban cuidadosamente hasta la base de aquel miembro.

Goteaba, estaba duro.

Aun con las manos enguantadas, tomó los cabellos rosados del más bajo y lo jaló hasta dejarlo frente a frente contra su erección, con sus propios dedos abrió aquella boca y de una sola embestida entró a la cavidad.

Era cálido, húmedo, apretado, tal y como a él le gustaba.

— Si muerdes, te asesino. — Con la otra mano reveló un arma, lo apuntó directo entre sus ojos, ojos que rogaban con la mirada, rogaban cualquier cosa, cosa que el de ojos como sangre poco le importaba. — Chupa como sabes que me gusta.

Tragó saliva contenida, aun con el miembro ajeno en su boca, sus cabellos eran jalados con fuerza, un arma apuntando entre sus ojos, lagrimas caían y aun así empezó su vaivén lento y suave, sin una pisca de dientes.

Un vaivén que se volvía más rápido cada vez, y cada vez hasta que en un solo disparo un liquido caliente fue directo hacia la úvula al inicio de su garganta, asqueado quiso vomitar.

El miembro salió intacto, húmedo y caliente.

— Abre la boca. — Lo hizo. — Traga.

Volteó hacia otro lado, asqueado y a punto de vomitar lo tragó.

Tragó todo aquel liquido blanquecino espeso, asqueroso, salado y amargo de aquel que fue algún día su más grande amor.

El llanto en sus ojos era visible, el timbre había tocado, la comida había llegado.

— Escóndete. — Murmuró mientras se volvía a abrochar sus prendas y se acercaba hacia la entrada de la casa con una sonrisa entintada en sus labios y un sonrojo en sus mejillas.















Yo escribiendo este capítulo
en clases 🤙🏻

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