extra
El aroma de hospital inundaba sus fosas nasales, el color blanco por todas partes y el ruido de tacones tocando el suelo lo enloquecía, pero necesitaba estar ahí.
Lo hacia por él.
Lo hacia por quien lo rescató.
Vio a una mujer de edad acercarse, con vergüenza levantó sus brazos mientras ella lo examinaba, veía sus moretones y magullones, la mujer presionó sus dedos en sus hematomas y con miedo atraso rápidamente sus brazos.
La mujer lo vio con asombro, asustado sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas no derramadas mientras sus grandes ojos se clavaban en el suelo, sus hombros temblaban junto a sus labios.
— Lo siento, lo siento. — Murmuraba despacio mientras lágrimas empezaron a caer desde sus ojos, resbalando lentamente por sus pecosas mejillas hacia su barbilla cayendo hacia su regazo.
Tenia miedo.
La mujer lo lastimaba pero se resistió, ¿Era ahora en donde seria castigado?
Tacones en el suelo se escuchaban acercarse, se encogió visiblemente pero desde reojo veía como la mujer no se había movido de su lugar, en cambio, vio a un hombre parado justo frente a él.
Levantó la vista, sus esmeraldas llenas de lagrimas saladas veían rubíes que lo miraban con lastima, y un toque de ternura.
— Oye Jiminnie. — El hombre levantó su mano y la colocó suavemente sobre los rizos contrarios. — La señora trata de ver que tan malas son tus heridas, no te hará daño, trata de ayudar.
— Koo-
— Minnie, me quedaré aquí todo el tiempo, intervendré cuando vea que algo está mal.
Jimin asintió, sus labios temblaban pero aun así sonrió.
Su mirada cambio totalmente, se sentía confiado, se sentía listo para recibir lo que sea, ¿Por qué? Porque su salvador estaba ahí.
Porque su salvador nunca lo dejaría solo.
Porque debía demostrarle a su salvador, que no salvó a un inútil miedoso, si no a alguien que puede con todo.
Una tierna sonrisa fue entintada en los labios de JungKook al ver aquel cambio de aires, sonrió al ver esa sonrisa temblorosa en el rostro lleno de pecas.
Una sonrisa que a pesar de estar llena de miedo, confundida, temerosa, con pánico, era una sonrisa verdadera.
Recuerda sus muecas que creía mostrar felicidad, recuerda sus llantos el día de que lo ayudó, recuerda perfectamente como se derrumbó sobre él con miedo, temblando, llorando a mares.
Ver esa sonrisa... Bueno, seria un completo desalmado si no sonriera junto a él.
Vio como su rostro cambio de confiado a temeroso en segundos, debía levantarse la camiseta, sus ojos esmeralda tintinearon al verlo, sus cejas se juntaron y sus labios volvieron a temblar.
— Solo quiero ver si hay más heridas, cariño. — Dijo la mujer con ternura.
El más pequeño asintió, se levantó de la camilla, sus mejillas se entintaron en rojo mientras miraba directamente a los ojos contrarios, tomó el dobladillo de la camiseta y lentamente subió por su torso y brazos, sacándolo por completo.
El aliento de la mujer y el hombre
azabache se atascaron en sus gargantas.
El silencio en la habitación era ensordecedora.
Los ojos esmeraldas se clavaron al piso mientras con un suspiro se armó de valentía y les dio la espalda.
Una espalda que estaba aun peor que el torso.
Hematomas violetas y verdes, quemaduras como piquetes, largas líneas gruesas con un extremo con un diseño... ¿Un cinturón?
JungKook vio como el pequeño cuerpo empezó a temblar, escuchó pequeños jadeos y suspiros temblorosos, la espalda, su torso, sus brazos, piernas, su cuello.
Su cuerpo entero estaba maltratado.
Sin pensarlo dos se acercó con cuidado, sus grandes brazos se encontraron con el cuerpo al descubierto del más bajo, lo abrazó con cuidado mientras su rostro se posaba entre el hueco del cuello y el hombro del más bajo.
Quería llorar de dolor, un dolor que no era suyo, un dolor que le quemaba desde lo más profundo.
Sintió una mano tibia sobre las suyas, una mano pequeña y temblorosa, vio hacia arriba encontrándose con preciosos ojos como gemas, y una sonrisa llena de dientes junto a un precioso tinte rojo en las mejillas contrarias.
— Está bien Kookie, todo está bien ahora. — Dijo con una sonrisa.
Su propia sonrisa creció entre sus labios, aun abrazándolo cuidadosamente, tocando la piel tibia bajo su toque, una piel maltratada, pero llena de pecas hermosas en una preciosa piel blanquecina.
Se separó del más bajo dándole espacio a la mujer para que siguiera con su tratamiento.
Jimin se sentía cada vez mejor ante los toques ajenos, se sentía mucho más libre, se sentía confiado.
Al acabar volvió a poner cada prenda sobre su cuerpo, la mujer le recetó mucha crema, analgésicos, y nuevas citas con otros médicos para radiografías y tratamientos sobre su piel, junto al número de un excelente psicólogo al que pudiera ir.
Tanta atención sobre él se sintió por primera vez... Bien.
Sentía que por primera vez desde hace mucho tiempo podría realmente ser feliz.
Era abrumador.
— Minnie, te daré una copia de la llave de mi casa. — Habló JungKook llamando la atención del más bajo. — Te enviaré mi dirección por teléfono cuando te compre uno, la llave la usarás cuando necesites donde quedarte, si necesitas verme o realmente para lo que quieras, yo-
— No quiero que me compres nada, no quiero molestarte más. — Murmuró con cuidado. — Ya hiciste suficiente.
— Jimin, te compraré un jodido celular, te mandaré mi tonta dirección y recibirás la estúpida llave porque si no me sentiré muy mal, quiero que me busques cuando necesites ayuda, quiero estar ahí para ti.
El de rizos quedó en silencio, el sonrojo en sus mejillas era enorme mientras sus ganas de llorar eran aun más grandes.
— ¿Tienes donde quedarte? ¿Has hablado con tu madre? ¿Necesitas que haga algo por ti? — Preguntó realmente interesado.
Tenia tanto dolor de tan solo verlo, de tan solo recordar esas desgarradoras escenas, de escuchar en el 911 que aquel niño de las pizzas había llamado por meses cada tres días y nadie lo ayudó.
Dolor de saber lo mucho que sufrió en silencio, después de lo mucho que gritó por un salvador hasta quedar sin voz.
¿Qué hubiera pasado si JungKook no hubiera tomado la llamada? ¿Qué hubiera pasado con Jimin? ¿Si quiera lo volvería a ver en aquel centro comercial?
La respuesta era un rotundo no.
Porque nadie tendría el coraje para vivir tanto bajo sufrimiento y no querer acabar con todo en segundos.
Tuvo suerte, nada más que suerte.
Debió ver aquellas señales antes, solo lo había visto dos veces en aquel centro comercial y en uno de ellos apareció aquel idiota. ¿Hubiera ayudado intentando salvarlo en ese mismo instante? ¿Acaso el tal Yoongi tendría el coraje para matarlo frente a sus ojos en aquel centro comercial rodeado de guardias y gente inocente?
La respuesta es si.
Jimin se lo contó, le rogó con la mirada que no hiciera nada porque sabia que aquel hombre seria capaz de eso en ese lugar, con esas personas, frente a él.
Lo sabia.
Tuvo tanta suerte de que Jimin aun viviera, tuvo tanta suerte de que su compañero de trabajo le diera la llamada, tuvo tanta suerte de que Jimin no se suicidara.
Pero la suerte no tenía nada que ver.
Jimin no quería ser asesinado por las manos de su amante, no quería morir por culpa de su amante, no quería morir tan infeliz.
Jimin fue fuerte, pidió ayuda hasta que se quedó sin voz.
¿Acaso eso serviría de algo? ¿Acaso logró algo? ¿Vivió?
La respuesta es si.
Jimin fue un sobreviviente que luchó, que gritó, que alzó la voz y suplicó ayuda.
Vivió, es feliz, y realmente... Es lo único que importa ahora.
— ¿Sabes hacer Katsudon? — Preguntó con timidez.
— Haré el mejor jodido Katsudon de toda tu vida.
Ambos sonrieron con una calidez en el pecho mientras se miraban a los ojos con dulzura.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro