Who You Are
Jamie ya ha recibido mi mensaje de que lo vería en la Gran vía, frente a H&M.
Miro por encima de mi cabeza al edificio con letras plateadas cuya palabra forman "Espasa Calpe". El dinero que había estado ahorrando durante todo el año escolar por fin podría ser usado; me gustaría comenzar con algo entretenido como un libro.
Entro, y un aroma a papel me abraza los pulmones. La casa del Libro es uno de los pocos lugares donde puedo encontrar la mayoría de los libros que busco, aunque a veces los precios no me agraden del todo.
Claro que, tratándose de mí, ningún precio me agrada.
Los libros más recientes son, claro, los más costosos, pero lucen prometedores. Uno de los estantes de mi cuarto actualmente cuenta con 47 libros, la mayoría regalados por mi madre en cumpleaños o eventos especiales. El otro es de libros antiguos de mi abuelo que le dejó a mi mamá.
―Quiero este, por favor ―digo a la señora de la caja.
Recibe el libro y lo marca con el verificador de precios.
―Un beso en París ―ratifica―. Serían catorce con treinta euros, por favor.
Le entrego quince y me da mi cambio junto con una bolsa de plástico envolviendo el libro. Me pregunto cómo habrá hecho mi abuelo para conseguir tantísimos libros. ¿Será que los ganaba? ¿O compraba al igual que yo?
―¡Ale! ―me dice mi amigo cuando me ve salir de la tienda―. ¿Adónde vamos?
―Al cine ―indico.
Comienzo a caminar hacia el lado contrario del sentido de la calle con Jamie siguiéndome. El viaje es un poco largo y no sé si tenga muchas ganas de hablar, por lo que decido que él lo haga. Las primeras seis cuadras me cuenta de un anime llamado "Darker than Black", y que por alguna razón le recuerdo a un tal Hei.
Pronto y sin darme cuenta, llegamos a un lugar donde venden chocolates, así que entramos de rápido y nos compramos un par para ir comiéndolos en el camino. Lo mejor de poder caminar es que... Bueno, no contaminamos al planeta, e incluso que puedo ver la arquitectura. Oh, y puedes disfrutar un tiempo tranquilo. Claro que con Jamie, a veces eso no se puede.
―¡Wait! ―exclama―. ¡Quiero una soda!
―Compramos chocolate hace seis cuadras ―le recuerdo.
―¡I'm thirsty!
―En el cine hay refrescos.
Me toma de la manga de la sudadera y comienza a jalarme hacia el interior de un pequeño McDonald's que tenemos en frente. Una vez afuera de la puerta, abrazo mi libro y me quedo esperando a mi amigo de pie.
―No demoraré ―dice.
―¿Qué dijiste? ―me río.
Me mira nervioso, porque sabe que lo corregiré.
―¿Demoraré...?
―Eso es demasiado formal ―le explico―. Creo que se escucha mejor "no me tardo".
Analiza mis palabras para luego sonreír.
―No me tardo ―comenta antes de meterse.
Un día más haciendo el español de Jamie menos formal, me recuerdo con orgullo. Más natural, más mexicano.
Si no me equivoco, la calle de mi casa debería estar a más o menos otras cinco o seis cuadras. Ver a tanta gente caminando en las aceras de esta ciudad hace que me den ganas de estar encerrada en mi frío y cómodo cuarto, con Toncho, viendo series en Netflix.
Pero, salir me gusta, a veces; me distraigo, me oreo un poco, me da el sol. Quizá salir no es tan malo ahora que lo pienso.
―¡Oh, Ale! ―escucho cerca de mí.
Claro que, si hay una muchacha que te sigue...
―¡Hola, hola! ―me saluda contenta.
Sus pestañas y su maquillaje resaltan en su rostro. Aunque, por primera vez, la veo acompañada de más chicas guapas, como ella, aunque no se le acercan ni tantito a su belleza.
―¿Jovanna? ―le digo con trabajo―. Qué bonita casualidad.
―Iba saliendo de H&M y te vi aquí de pie.
Analizo rápidamente a sus amigas, que parecen más interesadas en sus celulares que en nuestra charla. Nos presenta de una manera rápida, pero ninguna de nosotras parece interesada en recordar nuestros nombres.
―¿Quieres acompañarnos? Iremos a Zara a buscar unas botas negras que vimos en una revista de Vogue―
―Gracias pero ―la interrumpo con una sonrisa un tanto fingida―, debo estar en otro lugar en diez minutos.
―Oh, Vale ―responde con un tono de voz más apagado―. Entonces te veré luego.
Alcanzo a percatarme de que Jamie está a punto de abrir la puerta del establecimiento, así que me apresuro a despedirme antes de que el chico caiga en los encantos seductores de Jovanna y decida hacerle plática.
―Claro, claro ―sigo sonriendo forzada, incómoda, al tiempo que comienzo a encaminar a mi amigo lejos de ellas―. ¡Hasta luego, adiós!
―Ale, Ale, espera ―me dice él, pero lo ignoro.
―Cállate y camínale ―le digo entre dientes.
Tenemos que irnos rápido antes de que señorita aparece-en-todos-lados aparezca de nuevo.
―¿Quién era? ―me pregunta una vez que termino de empujarle―. ¿Era la chica del arcade?
―No. ¿Qué película querías ver?
―Oh, Fast and furious.
―Vámonos pues.
(≧y≦*)
—¡Holly Jesus! —exclama de manera emocionada—. ¿Viste cómo Toreto tomó a The Rock y lo golpeó contra las paredes?
Siento adrenalina en mi cuerpo, pero Jamie, es como si hubieran combinado azúcar con gasolina y se la hubieran inyectado.
Está demasiado contento.
—¡Oh, and the plan! —sus ojos no pueden con tanta emoción—. ¡It was so well calculated and organized that I never thought they would do that! ¡Amazing!
—Epa, en español —le recuerdo, seria—. No te entiendo cuando hablas así de rápido.
—Perdón —sonríe de oreja a oreja.
La película estuvo bien para mi gusto; quería acción, y acción me dieron. Claro que, en este tipo de películas, al parecer no existen los huesos rotos.
—Oye, ¿me das un poco de tu soda? —pregunta.
—Para empezar, se dice refresco —le digo—, y segundo, ¡no! Por comerte lo mío.
—¡Es que tengo sed!
—¡Pues sí! Si te chingaste todas mis palomitas.
Intenta quitármelo, pero comienzo a alejar el vaso fuera de él.
—¡Hey, cochos!
Me lleva la chingada, lo que me faltaba.
Ambos nos volvemos hacia un lado, y vemos al idiota de Chava cruzando la calle con un par de amigos suyos. Y tan bien que me la estaba pasando hoy...
—¡Qué fortuna encontraros aquí! ¿Vinisteis al cine vosotros dos solos?
Nos examina de manera rápida y fugaz, indiferente. ¿Qué le pasa? Lo mejor que puedo hacer por el momento es golpearlo con mis palabras, que he estado preparando desde que escuché su voz.
—Qué cosa más mona. Un par de tortolitos —mira a mi amigo, que se esconde detrás de mí.
Volteo los ojos mientras intento rodearle para alejarme de él.
—¿Sí te mueves? Te huele la boca a vasca —ataco.
Me percato de que me mira con odio, pese a su absurda y tonta sonrisa.
—Primero me das un besito —dice, mostrándome sus labios.
Suspiro, un tanto ruidosa. ¿Qué le hace creer esa mensada?
—Mejor te vas a la verga —doy un paso hacia él y me inclino hacia arriba para limitarme a mirar directamente sus ridículamente ojos verdes—, y de paso, te lo picas bien adentro, ¿qué tal?
Me empuja para que quede fuera de su espacio personal, y entonces se cruza de brazos.
—Deberías quitarte esa barba de changunga que te cargas.
Tanto él como sus amigos me miran confundidos, sin entender mi insulto.
—Uhm, es como una aceituna y tiene tres tristes pelitos en la punta —explica Jamie rápidamente mientras se asoma detrás de mi hombro.
Incluso sus compañeros ríen ante eso. Chava no querrá dejarlo hasta aquí; no después de que incluso sus amigos se hayan reído de lo que dije.
Éste se aleja de mí un par de pasos, y al verme casi sonreír, se amarga. Por alguna razón, me siento satisfecha con lo que he hecho. Miro hacia la derecha al sentir una mirada encima, y veo a Joana con un par de amigas saliendo por una de las puertas del cine.
¿Y ahora qué?
De pronto, siento algo frío cayéndome en la cabeza, que poco a poco me recorre el costado de la cara y mis hombros.
Este pendejo me ha vertido el refresco encima.
( ̄﹏ ̄╬)!!
—Toma —dice Jamie, dándome otra servilleta.
La recibo y comienzo a secarme la empalagosa y pegajosa cara que me ha quedado. Cómo odio a ese sujeto. Los arbustos detrás de mi espalda hacen que el suéter me pique un poco, pero, no me importa mucho.
—¿Estás bien? —se escucha preocupado.
—Sí.
Mamá no tarda en llegar por nosotros, y he estado preparando una excusa creíble para que me deje subir al auto, y que no me prohíba más salidas; tengo media espalda empapada, y el aire no ayuda mucho, pero me siento, por alguna razón en particular, tranquila.
—Iré a buscar más servilletas —comenta Jamie, poniéndose de pie.
Cruza la calle y se adentra en un pequeño restaurante. Esta ciudad es muy bonita de noche cuando las luces se encienden y los locales y edificios se llenan de vida, atrayendo a cientos de gente a pasar un buen rato. Y eso me gusta de aquí.
Una sombra se coloca junto a mí.
—Hola, Ale —saluda Joana, extendiéndome su chamarra.
Vuelvo mi vista hacia el frente y continúo mirando la larga calle que está frente a mí.
—Tómala, está bien —invita.
—No, gracias —intento no mirarle la cara—. Estoy bien.
—¿Por favor?
Cansada y sin ganas de nada, lo hago.
No quiero más problemas con nadie, y menos con otra persona que tiene potencial de ser popular en la escuela, que tiene poder sobre otras personas con su belleza dentro de la misma escuela a la que asisto.
—Uhm, Jovanna—
—Joana —corrige con voz dulce.
—Joana... —respiro hondo para tranquilizar mis nervios—. No sé qué estés buscando exactamente, pero, puedes dejar de hacerlo.
—Soy nueva en la escuela. Sólo busco amigas.
—Ah, ya —busco a Jamie con desesperación—. Bueno, yo no soy buena opción para eso. Pero puedo darte algunos nombres, si quieres.
—¿Por qué no?
La miro, como si la pregunta ofendiera.
Analizo su ropa, entallada, que claramente resalta sus curvas y sus atributos, su cabello perfectamente peinado y con un volumen digno de envidia, su rostro perfectamente maquillado para acentuar sus facciones, y luego reviso mi apariencia, tan fachosa y aburrida, ordinaria.
Una modelo junto a una simple chica robusta como yo.
—¿Qué es lo que buscas exactamente? —suelto, agotada.
Me mira sorprendida, y luego relaja su mirada, con ternura.
—Sólo quiero una amiga de verdad.
¿Amiga de verdad? ¿Qué—
—¡Oye, Ale, conseguí muchas servilletas! —veo a Jamie corriendo hacia nosotras. Me pongo de pie y camino hacia él—. Mira, el Señor me dijo que podía tomar las que quisiera.
Tomo unas cuantas y las restrego en mis hombros para que éstos se sequen. Cuando intento voltear, Joana ya no está; en lugar de eso, está su chamarra y una lata de soda nueva.
Dios mío, ¿qué voy a hacer con ella?
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