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Small Talk



A quien corresponda.

¡Felicidades! Has sido seleccionado para trabajar en nuestro equipo para el torneo Final del Grand Prix de patinaje artístico sobre hielo Madrid-España 2012-2013.
Su cita para la selección de puestos ha sido programada para el día 2 de enero del 2012 a las 11:00 A.M. Le pedimos tenga los documentos necesarios para atender la llamada. Su salario será acordado con base al puesto obtenido en la entrevista, por lo que le pedimos contactarse con nosotros lo antes posible apenas tenga respuesta.
Apreciamos su interés por trabajar con nosotros.

Saludos cordiales,
Director de Finanzas y Administración.


Cierro la pantalla de la computadora, suspirando. Justino ha dicho que puedo contactarme con él si tengo cualquier duda o, problema, ¿no? Pero, aún así, no evita que me ponga nerviosa. Digo, sea pasante o empleada formal, una recomendación de esta empresa para la universidad se vería bastante llamativo en el currículum. Después de todo, voy a necesitarla bastante.

Lo que me recuerda...

—¿Hello?

—Hola, Jamie —saludo, descansando mi espalda en el respaldo de la silla—. ¿Cómo estás?

Bien—ríe—. Gracias, ¿y ? ¡Hey! —grita, alejándose el micrófono de la boca—. ¡¿Would you stop it?! ¡Leave it!

En el fondo, risas de varios niños se escuchan al unísono. ¿Su familia regresó ya?

Ah—exclama—. Es horrible ser niñero. ¡Pero hasta que por fin me llamas!

—Lo siento —me disculpo, entre risitas—. Estaba algo ocupada.

—By the way —cierra una puerta, y el silencio regresa—. ¿Vendrán a la comida del miércoles?

Comienzo a mover mis pies para que la silla dé vueltas sobre sí. Mi cabello se ondea con suavidad, y extiendo mis piernas a lo largo para disfrutar la sensación de giros. ¡Yey!

—¿Cuál comida?

La de despedida—exclama, sorprendido—. ¡Ya te había dicho!

—Ah —canto, recordando la conversación de mensajes—. Sí. Uhm, no sé. No tengo muchas ganas de ir.

—¡Oh, hell no! —lanza, ofendido—. ¡Fui a comprar pasta y condimentos para que tú y tu mamá vinieran! No me dejes con mis primos...

Sonrío, divertida, por imaginar tal escenario, lleno de niños pelirrojos corriendo por toda la casa, Jamie tratando de cerrar su habitación llena de reliquias y objetos de colección, los adultos abajo, en el jardín, y el resto de los adultos jóvenes y adolescentes en la sala de estar, hablando entre ellos y usando el teléfono.

—Okay, okay —acepto—. Seremos niñeros.

Suspira, aliviado.

—Oh, God, thank you —de repente, la puerta se abre y el ruido inicia de nuevo—. ¡What the— ¡Hey! ¡No!

Comienzo a reír al escuchar la frustración y desesperación en su voz.

Ale, te llamo luego—dice, y escucho que se hecha a correr—. ¡Nos vemos el miércoles! ¡Doce en punto!

—Okay, okay. ¡Adiós!

—¡Bye!

Cuelgo, sabiendo que será divertido convivir con él antes de que termine el verano. Entonces, el recuerdo del apagón viene a mi mente; estábamos, él y yo... tan cerca, tan, seguros de lo que queríamos que, de pronto nada pareció importarnos. ¿Qué estaba pensando? ¿En serio, íbamos a besarnos, o fue otra mala jugada de mi cerebro?

Quiero verlo. Quiero verlo desesperadamente.

¡Pero es que después de que mi mamá nos interrumpiera todo se volvió demasiado incómodo!

—¿No hay luz? —preguntó, encendiendo los botones.

Ambos habíamos dado un brinco hacia atrás, y, estábamos en shock, aturdidos. Se sintió, como esas ocasiones cuando, son las dos de la mañana y, uno va al refrigerador a agarrar algo de comida, y, alguien te descubre. ¡Justo con las manos en la masa!

—¿Esa es mi lámpara? —pregunta, dejando caer sus bolso en la silla que le queda más cerca—. ¡Qué rico! —caminó hacia nosotros y tomó un rollo de mi caja—. ¿Qué hacen? ¿Comieron eso?

—Este... Sí —respondí, para desviar la tensión entre Rubén y yo.

—¿Quieren cenar algo más? —se volvió al chico—. ¿Quieres quedarte a cenar?

—¡No! —exclamamos los dos al unísono.

Sentía la cara hirviendo, con las mejillas al rojo vivo, y me sentía bastante incómoda. Creo que haber leído mal una palabra en frente de toda la escuela hubiera sido menos incómodo. Y ahora, no dejo de pensar en él, en, lo que pasará con ambos y, en todas las dudas que de pronto surgieron, cuando, comencé a tener sentimientos por él.

¡Ugh! ¡Qué difícil es estar enamorado!

¡Toc, toc! —canta una voz femenina—. ¡Ale!

Corro a abrir la puerta. ¿Joana?

—¡Hola! —me saluda, emocionada, abrazándome.

—Hola —respondo, confundida—. ¿Cómo estás?

—Bien, bien —suspira, entrando a la casa—. Pasaba por aquí y pensé en traerte algo.

De su bolso Louis Vuitton rojo, saca un folleto de varios colores con letras rojas junto con un par de revistas informáticas. Una especie de fotografía grupal de jóvenes aparece en la portada, en la parte inferior.

—Creí que te servirían —se recarga en la barra, sonriendo de manera dulce.

—Gracias —lo dejo a un costado mío, cerca del refrigerador—. Lo leeré al rato.

—Muy bien —suspira, y estira sus brazos hacia los costados.

Luce tan linda con su conjunto de ropa, con su cabello suelto, y, su tez bronceada tan cálida y, guapa. Es... tan hermosa y, perfecta.

—¿Ya le dijiste a Rubén...? —inquiere, en un tono apagado.

—No —respondo, con la mirada perdida en el suelo—. Todavía no. ¿Tú?

—No —responde rápidamente—. No he dicho nada.

Sus ojos dicen la verdad. Y, no tengo que leer su lenguaje corporal; confío en ella, y creo en lo que dice. Hasta ahora, de las pocas cosas secretas que le he dicho, no ha revelado nada. Es una persona discreta.

—¿Cuándo le dirás?

Antes, esperaba irme desapercibida, pero ahora...

—No lo sé —digo, suspirando—. Esperaba hacerlo en estos días pero... Ya no sé, si puedo.

—¿Por?

Me quedo callada, pensando en la respuesta. Joana y Rubén eran bastante cercanos, y, a pesar de lo que pasó, poco a poco recuperan su amistad. Y, cuando todos nos vayamos por rumbos distintos, no me gustaría llevarme el secreto conmigo; no quiero ocultarle nada. Quiero ser transparente con ella, quiero ser una buena amiga, y, si lo pienso bien, podría ayudarme si lo necesito.

—Porque me gusta...

Se forma un silencio, y, acto seguido, noto que sus ojos están abiertos de par en par, mirándome fijamente, con una expresión de, asombro, confusión, sorpresa. ¿Acaso... dije algo malo?

—Oh, por Dios —dice, abriendo la boca—. ¡Oh, por Dios, Alejandra!

Y entonces, comienza a gritar como loca, emocionada, y corre a mí para abrazarme.

—¡Ah! —exclama—. ¡Qué bonito! ¡No puedo con tanto! ¡Ale! —me toma de los hombros y me mira directamente a los ojos—. ¡Alejandra! No lo puedo creer. ¿Es... en serio?

—Sí... —sonrío, nerviosa.

—Madre mía —intenta reírse, pero el asombro le gana—. ¿Y... lo sabe? ¿Le dijiste algo? No —responde ella sola—. No sabe, ¿verdad?

Niego con la cabeza, quizá un poco más triste de lo que hubiera querido.

—¡No vayas a decirle nada! —reacciono de golpe, tomándola de los brazos—. Por favor. No le digas nada.

—No, no. Tranquila —me sonríe suavemente—. No diré nada.

—Gracias... —suelto sus brazos, y vuelvo a recargarme en la barra.

Se siente, bastante bien, de hecho, soltar ese sentimiento de secreto. Se ve bastante emocionada con la noticia, tanto, que continúa teniendo una sonrisa pícara en los labios.

—¿Desde hace cuánto? —inquiere de pronto—. ¿Cuándo nació tal interés?

—No sé —río, mordiéndome el labio inferior—. Creo que, fue culpa de la abeja que me picó.

Profiere una risa ante el comentario. Luego, asiente con la cabeza lentamente, como, a manera de aprobación.

—Me siento contenta por ti —continúa—. Creo que deberías decirle.

—No —respondo de inmediato—. Sigo, pensándolo.

—¿Pero hasta cuándo? Quiero decir —suspira, al tiempo que cruza sus brazos—. No te queda mucho tiempo aquí.

Y ahora que lo pienso, ¿cuándo tenía planeado contarle? ¿Cuando me fuera y tuviera que decírselo por mensaje, o, aguantarme porque tengo miedo a lo que pueda pasar? ¿No es eso parte de crecer? ¿Comenzar a tomar decisiones que signifiquen sacrificar un bien por otro?

—Yo solo digo... —da un par de pasos hacia mí—, que deberías hablar con él, al menos, para avisarle dónde estarás. ¿No crees?

—Sí... —respondo, queriendo llorar.

—Tranquila —me abraza con cariño, y me planta un beso en el cabello—. No le diré nada. Esperaré a que lo hagas tú primero.

Suspiro, para tragarme el nudo de la garganta.

—Okey —respondo—. Le... diré cuando lo vea.

—Me parece excelente —me suelta, y comienza a caminar hacia la salida—. Ya me voy, porque, tengo que llegar a mi casa para bañarme.

—Está bien. Gracias por las revistas.

Ahora lo difícil será hablar con Rubius. ¿Debería invitarlo a salir? ¿A comer? También, debo empezar a ordenar mi cuarto porque, si no lo hago, mamá no me dejará salir a ningún lado. Así que, pondré música, ¡y a ordenar todo!

Podría comenzar con mi vida.

Aunque, no dejo de pensar en la cara de Joana. ¿Por qué... no dejo de pensar en que... su rostro ocultaba otra cosa? ¿Será que, me oculta algo?


¿(゜-゜)


Mamá termina levantándose de la mesa para ir al baño y retocarse el rostro un poco, quedándome sola con su amigo del avión.

Al principio, ninguno dice nada. Hago como que miro hacia las botellas que se encuentran dentro de una vitrina de cristal, junto a un pequeño mueble negro donde colocan la vajilla. Pero, mis intentos por evadir una incómoda situación fallan.

—¿Recibiste el correo? —inquiere, cruzando la pierna.

—Sí, señor —sonrío, amable—. Mi entrevista es en enero. Para ver en qué puesto quedaré.

—Nada de señor. Dime Justino, y eso se puede arreglar ahora —reincorpora su postura y se inclina hacia el frente de la mesa, mirándome fijamente.

Sus ojos oscuros me perforan, tratando de escudriñar mi alma. Con esta luz, su barba se ve más visible, más nítida, desde las patillas del cabello hasta el mentón, demostrando un claro cuidado y esmero personal en ella.

Su mirada, hasta cierto punto, me hace sentir pequeña.

—Háblame de ti —dice—. Ya sé que eres buena estudiante y que sacas dieces, pero, ¿qué más? ¿Qué te hace especial?

Quiero suponer, que a este sujeto —ni a ningún entrevistador de puestos, le interesa saber de mi vida privada, o, sobre cómo me llevo con mi gato. Debo hablarle de mi vida profesional, si es que tengo una.

—Pues, he trabajado mis tres últimos veranos en un supermercado, de cajera. También trabajé en centros de distribuidores de Movistar, en, atención al cliente —respondo—. Creo que puedo ofrecer bastante como empleada, siempre y cuando esté consciente y sepa lo que hago. También ayudo a mi mamá con estados de cuenta o, cosas básicas de contabilidad. Yo soy quien hace que sus presentaciones de Power Point queden con un formato profesional.

Ríe ante el comentario, provocándome una ligera satisfacción interna. Si me gano al director de finanzas y administración, creo que puedo obtener algún puesto importante. Entre más presión tenga conmigo, mejor será cuando ejerza en un futuro.

Me habré creado una idea, y, estaré un poco más lista para la verdadera golpiza.

—Quiero suponer que dejaste de trabajar por la escuela.

—Pues, sí —río nerviosa—. Prácticamente, porque, el permiso de trabajo sólo era temporal. Durante el verano, nada más.

—¿Cuál consideras que es tu mayor defecto? —se inclina ligeramente hacia atrás para descansar la espalda—. El mío, por ejemplo, es que fumo mucho.

Suelto una risita nerviosa. Lo veo en su mirada; en la forma en que apuntan sus ojos a direcciones específicas. Está leyendo mi lenguaje corporal.

—Yo... —pienso unos segundos—. Diría que relacionarme con la gente.

—Eso es... controversial —ríe—. Trabajaste en lugares donde frecuentabas cientos de personas a diario. ¿Cómo funciona eso para ti?

—Nunca recibí quejas por mala atención al cliente —justifico, encogiéndome de hombros—. Siempre era más amable que los otros trabajadores, y, más sonriente. Yo trataba mejor a los clientes, incluso aunque ellos llegaran gritando, reclamando o sólo, siendo groseros. Creo que mi prioridad era asegurar mi puesto de trabajo para futuras ocasiones.

Entrecierra los ojos, analizando mis palabras. Entonces, de manera muy discreta, el mesero coloca las bebidas frente a nosotros. Le doy un rápido trago a mi vaso.

—Relacionarme con gente de mi edad me cuesta trabajo, pero, al trabajar en ese tipo de lugares, de una forma u otra, esperaba que me ayudaran a corregir ese defecto. Aunque sí se me da mejor relacionarme con gente adulta.

—¿Y te ayudó? —levanta su copa y le da un trago.

Sonrío, nerviosa, y luego, ambos soltamos una risa pequeña. Mamá ya se tardó mucho en el baño.

—Sigo trabajando en eso —admito.

—¿Te interesa trabajar con nosotros? ¿O lo haces por la recomendación que le daremos a tu currículum?

—Lo hago por la experiencia que puedo ganar en una empresa como esta —asiento con la cabeza, siendo lo más honesta posible—. Investigué que son una marca Japonesa de cosméticos. Y que llevan varios años siendo patrocinadores en los eventos del Grand Prix.

Asiente, y deja su copa sobre la mesa.

—¿Cuántos idiomas hablas y cuántos los entiendes?

—Ingles y español los domino —maldita modestia—. Entiendo bastante el francés, hablo un poco de japonés. Uhm, tomé clases de alemán pero no duré ni el mes.

Fue un verdadero dolor de cabeza.

Sonríe, halagado.

—¿Te interesa el ruso? —irgue su espalda de golpe, inclinándose hacia el frente, con una mirada desafiante—. Es todo un reto.

—Me gustan los retos —sonrío, relajando la mirada y dejándome caer sobre el respaldo de la silla.

Durante tres segundos, me examina la mirada y la postura. Quién sabe; mi mamá dice que debo trabajar duro en silencio, y dejar que mi éxito haga el ruido.

—Muy bien —estira su mano hacia mí—. Estaremos viéndonos bastante seguido el próximo año.

Me quedo callada, esperando a su siguiente oración, y estrecho su mano lentamente. Su piel no es suave, sino, un poco áspera.

—Quedas contratada —dice, y sonríe, con la mirada ligeramente seria.

—¿De verdad? —exclamo, asombrada, haciendo fuerte mi agarre—. ¡Gracias! Gracias, en serio. Me voy a esforzar bastante.

—Así lo creo —volteo a mi derecha y veo que mi mamá camina hacia nosotros, con el cabello recogido en un moño y con la cara ligeramente maquillada—. Estamos terminando de hacer negociaciones con unos amigos de Rusia. Tal vez te interese aprender el idioma, en lo que resta del año.

—Lo pensaré —esbozo una línea curva de oreja a oreja.

Oh, por Dios, ¡pero qué emoción! Y yo que estaba comenzando a deprimirme porque las vacaciones ya estaban llegando a su fin. ¿Podría suceder algo mejor ahora?

Brrr, brrr.

—¿De qué hablaban? —inquiere mi mamá, recuperando su asiento.

Saco mi móvil, y al ver la pantalla de bloqueo, noto un mensaje de Joana.

iMesagge
Hoy 4:18PM

Mira lo que encontré :3
Te mando la imagen en unos momentos

—De que Ale trabajará con nosotros el próximo verano —dice Justino, satisfecho.

—¿Ah, sí? —levanta mi madre las cejas, sonriendo, casi perpleja.

—Sí —sonrío, torpe.

Comienzan a charlar entre ellos sobre el tema, haciendo mención de las oportunidad que podría generar para mi futuro, independientemente del lugar donde me encuentre. Pero, por otro lado, no puedo evitar dejar de pensar en Rubén.

Al abrir la imagen de mi amiga, veo una imagen del parque de diversiones con una promoción para cuatro personas, donde las entradas cuestan noventa euros con sesenta. Si soy lo bastante inteligente, podría usar el contexto situacional del lugar para decirle todo a Rubén, ¿no?


(゜-゜)?


—Me voy a meter a bañar súper rápido —dice mamá apenas llegamos a la casa—. Tú vas después de mí.

—Mañana temprano me baño.

—No —regaña, caminando directamente hacia mi cuarto—. Porque tenemos que arreglar tu ropa y ver qué te hace fal—

Cuando abre la puerta, se queda callada.

—Ya arreglé casi todo —digo, asomándome por encima de su hombro.

Desde aquí, mis escritorios han quedado casi vacíos, al igual que lo que tenía en los estantes de arriba. Tuve que ser bastante cuidadosa para que mi mamá no viera mi caja especial, llena de fotos y, notitas tontas especiales que conservo, o, de etiquetas de ropa caras, así como boletos de cine que significan mucho para mí.

Ya saben, la caja.

—Metí todo en cajas, y, saqué bastante ropa —me cuelo por un costado para señalarle todo—. Esa ya no la quiero, y, esta otra, ya no me queda. No sé si quieras buscar algo para ti.

Da un par de pasos dentro de mi pequeña cueva, que ahora se ve recogida e, iluminada, y comienza a examinar el entorno. Las paredes que antes estaban llenas de dibujos, de bocetos o, imágenes de referencia, han quedado guardadas en un portafolio donde ni el agua les puede hacer daño.

—Uhm —abro las puertas de mi closet—. Acomodé y doblé toda la ropa. Todavía tengo una en la secadora, pero, ya no queda casi nada. Lavé mis tenis, también.

Asiente, y da media vuelta, al tiempo que se quita sus pendientes y comienza a soltar su cabello, haciéndole que le caiga por los costados como cortinas delgadas.

—Pues qué bueno que te adelantaste —se adentra en su cuarto y se deja caer en su cama, mientras se deshace de sus zapatos y comienza a retirarse el glamour—. Ya te iba a regañar.

—Mmmm —me quejo, recargándome en el marco de su puerta.

—Ahorita volvemos a revisar la lista de las cosas que ocupas —dice ella—. Primero déjame bañarme.

Okey—y cierro la puerta.

Al voltearme, veo a Toncho jugando con una calceta mía, concentrado en darle piruetas por el aire y luego atraparla en medio de la caída, para volver a atacarla con todo lo que tiene. Da manotazos en el suelo y mueve su cabeza con desesperación, como si fuese a escapar su pequeña presa peluda.

Sí que voy a extrañar al pulgoso.

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