Si Tu Vois Ma Mère
—Es hermosa —dice mi mamá, suspirando—. Se ve bien chiquita desde aquí.
Asiento con la cabeza, tratando de no llorar. El vuelo sale en menos de una hora y media, y, a pesar de que llegaremos a Madrid a tiempo para la hora de la comida, no me siento con ganas de querer ingerir alimento alguno. Quiero decir, ¿qué pasará ahora?
—No significa que sea un adiós —escucho en mi cabeza, y de pronto recuerdo la escena de la mañana—. Podremos vernos en otra temporada.
En ese entonces, no creí que fuera a afectarme tanto la separación entre Ayana y yo, pero, a pesar de la corta semana que estuvimos con ella, logré tomarle cierto cariño, quizá porque es la persona más cercana a una pariente que tengo, o, tal vez, porque, dentro de mí, cabe la esperanza de que sabe más cosas de las que yo ignoro.
—Además —añade mi mamá—. Ya vienen vacaciones de navidad. Podemos, hacer algo esos días.
—Sí —comenta su amiga, sonriéndome—. Tengo muchos planes para los próximos meses. Aunque no prometo nada, supongo que puedo hacer un espacio.
Mamá no me dejó traer conmigo una fotografía de mi papá, la única que tiene Ayana sobre la pared, y eso, de cierto modo, me molestó bastante, pero, he logrado retratarla con mi celular antes de salir de la casa. Tendré bastante tiempo para dibujarla cuando llegue a mi casa.
—¿No necesitas comprar nada más? —me pregunta, tocándome el hombro.
—No, creo que no.
El sol, el calor, me hace recordar el primer día que llegamos. ¿Tan rápido han pasado seis días y medio?
—Entonces, deberíamos irnos —se pone de pie, y comienza a caminar hacia el auto.
Antes de poder levantarme, me despido de la dama bronceada que descansa frente a mí.
París me ha conquistado, en su totalidad, y, ausentarse, es complicado. ¿Esperaban una despedida más dramática, o, más emotiva? Quizá también lo hacía yo, considerando las veces que lloré en los últimos días, pero, fue una despedida limpia, sin muchos sentimientos, y, lo mejor de todo, fue honesta.
Sin falsas esperanzas.
(。v_v。)
En medio del pasillo, me doy cuenta de que me he resignado. Los asientos quedaron revueltos, y, por fortuna mía, el mío está junto a Jamie, así que los snacks no me faltarán. Joana está casi al frente, y Rubén a un par de asientos de nosotros.
Mientras busco mi lugar, veo a un sujeto que mira a mi mamá, esperando a que tome asiento. Es, ligeramente moreno y, alto, vistiendo una chaqueta de piel. Sus pómulos son marcados, y tiene un estilo en su barba al que parece dedicarle tiempo. No ha de ser más joven que ella, pero, me atrevo a decir, que tiene un estilo rudo.
—Pero qué coincidencia —dice éste, al ver que mi mamá comienza a acomodar sus cosas en el compartimento que tiene encima—. ¿Sandra?
Mi madre se vuelve a él, y su expresión cambia de inmediato.
—¡Hola! —sonríe, confundida—. ¿Qué haces aquí? ¿Vas a Madrid también?
—Así es —responde, llevando una mano a su cabeza—. Tengo, asuntos pendientes ahí.
Al notar la gente que tengo detrás de mí, le empujo el brazo con cuidado.
—Ma —llamo, a manera de advertencia—. Avanza.
Se acomoda junto a él, y me mira. No necesita hablar, o, decir nada; quiere que me comporte y, más tarde, cuando lleguemos a tierra de nuevo, me dirá quién es este nuevo amigo que claramente no conozco.
Sus instrucciones son claras: no hacer mucho ruido, y no levantarme de mi asiento.
Avanzo después de los alerones, y busco la letra A. Tengo ventanilla.
Veinte minutos después, despegamos, y para fortuna nuestra, tenemos un asiento disponible entre ambos, por lo que nos podemos cómodos. No es hasta casi media hora luego, que Jamie me vuelve a la realidad.
—¿Tienes hambre? —se desconecta sus audífonos y me mira, con un brillo en los ojos que me hace sonreír—. Tengo, skittles, y, jolly ranchers.
Frunzo los labios, con una sonrisa desganada. Sé que puede ofrecer un dulce mejor, sólo que, quiere que me conforme con las primeras opciones.
—¡Air heads! —exclama, más contento—. Tengo de todos los sabores
Me vuelvo a su mochila, que descansa sobre su regazo, y sonrío, pícara.
—Here—me extiende una envoltura plateada—. Tu favorito.
White Mystery.
—Gracias —digo, y comienzo a destapar la golosina.
Este tipo de dulces me recuerdan a San Leandro, cuando Jamie y yo solíamos ir al Dollar Tree de la avenida Washington, y salíamos con bolsas de dulces y gomitas cada fin de semana para tener provisiones durante siete días. Cuando no tenía el suficiente dinero, él me los invitaba, sin esperar nunca nada a cambio.
Jamie es la persona más desinteresada que conozco.
—¿Me ayudas a elegir las fotos? —inquiero, cruzando mis piernas y girándome hacia él.
—Claro —guarda el resto de sus dulces y se vuelve a mí—. Estás con la persona indicada.
Enciendo la cámara y comenzamos a revisarlas. Durante varios minutos, sólo hace comentarios sobre el buen enfoque que tiene, y constantemente insiste en que le pase alguna que otra panorámica con colores vivos.
Y lo que resta del vuelo, no dejamos de hablar de cosas random que pudieron haber pasado con Toncho y su mamá.
ヽ(゚∀。)ノ
—¡Hogar, dulce hogar! —exclama mi mamá, entrando por la puerta, como la diva que es.
Yo, por otro lado, tengo que cargar con tres maletas y entrar por la puerta de un solo empujón. Huele a limpio, a arena de gato, y a la loción que pone mi mamá en la casa.
—¡Toncho! —grito cansada, desesperada—. ¡Toncho!
Cuando cierro la puerta, un bola de pelos gorda sale del pasillo de mi habitación. Apenas lo miro, suelto las maletas y corro a él.
—Oh, Dios —lo pego a mi pecho y lo abrazo tanto como puedo—. Te extrañé, gato gordo. ¿Te portaste bien? ¿Fuiste bueno con la mamá de Jamie? —hablo entre pucheros, con voz mimada.
Ronronea durante unos segundos, hasta que lo vuelvo a colocar en el suelo. Después de llevar mi maleta y la de mi mamá a las respectivas habitaciones, la veo tomando unas pastillas para su dolor de cabeza.
—Me voy a acostar un rato —anuncia, deshaciéndose el peinado—. Come algo, porque ya son las tres y media.
Asiento con la cabeza, y acto seguido, se adentra en su habitación y cierra la puerta. No me siento con ganas de acostarme, o, vegetar. De hecho, me siento bastante activa, con ganas de lavar ropa y deshacer maletas.
Nada mejor que acomodar las cosas nuevas que hemos traído. Espero no ser la única loca a la que le gusta hacer este tipo de cosas. Además, lavar ropa y hacer algo de quehacer me caerá bien, ya que, no he dejado de pensar en Rubén después de que nos despedimos del aeropuerto.
—Llegaré a dormir —me dijo, sosteniendo mi mochila, al tiempo que salíamos por las puertas automáticas del edificio—. Y a comer una pizza. Entera, para mí sólo.
—Yo... no sé —había comido un par de galletas, y golosinas. Lo que menos tenía era hambre.
Joana y Jamie ya se habían ido, y Rubén esperaba a que Cheto y uno de sus amigos pasaran por él. A nosotras, nos daría un aventón su nuevo amigo Justino, el sujeto del avión, que es el mismo que está interesado en las inversiones en la empresa donde mi mamá trabaja. Bastante sospechoso, diría yo.
—Ale, ya vámonos —dijo mi mamá, a un par de metros de mí.
—¡Voy! —me volví a Rubén, y sonreí, quizá triste—. Entonces, nos vemos luego.
—Vale —sonrío, al tiempo que alzó un hombro—. Suena bien.
Y entonces, antes de poder darme la vuelta, sucedió algo completamente loco. Rubén me tomó del brazo, para detener el giro que mi cuerpo iba a hacer, y se acercó a mi rostro. Durante esos dos segundos, mi mente sólo se, atontó y, se puso en blanco. ¿Qué estaba pasando? ¿Y qué demonios estaba haciendo? Entonces, justo cuando me preparaba para golpearlo en la mejilla, sólo, me plantó un beso.
Un beso, en la mejilla.
Y con eso tuve, para estar gritando como loca dentro de mí durante varios minutos.
—Toncho—le llamo, al tiempo que tomo una golosina de mi bolso—. Chitu, chitu. Ven.
Camina hacia mí en cuanto ve que intento comprarlo con un dulce color rojo. Tonto, no es. Lo abrazo y comienzo a hablar con él, mientras que la ropa sale de lavarse. Le cuento sobre, lo bello que es París, sobre mi nueva amiga Ayana, y sobre los deliciosos croissants de chocolate.
Para el final de la tarde, recibo un mensaje de Rubén.
iMessage
Hoy7:43 PM
Quiero volveeeeer TnT
Sonrío, divertida, y, acto seguido, respondo: yo también. Quiero escuchar su voz. Su irritante y, linda voz, que me hace reír tanto.
Me quedo sonriendo, como boba, y entonces, comienzo a pensar. Si Rubén me hubiera tratado de besar hace rato, ¿hubiera reaccionado con un golpe? ¿Todavía soy así de insegura con él? Debo mejorar eso, porque, los impulsos que tengo, provocan reacciones traicioneras.
Generalmente, cuando algo me toma por sorpresa, lo primero que hago es, soltar una palabrota, y, milésimas de segundos después, un golpe. A Jamie, claro, no le han resultado nada bien sus sorpresas o intentos de sustos conmigo. Recuerdo que, en mi doceavo cumpleaños, llegué a mi casa, entré a mi habitación y, cuando encendí la luz, Jamie estaba ahí al frente, con un par de amigos gritando "¡surprise!", y, le solté una bofetada en la mejilla izquierda del susto.
No sólo tuve que disculparme cientos de veces, sino que también tuve que sostener una bolsa de hielo sobre su mejilla durante unas horas para bajar el color rojo. Sonrío ante tal recuerdo.
Presiono el botón de llamar, y a los dos segundos, responde mi amigo.
Durante media hora, no dejamos de hablar, y, dentro de mí, su voz y compañía me levantan los ánimos. Ojalá pudiera darle un abrazo justo ahora.
Después de una charla de quince minutos, me manda fotografías de la nueva placa de automóvil con su nombre, colgada con el resto. Su colección parece bastante completa, aunque, según él, esto es sólo el inicio. Por otro lado, me ha dicho que quiere entregarme algo que trajo de París, y, aunque me encantaría tomar té helado en su casa recostada en uno de sus camastros, prefiero terminar con mis quehaceres.
—La otra vez pasé por su cuarto —comento—. Escuché hablando a Rubén solo porque, tú no hablaste para nada.
—Estaba hablando con su mamá—comenta Jamie al teléfono—. Yo estaba en medio de una situación con mi cabello.
Termino de secar los platos y los acomodo en los cajones, tratando de prestarle atención lo más que puedo sin romper nada. Sostener el teléfono contra mi oído y mi hombro me hace sentir una señora quehacerosa, alimentándose del chisme.
—Estaban hablando de una chica, pero, en clave—ríe—. Sonaba muy sospechoso.
—¿De quién?
—No lo sé —cierra una puerta, y acto seguido, abre otra—. Sólo decían que, era linda y que, quería pasar más tiempo con ella.
¿Con quién? ¿Joana? No. No puede ser, después de todo lo que hemos pasado juntos, y, de ese beso tan lindo que me dio en la mejilla. No. Él hablaba de otra chica.
—¿Dijo algo más específico? ¿Un nombre? ¿Apodo?
—Uhm, no lo creo. Creo que, la invitaría a salir, al, cine o, algo así—su tono de voz parece divagar—. No sé, Ale. ¿Por qué tanto interés?
—Por nada, sólo... —sólo quiero asegurarme de que hablaba de mí—. ¿Crees que sea Joana?
—¿Quién más puede ser? —su tono parece divertido—. Sigue siendo bastante obvio.
O tal vez sólo es discreto y, sus sentimientos dieron un giro inesperado.
Oh, por Dios. ¿Saben qué significa esto? ¿Cabe la posibilidad de que Rubén... y sus sentimientos por Joana hayan cambiado? Sólo hay una manera de averiguarlo.
Y es esperar una milagrosa invitación al cine.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro