She's All That
Todo este tiempo, todos estas semanas, y no me había dado cuenta hasta ahora. ¿Por qué no lo vi antes? Ojalá no hubiera esperado tanto. He encontrado la respuesta a una pregunta que me hice desde hace casi un mes, y necesito contárselo a Alejandra.
—Gracias por querer salir conmigo hoy —digo, sintiendo cómo mi corazón se pone como loco.
—Oh, de eso nada —responde Joana, con su dulce y melodiosa voz—. Necesitaba un descanso después de tantos días de trabajo.
—¿Has hablado con Ale? —pregunto de la nada.
—Sí —responde—, me dijo que estaría en casa de Jamie.
Tengo un rato sin ver a ese chico de ojos azules. ¿Estará bien? Me pregunto qué estarán haciendo esos dos; ¿jugando? ¿Viendo alguna serie? Ojalá pudiéramos estar los cuatro juntos; comienza a agradarme la nueva Alejandra.
Últimamente sólo he convivido con ella, por las recientes ocupaciones de Joana y los viajes de Jamie. De hecho, ¿cuándo fue la última vez que estuvimos los cuatro juntos?
—¿Han salido recientemente?
—¿Quiénes? —parece que no me entiende.
—Jamie, Alejandra y tu.
—Ah —sonríe ampliamente—. Yo sólo con Ale, a dar la vuelta, hacer cosas de chicas —hace una pausa en seco, y me mira, sospechosa—. Es curioso, ¿sabes? Jamie y yo constantemente la peleamos.
—¿Cómo? —me vuelvo a ella, confundido.
Sus ojos y su cabello hacen que me pierda de la realidad.
—Sí... —explica—. A veces, queremos salir con ella pero... últimamente, ha tenido sus días muy ocupados, o, salidas muy limitadas. Quizá ha estado conviviendo con más frecuencia con otras personas, o, no lo sé.
Pienso en los últimos días, y las salidas que hemos tenido con ella. Me he divertido, me he sentido a gusto, y, hasta puedo decir que he sentido grata su compañía. ¿Será que comienzo a sentir eso que tanto me decía Joana sobre ella?
—Quisiera ir de nuevo al arcade con ustedes. O por un batido...
—Igual a mí —expreso, relajando mi cuerpo—. Me ha entrado antojo de makis.
—Hoy termina mi tiempo laboral —explica, tomando una galleta—. Mañana, quizá podamos salir de nuevo.
—Sí...
Cada año, Joana acompaña a sus padres a la firma de ciertos documentos para formalizar los tratados, contratos, entre otras cosas, que se trataron durante el verano.
Se supone que eso será en un par de días. Y por otro lado, Jamie acaba de regresar de sus vacaciones en Escocia, mientras que Alejandra y yo nos hemos mantenido fieles a nuestros hogares, aquí en Madrid.
Me pregunto por qué no salí a Noruega este año; quizá por mi situación económica, y porque iniciaré mis estudios en la animación de 3D, pero y si... ¿Y si...?
—¡Joana! —grito con enorme emoción—. ¡Se me acaba de ocurrir algo!
Se sobresalta al escucharme. Pone los ojos como plato y me observa atenta.
—¡Salgamos!
—¿Otra vez? —parece confundida—. Uhm, vale, vale, ¿qué día?
Me levanto de mi lugar y le tomo de las manos. El corazón se me sube a la garganta, pero estoy tan enfocado en mi idea, que lo único que logro sentir es mis ganas de salir corriendo a contarle a Ale y a Jamie mi propuesta.
—Vayamos de viaje.
Sus ojos se iluminan de golpe.
—¿De viaje? ¿A dónde?
—¡No lo sé! —volteo a todos lados mientras doy una vuelta en mí—. ¡La playa, o, las montañas! ¡Quiero salir!
¡Sí! Quiero estar con mis amigos, disfrutar un par de días su compañía, conocer algún lugar nuevo, probar cosas desconocidas, salir a pasear. ¡Pero qué gran idea!
—Eso suena... —piensa un segundo—, muy bien, de hecho. ¡Sí! Me agrada la idea.
Me mira a los ojos y sonríe ampliamente.
—Podemos salir un par de días —comienza a pensar en las posibilidades—, estar los cuatro, en un lugar diferente a Madrid, y así Ale... —se levanta y me abraza con fuerza—. Rubius, ¡pero qué idea más genial!
—¿Verdad que sí?
—¡Por su puesto! —saca su teléfono para teclear unas cosas súper rápido al tiempo que prosigue—. Y tengo en mente un destino sumamente atractivo.
—¿Cuál es?
Me muestra la pantalla de su móvil, y lo primero que captan mis ojos son el cielo azul, una taza de café, y una torre en punta con una bandera de tres colores.
—París.
—¡¿París?! —exclamo, más emocionado de lo que esperaba—. ¡¿PARÍS?! ¡Madre mía! ¡Madre mía! ¡Joana, eso mola! ¡En serio que mola!
No contengo mis ganas en volver a abrazarla y esta vez termino levantándole del piso. ¡Pero qué emoción! ¡Quiero gritar! ¡Quiero correr! ¡Quiero ir volando hacia donde está el aeropuerto y comprar los billetes ya! La bajo con cuidado y la miro los ojos; Dios. Son hermosos.
—Pero que debo decírselo a Alejandra y a Jamie —reacciono.
—Sí, hay que decirles —se recoge el cabello de la cara—, pero, antes de eso... Debemos organizar el viaje.
—¿Y cómo lo haremos?
Me dedica una mirada un tanto pícara, y me guiña un ojo.
—Déjamelo a mí.
ヽ(゚∀。)ノ
Camino hacia mi cómoda y cierro la puerta tras de mí, al tiempo que le marco a mi madre; necesito contarle todo. Contesta a los pocos segundos.
—Rubén —dice—, ¡God ettermiddag!
—¡God ettermiddag! —saludo en voz alta—. ¿Cómo estás? ¿Estás ocupada?
—Nei, min gutt. ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —parece que mi llamada la toma por sorpresa—. Tu abuelo pregunta por ti.
—Estoy bien mamá —comienzo a sacar el dinero de todos los escondites posibles—. Saluda al abuelo de mi parte. Vale, uhm, sólo llamo para... comentarte algo súper guay. Vas a flipar cuando te diga lo que pasó.
—¿De qué se trata?
—¿Recuerdas a Alejandra? —saco hasta el último euro que tengo para hacer un recuento—. La tía de cabello rizado.
—La malhumorada —añade.
—Sí. Ella. Pues resulta que no es tan mala como parece —corrijo—. Es buena, y divertida. Es... diferente a lo que yo pensé. De hecho, mamá, es una tía linda, og litt anbud. Tiene un lado amable, y se preocupa por mí. Me ayudó mucho cuando, pasó lo de, Joana. Ya sabes...
—Ya veo a dónde va esto. ¿Necesitas dinero?
Me quedo callado, y pongo la llamada en altavoz para poder usar la calculadora del móvil. Estoy tan emocionado que no quiero equivocarme en la suma del dinero.
—No —sigo haciendo sumas—. Quiero ir de viaje.
—¿Aquí, a Noruega?
—Nei, mor. A París —volver a pensar en el avión y en la ciudad hace que se me revuelva el estómago—. Iremos los cuatro; Jamie, Joana, Ale y yo.
—¿A... París? —inquiere, un tanto preocupada—. Rubius, ¿no es algo lejos?
—Dos horas —comento—, en avión. Es poco tiempo de vuelo, de hecho.
—P-pero, —prosigue—, y, ¿tu pasaporte? ¿Dónde se hospedarán? ¿Cuánto tiempo estarán allá? ¿Estarán solos?
Junto un montón y prosigo con otros tantos billetes sueltos.
—Mamá, cálmate —digo—. Ya he hecho esto antes. ¿Lo olvidas? Han pasado sólo un poco desde que dejé de viajar. ¡Tú lo haces muy seguido!
—El curro es diferente. Y Héctor no va contigo.
—Lo que quiero decir, madre, es que quiero tu permiso.
Debo ser inteligente con mis palabras; si quiero que mi madre apruebe esta idea, necesito usar mi lógica con cuidado.
—¿Mi permiso?
—Sigues siendo mi mamá, y, me sentiría más cómodo si... tengo tu autorización. Para ir.
Un silencio breve. ¿Qué pasa? ¿La lié? Se supone que el papel del tío Rubius indefenso y tierno le encanta a mi madre. A mi abuelo, por otro lado, le gusta el tío Rabos; esa parte de mí que no es tan amable, pero divertida, quizá, con un poco de humor negro.
—Uhm, claro, pero... —suspira—. ¿Y el dinero? Y-yo no tengo. Acabo de pagar algunas deudas. Jeg beklager, men jeg vet ikke hvordan du skal hjelpe deg...
—Mamá, mamá, tranquila —corto, cuando comienzo a escuchar que habla rápido—. No llamé para pedirte dinero. Sólo quiero tu permiso. De hecho, estoy contando el dinero justo ahora.
—¿Y... es suficiente? —inquiere, preocupada.
Yo diría que es más que suficiente. Aún tengo varias monedas sueltas, y debo revisar entre mis bolsillos y demás escondites. El último año que estuve de becario por fin podría servir de algo.
—Sí.
Se hace un breve silencio. Puedo verla; pensando en todas las posibilidades de peligro, en mí, y en mi comportamiento, en los problemas que pueda causar en otro país, por lo que hablo.
—Prometo portarme bien —indico—, iré con mis amigos. Joana me cuidará. Y yo los cuidaré a ellos. Sobre todo a Alejandra; es la más pequeña. Y estaré al tanto de todo, ¿vale mamá? Te prometo que seré responsable.
Otro silencio. Debo ser responsable, y hacérselo notar. ¡Ir a París hace que mi mente quiera explotar! Quiero irme ya, tomar el primer avión y comerme un croissant. ¡Hostia!
—Vale, Rubius. Puedes ir.
—¿De verdad? —exclamo—. ¡Gracias, mamá! ¡Du er den beste!
—Mira, tengo que volver a la oficina, pero, llámame en cuanto tengas todos los datos —pide—, ¿vale? Estaré esperando.
—Vale.
Tengo una sonrisa del tamaño del mundo. Estoy tan emocionado que no puedo contenerlo. ¡Debo ir corriendo a contarle todo a Alejandra! ¡Tomar mi patineta y salir a toda velocidad! Ojalá pudiera ser más paciente.
—Ta vare og lykke. Si necesitas dinero, me avisas, por favor.
—Takk, mor, for alt.
Clic. Cuelga.
Esto definitivamente alcanza. Tendré que sacrificar varios lanzamientos de videojuegos importantes, y alguna que otra fiesta o salida, incluyendo la compra de ropa de temporada, y los álbumes de Eminem que puedan llegar a salir. Pero valdrá la pena; en cuanto ingrese a estudiar 3D, me pondré a trabajar en algo. Hasta puedo hacer videos en Youtube para ver si logro sacar algunos billetes.
ヽ(゚∀。)ノ
—¡Ale! ¡Ale! —grito desde la calle—. ¡Ale, ábreme!
Nada. Sin respuesta. Marco a su móvil, pero nada. Siento que voy a explotar si no le cuento todo ahora. ¿Joana se habrá contactado a Jamie ya? ¿Y si Jamie ya le ha contado? ¡Hostia, no lo puedo permitir!
—¡¡Aleee!! ¡¡Aleee!!
Estoy preparado mi otro grito cuando escucho unos pasos saliendo del balcón a toda velocidad.
—¡Shhh! —exclama con fuerza—. ¡Cállate! ¡Qué quieres!
—¡Abre la puerta! ¡Vengo a decirte algo importante!
—¿Cómo qué? —indaga, recargándose en la barandilla.
—No te lo puedo decir por aquí —me acerco más hacia el balcón—. Es... Vale, es como... Es... —me desespero—. ¡Ah! ¿Vas a dejarme subir o no?
—No lo sé.
—¡Tengo toda la tarde para seguirte gritando en la calle! —amenazo.
—Claro, claro —ríe y se adentra en su casa—. Ya voy.
Corro con todas mis fuerzas hasta adentrarme al edificio, sin tomarle importancia al portero, que está al teléfono, y comienzo a subir los escalones. Llego justo a tiempo para ver cómo la puerta se abre, pero mis torpes piernas no me son del todo útiles, y termino frenando frente a Alejandra. Un par de centímetros más y me estampo contra ella; incluso tengo que ponerme de puntillas para evitar el choque. ¡Pero qué pequeña es!
—Hola —saludo, recuperando el aliento.
—Hola —sonríe, al tiempo que me mira a los ojos y retrocede un par de pasos.
—¿Cómo estás?
—Mejor que tú, seguro.
Da la vuelta y apaga el televisor.
—He estado mejor que tú —le digo, desafiante—. Pero, no he venido a ver quién está mejores condiciones de ganar en una partida de Guitar Hero.
Se vuelve a mí, divertida, con una ceja levantada.
—De hecho, vine a dos cosas —saco de mi bolsillo dos envolturas y se la entrego en la mano—. Vengo a pagar mi deuda, y, con impuestos.
Los recibe, con sorpresa.
—Son...
—Síp. Los pastelitos que tanto te gustan, porque, ¡hostia, tía! El drama que me hiciste el otro día por uno de estos —río—, ¡Dios! No lo dejaré pasar por alto.
Le guiño un ojo y luego me siento en una de sus sillas al tiempo que saco mi móvil. Comienzo a buscar el archivo en PDF que Joana me ha mandado al correo, y escucho que el refrigerador se abre de par en par.
—¿Cuál es la otra cosa?
La miro, tan pequeña desde el otro lado de la barra, con su cabello recogido en un moño, sus brazos cruzados y sus grandes ojos redondos cafés, su suéter rosado y sus tenis tipo vans. Pero qué mona.
—Quiero que vayamos de viaje.
Al principio, solo me lanza una mirada un tanto, confundida, sin sentido. ¿No lo ha pillado? Quiero que participe en este viaje.
—¿Qué...?
—Joana, Jamie, tú y yo —complemento, sonriendo.
Abre la boca un poco, al tiempo que se da cuenta de la situación.
—Está todo organizado; mira, el itinerario —Le extiendo el móvil para que lo corrobore por sí misma—. Iremos a la torre Eiffel, al Louvre, comeremos churros y queso, e, iremos a atracciones turísticas, y, estaremos los cuatro, juntos.
—¿Es...
De un brinco me levanto y me coloco junto a ella para explicarle. Huele a perfume dulce, suave.
—París —río.
—Dios...
—Hemos planeado irnos en avión, en un vuelo de dos horas, y, una vez ahí, nos trasladaremos al hotel más conveniente —carraspeo un poco mi garganta—, uhm, seguimos viendo esa parte pero, planeamos estar siete días. Nos moveremos en tren, y, trataremos de visitar la mayor cantidad de lugares posibles.
Llevo mi mano a la cabeza. Es cierto, nos faltan afinar detalles, pero, con toda esta suma de emociones y adrenalina que tengo encima, definitivamente no podré dormir. Ya tengo casi todo el dinero, ya tengo el permiso. Joana igual. Nos falta completar el otro cincuenta por ciento; Ale y Jamie.
—¿Esto es... en serio?
—Sí —se vuelve a mí, atónita—. Joana está hablando con Jamie justo ahora. Queremos estar con ustedes.
Me coloco frente a ella y flexiono mis rodillas un poco para quedar a la altura de su cara, luego, tomo sus mejillas entre mis manos, y le miro directamente a los ojos, obligándola a que se concentre en los míos.
—Quiero que vayas conmigo —prosigo—, con, nosotros.
Su mirada me examina con velocidad. ¿Qué hace? ¿Por qué de cerca luce más tierna?
—Así que, Alejandra, ¿vendrás...?
Un par de segundos de silencio, luego, siento algo en las palmas de mis manos; sus mejillas tratando de sonreír.
—¡C-claro! —exclama, contenta.
—¿De verdad? —le suelto el rostro.
—¡S-sí! —vuelve a decir, queriendo reír—. ¡Es... París!
Trata de decirme algo, pero, su boca apenas y puede pronunciar palabra alguna, por lo que, retrocede unos pasos y comienza a reír de manera nerviosa. Luego, ahoga un grito y se lanza hacia mi cuello. Lo primero que mi cuerpo hace es atraparle, y pronto, se convierte en un abrazo. Sus pies quedan suspendidos del suelo, y mis brazos envuelven su cintura y parte de la espalda. Su cabello huele bien. Mis mejillas se encienden al rojo vivo. Es más pesada que Joana, pero, es que Ale es tan pequeña; su peso ha de rebasar por apenas su estatura. ¿Por qué hizo eso?
Me suelta, y lleva su mano a la frente, al tiempo que suspira y vuelve a soltar una risa cansada.
—¿Esto... está pasando en serio?
—Puedo asegurarte que sí —esbozo una línea curva en mis labios, al tiempo que relajo mi mirada. Es como ver a una niña pequeña antes de la mañana de navidad.
—Rubén...
Puedo verla. A su emoción. Puedo sentirla.
—¡Hyy! —da brinquitos en sí misma—. ¡Qué emoción! ¡Qué emoción!
—¡Lo sé! —exclamo.
—Entonces —vuelve a sacar mi móvil—. Explícame esto, por favor.
Se dirige a su mesa y se sienta en un de los asientos laterales.
—Ah, vale —carraspeo la garganta una vez más—. Veamos...
Me siento junto a ella, y me percato de que no se sienta con las piernas cruzadas, lo que me permite acercarme un poco más; la pantalla de mi teléfono no es tan grande.
—Planeamos llegar al aeropuerto de Orly —expongo—, por la madrugada, desempacar en el hotel y luego, ir a... —la miro, nervioso—. ¿Sa... Saint Chapelle? Perdona mi mal francés. Luego iremos Notre Dame, después a Pont... Neuf, y luego... ¿Le Marais...? ¿Maries?
—Es perfecto... —suelta, admirada.
—Lo sé —canto—. Te enviaré el archivo de todos modos. Puedes revisarlo con calma. Supongo que Joana hablará contigo más tarde.
Se tambalea hacia atrás y luego logra equilibrarse. Tiene perdida la mirada.
—¿Cuánto saldrá todo esto? Me refiero, a, ¿está todo incluido, o, qué?
—Estamos calculando un presupuesto de... —me mira, esperanzada—, más o menos mil. Euros.
Se queda callada, mirando hacia varios puntos en el suelo a la vez. Tan solo quinientos billetes son para el hotel, y estamos considerando otros setenta para el transporte, más doscientos para atracciones, entre otras cosas.
—Toma en cuenta que las comidas van por nuestra cuenta, vale, y, uhm, el hotel se encuentra algo céntrico, pero, seguimos trabajando en eso.
—Lo sé —sonríe—. Está bien.
Tiene algo más dentro de ella, algo que no puedo notar a simple vista. ¿Está feliz? ¿Contenta? Ese brillo en la mirada no es tan común, y me intriga saber qué lo causa, porque, está claro que el viaje la tiene emocionada, pero, ¿qué más? ¿Qué es esto?
—¿Tienes dinero? —pregunto de pronto—. Es decir, ¿te alcanza? Puedo prestarte, si lo necesitas.
—No —interrumpe casi de golpe—. No te preocupes. Sí tengo.
Sonrío, aliviado.
—Vale.
—Vale.
Nunca la había visto así, sonriendo por mucho tiempo. ¿Tanto le emociona ir? Debo llegar a mi casa y comenzar a revisar mi pasaporte, mi ropa, y, prácticamente todo.
—¿Cuándo nos vamos?
—El... —cuento con mis dedos—, ¿miércoles? La madrugada del miércoles. Sí. En... —comienzo a contar con los dedos—. Cinco días... Sí. Cinco días.
—¡¿Qué?! —exclama, nerviosa.
—Lo sé, lo sé. Es algo precipitado y muy rápido —considerando que es jueves apenas—, pero, Ale, si no es ahora, ¿cuándo? Pronto... todos estaremos de regreso en la escuela y, ¿volveremos a salir como lo hacemos ahora?
—Nadie puede organizar un viaje de este tipo en cinco días —dice, confundida—. ¿Cómo se supone qu—
—Joana tiene todo bajo control —la miro—. Ella lo ha diseñado ya. He de suponer que lo ha conseguido por sus antiguas experiencias o, lo ha pedido en alguna especie de agencia de viajes o, lo ha descargado de internet —coloco mi mano en su hombro—. Pero, sea como sea, está bien estructurado el plan. Confía en ella.
—Es París...
—Es París —concuerdo—. Debemos ir.
La tomo de los hombros y le miro con cuidado.
—Debes ir.
Asiente con la cabeza un poco y acto seguido, reacciona.
—Ya es jueves.
—Síp —digo—. Jueves 14 de Julio.
Se vuelve a mí, y me examina.
—Hoy se termina tu tarea.
—Así es.
Un breve silencio. No la miro; me concentro en el aire que sopla las delgadas cortinas, y lo encantador que se siente en mi rostro.
Nos recargamos en la barandilla, y miramos al edificio del frente. El sol que hay no golpea tan fuerte, y de hecho, se siente agradable. Me siento agradable con ella. Me siento... bien.
—Me siento bien —comenta, y me vuelvo a ella. ¿Me leyó la mente?—, como, segura.
Cuando me mira, me pongo tenso, y noto algo distinto en sus ojos. Tranquilidad, pasividad. Calma. ¿El pastelero tenía algo fuera de lo normal? ¿Alguna especie de droga?
—También yo... —suelto sin pensar—, me siento, extraño. Siento que, los problemas se van, poco a poco... Siento que puedo dejar una, especie de prisión, pero... Con mucha libertad.
¿Qué acabo de decir?
Cuando reacciono, me doy cuenta de que tengo las mejillas calientes, y que, ahí, en los ojos de Alejandra, un brillo que me cautiva, comienza a tintinear. Me mira, atenta, como, un tanto sorprendida, admirada, por lo que comenté. ¿Qué fue lo que dije? Recordarlo me cuesta trabajo. Espero que salga bien todo, y poder ir a París. Espero que Alejandra pueda ir. Espero que podamos estar los cuatro juntos; llevo un buen rato queriéndole decir algo, pero, he estado esperado por el momento adecuado.
Mangel me dijo que los hallazgos más bonitos son aquellos inesperados que aparecen cuando se busca otra cosa distinta.
Jamie, me ha dicho que, hay que aprender que, para curar una herida, hay que dejar de tocarla.
Mi madre me ha dicho que, cuando nada es seguro, todo es posible.
Joana me ha dicho que no debo creer todo lo que pienso.
Y Alejandra.
Hm...
Alejandra me ha hecho y deshecho a su gusto; desde que la conocí, me hizo sacar lo peor y lo mejor de mí. No fue una amistad de la que me arrepienta, pero, no fue de las más convencionales. De hecho, nunca pensé que terminaríamos siendo buenos amigos, y jamás imaginé que, vale, me vería y me ayudaría en uno de mis peores momentos.
Me ha demostrado que las apariencias engañan, y que...
Que...
Realmente no estaba buscando nada cuando la encontré, y de alguna manera me hizo preguntarme qué era lo que yo quería, y si estaba listo para enamorarme. No creo que nadie lo esté nunca, pero, cuando alguien te hace feliz una y otra vez, sabes que ese tipo de riesgo lo vale.
Comencé a caminar más despacio cuando estaba con ella, sonreía cuando escuchaba su voz y, cuando la veía, no podía ver a nadie más. E incluso, el sólo recordarla me hace sonreír. ¿Qué es esto? ¿Por qué me siento de esta manera? ¿Será que... me falta aire?
Alejandra logró tocarme sin usar sus manos. Quisiera hacerle saber que le diría todo lo que nunca supe decirle a nadie, y que, ella fue la primera que me hizo sonreír cuando no creí volver a hacerlo. ¿Esta tranquilidad que siento es normal? ¿Siempre ha sido tan agradable su compañía? No me quiero ir. No me quiero ir nunca. Me siento libre, y cautivado; Ale es una chica muy inteligente, me ha gustado su sentido del humor y, sé que con ella no necesitaré ser muy excéntrico, sabe escucharme y, me quiere. Me demuestra una seguridad en sí misma, y, es realmente una buena tía que se preocupa por sus amigos, y su gordo gato.
¿Debería hacer algo imprudente? Siento que no pueden detenerme. Me siento imparable, y es que Alejandra... es que ella se ve fría, pero, no lo es, de hecho es más linda y dulce de lo que la gente cree, pero, tiene miedo a que la lastimen de nuevo, porque, a pesar de que le pasaron cosas que no merecía, la enseñaron a que era más fuerte de lo que ella misma pensaba, y es que nadie le ha dicho que hacerse la fuerte, duele el doble.
Y ahora, aquí, viéndola, me doy cuenta de que me gusta verla mientras está distraída, y lo que ella no sabe es que yo soy feliz, con tan solo verla.
Ella... ¿Me hace sentir todo eso? ¿Me pone nervioso y feliz al mismo tiempo?
Han pasado muchas cosas en estos últimos dos meses. He cambiado mi manera de pensar y, mis gustos, mi, perspectiva ha cambiado, y, suelo distraerme con mayor facilidad cuando estoy divagando y pensando en cosas aleatorias sin sentido que invaden mi mente y no me dejan concentrarme...
¿Pero qué demonios estoy diciendo? Ni si quiera tiene sentido. Me siento bloqueado. Mi mente se siente torpe y poco capaz de pensar con claridad. ¿Qué más debería escribir? Vale, cerebro, piensa, piensa, piensa, piensa. Me quedan apenas unas horas antes de enviarle el archivo final y completo. ¡Piensa, piensa, piensa, maldito cerebro!
No.
Espera.
No necesito escribirlo. No. No; necesito decírselo en persona.
Alejandra merece saber la verdad, de frente, por mi boca, y no por medio de mensajes, o, texto, carente de sentimientos o cualquier tipo de emociones. Cuando vayamos a París, le diré todo. Le diré lo que siento, lo que llevo guardando desde hace rato, y lo que acabo de descubrir.
Alejandra, adoro verla feliz. La mitad de su belleza está en su manera de pensar.
El Padrino me ha dijo hace poco que cuando intentamos escapar de las personas que nos rodean, siempre llegará una que nos inspire a quedarnos, y lo extraño de esto es que, de pronto, ella sonrió, y no me quedó más opción que quedarme.
...
Alejandra me gusta...
§
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro