Lonely Nights
La mañana fue productiva entre mi mamá y yo; le ayudé a terminar reportes financieros y a analizar las entradas y salidas de la empresa. Mis pocos conocimientos de contabilidad dan sus frutos cuando aminoro su carga de trabajo. Pero ahora, ambas sólo queremos llegar a comer algo y a darnos una ducha.
—Toma la llave —dice mi mamá mientras me la entrega—, voy a pedirle algo a la vecina de a un lado.
Comienzo a subir las escaleras de dos en dos para llegar más rápido. Cuando entro, noto una peculiar calma que me pone apenas tensa. Sigue oliendo igual que antes, pero, la casa se siente fresca, por algún motivo. Fría.
—Toncho, chitu, chitu —le llamo.
Saco la bolsa de su comida y camino hacia su tazón, pero me doy cuenta de que la comida sigue intacta desde que nos fuimos. ¿Qué?
Dejo la Bolsa a un lado y miro hacia el suelo.
—Toncho, ven —le llamo.
Al no escuchar ningún ruido, comienzo a buscarlo. Abro la puerta de mi cuarto y rebusco por todos los rincones, detrás de los muebles, por debajo de las almohadas y debajo de la cama, pero nada.
Continúo con el baño, sólo para encontrarme con un espacio vacío. ¿Estará dormido? No. La comida no seguiría ahí.
—¡Toncho! —digo con más fuerza. Si estaba dormido, eso lo despertó.
En la cocina tampoco está. No pudo haberse salido, es decir, está todo completamente cerrado. Ese maldito gato gordo está jugando a las escondidas, y no me gusta para nada esa idea. Me agacho para buscar debajo de los sillones, pero tampoco, ni si quiera detrás de éstos.
Busco en el cuarto de mi mamá, y entonces me desespero. ¿Dónde está? La casa no es tan grande como para que un gato de diez kilos se pierda.
Toncho, Toncho, ¿dónde te metiste gato pulgoso?
—¿Qué buscas? —se asoma mi madre, dejando su bolso a un lado de la puerta.
—No encuentro al gato.
Camina hacia su cama y comienza a quitarse su suéter junto con sus zapatos.
—Quizá está escondido jugando con su ratón viejo —agrega—. Ahorita sale.
Me siento en la esquina de su colchón y asiento con la cabeza. Ese gato es más flojo que yo; ¿por qué querría salir? Podría haber un ratón frente a él y no hacer nada. Seguramente me está aplicando la ley de hielo por haberlo castigado desde que hizo su berrinche con el vestido de mi mamá.
O porque sabe que mañana es el día donde le van a quitar su—
—Me voy a bañar —anuncia, tomando una toalla que tiene cerca.
Abre la puerta de su baño y percibo un aire fresco soplándome en la cara.
Cuando me vuelvo a ver qué es, me percato con que en la parte de arriba del mueble del espejo, hay una ventana abierta, y debajo, unos pomos de mi mamá regados por el suelo, a lo que suelta un quejido.
Por eso se sentía el aire transpirando, porque la ventana estaba abierta, y la puerta del baño emparejada, al igual que la del cuarto de mi mamá.
Esa ventana refrescó todo el lugar.
...
No. Puede. Ser.
—¡Mamá! —le grito mientras me pongo de pie y corro al interior del baño.
—¡Qué! —responde, asustada.
No, no, no, nononononono.
—¿Dejaste la ventana abierta? —pregunto, alarmada.
—Sí, mi cuarto necesitaba aire —confiesa, encogiéndose de hombros.
Ay, no.
—¡Y también dejaste tu cuarto abierto!
—No, no —corrige—. Terminando de ponerme los zapatos salí y lo...
La miro fijamente, nerviosa y estresada. Siento que el corazón me late como loco, sin sentido, y no puedo respirar bien.
—C-creo que sí olvidé cerrarlo...
(✖╭╮✖)
Llevamos casi dos horas buscando al gato por la zona, y no hay ni rastros.
Después de una hora buscando juntas, mamá y yo decidimos separarnos para cubrir más terreno. Me siento sobre una banca para recuperar el aliento y tranquilizar mis pensamientos. ¿A dónde pudo haber ido un gato tan gordo como él? Lejos, no, definitivamente. ¿Y si algún carro lo atropelló? ¿Y si alguien lo ha envenenado? Dios...
Busco entre los botes de basura, entre las motos que hay estacionadas, en los pequeños espacios que hay entre cada edificio, pero al menos los primeros cien metros, ni rastros de él.
Tendré qu–
—¡Buenas tardes, Ale! —grita alguien.
Alguien cuya presencia y apariciones sorpresas comienzan a hartarme.
No, no, no, por favor. No ahora que el día va mal. ¿Por qué, Señor? Suspiro antes de responderle:
—Ahorita no es buen momento, Joana.
—¿Puedo... acompañarte? —lo dice como si estuviera activa—. Pensé que tal vez—
—¡No, Joana! ¡Ahorita no!
Me mira fijamente, con algo de miedo, y sé que me he pasado de la raya.
—Lo siento. perdón, perdón —me froto las sienes—. Es que, no es un buen momento, en serio.
—¿Todo en orden...?
Suspiro, un tanto cansada, y entonces mis sentimientos ceden ante su tono de voz tan dulce y genuinamente interesado.
—Es que mi gato se perdió y, estamos buscándolo.
Respiro hondo para evitar llorar de la frustración, y entonces reacciono.
—¿Qué quieres? —le vuelvo a preguntar.
—¿Disculpa?
—Conmigo —llevo mis manos a mi cintura, un tanto exasperada—. Estás comenzando a ponerme nerviosa.
Sonríe, tierna y agacha la mirada para mirar sus zapatos un poco.
—Cuando estás jugando con tus amigos en el arcade —me explica, ruborizándose—, cuando estas con ese chico pelirrojo, cuando estas con tus amigos en la cafetería, jugando, riendo, conviviendo de tal manera tan divertida, tan... honesta.
Siento que una punzada de sentimientos me ataca el pecho. ¿Qué está diciendo? No tiene sentido, por supuesto que no. Soy seria con ellos, a veces les grito y golpeo cuando es necesario. Soy fría. Pero tal halago, me ha puesto nerviosa.
—Bueno, yo solo... —volteo a otro lado que no sean sus ojos—, quiero ser parte de eso.
—No quieres —le digo, tratando de ser lo más honesta posible—. Tú no perteneces a grupos como los nuestros.
—¿Y a dónde pertenezco?
Toncho, debo seguir buscándolo.
—No con nosotros. Tu mundo es con las personas guapas, populares.
—¿Puedo al menos tener una oportunidad? —inquiere, dando un par de pasos hacia mí.
Su rostro no denota maldad, o alguna especie de intención oculta. Al contrario; creo que parece desesperada, o, esperanzada.
Mi madre una vez me dijo: cosas buenas pasan cuando conoces a extraños. Pero sabrá el cielo qué clase de cosas me esperan con Joana, con amigos de ella, con gente como ella. Siento que pasará algo si accedo a ser su amiga, y la verdad, no estoy interesada.
—Tú y yo tenemos más en común de lo que crees —me dice, y entonces me enojo.
¿Parecido? ¿Ella y yo? Está loca.
Sonrío divertida ante su comentario, y entonces, con cuidado, me toma del hombro mientras me mira directamente a los ojos.
—De verdad, me encantaría llegar a conocerte más.
---------------
Entre más cae la tarde en los Jardines de Lepanto, más me doy cuenta de que esto no va a funcionar.
¿Es esto una especie de castigo? ¿El Karma se está vengando por algo malo que hice? ¿Es por ser mala dueña, o quizá mala persona? Llevamos cuatro horas buscando, preguntando, caminando, corriendo, y no hay ni rastro de él. No, por favor. No me quiten a mi gato.
No me quiten de nuevo a algo que amo tanto...
Entonces, antes de permitirme llorar un poco, veo a lo lejos una figura particularmente larga y delgada corriendo de un lado a otro, agachándose y revisando por entre los arbustos. Se mueve muy rápido.
—¿Qué...?
Un ataque de tensión me ataca en cuanto nuestras miradas chocan.
No, no, no. Otra vez no, por favor.
—¡Aleee! —grita Joana, viniendo hacia mí.
No estaba siguiéndome, al menos, no esta vez; tiene las mejillas demasiado encendidas como para haber estado tan poco rato aquí.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto en cuanto queda frente a mí.
—Esto... ¡Nada! —responde mientras se recarga en sus rodillas para recuperar el aire perdido.
Tiene puesto mallas deportivas y un par de tenis para correr, junto con una sudadera. ¿Estaba haciendo ejercicio? No, ella estaba buscando algo. La miro, enfadada, y retrocede un par de pasos. Luego lleva su mano a la cabeza y ríe de manera nerviosa.
—Yo solo... —voltea su cabeza hacia otra dirección—. Estaba ayudando a buscar a tu gato.
Interrumpo mis pensamientos al escucharle. Llevo mis dedos hacia el puente de mi nariz y comienzo a apretarlo suavemente con mi dedo índice y pulgar.
—Pero —dice, quizá un poco más decepcionada de lo que debería—, no he tenido éxito con mi búsqueda.
Joana ha estado buscando a Toncho seguramente desde que nos separamos hace un par de horas, sin que yo se lo pidiera, a pesar de que ni si quiera somos amigas. Y lo hizo incluso todavía después de haberme portado tan fría con ella apenas unas cuantas horas atrás.
—Y-yo...
Decir esto me va a costar parte de mi orgullo.
—Quiero... —digo en voz baja, agachando mi mirada—. Quisiera jugar contigo en el arcade, otra vez.
Decirlo se siente bien por algún motivo, pero por otro, me incómoda y avergüenza por haberla rechazado antes tantas veces. La miro a los ojos, y veo que no puede creérselo.
Sus muestras de atención, sus intentos fallidos de conversaciones amenas conmigo, gestos lindos de su parte sin esperar nada a cambio. ¿Será acaso...?
—¿Qué? —exclama—. ¿¡En serio!?
No respondo, no necesito hacerlo más. Entonces, estalla de emoción y se lanza a abrazarme.
—¡Gracias, gracias, gracias!
Cada amigo nuevo, es una nueva aventura... El inicio de más recuerdos.
—¡O-oye, cuidado! —digo, alejándola de mi espacio personal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro