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Friend Like Me


Knock-knock! —dice Jamie desde el otro lado de la puerta—. May I come in?

Bostezo, sintiendo los ojos entre cerrados todavía, pesados, imposibles de abrir.

—¡Adelante!

Me doblo las mangas hacia mis codos para poder restregarme los ojos y despertar un poco más. Esta sudadera de Jamie me queda grande, pero no había otra limpia disponible para pijama.

—¿Cómo te sientes? —inquiere un tanto preocupado.

Hoy por la tarde estaba en el trabajo con mi mamá cuando me empecé a sentir muy mal justo antes de una junta que ella tenía. Desde que me subí al auto en la mañana para ir a la pista, sentí una ligera irritación en la nariz y en los ojos, pero supuse que sólo era mi cuerpo siendo exagerado.

Más tarde, después de haber estado todo el día en un lugar bastante frío sin precauciones adicionales, la cabeza comenzó a dolerme, sentía el cuerpo cansado y los ojos muy llorosos con molestias en la nariz. 

O era gripe, o era una simple resfriado.

Cuando mamá me vio en esas condiciones, le habló a la madre de Jamie para que me diera posada, puesto que su junta duraría hasta tarde.

—Estoy bien —miento, sintiendo imposible respirar.

Me recuesto sobre la pila de almohadas como puedo y luego busco al chico por la habitación.

—Mamá hizo sopita —dice alegre—. Dijo que te haría sentir mejor.

—Gracias, pero no tengo hambre.

Son casi las nueve de la noche y siento como si fueran las cuatro de la mañana.

Camina hacia mí y me extiende un vaso de agua y dos píldoras de diferente tamaño y color.

Take it. Cuando me dan alergias, me ayudan mucho.

Aún en estado zombie, tomo las pastillas y me las trago con el agua. 

Me quedo analizando la situación. No sé qué hora es, no sé qué día es, no sé a qué hora me iré, me siento cansada y sólo quiero seguir durmiendo. Tengo tanta fatiga y tantas ganas de dormir, que sólo quisiera...

—¿Tienes cubre bocas?

Asiente con la cabeza.

—Perfecto. Dame uno, por favor.

Confundido, hace lo que le pido y sale de la habitación. Se ve tan tierno con su pijama de conjunto; cosas de gente rica. 

Sólo espero que mamá pase por mí temprano mañana. No quiero dar más molestias de las necesarias. 

Le mando un breve mensaje de texto avisándole que está todo bien y que iré a dormir, pero que la espero mañana temprano con un cambio de ropa nuevo para ducharme en las regaderas de la pista. Acto seguido, bloqueo el celular y comienzo a acomodarme en la amplia cama.

Ay, Toncho. Cómo lo extraño.

—Aquí está —dice Jamie, volviendo a entrar. 

Me lo coloco, sintiendo una especie de alivio en la garganta cuando respiro mi propio aire calientito. Ahora, sólo quiero dormir.

—¿Podrías apagar la luz..., por favor? —digo en voz baja, tímida.

Me siento vulnerable, mareada.

Pero sé que con Jamie no hay problema. Sé que con él puedo sentirme completamente yo sin miedo a ser juzgada.

—¿Anything else? —inquiere.

Desde aquí, la luz del pasillo que se filtra por la abertura de la puerta hace que su cabello se vea oscuro, castaño. Sus anteojos no reflejan ningún brillo y se ve tan tranquilo. Sus pecas adornando sus mejillas me hacen pensar en constelaciones.

Meneo mi cabeza.

—Bueno, entonces te dejo dormir —dice—. Good night.

Lo miro alejarse, pensando que me siento mal, me siento enferma y abatida mentalmente.

—Si necesitas algo, puedes gritarme o, mandarme mensaje —me guiña un ojo.

Una parte de mí me obliga a quedarme callada, mientras otra parte de mí intenta detenerle.

—¡Espérate! —digo con voz ronca—. Ven.

Me limito a tragarme el orgullo.

—Cuéntame una historia o algo.

Por un momento, mi comentario parece sorprenderle, pero luego, simplemente sonríe y deja emparejada la puerta.

Se sienta sobre el otro extremo de la cama y luego termina recostándose apenas un poco.

—¿De qué quieres tu historia? —inquiere—. ¿Dragones? ¿Superhéroes? ¿Algo de historia universal?

—Lo que gustes —me acomodo entre todas las almohadas para poder mirarle.

En ciertas situaciones, el tono de su voz me tranquiliza bastante. Rara vez le pido que me cuente historias para arrullarme y dormir, porque no me gusta mostrar esta parte de mí de todo, pero hoy es la excepción y quiero dormir plena.

Okey, 'lemme see...

 Miro sus rizos marcados, definidos, y sus mejillas redondas.

Got it —me mira emocionado—. Te contaré la historia de Escocia.

Sonrío un tanto divertida, como si no hubiera escuchado esa historia ya como siete veces. 

Me pongo cómoda y comienzo a relajar el cuerpo.

Mañana será nuevo día, mañana estaré mejor.

—Todo comienza, con la llegada de los romanos a Inglaterra...

Pronto, su voz se vuelve suave y lejana. Comienzo a perderme en sus palabras y en lo que dice, y me concentro en dormir y en su tono, no muy diferente a cuando éramos adolescentes y se quejaba de los bichos y animalitos pequeños.

Y entonces, caigo rendida.


(✿◠‿◠)♥


La noción del tiempo me despierta, o quizá el recordar que no estoy en mi casa.

La habitación está oscura, pero logro distinguir la silueta de algunos de los muebles. Me siento más arropada de lo habitual.

Me muevo apenas un poco y me encuentro con el cuerpo de Jamie durmiendo a medio metro de distancia de mí. ¿Se habrá quedado dormido? Por la ligera claridad que se cuela a través de las cortinas, me percato que está comenzando a amanecer, así que me limito a intentar despertar mi mente.

Me doy la vuelta para quedar frente a él y comienzo a jugar con su cabello, despeinado y suave.

Qué envidia de color; naranja, como los atardeceres. No rojo, no naranja chillón, sólo.., un naranja cálido, apenas un tanto oscuro.

Sus rizos se me enroscan en los dedos, provocando que se me salga una sonrisa.

Me levanto de manera cuidadosa para tomar mi celular y luego caminar hacia el baño. Ningún mensaje, ninguna notificación, salvo de mi mamá ayer por la noche. 6:15 am; la madre de Jamie no tarda en despertar para hacerle el desayuno a su esposo.

Cierro la puerta y comienzo a mirarme al espejo; mi apariencia ha mejorado de manera considerable, aunque todavía siento de manera muy ligera el malestar en la garganta. Fuera de eso, la nariz no es problema ni el dolor de cuerpo.

—¿Hola? —respondo en voz baja.

Buenos días —dice mamá a través del teléfono—. ¿Ya despertaste?

—Sí.

A juzgar por su tono de voz, sé que ya está despierta y con una taza de café en el estómago.

Qué bueno. ¿Cómo amaneciste? ¿Ya mejor?

—Sí. Me voy a lavar la cara —deposito el cubre bocas en la basura.

—Perfecto. Ya voy para allá; llego en media hora.

Me cuelga.

Mojo mi cara para despertar y luego bajo a hurtadillas a la cocina al escuchar ruidos de platos. Mis pies descalzos disfrutan el frío del piso.

Me asomo de manera cuidadosa, y al ver que se trata de la señora Murphy haciendo té y cocinado otras tantas cosas, me adentro tímida.

—Buenos días —saludo.

—¡Buenos días, encanto! —dice alegre mientras camina apresurada hacia mí—. ¿Cómo te sientes? ¿Amaneciste mejor? ¿Pudiste descansar?

Me palpa la frente y comienza a revisarme la cara.

—Sípi, muchas gracias —sonrío avergonzada.

—Estoy haciendo té, para que tomes un poco.

—Sí, gracias —sonrío.

—En la parte de arriba, en el baño de Jamie, hay una caja de medicamentos color naranja con blanco —me explica—. Toma dos pastillas y tómate una ahorita. La otra guárdala para la noche.

—No, no —digo apenada—. Muchas gracias. En la casa tenemos medicina, señora. No se preocupe.

—¡Tonterías! —comienza a dirigirme fuera de la cocina—. Ve, ve. No me hagas ir por ellas. Oh, y dile a Jamie que despierte, por favor.

Resignada, comienzo a subir las escaleras. 

No puedo con la amabilidad de estas personas. Comienzo a sentirme como un estorbo y una molestia.

Cuando paso por la habitación donde dormí, abro la puerta para echarle un ojo a Jamie, y me percato de que sigue dormido, por lo que enciendo la luz para comenzar a despertarle.

—Oh, Jamie —canto—. Buenos días.

Se mueve, pesado, sin ganas de despertar.

—Ya despierta. Ya es tarde.

—It's not even six —dice con voz ronca.

—Hora de que despiertes.

Se hace bolita y cubre su rostro con las cobijas. Es tan tierno.

Tomo una almohada y la abrazo. Acto seguido, ahogo unas risas y tomo impulso para correr y brincarle encima.

—¡Wake uuuup! —digo, dando el brinco.

La almohada amortigua el golpe, por lo que ahoga una especie de quejido y comienzo a atacarlo con cosquillas en los costados de su cuerpo.

—¡Stop! —ríe inquieto—. ¡Stop it, Ale!

Se mueve desesperado y trata de quitarme de encima, pero no lo logra por la almohada que hay entre ambos.

—¿Te vas a levantar? 

—¡Sí, pero déjame!

 Jamie es demasiado divertido. Tiene ese toque que me incita a hacerle travesuras sólo para que ambos podamos reír un rato. 

¿Con quién más puedo tener este tipo de diversión? Es como el hermano que nunca tuve, pero aún mejor, que me conoce al derecho y al revés.

El mejor amigo que pude haber deseado.






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