Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Crystal Dolphin



—Hola, princesa —saluda Armando, tan vivaracho como siempre—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue en París?

—Hola —le doy un beso rápido en cada mejilla—. Bien, gracias. Está muy bonito.

—Me imagino que sí —ríe, juntando ambas manos—. Ramiro y yo iremos pronto, espero.

Sonrío, feliz porque haya logrado arreglar las cosas con su persona especial. Bueno, al menos a alguien aquí le resultan bien las cosas, para variar. Después de una charla de no más de tres minutos, me adentro al cubículo de mi mamá y me pongo mis patines; el calor afuera es horrible, y, mis piernas piden desesperadamente el frío del hielo, a pesar de lo cansadas que se sienten por el poco ejercicio que hicieron ayer.

Maldito Rubén.

Me adentro en la pista y comienzo a bailar con el hielo, con movimientos suaves, mientras analizo la música. Hay doce personas en la pista; tres son entrenadores, y cuatro, alumnos. Dos son una pareja ensayando una coreografía, y otra es una tutora de dos niñas pequeñas intentando ponerse de pie.

Cuando volteo hacia mi derecha, veo a mi mamá platicando con Justino, el mismo señor del avión interesado en invertir en el negocio. Durante varios minutos, mi madre señala con ambos brazos a todos lados, como, si le mostrara parte de la infraestructura o, las instalaciones en sí. Noto que constantemente hacen ademanes con las manos, pero, al percatarse de mi existencia dentro de la pista, ambos me hacen una seña con el brazo para que vaya hacia ellos.

—Ale —dice mi mamá en cuanto salgo de la pista—. Él es Justino —estrecho mi mano contra la del hombre, que es apenas más alto que mi mamá—. Justino, mi hija.

—Mucho gusto —saluda, cortés, con voz gruesa.

Viste una chaqueta de cuero negra, y una playera negra, holgada. Vaya que parece un hombre rudo con esa barba y esas facciones.

—Igualmente —digo, un tanto tímida.

—Le comentaba a tu mamá —añade, dando un paso hacia mí—. Que estaríamos encantados de verte el próximo año trabajando aquí, con nosotros.

Levanto una ceja, confundida. Al ver mi expresión, sonríe, divertido, quizá.

—¿Recuerdas el evento que te dije que tendríamos el próximo año? —interviene mi mamá.

—¿El... Grand Prix? —inquiero, nerviosa.

—Exacto —continúa el señor—. Para poder llegar ahí, se deben atravesar una serie de competencias previas, y todas serán celebradas aquí —extiende ambos brazos, haciendo mención al lugar—, en el Palacio de Hielo —se agacha un poco para quedar a la altura de mi rostro—. Y ya que, represento a uno de los principales patrocinadores, me gustaría tenerte en mi equipo.

De pronto, una descarga de confusión me recorre el cuerpo, seguida de nervios. Parpadeo varias veces de manera rápida, tratando de comprender sus palabras.

—¿Qué?

—Tu mamá me comentó que vas a entrar tercero de preparatoria. Tienes buenas recomendaciones, según vi tu currículum escolar —saca del bolsillo de su chaqueta una tarjeta pequeña, como de presentación—. Y eso te hace tener grandes beneficios, si decides trabajar con nosotros.

Al principio, sus palabras me enredan. ¿Cuál currículum escolar? ¿Habla del registro de calificaciones? Seguramente vio mi boleta de calificaciones en algún lugar, o, conoce a alguno de mis maestros y le dio referencias bastante buenas. Quizá fue alguno a quien le hacía la barba.

—¿Ahora? Digo, ¿en estos días? —inquiero nerviosa—. E-es que en unas semanas me iré de—

—Ah, sí, sí —se endereza y retrocede un par de pasos para quedar junto a mi mamá—. La chica aventurera. Me agrada ese espíritu —levanta el pulgar, y suelta una risa con su voz gruesa—. Estaré aquí en la ciudad un par de días más, pero, uhm, te mando un correo con tu mamá, y, si te interesa, me llamas. ¿Qué opinas?

Miro la pequeña tarjetita entre mis manos, y, por un momento, logro sentirme especial.

—Suena bien —sonrío, tierna—. Gracias.

Al sentir su teléfono vibrar, se retira de manera rápida para atender la llamada. Entonces, me quedo mirando el cartoncillo negro con números blancos. No tiene su nombre, aunque, a juzgar por su personalidad, no necesita ponerlo; basta con recordar que una tarjeta tan sencilla y directa como esta, es representativa de alguien como él.

—Mírala —dice mi mamá, rodeándome la espalda con su brazo—. Quién te viera.

—¿Patrocinador? —desvío el tema, sonriendo, divertida—. ¿No dijiste que era un inversionista interesado en el negocio?

—Patrocinador, inversionista —truena los labios—, es lo mismo.

Comenzamos a caminar hacia la salida de la pista, con pasos lentos.

—No —niego con la cabeza, divertida—. El patrocinador paga para que anuncien su marca. El inversionista mete dinero para que genere un rendimiento. O ganancia, lo que sea.

Su chamarra de campo abombada hace ruido cada vez que frota mi brazo con su mano, con la intención de generar un calor reconfortante. ¿Cómo tolera el ruido durante todo el día?

—¿Y qué pasa con el patrocinador cuando anuncian su marca?

—No sé —guardo la tarjeta en mi bolsillo—. ¿Vende más? ¿Gana más dinero?

—Ah —sonríe, complacida, asintiendo lentamente con su cabeza—. Y, ¿eso es lo mismo que generar más ganancias, no?

Me quedo callada, tratando de aguantarme el orgullo y las risas. ¡Pero qué clase de jugada ha sido esa!

—No —río—. No es lo mismo.

—¡Cómo no! —me pellizca en el brazo, sin tanta fuerza—. Chiquilla tramposa.

( 〃'艸`)

Ya que mamá tenía que seguir en el trabajo, y yo moría de hambre, tuve que tomar el metro de Canillas hasta la estación de la Ópera. A partir de ahí, fueron cuarenta minutos eternos donde no hacía nada más que jugar Candy Crush

Cuando comienzo a subir las escaleras de la estación para retomar el rumbo a mi casa, me encuentro con Cheto.

—¿Alejandra? —escucho—. ¡Hola! ¿Qué haces aquí?

—Hola —nos saludamos rápidamente con dos besos en las mejillas—. Voy a mi casa —respondo, tratando de sonreír—. ¿Y tú?

Mi relación con él no es tan cercana, pero, no voy a ser grosera; durante varias ocasiones, fue amable conmigo, y siempre me trató bien cuando iba a su casa. De hecho, el primer día que lo conocí, me hizo una muy buena plática sobre videojuegos y tacos, en lo que Joana colocaba la sudadera de Rubén en su habitación.

—Voy a comer —sonríe, señalando una calle—. ¿Ya comiste tú?

Se coloca frente a mí al tiempo que cruza las piernas. Puedo verle el sudor en la frente, a pesar de que su cabello está recogido hacia atrás en una especie de cola de caballo.

—No, uhm —parpadeo un par de veces para concentrarme en sus palabras—. Voy a ver qué comeré.

—Ah —exclama entre un suspiro, cansado—. ¿Quieres comer conmigo? Voy a mi piso.

Tuerzo el labio un poco. ¿Ir a la guarida del león? ¿Qué pasará si Rubén llega y lo veo? No seré capaz de tolerar la vergüenza de verle a los ojos.

—No, gracias —respondo, titubeante—. Voy a prepararme un sándwich en mi casa.

—¿Está tu mamá ahí? —inquiere, dudoso.

—No. Se quedó en el trabajo —estiro mis brazos hacia arriba para relajar mi espalda.

—Entonces no hay excusa para no acompañarme —me toma del brazo y tira de mí para hacerme caminar—. Es que, no quiero comer solo. Rubén llegará tarde.

Si, eso significa que no estará, entonces, supongo que acompañarlo no está mal. Dije que trataría de hacer más amigos, y, todo empieza por algo, ¿no? Cheto no luce tan malo, y, algo dentro de mí que quiere ir; una energía invisible me empuja a acompañarle hasta su casa.

—Está bien —sonrío, resignada, e impulso mis piernas para quedar de pie.

Comenzamos a caminar hacia el este, y durante el rumbo a su casa, hablamos sobre su empleo, que parece ser tranquilo a veces, y a veces bastante ajetreado.

—¿Se te antojan sándwiches? —inquiere, caminando hacia el final del pasillo—. Puedo ir preparando el pan y, picando los tomates.

—Claro —sonrío, amable—. ¿Puedo usar el baño rápido?

—Ah, sí —me apunta hacia la puerta junto al pasillo—. Toma tu tiempo.

—Gracias —le miro y camino hacia la dirección señalada.

Avanzo con cuidado, y cuando noto que se adentra a la cocina, doblo rápidamente hacia la habitación de Rubén, sin hacer ruido al abrir la puerta. En cuanto entro, noto el aroma a ropa guardada, a perfume de hombre y a comida salada. Probablemente estuvo comiendo algunas frituras o, botanas para jugar con Mangel.

Examino todo, con cuidado, y por un momento, sonrío. Si decidió salir con Joana, no lo voy a culpar; si es feliz con ella, tendré que aceptarlo, a pesar de lo que sienta por él, o de lo que piense sobre nosotros dos. Quiero que sea feliz, y que, de una u otra manera, se sienta cómodo estando con la chica que quiere. No voy a auto-compadecerme, ni a, compararme.

La pantalla de su computadora está encendida, con una presentación de fotografías de nuestro viaje como salvapantallas. Camino hacia su escritorio para ver el desorden que tiene encima, y ya que es la única luz que hay en el oscuro cuarto, resaltan los colores vibrantes sobre mi piel.

A veces las cosas no salen como uno las planea pero, no me dejaré tirar por eso. Porque, a pesar de que quiero molestarme con la vida y con todos a mi alrededor, de hundirme en mi enojo y depresión, no puedo porque, el saber que está con alguien que quiere, me hace sonreír.

Brrr, brrr.

iMesagge
Hoy3:06 PM

Ale!!!!Quieres salir mañana? :3

Rubius. ¿Pero qué demonios?

Cuando bloqueo el móvil para guardarlo en mi bolsillo, un brillo de color verde me hace volver la vista hacia arriba. Ahí, en la pantalla del ordenador, hay una fotografía bien encuadrada, de una chica en los jardines del palacio de Versalles, caminando a lo lejos, vistiendo un abrigo rojo, y los mismos zapatos que Jamie me dio.

Esa... ¿Esa... soy yo...?

Me acerco al monitor, confundida, pasmada, y, al continuar la transición de fotos, me percato de que, no es la única que tiene. Después de esa, hay otra más, el día del ballet, cuando apenas iba subiendo los escalones, y, me quedé quieta viendo la iluminación del lugar. No son las únicas, sino que hay varias, en diferentes lugares aleatorios, y, entonces, sin más, un sentimiento de culpabilidad se forma en mi garganta.

Con cuidado, salgo de la habitación, y me dirijo hacia la sala, todavía aturdida por lo que acabo de ver.

Rubén... Él... Él tiene una visión diferente de mí, a la que creía.

Tal vez, no me estima, ni me quiere como quiere a Joana, pero, estoy segura de que tengo un lugar especial en él. Tal vez, me quiere un poco más que una amiga, pero, no lo suficiente, sino, ¿por qué más me tomaría esas fotografías? Y, para empezar, ¡¿en qué momento pasó eso?! ¿Por qué no me di cuenta?

—¿Te gusta con mostaza, o sin mostaza? —inquiere, al darse cuenta de mi existencia en la sala.

El chico sí me quiere. Me quiere, un poco, pero lo hace. Quizá, me equivoque, o quizá no, pero, esto es prueba de que le importo, y, que le agrado más de lo que pensé.

—Este... —respondo, con la mirada perdida en el suelo.

Pero, si ese es el caso, ¿por qué me invitó a salir, después de haber ido al cine con Joana? No está siendo totalmente franco conmigo, y, no quiero volver a ilusionarme. ¿Deberé hablar de frente con él? ¿Preguntarle, y ser directa?

No.

Yo no sirvo para ser directa, y menos cuando su mirada me hace tan vulnerable.

Necesito encontrar un lugar adecuado. Y creo saber a dónde ir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro